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Entrevista a Virginia Benavides
(Lima, 1976)
Por Miguel Ildefonso
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Virginia Beatrhice Benavides Avendaño. Lima, 1976. Bachiller en Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ha participado en diversos encuentros de literatura y recitales, como ponente, performer y lectora, y publicado en revistas y blogs virtuales. Su primer libro fue Exstrabismo (2003) y el más reciente Sueños de un bonzo (2013). Desde sus primeros textos, surgidos a fines de la década del 90, ha ido construyendo una voz sólida que, hoy por hoy, es una de las más interesantes propuestas en la poesía peruana actual. “Un tono marginal y sincero trabajado con espontaneidad impregna los versos de Virginia Benavides quien construye su mundo poético con paisajes íntimos donde se da cabida al desvarío, a la ingenuidad, a la ternura”, se decía de su primer libro; características que ha sabido desarrollar hasta su último trabajo, libro objeto presentado en distintas performances. “Virginia Benavides se aprisiona en cuclillas frente a nadie. Entumida, construye una prisión de carne invisible y se convierte en una exhumación. Se resume en una estancia efímera y evade las circunstancias, para incendiarse… literalmente. Se prende fuego a los cabellos, se revuelca, distrae con su mirada equívoca y seduce en danza púrpura bajo los ritmos de una melodía sorda que la envuelve entre párpados perplejos. Vita, con cariño al entregar su poemario dentro de una caja de fósforos, y sugiere: para incendiar una vez terminarse leído. Entre hojas multicolores, sin orden previsto y sin expectativa alguna,” ha señalado Jonathan Estrada de Sueños de un bonzo. Entrevistamos a Virginia en los albores de un tímido invierno ralo de Lima. Más tres poemas que ella misma escogió.
— En Exstrabismo, podría rastrear huellas de Pizarnik, de Blanca Varela, pero además capto una onda pop, una marcada ironía, un despojamiento de lo denso para dar cabida a lo lúdico. ¿Tuvo mucha influencia la poesía escrita por mujeres cuando escribiste tu primer libro?
— Exstrabismo fue escrito entre el año 2000 al 2003, aunque hay poemas o apuntes desde mediados de los noventa. Empezó como poemas sueltos y en la relectura descubrí que todos apelaban a la mirada como pretexto o subterfugio para hablar de la infancia, de la poesía, del amor o del sentido de ser. Mi influencia fue sobre todo a partir de mi experiencia con el estrabismo que tuve desde niña. Crecí asistiendo en las madrugadas al Hospital Mogrovejo que quedaba en Barrios Altos, hoy Instituto de Enfermedades Neurológicas, soportando tratamientos y viendo todo tipo de enfermos con males en los ojos: ciegos, con glaucoma, con heridas, con desprendimiento de cornea, conjuntivitis, orzuelos, estrábicos, etc. Entonces, escribir sobre los ojos fue recrear esa mirada alterada, alterna, disidente o estrábica que simbólicamente era otra mirada, inusual, desarraigada de un solo sentido, rebelde y escribir convocando una suerte de calidoscopía significativa pero a la vez tierna, irónica, lúdica y metafísica Eso busqué en este poemario, no sé si realmente lo conseguí. Creo que un poco sí. Por esos años, mediados de los 90, leía mucho a Pizarnik, a Varela pero también a Martín Adán, Silvia Plath, Calvo, Hernández, Eielson; y a Lautremont, a Keats, a Ojeda (de quien tomo el epígrafe que apertura Exstrabismo); a los surrealistas, los Beatniks, a Chandler, Chesterton, Bradbury, Capote, ciencia ficción, de todo. No considero que este primer poemario haya sido influenciado por la poesía escrita por mujeres. Sin embargo, hay ciertas marcas textuales y tópicos comunes a la poesía escrita por mujeres en Exstrabismo: el amor, el cuerpo como lugar de deseo prohibido. Pero son temas comunes de los poetas, ¿no? No es exclusividad de las poetas creo. Eran solo los inicios y el encantamiento por las palabras, por descubrir qué respuesta había en esa búsqueda.
