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Ciudad de Avalos

Por Miguel Ildefonso



 


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César Ávalos (Lima, 1969) pertenece a la promoción de autores que surgieron en la década del 90. Aquella década de los quinientos años del “descubrimiento” de América, que se iniciaba con el desencanto hacia la clase politiquera, post caída del Muro de Berlín, y en medio de una monstruosa crisis económica. Aquellos años, cuando en el Perú, con la violencia política que venía de la década anterior, se derramaba sangre tanto en las comunidades indígenas más remotas como en los barrios de clase media de la capital. Eran esos tiempos en que se inició el cambio del populismo al modelo neoliberal con la dictadura de Fujimori, modelo que implicaba sistematizar la corrupción a todo nivel.

Y entonces han pasado veinticinco años del surgimiento de grupos  poéticos que  heredaban la tradición vanguardista ya canónica y que, a su vez, se alimentaban de experiencias nuevas y radicales como Hora Zero o Kloaka. Hoy esas agrupaciones “noventeras”, con excepción de una o dos, están desintegradas.

A pesar de su individualismo cuasi anarquista, César Avalos perteneció o colaboró con uno de esos movimientos artísticos de la llamada “Generación X”, Vital-Arte. Aunque su experiencia no se restringía solo al área de Los Angeles, en Vitarte (en donde hasta hoy vive), sino que se le veía también en Quilca, en La Cantuta, en cualquier lugar en que su derrotero iría, pasado el tiempo, configurando una ciudad personal, y desde donde irían naciendo sus poemas y sus libros, con el ritmo del rock más ácido y visceral.

César Ávalos, quien además es editor, ha publicado Solar (2003), Ciudad Morrissey (2004), Ningún lugar adentro (2007), y acaba de publicar Minúsculo diario. Por eso lo hemos buscado en la Carretera Central, en medio de huaycos, disparos de sicarios, choques y atropellados; es decir, como en cualquier lugar, y en un día cualquiera, de Lima “la horrible”. Y allí lo encontramos para hablar de poesía; o sea, de la belleza.

- César, sobre tu anterior libro de poemas, Ningún lugar dentro, Armando Arteaga decía que “trae abajo el mito del género literario, no es un poema, no es un relato, no es un guión literario, pero tiene mucho de cada uno de estos géneros o segmentos”. Es cierto, tus libros siempre han ido rompiendo moldes, y siempre ligados a la prosa poética. ¿Cómo así ahora te acercas a lo que es un diario poético?
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Primero que nada NLD y MD no los asumía como libros de poemas. La onda escritural en ese momento era tan complicada que no me cabía definición alguna. Ambos libros se escribieron de  tirones en encerronas de hostales y como resultado final eran unos hijos muy ecleps y ya muy libres de quien lo escribe. La idea de no repetirse es un norte, es como una especie de faro, de “non serviam” pero algo siempre queda del hilo conductor, a pesar de que uno no quiera encasillarse. Curiosamente en estos últimos años leo más narrativa que poesía y en particular biografías, diarios y las correspondencias de escritores, y qué gran hato de luminosidades y miserias puedes encontrar en ellos, comenzando por  Stefan Zweig, Franz Kafka, Frida Kahlo, Pilar Donoso, Ingeborg Bachmann, Paúl Celan, Clarice Lispector, Roberto Arlt, Paul Auster y J.M. Coetzee, entre otros. Por ahí viene el rodeo y la concreción de la escritura de MD de quien no reconozco que sea estrictamente un diario de poesía. Falta más vuelo reflexivo. Y atrapar más signos de ciudades perdidas y que busco, creo que por ahí va mi literatura.

- ¿De qué manera la voz poética, en ese uso del lenguaje confesional y narrativo, va articulándose con la urbe en tus libros, si es que hay una intención de configurar una voz personal?
- Me pareció que el uso del lenguaje coloquial fue el más apropiado y el más sencillo de ejercer. Se crea expectativa y morbo con el tono de “confesional”. Sé que hay toques de realidad transmutada que se mencionan pero que se esconde bien entre otros cientos de palabras. La ciudad es un monstruo, una pesadilla y una atracción constante, entonces como no aparecer esto en las reflexiones de cualquier caminante. Aquí tendría que detenerme y hablar del tema de la ciudad.  La ciudad que aparece en la poesía tanto como en la narrativa, hasta que uno pesca Las ciudades invisibles de Calvino entonces te das cuenta que la ciudad lo configura casi todo, sino habría que preguntarles a los arquitectos por esa cuestión banal de la forma arquitectónica (se me ocurre, por ejemplo, Estambul de Pamuk, un libro delicioso por las descripciones que hace de la ciudad y la noche). Volviendo a lo otro, si sigues con atención el libro de Calvino y lo meditas te das cuenta que también quedan otras ciudades por descubrir y por describir. Piensa, por ejemplo, en “La ciudad de la furia” o en “Ciudad sin sueño”, tremendo poema de Lorca. O en tu propio libro “Ciudades fantasmas”. Como ves en uno mismo habitan cientos de ciudades. En cuanto a la voz, esta se construye sola y subterránea.

