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Un haibun latinoamericano
Sobre Diario de la peste de Manuel Illanes

Por Ramón Oyarzún


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A la orilla del mundo
los comedores de rocoto,
centellas en la penumbra.

Manuel Illanes, Diario de la peste


Matsuo Basho anota al principio de Sendas de Oku: (…) todos los días son viaje (…). A mí mismo, desde hace mucho, como girón de nube arrastrado por el viento, me turbaban pensamientos de vagabundeo. Así instala Basho su obra en un habitar poético  que se ha descrito como revelación: El haiku revela su «sentido» por completo. Por así decirlo, no tiene nada que esconder. No está vuelto hacia dentro. No habita en él ningún «sentido profundo». Y precisamente esta ausencia de «sentido profundo» constituye la «profundidad» del haiku. (Byung-Chul Han, Filosofía del Budismo Zen).

Coincidentemente, Manuel  Illanes escribe: El convencimiento de que es el viaje, este viaje, todos los viajes, los que me han dado un conocimiento más íntimo de las cosas (…). El de Basho es un proyecto poético de apertura total. Se ha relacionado con el budismo zen y la práctica de meditación que busca la iluminación: satori. También se vincula al canon epocal que Basho domina a la perfección: la poesía china (principalmente de la dinastía Tang) y las enseñanzas de las éticas filosóficas budista, taoísta y confuciana. El viaje poético de Manuel Illanes hacia y desde Ciudad Lumpen es una voz, un eco a la poesía infra latinoamericana que se entronca con la tradición de la poesía chilena en su temática y ánimo. Encuentra influencias orientalistas y universales en pasajes que persiguen una revelación completa de la experiencia directa del instante. Similares a la experiencia de aware que presenta el haiku japonés, los poemas de Manuel Illanes presentan las experiencias sin mediación, directas e íntimas: Así naufragamos nosotros -casi sin darnos cuenta-. Hacer y práctica zen en una orilla, práctica y hacer poético en la otra.

Pensando la práctica poética por sí misma como dimensión de conexión, relación y aprendizaje, es fácil suponer que Basho aprendió a leer y a escribir copiando la poesía canónica de su tiempo. Admiraba a Du Fu y los koan del budismo zen. En la poesía del Diario de la peste hay un vínculo con la tradición y con la historia personal, cuando se pregunta en el prólogo: ¿Qué significa Chile, para mi?, al mismo tiempo que hace un cuidado registro de la experiencia como clave interpretativa de la realidad: 17:30. Los descendientes de Lao Tsé comercian frituras en las calles atestadas de animistas & católicos. Illanes usa la tradición poética como artefacto para interrogar la realidad. Basho usa el koan en relación al haiku como artefacto epigramático-poético diseñados por los budistas para empujar al lector a una iluminación súbita. Este satori no es un invento, sino que tiene una historia que se remonta al Buda histórico. En el Sutra de la flor blanca, Buda sostiene una flor de loto en su mano y de todos los discípulos (incontables como las estrellas del cielo) solo Mahakasyapa sonríe. Ante esta sonrisa Buda lo señala como el único que comprendió esa enseñanza. Entonces Mahakasyapa se convierte en el segundo patriarca del budismo que llegará a convertirse en budismo-chan chino y luego en budismo-zen japonés. Basho persigue esa tradición: no sigas los pasos de los sabios, busca lo que ellos buscaban. Illanes copia a sus maestros declaradamente: sigue la dirección del viaje de Roberto Bolaño, reescribe en alguna medida Los Neochilenos, pero también la Sinfonía de cuna y toda la montaña rusa posterior.

Haiku y budismo se practican en todo el mundo. Los continuadores de haiku y los budistas participan en asociaciones más o menos pacíficas, no necesariamente relacionadas pero sí próximas entre sí en su ánimo o emoción, que es, en simple, esto:

            Todos los fenómenos compuestos son impermanentes.
            Todas las emociones son dolorosas.
            Nada tiene existencia inherente.
            La iluminación está más allá de conceptos.

