"El Chile de hoy me parece una madre loca que mece a su hijo muerto desde hace muchos años; una madre loca total que ya no tiene remedio. O sea: terminó la dictadura pero, para para mí, lo que cambió es el espesor de la amargura no más"
Juan Radrigán
Catedral es una obra dramática escrita por Jonathan Alvarado Velásquez (1989) y publicada por ediciones TRIZADURA en noviembre del 2023, fue estrenada el 18 de octubre del mismo año por la compañía de teatro La primavera inútil en el teatro Diego Rivera de la ciudad de Puerto Mont, ciudad natal del autor de esta obra.
En este breve y simple comentario, me centraré en exponer algunas ideas en torno a la obra dramática más que en la obra teatral; es decir, hablaré sobre el libro más que de la puesta en escena.
Entrada a la obra: La portada
Lo primero que quiero destacar es la portada de esta obra, ya que deja en evidencia la agudeza y sensibilidad lectora del artista plástico Marcelo Paredes, quien es un destacado dibujante y pintor que posee una larga trayectoria en la participación de portadas de libros de autores(as) del sur de Chile. Además de innumerables exposiciones en Chile y el extranjero; asimismo ha creado junto a Yuria Soria-Galvarro una obra titulada Bestiario de Suralia, donde acuña un nuevo concepto (Suralia) al imaginario creativo de esta zona, que se destaca por la indagación del patrimonio imaginario que habita en el territorio sur y sus islas.
Ahora bien, lo primero que observamos en la portada es la presencia de lo humano y la naturaleza, donde esta última envuelve a lo humano, tanto en el borde derecho e izquierdo aparecen unas ramas que parecen ser de alerce, al igual que las ramas que brotan de los pilares de la catedral, ubicada esta en el centro del cuadro, sostenida por una banca de madera; quizás, aludiendo a la ubicación de esta edificación que se encuentra en la plaza de armas de la ciudad de Puerto Montt o Melipulli. Sobre la catedral, se observan unas nubes anaranjadas producto del cielo incendiado que aparece en forma rectangular ubicado como una especie de pendón colgante detrás del campanario de la iglesia. El uso de estos elementos, sin duda son guiños del territorio geográfico y político en el que se circunscribe esta obra, los cuales constituyen símbolos identitarios y a su vez, entes representativos de la trama de esta pieza dramática.
La historia: drama social y político
La historia está compuesta por 15 escenas en las que fluye el diálogo e interacción entre los distintos personajes que forman esta obra. Cada escena se sitúa con una fecha específica, donde el punto de referencia es el estallido social del 18 de octubre. Es importante este punto de referencia, pues constituye un estado de consciencia que por su intensidad se resiste al olvido y por su complejidad abre una serie de relaciones que dialogan con la memoria histórica de un país.
La primera escena expone el tenor que transciende hasta el final de la obra, ya que presenta la situación que vive F, un adolescente involucrado en el incendio de la catedral, producto del estallido. F es un personaje que subyace en el entramado de la historia, puesto que nunca emerge el cuerpo, solo escuchamos su voz o leemos sus cartas, mediante la presencia protectora de Gabriela, profesora del liceo en el que estudiaba F, comprometida con la búsqueda de la justicia para este joven. Junto con ella, en esta escena, aparecen Virgilio, el abogado que se haría cargo de este caso, quien viene de Suecia y es hijo de víctimas de la dictadura de 1973 y además guarda consigo una historia colectiva de dolor y venganza. También aparece Octavio, personaje de retórica política y panfletaria que también lleva consigo parte de esta historia colectiva que subyace en lo medular de la obra. Esta escena está situada el 29 de noviembre. Luego en la escena 2, situada el 5 de octubre, aparecen dos personajes que operan como voces premonitorias de la desgracia, Ermelinda Coña y Santiago Caimilla, quienes representan a comunidades ancestrales de Melipulli y asisten a la catedral con el fin de exigir que le devuelvan el tercer pilar -que es un alerce milenario- de la construcción porque ahí habita un espíritu ancestral que reclama su origen. Aquí también aparecen Rosa y el padre Cri, quienes junto a Octavio y Larry (supuesto policía) representan las fuerzas antagónicas que esconden abusos sexuales, encubrimientos y adopciones ilegales. En este sentido, Virgilio es quien viene a visibilizar y denunciar las atrocidades cometidas dentro de la catedral y sus engranajes tanto hoy como en épocas pretéritas. Mientras que las voces étnicas instalan lo fantástico; es decir, son personajes que ponen en entredicho el pensamiento racional y las creencias ortodoxas, debido a que presentan lo que podríamos denominar como un pensamiento mágico, pues emplean el recurso de instalar visiones en la memoria de quienes desean olvidar y negar y también de quienes desean recordar y reparar, visiones que exponen hechos; por ejemplo: Ermelinda Coña a través de un remedio que le da a Virgilio, aquejado por un dolor de cabeza intenso, provoca el efecto de rememorar la muerte de los deportistas de Linz[1], donde el abogado es hijo de uno ellos. Este recurso se emplea tanto en quien busca la verdad como en quien(es) la encubre. De esta forma, lo fantástico lo entendemos como lo que genera un quiebre de la cotidianidad y su orden racional, pues instala tanto en los personajes como en el espectador(a) y lector(as) un efecto de extrañeza, es decir, es una herramienta que opera a partir de datos o nociones comunes, pues establece puntos de contacto con zonas de nuestra memoria local para dialogar con nuestra memoria histórica y colectiva.
