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TRAVESÍA CON NIEBLA
Bruma. María Inés Zaldívar. Santiago: Lolita Editores, 2012

Juan Nicolás Padrón
La Habana- Cuba
Revista Casa de las Américas Nº 273. Octubre- Diciembre 2013 pp. 143-145



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Bruma de María Inés Zaldívar, con excelentes fotografías de Bruno Olivier, sorprende por una insólita coherencia expresiva entre texto e imagen. Luego de una simple ojeada, el lector repararía en esa impresionante conexión que sobrepasa el concepto de ilustración, pues ninguna de las dos exposiciones se ha propuesto “ilustrar” a la otra, sino que cada una mantiene un discurso independiente, pero en armonía con el otro; los poemas describen el regreso de una travesía, historia repetida desde la antigüedad, mientras las fotos, desde su singular autonomía, dialogan con los textos en una interacción que amplifica y propone nuevos mensajes. Los poemas cobran así nuevas lecturas y adquieren una dimensión que refuerza la intención de darle vida a lo inadvertido y belleza a lo irreparable; este protagonismo de las cosas cotidianas ha nacido de un pacto entre el milagro de la poesía propuesto por la poeta y la atenta mirada del fotógrafo, unidos en una hermosa edición que cautiva a primera vista. Todavía resulta más extraordinaria esta comunión cuando se tiene en cuenta lo que Waldo Rojas aclara en la nota de contracubierta: se trata de la

historia de un hallazgo mutuo, poemas y fotografías, cada cual con sus notables calidades, los unos y las otras estaban ahí, desde tiempos y horizontes distintos, y desde sus respectivos vértices de apertura vueltos hacia la eventualidad de una experiencia in-nombrada: experiencia de lectura que inventa su condición de posibilidad.

El cuaderno, con historias ocultas detrás de las visibles -siempre estas últimas son las más sencillas- se afilia a una subjetividad muy comprometida con la maravilla de la naturaleza; a veces no se puede precisar si la descripción se sitúa antes o después de la historia no develada, y en ese juego cómplice se desarrolla una poética contemplativa que también es construcción de otro relato desbordado en deseos y frustraciones, sin que aparezca una conexión explícita entre ambos discursos. Sobresale en esta singular comunicación con las formas de la naturaleza, especialmente en las que está presente el agua -mar, río, lluvia, niebla, bruma…-, la dimensión en que el sujeto lírico asume sus propias experiencias. Bruma es una obra de atmósferas, que combina lo elegante con el arraigo telúrico y el sensualismo con lo surreal; uno de sus más eficaces recursos es la sensualidad sugerente, que insinúa un mensaje no pocas veces redimensionado por la foto hacia otros espacios posibles, tal vez ni imaginados por la autora; nada es explícito, y la profundidad de cada inmersión depende de la mirada y complicidad de cada lector, o de la resonancia en sus propias vivencias. Un elemento inocente, aparentemente disperso, contribuye a esa construcción de un mundo de ambientes dominado por sensaciones, en el que va transcurriendo un viaje, y al mismo tiempo un recorrido por la memoria más recóndita, los más entrañables momentos retenidos por el subconsciente, sin que nadie pueda explicar por qué son esos y no otros.

La poeta cuenta con la cultura del lector para que complete lo que ha lanzado como una flecha al infinito; los temas se trenzan con el “orden” de la sorpresa, pues no hay plan ante el azar; emigración y soledad se entremezclan con ciertas liviandades de una refinada cotidianidad que asoma sin molestar, para aligerar la carga de la nostalgia y compensar el frecuentemente denso fluir de la vida diaria. Una inteligente gracia deriva  en leve erotismo al contacto con las cosas de la realidad más cercanas a la mujer, para descubrirles un género y una condición; entre la división de la familia y la insatisfacción recurrente, se navega a través de la niebla para lograr la síntesis expresiva mediante la acertada proximidad semántica de términos que remiten a realidades aparentemente lejanas. Se capta un instante o un detalle para potenciarlo y llevarlo a un grado apreciable de generalización, como si el universo estelar copiara al micromundo. El referente homérico contrasta con las endémicas crisis espirituales de la posmodernidad que atraviesan la dureza de lo cotidiano. Estas y otras dualidades constituyen una fuerte presencia a lo largo del poemario, a veces de manera sutil, y otras, de forma muy evidente; en “Miss You” se separan dimensiones en dos relatos que se alternan:

Extraña su olor y
esas grandes manos
deslizándose por el teclado

Abajo en la cocina
la llave descompuesta
espera un apretón que detenga
su vaivén

Extraña su olor y
esas grandes manos
deslizándose por el cuerpo
del teclado en algún
rincón de la casa
Abajo en la cocina
el grifo gotea,
plaf, plaf, plaf, y
las orejas de madera
sobre la mesa azul,
escuchan en silencio

El texto se presenta como un viaje de regreso a través del mar, como Ulises en su vuelta a Ítaca, con todas las incertidumbres provocadas por la bruma, en medio de los peligros y las salvaciones que tienden los dioses en sus discordias y filiaciones en el Olimpo. La violencia y el caos se excitan en un mundo incierto y confuso, pero la rebelión personal de la poeta se concreta en mostrar un flash de la memoria o el trazo sobreviviente del recuerdo; para esta poética la violencia y el caos pueden ceñirse a una cicatriz, el rasguño de una pared, la sangrienta huella de una pisada en la arena...; prefiere revelar la consecuencia y mantener oculta la causa, para que sea intuida por el lector. El doloroso sedimento dejado por el amor necesita de la protección de las palabras. El tiempo contribuye a sanar las heridas, y la autora lo pone a su favor; su método es encontrarles la antítesis a las cosas, para que el despertar sea el sueño, y un mal recuerdo, olvido; así el hielo puede quemar como una brasa, como lo había sentido Quevedo. El viaje llega a su fin convirtiendo los presentimientos en “prerrazonamientos”, pero advirtiendo que cualquier contingencia es capaz de poner en riesgo un desenlace, pues hay circunstancias en las que no se puede influir, la voluntad no alcanza a modificarlas y ellas consiguen malograr los mejores empeños; no basta querer regresar a Ítaca: “dependerá del cupo en la aerolínea”.  



 


 

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Bruma. María Inés Zaldívar. Santiago: Lolita Editores, 2012
Por Juan Nicolás Padrón
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