Todos los Trágicos Desiertos de Miguel Ildefonso *
(Texto del crítico literario Javier Agreda leído en la presentación del libro)
Sigo la trayectoria literaria de Miguel Ildefonso desde sus inicios, cuando lo conocí en San Marcos, en el taller de poesía que entonces tenían a su cargo Marco Martos e Hildebrando Pérez. Ya en “Vestigios”, su primer poemario, publicado en 1999, se podían encontrar los tres elementos básicos de su poesía: la descripción de la vida cotidiana urbana, el universo de la literatura y el arte, y la reflexión acerca de la propia poesía.
A lo largo de sus siguientes poemarios, casi una decena de títulos, Ildefonso ha ido integrando mejor esos elementos dentro de una propuesta poética original y de gran calidad. Los referentes se han ido ampliando, a medida que la experiencia vital del poeta se enriquecía, incluyendo ciudades y paisajes de otros países. Por otra parte, ha replanteado y reformulado varias veces la relación entre la subjetividad del yo que habla en sus poemas y el mundo objetivo que describe, a la vez que ha ido probando con diversos registros del lenguaje y la retórica.
Todos estos cambios los ha hecho siempre arriesgando literariamente, y aunque en este camino ha tenido algunas caídas, la excelente calidad de su poesía se puede comprobar en los numeroso premios literarios alcanzados. Solo mencionaré dos de los más prestigiosos: El Copé 2002 y el año pasado el Premio Nacional de Poesía de la Pontificia Universidad Católica.
Debido a que he seguido de cerca la evolución de esta poesía, me atrevo a decir que los poemas reunidos en “Todos los trágicos desiertos”, el poemario que aquí se está presentando, seguramente fueron escritos originalmente (aunque seguramente después replanteados y modificados) en la misma época que los de “Canciones de un bar de la frontera”, poemario publicado en el año 2001. La segunda sección de aquel libro, titulada “Cuaderno del desierto de El Paso” estaba centrada precisamente en la misma geografía (el desierto norteamericano, aquel tan conocido por los westerns cinematográficos) y las duras experiencias de los latinos que intentan pasar ilegalmente de México a Estados Unidos.
También como en “Canciones…” Ildefonso intenta esta vez integrar una gran diversidad de registros poéticos, además de buscar cierto equilibrio entre opuestos como lo poético y lo narrativo, las referencias librescas y las experiencias de la vida cotidiana, el lenguaje simbólico de la lírica y la peculiar oralidad de los personajes. En el poema que abre “Todos los trágicos desiertos”, por ejemplo, lo vital se expresa directamente:
“huir en lo bagazos / herido por la espalda / ala desierto va por lana / mojado va por su chiquilla mojada / herido en los tuétanos vacíos / parido en una red eléctrica / por zanjas en llamas…”
En cambio, en el segundo poema, lo cultural y estético pasa a un primer plano:
“Es la escena final de Apocalisis Now / Brando baja de su moto / su casaca negra da la espalda a la cámara / la punta del machete brilla mientras se oye / unos versos de Eliot…”
Y el poema sigue con menciones a Jim Morrison y Allen Ginsberg.
Además, los poemas son ahora algo así como fragmentos del discurso de un hablante alucinado, que traduce en creativas metáforas y símiles todo el caos, la miseria y la violencia que ve. Un mundo en ruinas, o desmoronándose, pero que puede renacer a partir de la imaginación artística. De ahí las frecuentes alusiones a escritores, poetas y obras de arte en general.
