Meid Enyel
Ocaso de Viernes
Quizás camine por esas calles húmedas
con la ilusión de verte
o quizás esté despierta siempre
para llamarte telepáticamente.
Son las tres
al alba de frío otoño
que se desvanece al roce de tus manos
en el caldero de tus ojos vírgenes;
y cruzando aquella línea
observé tus pupilas clavadas en la mías,
escuché el silencio, tu proferir sin palabras;
bebimos nuestros labios
el agua de manantial de vida,
en la aurora de tus luceros
danzamos aquel vals
y nos dejamos eclipsar.
Caminamos juntos
en un efímero tiempo
que se extinguió en el ocaso de viernes.
Alejandro de Esperanza
Weisen
Llegaste una madrugada escondida en cofre,
en una letra que soñaba amaneceres de luna;
llegaste como fuego arando mis cosechas,
derramando raíces de ataduras
así llegaste indómita,
con la mansa ternura de una imagen:
sin voz sin miradas sin tacto.
Sin palabras sonoras y unas luces cuadradas.
Unas luciérnagas cargadas de cosmos
divulgaban tu luz y mi curiosidad por ser tu fuego
y responder a tu eco madrugador.
Llegaste una madrugada escondida en sueños
en una letra de almohada
en estrellas de pozo
en rodillas gastadas.
Llegaste mientras acostaba a mi silencio,
mientras tú despertabas.
Renato Pachas
Ciudad de los Niños
Ser un país en medio del desierto.
Ser una ciudad en un país extinto que rasga de a pocos
sus trapos en quechua, para pituquearse y metamorfosearse
en algo que no es país.
-Un lugar-
Lugar desconocido todos los desiertos
y los montes bravos asemejan.
Volcán que eructa y que escribe con la lengua
garganta que escupe cansada y vidrios que hablan tonterías.
País de sueños, que aún despiertos
despiertan a los noctámbulos de sus pesadillas.
Noche que arde y enfría recuerdos de la infancia.
Niño que nace a los 4 años,
niña de barro y otra de madera en Popol Vuh.
Ciudad que arde y no me he quemado
debajo desagües y ratas de piedra,
arriba mujeres y hombres que caminan
que huyen de los cerros y de los ríos
que huyen de sus nombres
que llevan medio día en sudor
y rompen el suelo con sus pies.