Proyecto Patrimonio - 2021 | index | Mario García Álvarez |
Pavella Coppola | Autores |












Palabra y acecho en Despliegues de papel y follaje
Sobre libro «(Des)pliegues de papel y follaje» (90 páginas), Mario García Álvarez (Chile),
Andesgraund Ediciones, Colección Ojos del Salado, agosto de 2021


Por Pavella Coppola (Chile)




.. .. .. .. ..

Esta segunda edición de (Des)pliegues de papel y follaje viene a constatar algunos asuntos. Primero: la poesía de Mario García Álvarez habita el tránsito identitario de un pueblo que fijó su cotidianeidad en la permanencia del signo.  Problema que nos enfrenta y desgasta en el milagro, en el oficio y desamparo de sabernos seres del habla, habitantes deudores de la travesía de la palabra cantada y escrita, viajeros subsumidos en la orquesta del significante y significado, dupla del deleite y del problema que nos ata - sea por tradición u omisión- a nuestra condición de revisar y nombrar lo que nos circunda; relación de las cosas y las palabras subrayaba Foucault.  Segundo: si la palabra resuelve su intención de permanencia en la médula de lo cotidiano, es justamente la palabra poética la que se desliza más allá de la aspereza del significante para abrir la posibilidad de un mundo escapándose de la densidad lógica a fin de insistir en el despliegue de lo probable. Su dimensión será -entonces- la apertura de la frontera de lo real, sin pretender elocuencia simulada, sino una simple oportunidad para la imaginación, en el sentido de una metafísica reiterándose para la conquista oportuna de lo que urge trascender en y desde el propio signo. La poesía, entonces, es la orquestación de esa casa. Tercero: este poemario revisa tal atadura, a saber, la dimensión de una supuesta fatalidad que arrastra el poeta en su condición de nombrar e imaginar, en el despliegue mismo de la palabra articuladora del órgano poético.


“Somos los que llegamos
a aullar con la manada
bajo la luna y el sol”


Nos declara el poeta chilote en Poema Cero, primer momento del poemario, especie de sentencia ecológica, en el sentido de lo vincular anticipatorio de esta declaración del proyecto poético: ¿Quiénes, los que llegamos? ¿Por qué abrir el poemario con un nosotros? ¿Por qué el yo poético resuelve la voz plural?


“luego escondernos entre los árboles
donde nadie nos podrá ver
. . . . . . . . . . . . . . en el bosque”


Un nosotros en extinción debe resguardarse; el peligro acecha, la condensación de lo inevitable descompone la mirada ingenua, refracta la dirección primigenia del vínculo posible. La naturaleza es el resguardo, la verde oscura tupida condición para salvarse, porque la manada es un todo poli-ocular en donde no es posible el riesgo del yo solitario, sino la experiencia del peligro colectivo. Sucede la salvaje potencia de lo vivo en tanto multiplicidad y diversidad ante el riesgo de lo inconmensurable, inenarrable, pues todavía se habita el estado primigenio, el poema cero.  


“mirar hacia el otro lado del silencio”


Ese otro lado únicamente lo define lo insonoro; hay mutismo, cautela, sigilo como pretensión de territorio. Hay un revés, una insonoridad actualizándose como signo inevitable y dócil. El silencio es lugar, casa, quizás hogar, posible de voltearlo como un rompecabezas que se arma y desarma en la disyuntiva del anhelo en tanto búsqueda.


“parados frente al río
en busca de un lugar
que aún se pueda habitar.”


El adverbio aún constituye el vórtice semántico definitorio del verso último: un punto de esperanza para lo que supone la estadía de la manada en peligro. Un todavía como probabilidad del territorio en disputa.

De aquí en adelante el poemario se configura en siete apartados para pensar la palabra poética, por un lado, y por otro, para realizar el despliegue de la existencia del nosotros inaugural que, en diversos momentos acontece inevitablemente como un yo desenfrenado, dolido. Un nosotros-yo en la simultaneidad que el poeta le otorga a lo identitario, es decir a la experiencia en tanto afección, reconociéndose sobre sí misma. El mundo habitado en estas páginas se retuerce y amplía mediante los pliegues y despliegues del signo que muestra y oculta; esta tensión define el ritmo de la palabra poética.


“porque la poesía vino después
después de las reparticiones.”


I) Nuestros imaginados árboles piensa la poesía; se trata de un pensar en movimiento a partir de lo que muestra el propio oficio del poeta, a saber, la densidad de la palabra, pero también lo esquivo de ella.  La escritura despunta alrededor de la llama de lo iniciático.


emanado del fogón,
empezamos a escribir nuestras primeras palabras
 y eran poemas libres de ortografía
al viento.”