- Te hacía estas dos preguntas, porque lo que más me llama la atención de tus poemas es el experimentalismo y la potencia de una voz que busca nuevos sonidos en ese caos que es la ciudad. La pregunta ahora es, ¿qué cambios encuentras en este monstruo de mil cabezas llamada Lima a como era en la década del noventa? Me refiero a si la ciudad puede incitar un tipo de estética.
- Claro que sí. Y esta es la estética de la mierda, la estética del detalle escabroso, el peldaño vacío del ex cine Colón, las paredes de los baños sucios de toda la ciudad de Lima, llena de frases sexuales, asexuales, homosexuales. Ahí está el detalle frío pero que manejan su propia estética de decadencia, si quieres llamarlo así. Pero algún brillo queda de todo esto y eso es lo que hay que tratar de coger. Los sonidos y los silencios de la ciudad en donde se habita.

- Volviendo a Minúsculo diario, encuentro una afinidad con los beatniks, con Diario de poeta de Adán, con Juan Ramírez Ruiz, con Ricardo Quesada. También veo, como dije, una intención de explotar la sonoridad. ¿A qué poetas has leído más? ¿Qué músicos escuchas más? Y: ¿Los homenajes que haces en tus poemas, es una forma de hacer un manifiesto?
- Quesada pasó una temporada en casa antes de su último viaje (y eso que no has leído la sabrosa y breve nota que hizo Piero Bustos de ello). Y sí, este libro también es una especie de homenaje hacia él. A Adán y Ramírez Ruiz los llevo en el corazón de los bolsillos vacíos. Recuerdo a Ramírez Ruiz decir: “escribe ocioso de mierda”, empuñando su mejor arma que era el bolígrafo-peine. A algunos les escribió en la cara. Las palabras son sonidos expansivos, ecos que uno puede manipular a su antojo y el que no puede solo mira.

Efectivamente, hay cierta afinidad con los beatniks, “Himno” y los poemas de Tanger de Kerouac son de cierta sonoridad y mucha curiosidad. Pero la potencia y el sonido también me son queridos en el Trilce de Vallejo o en el Altazor de Huidobro. Solo queda la búsqueda y la experimentación inclusive sensorial, aunque encuentro a muchos en desacuerdo con los “paraísos artificiales”, pero ahí sigue habiendo todavía una gran fuente de donde beber. Escucho a músicos del 60-70-80, etc., la música clásica, el jazz la música indie, mucho de Lavoe y compañía. Conscientemente  no hay una voluntad de hacer un manifiesto sino más bien crear en paralelo con estos músicos, aun así ellos nos lleven mucha ventaja. Por ejemplo a  mí me motiva escribir oyendo y viendo los videos de los New Order o los New División, Clams Casino, Foxes In Fiction, Cabaret Rojo, Beach House, Portishead, Terminar, Voz Propia, Extraño Deseo, Yushimi, Aeroarbol, La Señal,  La Comisión, el Solobones de Jonathan Estrada, etc. Como ves, cada grupo, cada canción, te ofrecen signos de ciudades turbulentas y es que la música te lleva.

- Siempre has sido un tanto insular. Y eso es algo raro en Lima, sobre todo; porque los poetas suelen atraerse mucho entre sí, aunque, claro, por segmentos. ¿Qué piensas de la movida poética de hoy en día?
- La insularidad me viene de familia. Pero no te creas, he tenido amigos y aún los tengo en Noble Katerba, Neón, Cultivo Arte, Estación 32, no de todos pero si de algunos. A las noches me remito, Chosica, Kilka, Vitarte, Chaclacayo, San Gregorio. No llevo un gran registro de los poetas que aparecen. Pero cada cierto tiempo suenan nombres nuevos, pero encuentro lo mismo que pueden encontrar los poetas viejos, el desafío juvenil, cierto arribismo, pero no tengo mucha autoridad para hablar de ellos ya que no leo mucha poesía; pero creo que hay bastante. Hace poco acabo de terminar de leer un par de libros y me parecieron inconsistentes, poéticamente hablando, y eso ya tiene que ver con mi concepción de la poesía, pero quien no lo es en sus primeros libros. No todos los días nos topamos con virtuosos.

- Otro aspecto de la poesía es el del paladar. Y esto va más que todo para que se enteren tus fans. Eres un buen cocinero. Recuerdo a inicios de los noventa cuando me invitaste un plato fabuloso en tu casa, y pues, tus amigos más cercanos de la poesía saben lo que eres capaz de preparar hoy en día. ¿Cómo así te salen bien esos platos que haces? La pregunta va en serio. Como yo hago mis intentos también, sé que es un arte.
- El paladar, la cocina y el buen comer, como tú le llamas, vienen por una tradición familiar. En casa los hombres son los que cocinaban, entonces era evidente que algo se me quedara. De niño he visto a mis tíos mover las ollas, preparar platos ya desaparecidos. Dónde encuentras un tallarín de pichón recién cazado, impensable hoy en día; pero mi hermano y yo éramos los osados cazadores, matar pollos, cuyes, patos, pavos y preparar la consabida sangrecita… será que de ahí me queda cierto sabor por la sangre. Para la cocina tienes que tener cierta paciencia, pensar en los detalles, en lo vistoso de un  plato, en los sabores, en los olores, en los colores.