— Está el tema del amor en el ámbito de lo cotidiano, una voz femenina que puede tocar el tema del erotismo, por ejemplo, pero sin ese afán de desafío con que se hacía antes. ¿Cómo ves la poesía escrita por mujeres luego de lo que se hizo en los ochenta?
— En Exstrabismo, el erotismo es tocado con humor y como un juego de niños. No busca ser desafiante sino la aceptación del deseo como algo natural. El amor es visto de manera tierna y lúdica (pienso en Hazme una ventana o un poema que inicia con el verso “liquida callejuela venal rumbo a mi centrífugo amor”). No estoy de acuerdo que se parta desde mi género para explicar lo que una escribe. No es desde mi ser mujer que escribo, es desde mi capacidad de transformación, de alterar o convocar a un ser que soy yo o creo serlo o convertirme en otra persona al escribir, a manera de un transformista o actor multifacético o un esquizofrénico con tendencias literarias. No soy conciente del género cuando ocurre la escritura, no me reconozco en verdad en pertenecer a la poesía escrita por mujeres. Uno elige desde donde hablar y, si bien, mis documentos, mi cuerpo y sexo me dicen que soy mujer, eso es olvidado cuando empiezo a componer algo que creo puede ser un poema. No tengo género ni edad y no sé incluso si realmente soy un ser humano o una planta. Se desaparece todo, se olvida, se vuelve fugaz, no importante. El mundo y todo lo que hay en él se inicia cuando empezamos a escribir poesía o lo que creemos es poesía. De repente lo estoy sublimando y es tan simple como tener ganas de orinar o de bostezar y sale todo el chorro de palabras y se pasa al poema. Pero es lo más cercano a lo que quiero decir. Luego de los 80, donde el cuerpo, el deseo, la carencia de amor eran tópicos muy recurrentes en las poetas, salvo excepciones como Magdalena Chocano, Guilianna Mazzeti, por ejemplo, hay como una apertura a explorar más el lenguaje. Ya no se trata solo de hablar de sensaciones, hay una búsqueda del poema como mundo a representar independiente de la referencia al género. Aunque aún persiste esta relación de poesía de mujer igual cuerpo, sexo, deseo, erotismo, etc. No digo que no sean temas válidos, el asunto es que son tratados con un corte confesional o descriptivo como si el tema en sí lo hace poético.
— En Descierto hay un halo de misticismo, de fusión del desierto y el mar, de renacimiento tras la destrucción. ¿Cuándo escribiste ese poemario?
— Ese poemario fue escrito en un día, recordando las imágenes que veía durante mi estancia de tres meses en Ica y mientras viajaba por las provincias, corría al mar y visitaba el desierto de Nazca. Una vez caminé rumbo a las ruinas de Cantayoc, no tenía agua y era mediodía. Parecía que me perdía y en cualquier momento me iba a desmayar y quedar ahí. Fue el pánico, el pensar que nadie me iba a encontrar porque me había desviado del camino usual sin darme cuenta. En ese desierto, si te desmayas es posible que te encuentren luego de mucho, como resto arqueológico. Luego llegué a las ruinas de Cantayoc y fue un profundo respiro. Ahí visité unos acueductos que si bajas por el camino en espiral de cada uno tocas el agua que sale de una suerte de río subterráneo. Eso me iluminó, fue como una visión de que yo misma era el desierto, estaba desierta y descierta y el agua que buscaba estaba ahí, siempre estuvo ahí, siempre estará por más desierto que haya dentro. Todas esas imágenes del viaje luego vinieron de golpe cuando me encontraba en mi habitación ya a punto de retornar a Lima luego de tres meses viviendo ahí. Es un reencuentro con uno mismo, el desierto que somos con todo lo que tiene de soledad, de respuesta ante el sentido de la existencia, el sentido de escribir, la madre como protectora, la esperanza que te da tener una niña que te espera en casa. Realmente fue una experiencia mística ese viaje.
— Hay en esa voz un anhelo de comunión, de ser todos. ¿La poesía, como tú la concibes, tiene esa capacidad sintetizadora, colectiva, sagrada? ¿O crees que a la poesía le corresponde solo el papel de ser la voz discrepante, crítica, cuestionadora?