Escribir poesía ha sido posible únicamente porque hubo combustión, un telar de palabras amurallándonos en la tierra repartida del incendio. Así nació el oficio, la imagen y la imaginación, acaso el enfrentarse al problema que urge, esto es la representación y la subjetividad, asuntos en el desafío de decir el mundo, de escribirlo mediante el poema. Heidegger se preguntaba por la verdad de la cosa en tanto que es una cosa. Hay que nombrar el mundo, el poeta decide hacerlo y para ello traza la estrategia lingüística del camino a explorar; paulatina, accidental, perseverantemente hará de la palabra su herramienta, porque la poesía:


“imperdonablemente dura se fue haciendo
levantando entre las papas
y el rostro boquiabierto en el espejo.”


II Genus irritabile vatum, voz de Oracio respecto de la susceptibilidad natural de los poetas, organiza la segunda parte del poemario. Y aunque el rito asombroso e inicial ante la palabra poética es pasado, permea la experiencia del presente desgarrado, hay que echarle mano al duro oficio.


Yo soy el poeta inédito
 no podéis reconocer este rostro.”


¿Por qué? ¿Acaso se escribe para ser leído o para un yo enclaustrado? ¿Qué sentido tiene el poema dentro de los muros del yo ensimismado? Pero antes, el rayado de cancha, lo intransable, suerte de mástil en medio del océano.


comprenderéis mi resentimiento
 y rebeldía,
de la que no me disculpo.


Ranciére señalaba en La noche de los proletarios[1] el trabajador rebelde, perdido en la inmensa arena de la vida, debe considerarse como un gladiador…Combate sin pedir ayuda, sin clamar gracia”. No se trata del desespero, sino de la voluntad de saberse inmanente en la fuerza misma para enrostrar el Oficio de ser hombre[2], de ser poeta.


“mi foto no aparece
 en ningún libro ni revista.”


Sin embargo, el poeta del oficio persiste, incluso desorbitando la ley oficial del libro.


“Somos los intangibles
habitantes del papel (…)
y seguimos intangiblemente penando
intangiblemente habitando
esta tierra de nadie.”


III Camino al cielo y IV Páginas de fuga presionan aún más la palabra, la desmesura del signo que se hace imagen poética. La lógica ha quedado atrás, a pesar – o en virtud -, del temblor cotidiano en la desesperanza de saberse sujeto que piensa la poesía. Las imágenes se atiborran para organizar la cadena del signo desgarrado.


“De tanto limpiar
Borrar
rozar
el verso
terminas escribiendo como otro
te quedas
mudo
ciego
sordo
bajo tus propias caricias
en la mentira infinita del sol
y las estrellas
y el paisaje del poema
amándose a sí mismo
en la superficie de la letra.

La letra es la casa, es decir “un estado del alma” [3] exigida por el poeta, por quien aprehende el mundo incluso en aquellas noches / que se descarrilan estrellas en el paisaje de lo dado en tanto probabilidad de saberse solos/ viviendo como palafitos / azotados / por el viento y la luna llena. Lo intangible se vuelve obsesión, porque desvanecerse también es un modo de borramiento, un modo en que la espesura queda subsumida por el posible fin. La materia de la palabra es la materia del hombre que escribe, del poeta. Son finitas. Ambas transgreden la concretud de la existencia, pensándose nucleadas en la idea del suicidio, voluntad autoexigida cuando se trata de tachar el signo.


“El suicidio
es un salto
al corazón.

En V Nada es inédito la pregunta por el oficio del poeta y su martillo-signo queda flanqueada mediante la sentencia Sólo espejismo es el poema, reactualizando el hilo conductor del poemario, a saber pensar los pliegues y despliegues del poema en el cotidiano oficio de la escritura. La filosofía y la literatura consignan una historia de avanzadas y batallas conceptuales en torno a la pregunta qué es un poema; la pregunta se ha erguido como lámpara luminosa en el paisaje de lo humano. Mario García Álvarez, el poeta chilote, también la enfrenta, premunido del paisaje suyo, de la naturaleza en tanto piso de una ecología de la voz poética: pasamos horas revisando los distintos rostros/ de la lluvia. El poema y la carne es ineditud que es todo y nada en la misma mano.

Entonces, borramientos, tachaduras, pensarse desde la poesía, indicar la matriz definitoria (¿existirá?) del poema, organizar la vida cotidiana, revisar el espesor de las estrellas, no claudicar en el ejercicio de la pasión, potenciar la rebeldía del que escribe fuera de la ley, deben hacer uso de la ironía, pues únicamente en y a través de ella la experiencia se hace narrable: hay que hablar, es necesario escribir. La ironía es la tangente por donde la palabra se hace soportable, pues mediante su implícita tensión/ contradicción emerge la risa, escudo en la batalla cotidiana.


“para reírme de la ineditud
para reírme de mi mismo.”