- Para terminar, no te voy a preguntar qué libro estás preparando. La poesía no es un negocio; por lo tanto, dejemos los proyectos personales en la intimidad. Te haré otra pregunta más común o del refrito: ¿Qué es la poesía?
- Exacto, ni yo mismo sé qué terminaré escribiendo, tengo cosas en paralelo que a veces uno cree que el tiempo nos quedará corto, pero que ahí van lento en su propio ritmo. La poesía es impulso inesperado que es frenada por una decantación de ese mismo impulso. Hay una frase que aparece en NLD y que refleja mucho esta idea: “por qué lo que se piensa es mejor que lo que se escribe”.




Dos textos de Minúsculo diario.
                                                               
Malecón.

No sé qué extraña fuerza y obsesión me devuelve siempre a las calles de Chaclacayo, así como al muelle de Cerro Azul. Es como si en esos lugares existieran burbujas de soledad y querencia que añoro y se impregnaran salvajemente en las personas y las convirtieran en seres densos, meticulosos, raudos, irreales: blancos de una soltura y vivencia casi religiosa. Devaneos pienso. Coqueteos con el alcohol. Tal vez busco lo mismo de siempre: litteratura. Al este encuentro al autor de “Los perros hambrientos” y por el otro lado, allá, al sur, al de “Órbitas tertulias”. Peliaguda contradicción de seres exóticos. La tierra y el mar, lo popular y lo rebuscado. Qué tendencia lleva a escribir y a vivir en tales sitios.

La casa de CA la tengo ubicada en el centro mismo del corazón. Mi cuerpo paternalmente hablando, solo se permite una porción de anticuchos y dos Peroni. Dos sabores fuertes y picantes me despiertan más que un matinal jugo de naranja. El aire que corre en esta especie de muralla o malecón es exquisito. Sentado al frente mismo de Huampaní no puedo dejar de sentirme envuelto por una voluta de tristezza. Que me recoge suave y dulcemente. Los rostros pasan cientos y al parecer he encontrado el lugar adecuado para beber y escribir. Esto puede parecer la orfandad pero no lo es. Es más bien la pasión, una guía para escribir. Los rostros me miran raros, extrañados de mi peculiar actitud y por más que quisiera pasar desapercibido todos saben que no soy de aquí. Y ahí viene el lío eterno de la existencia. A dónde estar. Cuál es el lugar que nos pertenece. Estos últimos días han sido cruelmente patéticos. He sido malo hasta el hartazgo de la soledad. Será porque en todas ellas aparece el flaco Quesada celebrando la particular  Semana Santa. Hace un año ya de esto. Debe ser. Porque no hay pena sola que no venga sola sino que todo obedece a una secuela de abismos. “Las penas hondas del alma” le dicen. Nadie se perdonaría tanta flacura, tanta flaqueza, ni tanta tristezza. Hoy lo único útil que he logrado ha sido concertar un encuentro con el Dr. Ch. el médico de cabecera que atendía a CA y que dicen certificó su muerte; así como la de otro connotado militar-presidente. Voy por buen camino. Algo muy interno y muy animal me lo dice. Instinto dicen otros… Habrá médicos de poetas?  No sé por qué me viene esto a la mente y pienso en Luchito Espejo y en largas sesiones con alcots-poets.

 

La rosa más helada del jardín

Los códigos en el bar cambian cada cierto tiempo. Acodado en una mesa del bar pregunto por una botella de vino y las recomendaciones son -Casillero del diablo o un Fond de cave- El mozo que me atiende cachosamente me dice:
-nobleza impone maestro-
Ahora me viene al recuerdo unas “ganas ubérrimas”  de tomar  chicha de jora, como para variar. Entonces pido chicha de jora. Todos a mi alrededor ríen y giran inclinados  como giran los ventiladores por sobre nuestras cabezas. A veces alucino a un decapitado por esas astas.
Afuera el sol se viste tenue y discreto. Sigo pegado a la música que sale por ese cablecito y va directo a mis oídos. También pienso en las delicias que he probado en este lugar. Delicias por las que a veces regreso: jamón del norte y su helada cerveza. La vida permite excesos que en algún momento tendrán que frenar. Volver a las rosas frescas del jardín o al tin tin de los rones con coca cola, hielo y limón. Así me pierdo mientras escucho if  you don`t  love  me de Prefab sprout. Algún oído entrenado me dará alguna vez la razón o querrá volver a la música estridente y nada santa.
Ahora en el salón de los espejos me gana una grata calma. Aparece cierto sosiego ciego que no sentía hace tiempo ya.

Un ser diurno, casi turno.



 



 

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Ciudad de Avalos
Entrevista a César Ávalos (Lima, 1969).
Por Miguel Ildefonso