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«Historias al ritmo de Chacalón» de Fernando Carrasco
Sinco Editores, 2020. 174 págs.
Por Miguel Ildefonso
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La cuentística de Fernando Carrasco ha ido construyendo un ámbito literario, a través de la ficción, que solo tangencialmente se ha abordado en las últimas décadas, y es el del mundo marginal de Lima. Como ha dicho la crítica, esta línea, que proviene magistralmente de autores como Oswaldo Reynoso, Enrique Congrains o Cromwell Jara, la toma Carrasco para articularla con otras influencias, quizás incentivado por su gusto por la música, como el argentino Jorge Luis Borges, vía el tango, o como el colombiano Fernando Vallejo, la cumbia y el vallenato presentes en su soundtrack. El tema de la venganza (el destino que paga con la muerte) unido a esa voz descarnada que rescata la jerga popular, por ejemplo, es algo que el narrador limeño ha sabido sacar provecho en sus paradójicas y sabrosas historias.
Ahora, con Historias al ritmo de Chacalón, Carrasco se ha adentrado a la zona cero de esa Lima convulsionada por la necesidad de la sobrevivencia, la audacia de evadir las leyes y la violencia que expectora tanto al más débil como al falso héroe. Al ritmo de las canciones de quien es la gran leyenda urbana de la música chicha, el cantante Lorenzo Palacios, conocido como “Chacalón”, las historias se cuentan tal como lo cuentan los personajes. Es un libro que narra sucesos tal como ellos lo han vivido, sentido y construido en la memoria. Ellos son aquellos sujetos hechos por la eventualidad del azar, la carencia o el arrebato del poder de un país complejo en sus contradicciones, jerarquías e idiosincrasia. La música de Chacalón, por eso, parece ser lo único capaz de armonizar ese caos, de dar sentido a los sentimientos de aquellos personajes que nunca llegan a cumplir sus sueños. La chicha, además, no solamente cumple esa función coadyuvante, es también el otro personaje que narra invisiblemente, que ata engañosamente los hilos fatales del amor.
En esa zona que comprende Santa Anita y El Agustino, y que colinda con La Victoria y Ate Vitarte (territorios de una Lima alquilada, pues nadie es dueño de nada finalmente), viven los “Los Once Chavetas”, aquellos jugadores de fulbito de barrio, donde nunca falta el faite, líder o héroe de la esquina que camina como sobre un anda ante los ojos de sus fieles seguidores. La finalidad de toda esa narración épica presente en Historias al ritmo de Chacalón es la construcción de mitos, mitos orales que el lenguaje escrito se encarga de adecuar para la reflexión. De ahí que de cada historia sacamos una conclusión, pero no a modo de moralejas, sino para poder entender esa ética o moral que desde la oficialidad apenas atisbamos enceguecidos por el prejuicio.
Es así que llegamos a conocer a fondo a Carehuaco, víctima del menosprecio debido al racismo. Y a Carmela, una migrante que cayó en el vicio, pero que finalmente es capaz de darnos una visión más optimista del mundo. Otro tema es la traición, algo tan relativo como inestable es el amor. Y, consecuentemente, también vemos la venganza a un nivel de reivindicación social, tal como se narra en la historia del Chacalón de barrio. Finalmente, nos hallamos en una paradoja al toparnos en la disyuntiva de elegir la barbarie o el amor, lo que le sucede al taxista cuyo hijo tiene un accidente y él se ve en el apuro de cubrir los gastos del Hospital Bravo Chico, hospital que es también un personaje constante en el libro. Libro que cierra con el título, que es una de los temas emblemáticos de Lorenzo Palacios, Tú serás la causa de mi muerte. Es allí donde se siente que el contador de historias es el mismo autor. Es el que canta aquella música que puede ser un arma que sirve tanto para conquistar el amor como para ser conquistado por la muerte. Metralleta es uno de los protagonistas al que le toca el castigo por la falta cometida. Y es que, en este mundo, donde es fácil trasgredir las normas o las leyes humanas, existe otro poder que no perdona, y es el destino o fatum.
Bueno, entonces, leamos, lectores avezados y temerosos, estas Historias al ritmo de Chacalón, con esa voz que expresa carácter, a la vez fuerte y ronco, a la vez melodioso y sentimental. La chicha es esa mezcla de cumbia y huayno, y este libro es la mezcla de la oralidad de los achorados y una heladita chela ante una rockola.