En definitiva, la obra es una historia que hace eco de otras historias, es un diálogo fluido y nutrido de referencias históricas, políticas y territoriales, es un discurso que funciona como un dispositivo de resistencia y ejercicio de memoria que pone en evidencia el poder de la imaginación y la sensibilidad como mecanismos que operan en los pliegues de los silencios que se buscan imponer, pero donde el arte se resiste callar. Catedral es un texto de denuncia, que apela a la conciencia histórica de un país que busca construir su identidad mirando hacia un futuro, mas no busca sanar sus heridas del pasado, ya que la justicia aún se encuentra ensombrecida por una economía que determina muchas veces los destinos de sus ciudadanos; en rigor, esta obra abre lo que nunca se ha cerrado, demostrando una vez más cómo el arte se para frente al negacionismo que cada vez encuentra mayor fuerza en una sociedad dominada por la imagen y la publicidad política.
El lenguaje y los personajes
Otro elemento que llama la atención es la peculiaridad en el habla de cada uno de los personajes; es decir, la identidad que cada uno(a) posee a través de su oralidad es notable, pues al leerlo es posible imaginar las características psicológicas que van definiendo a cada uno(a) de estos(as). Además, se observa en algunos casos el empleo de un lenguaje literario, es decir, se dice o expone una cosa, pero se está diciendo otra; por ejemplo, el recurrente dolor de cabeza del protagonista funciona como una metáfora del dolor que persiste en Chile debido a la dictadura. O el uso del lenguaje de los personajes que representan a las comunidades ancestrales están cargados de recurso retóricos que guardan, en el contexto de la historia, verdades para algunos personajes. Un caso concreto, cuando Santiago Caimilla dirigiéndose a Virgilio le dice: “Lo que anda buscando no lo encuentra y lo que no busca si lo encuentra. A lo mejor anda buscando lo que no busca y no se ha dado cuenta y por eso lo encuentra” (p. 54). El juego de palabras junto con el contenido o mensajes dentro de la historia que se representa en esta obra, genera un efecto de hilaridad y tensión que atrapa. No obstante, en el caso concreto en el que estos mismos personajes hablan en su lengua nativa, se percibe una caricaturización de esta, lo que se entiende como un recurso que funciona dentro de la parte de comicidad de esta obra.
De la memoria local a la memoria colectiva
En abril del año 2023 una de las arterias del barrio Linz, la calle Regimiento, fue rebautizaba con el nombre de “Los deportistas” en alusión al hecho que comentamos arriba, por lo que se cambiaron las señaléticas; no obstante, un grupo de vecinos del sector manifestaron su oposición al cambio de nombre y recolectaron las firmas necesarias para plantear su disconformidad ante esta situación. En efecto, en un concejo municipal llevado a cabo el 22 de noviembre la calle vuelve a su nombre original. Y hoy en día, al pasar por esta calle es visible en muchas casas que colindan con esta, ver el nombre Regimiento con letras mayúsculas. Este hecho es una señal representativa de la polarización que permanece en nuestro país y que en estos últimos años se ha intensificado o ha mostrado su verdadera realidad.