— Creo que tiene ambas naturalezas. Sagrada y crítica con su tiempo. No he explorado mucho la poesía contestaría o de protesta social. Recuerdo que escribí algunos poemas desde el presidio (no de que estuve presa sino como si realmente lo estuviera en el poema). Pero aún más. En algunos se da solo como una preocupación estética, una suerte de lenguaje que no se compromete con nada más que con lo que está dentro del texto. Hay un hermetismo. En mi caso, yo busco respuestas pero a la vez cuestiono esas respuestas, ironizo y me gusta pensar que con cada verso estoy haciendo música. Existe una preocupación por cómo suena lo que digo, y si ese cómo suena es lo que realmente quiero decir. Si las palabras hacen música o solo silencian. Pero sobre todo la preocupación es pensar que lo que expreso es lo que realmente quiero decir. Es muy difícil porque no siempre estoy muy segura y escribo así como moviendo la mano, como cuando estás en otro lado y andas metida en una idea fija, sin pensar más que en una idea y luego todo sale fácil, se prende algo adentro y empiezas a entusiasmarte y le das a la costura y vas tejiendo, si pongo esto o si saco esto, mejor, cómo queda… Otras veces es como una explosión y todo sale como si alguien te lo dictara. Supongo son estados previos a la escritura, son estados de trance o de una frialdad de cirujano de nervios, qué se yo. Igual aún persiste esa inseguridad de que si realmente lo que dices es lo que quieres decir. Alguien te tapa la boca y eres tú misma, te autocensuras pensando que digas lo que digas siempre habrá como un silencio, algo que no se dice o no se puede decir porque es inexpresable. Creo que aquello que no digo y que estoy como cerca, tanteándolo, rozando pero no he llegado, no me he venido, eso que no ocurre, que hace crack, eso es el poema. La poesía no tiene un papel definido, en verdad cada uno la enarbola en complicidad con su propia búsqueda interior o su búsqueda exterior de reconocimiento social, personal, que te quieran más o solo para que tú te quieras y resuelvas tu vida en los poemas. Cada uno encuentra lo que se merece. La poesía cambia la historia, se escribe como quien respira, se escribe para no gritar y llorar, la poesía como tabla de salvación o como ancla de pirata antiguo enmohecida y pesada por lustros de dolor. La poesía como consuelo, como caramelo para el niño que fue mantequilla en los juegos (mi caso). La poesía para descubrir que puedes hacer música con las palabras, la poesía como poder, como desprendimiento de poder también, la poesía para portarse mal pero nunca contigo mismo, o un poco contigo también. No tiene en ese sentido un papel definido la poesía, creo incluso que dentro de lo sagrado o conciliador también persiste un cuestionamiento, una subversión o una versión que concilia y protesta, se rebela e integra, sacraliza y profana sus significados. Los poemas son como galaxias con identidades propias que estallan y congregan otras galaxias y así, como espirales que se integran a la mirada del lector que sigue el espiral o se quedan flotando solitarios.
— En Sueño de un bonzo, veo como la fusión de tus dos propuestas anteriores. Está el tema de la madre y la niña, del amor de pareja, por un lado, y también está la ritualidad espiritual con la naturaleza, esa búsqueda de que, como me dijiste hace poco, la poesía convoque a la sanación, o, como dice un verso tuyo, con: “Palabras como hueras semillas que pájaros de fuego recogen para el nido”. Es como si todo se hallara ahora dentro del cuerpo, y el fuego sea esa vía de purificación. ¿Cómo fue la escritura de este libro objeto?
