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Los celadores del canto
Sobre Los Celacantos y otros hechos extraordinarios, de Marcelo Guajardo Thomas (Overol, 2015)

Por Juan Santander Leal
http://www.revistalecturas.cl






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Una de las particularidades de la épica es la acumulación. De nombres propios o comunes, importantes o sin importancia, la enumeración nos traslada a lo multitudinario, a ser contados uno por uno como si fuéramos pelos en la cabeza de alguien. El libro Los Celacantos y otros hechos extraordinarios acumula la fuerza de las marchas de los seres vivos sobre la faz de la tierra. Es por esto que el pez, el celacanto, es el resumen y objeto del libro. Una especie perdida en la evolución, el estadio más cercano de vida marina a vida terrestre. Es el punto de la transición agua-tierra y después, ese resumen que es la historia del hombre. También, es el paso de la vida desde el mar hacia la tierra, de las branquias a los pulmones, de las aletas a las piernas.

Luego viene la historia del hombre. El tránsito de los nómades hacia la vida sedentaria. El avance de las tribus, de los soldados, de los pueblos. La anábasis, el viaje de la costa hacia el interior. Los Celacantos es una mezcla de historia, mito y ciencia, en la búsqueda de un relato sobre el origen, sobre cómo el hombre fue organizándose, esperanzándose y desengañándose de sí mismo a medida que edificaba lo que llamamos civilización. Los textos se construyen como las marchas de las multitudes, como en Anábasis de Saint John Perse, como un viaje hacia un interior espiritual o conceptual lleno de dioses, compuertas, comarcas, rutas. Formas antropomorfas adoradas, recolectadas, digeridas.

Luego viene una especie de modernidad. La historia de los celacantos transformados en rarísimos humanos: suburbios, industrias, ciudadelas. Todo visto desde una cámara aérea, que registra pacientemente la historia y la geografía como en el comentado canto XXVII de La Araucana de Alonso de Ercilla. En este pasaje, un mago llamado “Fitón” muestra al hablante, en una cueva, una esfera en la que se puede apreciar el “universo de gran traza”. Una especie de Google Maps del siglo XVI, un truco del que generalmente se sirve el hablante épico para sintetizar grandes extensiones de tierra y grandes periodos de tiempo en su poesía. Guajardo usa con gran destreza este dispositivo, le aporta imaginación y fuerza. Lo convierte en una cámara que registra sus excéntricas manadas. “Hasta las más menudas sabandijas”, diría Ercilla.

Era en grandeza tal que no podrían
veinte abrazar el círculo luciente,
donde todas las cosas parecían
en su forma distinta y claramente:
los campos y ciudades se veían
el tráfago y bullicio de la gente,
las aves, animales, lagartijas,
hasta las más menudas sabandijas.

Guajardo usa el “nosotros” para incluirse y a la vez desaparecer en esa multitud de la que nos habla. La poesía de las muchedumbres se sirve de estos mecanismos, para incluirnos también en ese gran grupo, para hacernos sentir parte de una comunidad que busca sobrevivir a su historia. “En manadas hacia los valles” es el mantra que se repite .La marcha de los celacantos, peces que pueden ser considerados anomalías de la evolución y, a su vez, eslabones en la cadena evolutiva que llega hasta nosotros. Un orden que se reconoce hecho de desórdenes.

En el texto “Tempestad” hacia el final del libro, logro distinguir versos más secos, más objetivos. Repeticiones y reordenamiento sintáctico como en La ciudad de Gonzalo Millán. Hay un movimiento en descenso, un desmantelamiento de la historia. Pienso en la dictadura, en el registro de un texto más aterrizado, más legible como metáfora de la historia chilena contemporánea, desde el Golpe de Estado hasta la época presente. Las marchas civilizatorias descritas anteriormente son desarmadas, sustituidas por la incertidumbre y los grupos de caminantes se disuelven en individuos que no saben muy bien donde ir y por qué.

Se confunden las lenguas
los estratos se confunden
bulle el calor, la canícula bulle se vacían las colmenas
los estanques se vacían
cunde la incertidumbre
el mal se avecina en torbellinos.

El final de Los Celacantos tiende a la esperanza, al agua que llega después de la sequía. Pienso que esta esperanza está relacionada con el canto, con el ejercicio de la poesía. Creo que el libro sugiere esto y lo considero un gran acierto. Guajardo completa el círculo y recomienza. De las grandes tribus a una pequeña, la tribu del futuro, la de los celacantos del porvenir. Quizás ellos se empeñen en escribir una nueva prehistoria, ellos serán los nuevos celadores del canto.



 



 

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Sobre Los Celacantos y otros hechos extraordinarios, de Marcelo Guajardo Thomas (Overol, 2015)
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