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Fanor Contardo: un retratista de la histórica Quinta Normal
Tranvías, bares y fantasmas (Memorias de Quinta Normal) Mago Editores, 2017
Por Max. G. Sáez
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La literatura chilena está marcada por giros hacia la historia y en muchos casos podemos hacer revisión de diversos hechos históricos en las páginas de novelas, cuentos, ensayos y poemas. En este caso, los cuentos Tranvías, bares y fantasmas (Memorias de Quinta Normal) de Fanor Contardo, no escapan a esa tendencia y a través de ellos, los territorios, los pedacitos de episodios con sus personajes llenos de identidad, nos ponen de frente en ese Santiago poniente de mediados del siglo pasado. Podemos hacer un recorrido por la memoria de una parte de la ciudad que estaba por iniciar una profunda transformación, quizás desde el punto de vista cultural, una profunda crisis identitaria, ya que lo nuevo no vino para articular y mantener lo que estaba, sino para destruirlo y hacer que ese mundo desapareciera. Vemos lo que ocurrió con los cines, con las boîte, con los bares y, sobre todo, con las personas. Todo ha desaparecido.
Por esto, los cuentos de Fanor Contardo son un disparo fuerte y certero a la memoria tan necesaria en un país que olvida rápido. Los relatos van describiendo, a través de un narrador personaje, esos fragmentos de la historia relacionados con la Quinta Normal, un territorio que ha hecho nacer múltiples historias que han aparecido en un sin número de expresiones artísticas, por eso es aún una fuente de creatividad y de convergencia de muchos mundos. Es allí donde los cuentos de este nuevo libro de Fanor giran y vuelven a retratar en sepia la cotidianeidad de las décadas del 50 y fines del 60.
Sorprende lo jocoso, la permanente arremetida de personajes populares que van llenando las páginas con historias que salen espontáneamente. Personajes ligados a su cultura local que delinean el escenario de manera fidedigna. El narrador entra y sale de la historia. Lo hace para que esta se cuente a través de muchas voces, de esos «yosotros» que dan cuenta de las memorias colectivas.
Fanor Contardo no es nuevo en esto de contar historias. Ya con varias publicaciones a su haber, ahora pone unos giros hacia lo inmediato de la narración y nos guía casi de la mano, no sólo por la geografía física, sino por la geografía de la memoria, esa inmaterialidad que en estos casos es más material que nada. Somos parte de ese momento y nos comprometimos con cada uno de los personajes, es el caso del Viejo Hereje, el Guatón Queco, el Flaco Román, el Chico Roa y tantos otros que también alcanzan a ser retratados en la escritura de estos cuentos.
Hay un grado de nostalgia por eso que ya fue y que nunca más será. Se trata de fotos y no de una película –siguiendo la idea de Cortázar– donde por lo orificios del tiempo fueron cayendo las fotografías de esas historias, como naipes lanzados al aire. Por lo mismo, estos cuentos son de rescate, de reposiciones, pero también son de alegría de haber participado en esa ciudad mística, en cuanto configuraba relaciones humanas al límite de la racionalidad y picaresca, porque el juego se transforma en rebeldía frente a lo establecido. Esa rebelión brota desde las entrañas del paisaje que resiste a través del humor que desarrollan los personajes.
Este libro es un sólido aporte a generaciones que no vivieron, pero que ahora sí podrán imaginar lo que fue Santiago poniente y, especialmente, todo ese maravilloso sector de la Quinta Normal.