— Sueños de un bonzo tiene varios títulos: exhumación de espectros, tratado de lo somático, estancias de la cicatriz, sumersión en tenebro, cuajo y griterío; y fue concebido como un ser que se debía incendiar, como un rito curativo necesario y vital para pasar a otro mundo. Fue como revivir a mi monstruo infantil y actual. Eso no siempre resulta agradable. No me daba cuenta que a medida que escribía estaba creando un ser que hablaba del fuego, de incendiarse, de morir y del anhelo de renacer De pronto tenía ganas de quemar, de aspirar el olor a quemado del papel, del cabello (cogía un mechón de mi cabeza y lo prendía y regulaba hasta dónde se iba a quemar, era un placer el sonido del cabello chirriando, el olor). Estaba somatizando el fuego. Entonces cuando escribía decía: esto tengo que quemarlo, esto tiene que desaparecer para exorcizarlo, limpiar y purificar, tiene que vivir pero de nuevo en otra dimensión o algo así. Esto me va a salvar decía, porque yo era también ese bonzo, ese ser que buscaba incendiarse y sumergirse en el mar, ser otro. Luego a la par dibujaba sobre el bonzo, lo veía entrando al mar, quemándose o nadando y el fuego de colores desprendiéndose de su corazón, de su cuerpo.
— Al finalizar el libro, dice: “Sueños de un Bonzo o… fue escrito desde el tormento, el deseo de morir y las ganas de empezar de nuevo. Desde la desolación por la falta de sentido vital… desde el tormento y la angustia y los ataques de pánico. Desde el deseo de limpiar el alma y curarla.” Yo pienso que es un libro que ha logrado devolverle a las palabras esa facultad ya casi extinta de iluminación, de fe. Seguramente tienes otros poemas inéditos, quizás libros, y proyectos. La poesía, en algunos poetas, es mucho más de lo que sale editado. ¿Nos podrías hablar de la poesía en tu vida cotidiana? ¿Cómo se han influido?
— Sí tengo otros proyectos: una instalación de poemas escritos en focos que se verían proyectados en la pared al prenderse, un plumario que es una caja de vidrio con poemas pequeños amarrados al tallo de la pluma, una performance llamada Sumersión que es arrojar poemas en botellas al mar. Mi vida cotidiana es difícil, los problemas de salud me impiden concentrarme en lo que debo hacer. No tomo pastillas, solo mucho café. Tengo una niña ya de 11 años y poco tiempo me queda en mi vida cotidiana para pensar en la poesía, aunque me doy mis escapadas. La poesía es mi refugio en ese sentido. Lástima que cada vez no sienta ya ese fulgor de decir las cosas como antes, con emoción y esperanza del gran poema. No sé si otra vez sentiré esas ganas incontenibles de decir. Ojalá.
— Para terminar, ¿qué significó para ti la década del noventa? ¿Qué recuerdos? ¿Qué balances?
— En esos años yo era una muchacha que estaba descubriendo el mundo. Yo tenía dieciséis años cuando ingresé a la universidad. Estuve dos años estudiando ciencias sociales y luego me trasladé a literatura porque me gustaba más. En clases leía a escondidas poemas y un día un profesor me dijo: mejor vete a Letras, aquí estás en la luna. Yo, desde niña, he leído mucho porque en casa no faltaban los libros, aunque fueran de segunda o no tuviéramos qué comer. El doctor le había dicho a mi mamá que no debía leer demasiado por mi estrabismo y miopía y, entonces, yo me escondía bajo la cama, me metía al ropero o bajo la mesa y me internaba en cualquier libro que encontraba. Así podía pasarme muchas horas. Cuando mi mamá me encontraba me regañaba y creo que alguna vez hasta me castigó por leer demasiado. Entonces ya cuando entré a Letras había periódicos murales con poemas y textos, y por ahí yo puse un texto sobre una niña y un buitre, un poema. Luego vino mi amistad con Carlos García, Selenco Vega, Miguel Bances, Bethsabé Huamán, Patricia Fernández. Los primeros, estudiantes de los últimos años de Literatura; y las dos últimas, compañeras de base. Fuimos invitadas a colaborar con Dedo Critico, revista de literatura, y así empezaron las lecturas, publicaciones y mi amistad luego con otros poetas como Los Cultivo, tú, Róger, etc. No sé si realmente hubo en mi caso una década del 90, esa onda generacional, esa conciencia de grupo o hermanos que te acompañaban en la ruta. Yo era muy solitaria