Ahora bien, frente a estas situaciones, la mirada crítica y subversiva del arte con conciencia política busca agitar las aguas de una realidad que construye discursos hegemónicos desde el vencedor. En otros términos, el arte apela a una corriente del pensamiento que retiene del pasado aquello que todavía está vivo o vive en la conciencia de un grupo que la conserva. A esto nos referimos con la memoria colectiva; es decir, una constante problematización sobre hechos del pasado que se han convertido en heridas que todavía no han cerrado, pues aún perviven en las memorias de ciertas comunidades el dolor de lo aniquilado. En este sentido, Catedral es una invitación a reflexionar sobre ciertos hechos del presente que dialogan con ciertos hechos del pasado porque viven en la conciencia de una colectividad; entonces el discurso artístico transita por la memoria de la ciudad de Puerto Montt a una posibilidad de develación de hechos históricos en los que subyace la impunidad; frente a los cuales, sin embargo, se antepone la derrota. Dicho en otras palabras, la obra expone la desesperanza de un país que dijo despertar en la efervescencia de una movilización social, pero que sigue en un estado de adoctrinamiento mediático y tecnológico, por ende, la sensibilidad contenida en el texto, mediante el uso de objetos de la memoria que constituyen datos o nociones comunes, busca repercutir en una memoria colectiva que apela a la configuración de una memoria histórica que sea de todos y no de unos pocos.
La historia tiene que representar a su gente y esto el dramaturgo lo tiene más que claro. Así como existe el canto de alabanza, también está el canto del llanto y la derrota y esta obra es un claro ejemplo de lo último. Detrás de un documento de civilización existe un documento de barbarie y el arte en general, siempre busca completar aquellos espacios de la memoria de los derrotados mediante las posibilidades de la imaginación y el lenguaje; si bien la memoria y la imaginación traen la presencia de lo ausente, esta última, al nutrirse de lugares donde confluyen evocaciones directamente relacionadas con la experiencia de la subjetividad que escribe, ya sea por lo vivido o atestiguado, intenta construir un relato de la memoria territorializada; o sea, el uso de referencias cobran un valor sustancial para quienes habitan esta zona del país, pues generan un sentido de pertenencia o rechazo ante a lo que se expone; no obstante, frente a una recepción que desconoce la historia local, el discurso artístico logra generar un efecto estético, ya que expone un drama que representa la derrota de un país frente a las utopías de justicia y verdad que cobran fuerzas durante ciertos periodos de agitación social, pero solo quedan en consignas, panfletos y no repercuten en los cimientos de la realidad que se construye.
En suma, leer o ver esta obra es una oportunidad de dialogar sobre la historia del país que deseamos construir, porque el arte y en este caso el teatro, es un espacio de resistencia al olvido. El dolor de cabeza que agobia al protagonista durante toda la obra es una metáfora del dolor de cabeza que persiste en Chile, es el dolor de quienes vivieron el robo de sus hijos (as) que fueron llevados(as) al extranjero, es el dolor de los hijos(as) que perdieron a sus padres, es el dolor del silencio de los cómplices que viven con el gato emparedado en sus conciencias; en definitiva, esta obra demuestra cómo el arte nuevamente plantea sin titubeos situaciones políticas-históricas que aún no están resueltas y que muchas veces incomoda plantearlas y se reduce a una ideologización extrema; sin embargo, son situaciones que requieren una revisión seria, documentada y con una importante dosis de humanidad y dignidad, aunque predomina la derrota. Entonces, la obra indaga en las posibilidades que tiene el teatro – el arte en general - para disputar los sentidos de la historia fijados por el poder, y de esta manera criticar y problematizar el discurso hegemónico que relata la historia, con el afán de sepultar y llevar al olvido aquellos hechos traumáticos que aún son parte de nuestra memoria colectiva.
[1] En 1974, una patrulla de la Fuerza Aérea detuvo, torturó y acribilló a cuatro jóvenes deportistas de la Población Lintz, motivados por venganza posterior a una riña en un bar del sector. Ninguno de ellos tenía militancia política. Luego de ser allanadas sus casas y detenidos, fueron conducidos hasta el «camino viejo» a Pelluco, donde fueron brutalmente golpeados y acribillados.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Una lectura sobre "Catedral" de Jonathan Alvarado
o el canto de los derrotados.
Por Mauricio González Díaz