“un hueco adorna entre mis costilla / huellas de incas muertos se han tallado / en mis sueño / todos los carros en el free way / se borran en los senos de Z / los helicópteros los alacranes / se tuercen cuando Z hace un giro…”
Pero hay una diferencia sustancial entre los poemas publicados hace nueve años y los del libro que hoy presentamos: la conciencia de lo trágico, de lo inevitable del destino. Tal vez la figura emblemática en este aspecto sea Billy The Kid, el asesino niño, quien en poema “Fuga de Billy The Kid” se lamenta de su inevitable sino:
“Adiós al retrato de Juárez que llevaba un corte / y cerraba los ojos cuando lo miraba / adiós habitación vacía en cuya penumbra una tarde vi /al fantasma de mi madre / rezando por mi cuerpo…”
Lo mismo sucede en otros poemas. Cito:
“lo que no fue amor es dolor / dolor Cristiano, dolor Chicano, dolor Peruano / la noche entró aquí / el sol no se había ido / el desierto era una cama para los dos …”
Esta nueva “visión del mundo”, mucho más pesimista y oscura, resulta dominante en “Todos los trágicos desiertos”. Acaso se trate del pesimismo al que inevitablemente conduce el paso de los años, o simplemente de una etapa más en la evolución de la siempre importante poesía de Ildefonso. En todo caso, como lectores y seguidores de su obra no podemos dejar de felicitarlo por el rigor y la calidad que siempre ha mantenido en su obra, y esperar con grandes expectativas sus futuras entregas.
22 de octubre de 2010
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el sol sobre los vidrios rotos (o las imágenes veladas del desierto)
en una casa pequeña sin número - en el callejón de los perros despierto todas las tardes cuando el sol escupe su helado fuego en las montañas - abro la nevera y pongo a descongelar las palabras del invierno pasado - cultivo cactus - oigo una y otra vez las mismas canciones - miro por la persiana los sillones rotos _viejo aire inexorable entre los cactus_ a qué distancia queda tu país? junto a qué piedra? el sol no sabe que hay frío dentro de todas las cosas muertas - en el cristal de la ventana va cayendo un rocío o una alucinación que viene de muy lejos como la imagen de una guerra: mi vida que cohabita con el frío - mi vida que recoge una pluma mojada - mi vida que camina siguiendo la línea de una frontera - mi vida que no sueña otra vida - he aquí mi letanía: allá los mares azules allá los caracoles y los meses … me siento a donde llega el sol - no es nada raro - dentro de veinte segundos los perros llorarán - mi religión es tener una colección completa de susurros - dios sabe cantar sin mover los labios pero inmediatamente despiertan los perros sus aullidos callan lo que no comprenden - el viento arroja los plásticos las latas por los filos de una ciudad vacía - el viento posee una estación donde para un bus - hombres con rostros milenarios bajan - otros suben y se petrifican en los rincones - luego viene una luz desde algún semáforo escondido y los pulveriza y el mundo vuelve a ser de las flores con vista al desierto - los pájaros señalan en los muros el camino de las hormigas - los perros de la casa de atrás empiezan a ladrar otra vez - ya presienten el frío en los contornos sospechan que esta arquitectura no se derrumbará con sus gemidos - sea el viento entonces la verdad que hace inclinar a la yerba - sea el viento la mentira que dobla los caminos - allá afuera miles de personas ríen otros miles lloran - millones matan millones mueren - cientos o más hacen el amor en este momento - allá afuera dios no existe - aquí adentro tampoco - pero ahora ya no me interesa explicar nada - con el tiempo el que escribe se vuelve más soberbio - por eso estoy de acuerdo con Derek: hay que terminar con la tiranía del Yo - ese maldito Yo como decía Cioran - me he sentado en la mesa y he encontrado esta ansia desempolvada entre restos de comida - he visto por la ventana a ángeles que caminan recogiendo latas - el paisaje del desierto es el televisor / la radio / el teléfono / la refrigeradora… artefactos como lo son la tristeza / la desesperanza / la poesía – me he sentado sin hacer nada oyendo los autos la pesadilla de los pájaros - viviendo un orden que no existe en las palabras - respirando en las palabras lo que los árboles y los cactus en la frontera
* Todos los trágicos desiertos (Ediciones Letra en Llamas, 2010)