y me gustaba caminar sola por lugares, ir a recitales sola o acompañada pero sintiéndome un poco rara en el fondo; extraña porque yo era más joven, tímida y además que no me sentía sino una aprendiz y no poeta (bueno, hasta ahora me siento así un poco). No he visto toda esa efervescencia, entonces, sino a través de fragmentos. No estuve en los grandes recitales (Novísima verba en La Católica o en el Teatro Municipal), no leí mucho a mis contemporáneos, a algunos sí pero era porque me regalaban los libros. No sé si históricamente la idea de generación pueda explicar una manera de actuar sobre el mundo en el contexto político que vivíamos, una identidad poética, sucesos comunes y que fueron reflejados en la escritura. No me siento parte de esa generación, aunque participaba en recitales y conocí a muchos poetas y escritores por esos años. Mi primer poemario lo publiqué en el año 2003. Si puedo hablar de esa época, la recuerdo como de absoluta libertad y falta de conciencia práctica de la vida, en mi caso. Estudiaba en la universidad Literatura y me escapaba o faltaba cada vez que podía para irme al mar, a un recital, a tomar unas chelas, a sentarme a leer o visitar a los Cultivo en el parque El Colchón y disfrutar de lecturas, música, sueños, vida. A veces no me acordaba ni de almorzar, solo se trataba de pasarla bien. No importaba si tenías solo tu pasaje, o si no tenías; la cosa era estar con los que te hacían sentir viva y aprender de lo que leían, lo que hablaban, la música que tocaban. Era en el fondo retrasar tu vuelta a casa o hacer casa con ellos, con los amigos y amigas de ese entonces.
Instrucciones Para Sentir Dolor
“Esta noche deseo morir/ hundiré mi dolor en el mar/ calmaré el escozor de existir /y huiré de esta tierra que no sabe amar”
Corcobado
Si usted quiere provocarse una dosis intensa de dolor siga las siguientes instrucciones:
Primero, debe pensar que haber llegado a buscar el dolor no es un síntoma de masoquismo ni de perturbación mental: hay quienes buscan el amor, tener poder financiero o sólo una media pérdida y la sociedad no los señala ni encierra. Cada búsqueda es una realización del ser. Piense que está cercano al nirvana espiritual. Recuerde a los místicos y su búsqueda de divinidad dándose de latigazos. Así que déjese de retrasos y Recuerde que debe demostrar angustia y desesperación para buscar tal sensación, de otra manera no tendría sentido encontrarlo. Tiene que estar al borde de los bordes, cual abstinente vicioso, a punto de matar o de morir o de vender su alma al mejor postor. Recuerde que el motor que lo ha llevado a esa desesperación es su ansia de sensaciones diferentes donde la del dolor destella por la intensidad tanática que convoca.
Segundo: pregúntese antes de dormir y exclusivamente yendo y viniendo por su habitación hasta el amanecer como si estuviera perdido en el desierto, cómo quiere sentir su dolor. Si debe ser como una explosión que lo arrasa a usted y al mundo y lo deja devastado o una enfermedad terminal sin anestesia. Reflexione cuidadosamente y decida en frío, cual cirujano de nervios, pues depende de su elección el disfrute doloroso que le será inoculado.
Tercero: Elija el dolor que más le convenga. Hay dolores y Dolores. Tenemos diversos tipos e intensidades de dolor. El dolor de la perdida que es como hielo licuándose en el corazón y te deja en un grado de desesperación tal que matarse es la mejor calma. El dolor del abandono que es como un perro que aúlla, hambriento y sarnoso, que recuerda su vida casera lamiendo su desconsuelo. El dolor de ser que sólo lo cura la muerte. El dolor físico que es como agujas en los ojos o un tajo en la boca por tu madre. Tenga en cuenta que mientras se mezclen dolores la sensación de dolor será más profunda y permanente.
Una vez elegido su mejor dolor, proceda a realizar lo siguiente:
Desnúdese. El traje y todo accesorio son superfluos si quiere experimentar su dolor de manera intensa y permanente. Debe pensar que ningún abalorio debe interceder con provocar el dolor que necesita. Asuma la pureza de su dolor. Mientras más desnudo y humano esté, sin artilugios engañosos ni abalorios de mantequilla, más vívido y calador será su encuentro con él.