Esta traducción posible de la práctica y credo de un budista, conocida y posiblemente repetida por Matsuo Basho y cualquier otro aspirante a bodhisattva, también llega a oídos de Illanes, quien lo entiende y reinterpreta:

            Frágil, inocente Bodhisattva,
            que los vientos del arenal te sean propicios,
            que la orquídea de fieltro que tu madre
            cuelga de tu frente morena
            sea el amuleto que apacigüe la furia.

Podemos pensar que la cultura de extremo oriente o Asia oriental es algo muy lejano, y mas aun que el siglo XVI en Japón y el siglo V a. C. en el subcontinente Indio son todavía más extraños. Pero entendamos bien, este habitar intemporal es, casi, la definición de cultura, sobre todo en el torbellino de información a velocidad luz que nos atraviesa hoy. Para los latinoamericanos de la cuenca del pacífico, desde Cancún a Punta Arenas, y para quienes están en ese “lejano oriente”, somos, especularmente, la proverbial “otra orilla”. Recordemos la misión y destino de Buda: llegar a la otra orilla. Solo es cuestión de aguzar el oído y escuchar mejor los murmullos de más tradiciones, más poéticas, más formas de humanidad. El Diario de la Peste es prueba suficiente, teatro de influencias y cámara de eco:

            Imágenes, materias desbocadas,
            pavesas que removemos
            para reanimar el fuego:
            es un pez, es un pez el poema
            que desciende huidizo
            por el arroyo del tiempo.

Europa y su tradición de poesía es sensation, malediction o “sentido” (en toda la intensidad de sus acepciones[Spontaneous overflow of powerful feelings, Wordsworth; La nature est un temple ou de vivant piliers, Baudelaire; poesía es la forma más concentrada de expresión verbal, lenguaje cargado de sentido en un grado máximo, Elliot-Pound]; esto es, pasado difuso, distante, ajeno. Tanto o más mítica es la herencia latinoamericana de una literatura republicana de pocos siglos. O esa fundación imposible de rastrear de dioses líricos precolombinos que yacen en lo más profundo de las cordilleras, disfrazados de leyendas o santos. La práctica poética es siempre hoy; siempre iluminación súbita, vibrante, feliz e iluminadora. Lo recuerda Manuel Illanes en un verso de “Exilios I”:

            Porque la poesía
            no es sino el fraseo del vértigo
            que se tartamudea en la soledad
            de habitaciones baratas, vastos exilios,

La poesía, como el budismo, se transmiten realmente de persona a persona, y encarnan en la práctica personal. Por esto, tanto budismo como poesía sobreviven pestes y otras catástrofes culturales. Herederos directos del asombro, tributarios del misterio de pueblos arrasados a sangre y fuego, los poetas (de Latinoamérica, de Asia, del mundo), corazones vaciados de interioridad anímica solo pueden hacer poesía:

            Hemos acabado por enterrar el festín de los solsticios, el cántico al Oriente que nace        (...)

Manuel Illanes, testigo del caos y la velocidad del cosmos humano, poeta, atisba tanto y tantas cosas que no puede ser ni no-ser poeta; ni hablar ni no-hablar de su viaje. El universo le muestra, entre infinitos potenciales regalos, una flor, un verso. Manuel Illanes sonríe y anota: Cierro los ojos, apoyo la cabeza sobre la roca más cercana, me acomodo pensando en el día que vendrá (…)    Mi cráneo se agrieta durante la noche; El poeta, viajero, expone su destrucción, como Basho antes que él: Me amedrentaba pensar que, por las penalidades del viaje, mis canas se multiplicarían en lugares tan lejanos.

Todo lugar y toda dimensión pertenecen y no pertenecen en poesía. Diario de la peste es y no-es un “diario”, pero al ser-sin-ser, presenta un registro poético vital, creación vibrante y vida desnuda que se muestra de manera total, ilimitada, deshecha de influencias, para construir su propio habitar poético, en una ciudad, una tradición, una idea, en todas y en ninguna parte.

 

Santiago de Chile, julio 2020



 

 

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