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"RECETA PARA ENGENDRAR UN VARÓN"
(extracto)

Marcos Huaiquilaf Gómez



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El Anillo

I Él

Los días martes y jueves trato de salir temprano de la oficina para llegar con anticipación a la plaza y fumar un cigarrillo antes de encontrarme con ella. Intento relajarme, pero, la verdad, nunca lo consigo. No sé quién dijo que fumando uno se olvida de las cosas urgentes, de aquellas que regularmente lo agobian a uno. A mí jamás me ha dado resultado. Al contrario, fumar me pone nervioso. No puedo pensar sino en las cosas que me abruman y se apodera de mí la sensación de que todo lo que me ocurre son solamente problemas. Mientras aspiro el cigarro, bocanada tras bocanada, miles de imágenes pasan por mi cabeza y todas ellas tienen un denominador común, algo pendiente, algo que no he hecho y debí haber terminado hace tiempo. Cuando fumo pienso, ineludiblemente, en el trabajo. En las cosas que debí haber abordado hace tiempo y que, a sabiendas, pospongo. Pienso, también, en los empleados, que a estas alturas se habrán dado cuenta de que dos días en la semana ando más nervioso que de costumbre, y mi ansiedad aumenta en la medida que se acerca el mediodía. Pienso, claro, en mi mujer, que está en casa cuidando al niño y que ignora que tengo una amante desde hace dos años.  

A ella no le gusta que fume, así que antes de encontrarnos camino hacia el almacén de una de las esquinas de la plaza y compro un paquete de dulces de menta para quitarme de la boca el olor a tabaco. Pero pese a mis esfuerzos termina siempre por descubrirme. El tabaco impregna mi ropa y parece que se pegara a mi piel. Aunque por otra parte el olor me ha servido para despistar a mi mujer. Cuando regresé a casa, después de reunirme por primera vez con mi amante en el motel, mi mujer se molestó conmigo porque andaba pasado a cigarro, y eso me relajó. Hoy día lo hago a sabiendas de que se va a molestar.

Hace algunos años traté de dejar de fumar. La primera vez que lo intenté estuve cinco años sin hacerlo y parecía que lo lograba. Sin embargo, volví a fumar.  En la segunda oportunidad estuve menos tiempo sin fumar, parece que poco más de un año. Después me rendí definitivamente ante el tabaco y ahora fumo sin remordimientos. Comienzo temprano en la mañana, mientras conduzco el auto camino a la oficina. También lo hago cuando redacto algún documento en mi despacho o cuando bebo con un amigo. Y, claro, en el baño del motel después de hacer el amor con ella.

Mientras la espero en la plaza me siento en una de las bancas de madera y me dedico a observar a las personas que pasan por el lugar. la mayoría son estudiantes y me gusta verlos reír y cruzar la plaza apresuradamente. A veces se forman grupos y se acomodan en los jardines del lugar. Al caer la tarde algunos llegan con cervezas y se instalan a conversar. También llegan muchas parejas que se dedican a besarse con el desenfado propio de la juventud.

Observándolos recuerdo mi época de estudiante, yendo de un lugar a otro con mi morral de lana, repleto de libros y cuadernos, corriendo siempre contra el tiempo, esperando salir luego de clases para reunirme con quien se convertiría en mi mujer. Ella estudiaba en la misma facultad y nos veíamos diariamente.  No sabíamos que existía la plaza. La descubrimos una vez que salimos del motel por la puerta de atrás. Al principio lo hacíamos por el mismo lugar donde habíamos entrado y, en una oportunidad, la regenta percibió nuestro nerviosismo y nos propuso otra salida. Al doblar en la primera cuadra la descubrimos. A ella le gustó que estuviera repleta de estudiantes y me dijo que así pasábamos desapercibidos. En aquella oportunidad nos sentamos, abrazados, observando los  jardines, plagados de añosos árboles. A partir de ese momento decidimos juntarnos en ese lugar. El motel estaba cerca y, lo más importante, evitábamos encontrarnos cerca de nuestros trabajos. A ella, además, le pareció romántico. Dos personas se reúnen furtivamente en una plaza, se besan con pasión al encontrarse y luego caminan por la vereda tomados de la mano.

Después de una semana siguiendo esa rutina le dije que nos estábamos exponiendo demasiado. A partir de ese momento, al encontrarnos solo nos saludaríamos con un beso en la mejilla y seríamos dos conocidos que se encuentran casualmente en una plaza y caminan en la misma dirección. 

Con el tiempo he extremado las precauciones en mi trabajo. Cuando salgo del edificio nunca tomo el mismo camino. A veces lo hago por el primer pasaje cercano y en otras oportunidades cruzo hacia la avenida y me detengo a mirar las portadas de los diarios y compro cigarrillos en el kiosco de la esquina.

Cuando la dueña del negocio se percata de mi presencia y me saluda, ya he mirado hacia atrás para ver si alguien me observa. Cuando necesito convencerme de que nadie me sigue, observo detenidamente el pequeño ventanal del kiosco, donde se refleja nítidamente lo que sucede a mis espaldas. Desde que un colega del trabajo me preguntó, con picardía, el por qué los días martes y jueves me retiraba temprano, comencé a cuidar cada uno de mis movimientos. Incluso a veces camino un par de cuadras y regreso a la oficina y le comento a mi secretaria que he olvidado algo. Al salir del edificio nuevamente, ingreso a una calle diferente a la que transité la primera vez.

A veces dejo de lado estas rutinas. Cuando tenemos menos tiempo para estar juntos, la recojo en taxi a la salida de su edificio. Al chofer le ordeno irse en una dirección distinta a la de nuestro objetivo y a mitad de camino le indico adónde debe dirigirse. Dos cuadras antes de llegar al motel le ordeno detenerse y terminamos el camino a pie. A veces me siento ridículo haciendo todas esas operaciones, pero finalmente me digo que es para mejor. Así no nos ponemos en riesgo.

 

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Biografía literaria.
Marcos Huaiquilaf Gómez (Valdivia, 1962), es Profesor de Historia (UCSH) y Magister en Educación (UMCE). Ha trabajado en instituciones públicas y privadas, y como profesor de colegios y liceos de la capital; además de académico de las universidades Arturo Prat y Diego Portales.  El año 2006 publicó el libro de cuentos “El Funeral del Último Cacique y Otros relatos” (Ed. Calabaza del Diablo), recibiendo elogios de la crítica especializada (Diarios La Nación y Las Últimas Noticias). El año 2016 publica “Receta para engendrar un varón” (Ed. Rakizuam), su segundo volumen de cuentos, que fuera lanzado, entre otros eventos, en la Feria Internacional del Libro de Antofagasta (FILZIC). El año 2015 participó como panelista en el Foro de escritores indígenas, de la Feria Internacional del Libro de Santiago (FILSA) y ha sido jurado (2012/2016), entre otros certámenes, del Concurso de Cuentos de la Casa de la Cultura, de la comuna de La Pintana, en Santiago de Chile.



 

 

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“Receta para engendrar un varón” (Ed. Rakizuam)
extracto.
Marcos Huaiquilaf Gómez