No soporte su dolor: abandónese a él. No hay nada más placentero que entregarse a la desesperación y a la herida perpetua y sentirse en el éxtasis infernal poseído por el infinito tormento de lo irremediable. Abandónese y verá sumergirse en los estertores del disfrute y masoquismo más temible y el placer de lo dañino. Si lo soporta por no parecer raro o apenar a los demás, no se preocupe: Los demás también están en las mismas. Quiero decir que si lo soporta no hay disfrute de dolor y no tendría sentido buscar algo y no disfrutarlo, ¿no cree?
No grite. El grito solo perturba su sensación dolorosa y, además, es contaminante. A no ser que tenga un afán exhibicionista y necesite gritar, llorar y lamentarse como un antiguo poeta trágico. Pero mejor no grite: escuche su dolor. No hay nada como el dolor silencioso y contenido que se derrama y profundiza dentro, sin necesidad de expansiones ni catarsis griteril. Recuerde que es más doloroso si nadie lo sabe y solo usted lo sufre.
Sin embargo, si tiene necesidad de público y si tiene el pecho contraído por el llanto y necesita gritar pero algo atenaza las cuerdas trágicas, podemos ayudarlo en sus expansiones dramáticas y desgarros. Tenemos a su disposición a verdaderos maestros de la tortura que en un tris por tras le harán cantar su dolor como un tenor castrado o una anciana desvirgada. Ellos se le acercarán y sólo con una mirada y una orden telepática tocarán las cuerdas ahogadas en el llanto interno para que vomite dolor, contamine sonoramente el aire con los aullidos y trastorne al mundo con su dolor exhibido. Grite hasta el desgaste y el rasgueo desentonado, hasta el desquicio y el pánico y la desesperación del incendiado.
El mejor dolor es que duela y dé placer
El peor dolor es no sentir dolor.
Abandónese a su dolor y verá cómo se libera de todo sentimiento que lo ata a este mundo ingrato.
Agencia Central del Suicidio
(Soundtrack: Caballitos de Anís. Corcobado.
http://www.youtube.com/watch?v=sru0XUwsBPM )
(Selva de Jaén, diciembre el mes más cruel. 2012)
Anestesia de esquirlas, algodón de erizos, enfermería de cal. “Enfermarse es para pasártelo en casa porque te enfermas más si vienes al hospital” comenta la anciana en la sala de espera. El síntoma se agrava en los pasillos fríos y el dolor y tos de los que, como yo, esperan una respuesta o algún calmante, es una protesta ante la atención amnésica y negligente de la enfermera que no encuentra mi historia y me deja al final de los pacientes. Los hospitales de mi país son pequeños infiernos que atraviesan los que no pueden pagarse una clínica, un infierno más exclusivo. Si todo fuera más claro, los médicos nos suplantarían en las camas y correríamos a los jardines, donde anida el sol, la sonrisa de madre, y nada está perdido ¿Qué significa perdido? Si todo fuera como no es, pero es otra pesadilla que te extraña, afrontas desde el pecho y cual guerrera en pandemia de ser, tragar saliva y avanzar a donde te lleve este río blanco Si todo fuera como no es cuando enfermas. No encuentran mi historia. Y es como atravesar otro circulo del traspapeleo y hacer cola para enfermar. El absurdo y el surrealismo confluyen en los pasillos como una película gore donde el médico llama a los pacientes por sus nombres y los introduce en las puertas como bocas hambrientas. Los pasillos como congeladoras conversan con los cuerpos que agonizan en sus bocas a media luz. “Espérame, ya vengo por ti para que me calientes”, susurran. Veo que todos salen más aliviados y con su dosis de medicamentos que, calmarán sí, pero no es más que un retardo, ya lo sabemos. Felizmente aun la fiebre no es tan alta y puedo incursionar en todas las maneras de mirar mientras espero. Disimulo para no enmudecer ante tan desolado desfile de terror: camas que crujen y te aprisionan como tumbas tapiadas, ventanas enrejadas con alas de pájaro resecas y un canto de lamento en sus goznes cuando abres. El catéter es una serpiente azul que succiona mis colores y me vuelve camaleón con las sábanas. Los olores antisépticos son la preparación para el gran olor que se avecina, ese que no te podrán quitar ni como cuando eres niña y te lavaban con jabón por decir malas palabras o los trazos indelebles de las culpas que te echaron los padres por desobedecer y esconderte en andar volada. También puedo mirar una esperanza detrás de esos mandiles de carnicero. Si se vistieran de colores no sospecharía tanto, si hubiera sonrisas no sé, algo que disfrace el paisaje de estar como en un purgatorio o pre morgue o una antesala del sumidero incurable. No digo que sea una fiesta, claro. Qué gracioso delirio. Pero todo alimenta lo tétrico sentada en los bancos fríos y viéndonos la cara o con la pantalla telenoveleando un embrutecimiento. Hundida en este ruido me enfermaré más si no huyo de aquí. Caja de música rayada, desorbite de ventanas se filtra en el tilo bebido. Vivir para todos los sueños imposibles. Si todo fuera como un despertar ¿Qué es un despertar? Nada, me voy. Aquí ya he estado muerta mucho rato.