Los tres últimos capítulos del libro VI Todo es tan falso y tan hermoso, verso de Gonzalo Rojas, VII Intemperie y VIII Habitat podrían también ser leídos como el desenlace de este poemario; el ritmo interno – al inicio sigiloso, luego vertiginoso-retorna como viento que acompaña el sonido interno de estos poemas.


“En medio del bosque
sólo nosotros escuchamos nuestro canto.


El poeta sabe de finitud, sabe del viejo Heráclito, se sabe deudor del desgarro, promueve su espada dionisiaca: nada habrá de quedar (…) /pero siempre para uno/ para cada uno/ es su momento (…) /que desapareces en el paisaje/como un viejo árbol / que así mismo se entierra. Porque una vez más la ironía hace lo suyo: ni estas eternas /heridas existen.

Este poemario es un largo poema-narración, una escritura del hombre del sur quien atiborrado de fuego, mar, bosque, estrellas y gentes  revisa la naturaleza, su cosmogonía y lo cotidiano, desnudos de adjetivos; “desajetivando” el entorno. Entonces, nombrándolo cierto objetivismo prolonga la escena primera, a saber, la manada en acecho, manada del yo, del nosotros como actitud política, es decir en tanto esa alteridad que rebasa siempre el verso y que se busca en él. Pareciera que el acecho no concluye, extendiéndose en tanto tensión del flujo interno del largo poema, también simbolizado mediante la imagen del fogón en la fotografía  que abre y cierra el libro: un fuego que es tensa combustión y cobija y alerta.

Despliegues de papel y follaje fue publicado en una primera edición en 1995 por Ediciones Barba de Palo. Han sucedido 26 años para esta segunda edición.  Abrazamos esta publicación, saludamos esta palabra poética que reactualiza su proyecto discursivo en esta inmanencia que acecha.

Berlín, enero, 2021.

 

 

 

___________________________
Notas

Ranciére, Jacques. La noche de los proletarios. Ed. Tinta Limón, 2017, p.160.

Coppola, Salvatore. El Oficio de ser hombre. Ed. Tebaida, 1969.

Bachelard, Gastón. La poética del espacio. Fondo de Cultura Económica. 1975, p.104.

 

 

 


__________________________________________
Mario García Álvarez (Chaitén, 1964)
Profesor de Estado en castellano y Filosofía, Dr. en Ciencias Humanas c/m en Discurso y Cultura. Desde temprana edad integró el Taller Literario “Aumen” de Castro, Chiloé, lugar donde reside. Textos suyos han sido publicado en revistas de poesía nacionales y extranjeras como “Aumen”, “La Gota Pura” Nº 9 (Stgo.), “Simpson 7”, Vol. XI y Volumen XIV (Stgo.), “Pewma”(Temuco), “Rayentru” Nº 15, (Stgo.) “La Servilleta de Papel” (La Serena), “Hispanorama” Nº 87 (Alemania), “Tela de Rayón” (Argentina), Textos (EE.UU) y en antologías como “15 Poetas desde el Agua/lluvia” (Selección José Teiguel. Edit. El Kultrun, Valdivia, 1993), “Zonas de Emergencia - Poesía - Crítica. Poetas Jóvenes de la X Región” (Paginadura Eds., Valdivia, 1994), “Abrazo Austral: Poesía del Sur de Argentina y Chile” (Eds. del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, Buenos Aires, año 2000), “Anaconda”, Antología de Poetas Americanos (Italia Editorial Poetas. Com.), “Aumen”, Antología Poética (Valdivia, Chile), “Carne Fresca, poesía chilena reciente” (Edit. Desierto, México, 2002), “Fin de Siglo, nueva poesía chilena de los 80” (Edit. Ventana Abierta, Santiago, 2009), “Poesía Chilena Desclasificada” (1973-1990)” Vol. 1 (Edit. Étnica, Santiago 2006), “Antología de poesía chilena” (Mago Editores 2018). Sus libros  “Poemas In-púbicos” (Eds. Barba de Palo, Valdivia, 1995), 2da. Edición (Edit. Ventana Abierta, Santiago, 2008), “(Des)Pliegues de Papel y Follaje”, (Eds. Barba de Palo, Valdivia, 1995), “Los Palafitos... Del Paisaje” (Eds.  Aumen, Valdivia, 2000), 2da. Edición (Mago Editores, Santiago, 2019). Ha sido traducido y publicado en italiano, portugués, inglés y búlgaro.

 



 

(ampliar)

 



 


 



 

 

Proyecto Patrimonio Año 2021
A Página Principal
| A Archivo Mario García Álvarez | A Archivo Pavella Coppola | A Archivo de Autores |

www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza.
e-mail: letras.s5.com@gmail.com
Palabra y acecho en Despliegues de papel y follaje
Sobre libro «(Des)pliegues de papel y follaje» (90 páginas), Mario García Álvarez (Chile)
Andesgraund Ediciones, Colección Ojos del Salado, agosto de 2021
Por Pavella Coppola (Chile)