Sólo Tocar
(Coda)
(Para Sonia, terca, luminosa
Presencia en la sangre)
¿Habremos de alcanzar aquellos nombres que tuvimos,
esos rostros hoy ahondados en oquedades innumerables,
nuestras manos, nuestras voces,
nostalgia de eso precario y perecible
latigazos aprensivos que forman parte
del inventario plural de lo imposible?
Habremos de percibir nuestra ausencia
en la rencorosa pátina del aire?
en el tajo aleve de una remota lluvia calcinante?
en la transparente acechanza del absurdo?
en la ruta fulgurante de la hormiga irretornable?
nuestra faz
en la calcinada parábola del viento?
en la pústula del instante?
en el desfigurado, humeante séquito del agua?
en la carcoma amable de la polilla y el olvido innumerable?
... .. . .. .. .. .. .. Habremos
de apresar lo que entrañablemente nos interroga y urge
la fábula que nos amortaja y suspende
en una levitante euforia de sillas, coitos y medallas,
vasta inconsistencia,
filiales trampas que la evasión fragua enardecida,
nostalgia permanente de eso que fuimos, irremisible,
precario y perecible?
Hijo Pródigo
Sólo a nadie espera este ritual,
es decir a ti, a la enrancia vana de tu piel;
he aquí la mesa, el ensueño y este día
erguido como oscuro complot,
y la celosía de un obseno mar
atrabilario y recurrente.
No, no se ha ido
esta nostalgia afilada como estaca.
Madre, hermanas,
el impudor de una vana evocación
las convoca
a la sombra
de esta agua
que signan
vanamente
la memoria
de mi piel;
a esta mesa
de gramínea y asfalto
donde permanecen
tercamente
como migajas de hiel.
Ah impávidas ausentes
pende sobre ustedes
como afiebrada
estaca
mi cifra de humo
mi faz interdicta
mi nocturno mar obseno,
mi vaho mendaz y peregrino.
Epitafio Para el Hijo Insomne
Vástago de mi sueño voy por llameantes corredores
con un nombre irreiterable entre los labios.
El camino se acorta, se alarga, es un vaporoso trayecto
que discurre del techo a la oscura avidez del asfalto,
del sopor apacible al desaforado aullido de los astros.
Regiones de irrescatable confusión discurren, sin más
Concierto que un frenesí expectante:
airados torrentes cubiertos de una natilla púrpura,
donde agazapados peces conjuran el cese total de los manglares;
vastos páramos de arena,
habitados por unánimes osarios, magnolias de sangre y
basiliscos;
sílabas de rostros tenaces que el viento tintinea,
un crepúsculo tullido y obsecuente preso en el envés del agua;
oscuras esquinas de una ciudad irreconocible,
hendidas por una lluvia rencorosa, poblada
de pestañas y rumores hoscos y filiales (en el vano de una puerta
espera Ella,
la de las mil amadas e intemperantes voces, la anónima Innombrable
que posee el secreto lustral de la nostalgia).
Vástago de mi sueño, voy por llameantes corredores
con un nombre irreiterable entre los labios.