(De: Hospital del Niño. Libro de reclamaciones. Inédito)
CANTO PRIMERO
El párpado como un antiguo telar en ilación abrigadora de la pupila y del sonambulismo del que mora con un ojo abierto en el diluvio
Ribera surcada por venas nutrientes del nervio, exilio cosiéndose entre telones
El párpado como un raído telar flotando en desbordados ríos...
*
Con un ojo abierto en el diluvio
He visto peces trasplantando córneas al pescador y ojos carcomidos por pico agorero
imágenes tramadas por lluvia versada que incidían y excedían la retina
He visto el miedo planeando en la guarida de la aleta
antes del cataclismo pintado de aluvión, estremecimiento de vuelo quebrado,
previo al descenso, estrategia de izamiento,
he visto el miedo del miedo en el pliegue bronquial y memorioso
escamas refractando la luz desde el deslizamiento iridiscente de mi ojo.
He visto flujos orgásmicos rebalsando la grieta marina y ahogar
al impasible pescador que se enredaba las manos, deseando escribir sobre telúrica piel
la palabra de salvación, el hundimiento que flota, mientras el gran vientre, orillado,
se espasmeaba en gemidos de eternidad...en el quirófano
He oído el gemido de mis venas ante la precisión diamantina que la acechaba.
He oído el gemido vaciando el espesor agridulce de palabras en charcos luminosos.
He oído el gemido, denso, denso y no he podido sino copiarlo:
**
Como una herida que se agranda, gangrena gris, el viaje de las nubes
ahuecadas en la piel celeste
Cielo oblicuo:
se despierta recostado entre la hierba
Una mañana sorda y una anciana fresca. Una sola visión del mundo: la de una mosca
Murmullo húmedo en el revés de la piel: ojos de sal
ya nada duerme
***
Suena y sueña la creación, oh caracola, mi amiga. Dique a tu mar mudo, oh mi ensimismada razón. Nada de traversas temblorosas en la voz. Nada de atoros, aterida. Suena y sueña, mi sí misma caracola
Eaeaeae Eaeaeae Eaeaeae Eaeaeae Eaeaeae Eaeaeae Eaeaeae
Ouuuuuuuuuuuuuuuuuuuu Ouuuuuuuuuuuuuuuuuuuu Ouuuuuuuuuuuuuuuuuuuu
ssssssssssssssssssssssssssssssssss
****
Lluvia inyectada de insomnio para tanto dormido aullido.
En el fango fiesta risas despintándose.
Vientre troca en matriz de barro: ahogadas para renacuajos
Agua celesta. Murmullo de nube
L L U V I A
L L U V I A
L L U V I A
L L U V I A
*****
Viento de reja en la hoja seca.
Nómada infinita
Presa en su fluir y
Permanecer
Viento reja en la calma pupila
Irrita en su intrabismo
Lluvia de sal
C D M
E E I
L R
D L A
A A D
A
CANTO TERCERO
(imágenes del desterrado)
I
En cuanto los mares se desbordaron en la garganta del Ser
Y la nave mecida por el sueño salvador se destemplaba en gemidos
Todo fue recuerdo quedo, catarata ocular...
Las plateadas pieles de la ondulación placidas por el mundo
Que se explora en sus agallas
Los picos y su hambre atrasada
Oh, los despavoridos vivos habitando su isla
Añoranza, piedra tropezando el gran gesto
Catarata ocular en las cloacas del espíritu
Añoranza, noche desalmada, mudez albada
II
Mientras contemplas la muerte componiéndose en el desterrado
Harto de rastrear su imagen en los mares del tiempo
¿Naces de una quietud que semeja estertores, sombras sedientas de vida?
¿Naces de una ciénaga croando o licuado, sorbido por humano?
Tal vez el transitar del solitario en las riberas, su hurgarse a lo real,
Bastará para ahogar las preguntas.
III
He caminado en una inutilidad. Escenas repetidas en la orilla del mundo. Olores rancios en la infancia. Cuerpos como castillos de arena. Y en este andar den ardentía, el viento aviva dolores antiguos, desentierra mis fósiles emociones [Me sé anacrónico]
IV
Verdades salpicándome en una ola que sueña. Extensiones de cadáveres, solaz de aves, danzando en la tumba marina. Capitán de mi propio pecho, soy el muervi siendo en el no ser. Soy videncia.
V
Ninguna
Voz
Ahora
Todo
Tan callado
Siendo
Siendo
En
El
Hundimiento
Mi
Fondo
Es
La nada
El dolor
Es
Infinito
Silencio
En
mi
pupila
quiñada
Silencio
En
Mi
Sequía
Voy
Cayendo
....................
agote mis renacimientos
CANTO CUARTO
(imágenes de la enterrada)
Y más he de huir de mi razón
De mi verdad bien servida
De mis brazos abrasivos
Y más he de encontrarme
La cruel. La que ama los rincones orinados. La víctima de sí misma.
Cicatrices como lombrices vivas arrastran su fosforescencia en la memoria
Dolor de la parturienta. Neuronas supurando detrás de la sutura
Nacimiento de una idea abortada la víspera. La condenada y su recuerdo
Muda vacía jirones de incendiadas palabras
Toda la soledad de ser perseguida por un rostro de trizada ave.
Toda la sensación de triturada lengua. Odas interiores que no salvan nada.
Destellos de incendio. Veladas imágenes que poseo
Monstruosidades mías que no dan miedo.
Aletazos en la desesperación
Entrañas donde el corcel se pierde, bosque encantado. Tan roja y cristal tus ramas, tus descensos. Todo enredado el pez boquea. Toda redada el pescador fosea. Anzuelos que tiendo mientras espero. Corcel hundiéndose en un mar de lágrimas que salpican tus hojas. Entrañas para los perros.
Corazones disolviéndose en la cal de la fosa común
Todo es lo mismo. Oquedad de nuncas y siempres todo extremo en el centro es un despecho. La garza o el equilibrista ciego a orillas del estanque o al filo de la cuerda. Todo es lo mismo. Salvación del vacío. El deseo es siempre hambriento.
Ángeles caídos en la fuente de los deseos
Han llegado. Cometa o pájaro sus transfiguraciones. Rumor húmedo en el sexo, sus mutaciones. Han llegado. Tuvieron sed. Sus manos escarbaron las arenas. Latidos de agua entre las dunas ¿han llegado? Alas envejeciendo en la fuente riente hablan del tiempo. Las tardanzas.
El sonido: saltado de tímpano para la muerte
Come sordera. Oído al tañido sobre la mesa. Yanta sordera. Que liberen los golpes secos. El desliz de un cuchillo al cortar la lengua. El rayo que incendia mi cuerpo de madera. Que respiren afonía todas las palabras. Mudanza de voces Llanto yanta sordera
Marioneta catatónica besando el aire
Mi titiritero envejece. Se le enredan los hilos, se duerme en cualquier cielo, olvida cuidarme. Muchas mañanas amanezco inerte, desesperada, mirando el cielo raso fijamente. Cuando se trata de las palabras siempre los nudos son difíciles de desatar: SE demora el poema.