PRESENTACIÓN DE “LUNA EN CAPRICORNIO” de María Inés Zaldívar
Por Elvira Hernández
Dos celebraciones nos convocan esta noche: el inicio y la iniciación de un nuevo sello editor – que esperamos lo haga bajo la mejor estrella – y que éste abra su bitácora con un libro de poesía, género muy luminoso en nuestro país. “LUNA EN CAPRICORNIO” de María Inés Zaldívar – el libro señalado – en caso alguno nos hablará sobre los astros pues estos pertenecen al orden de la invisibilidad. Nos hablará de poesía, de lo que habla la poesía que ya tantos siglos transcurridos sabemos que se entromete en todo. Bien lo atestigua María Inés, perseguida por el bicho o vicio poético que bien puede valer o tomarse como una predicción astral.
Pero antes de llegar al libro que nos espera, algo más sobre el sello editor que lleva el sugerente nombre de LOLITA. Cualquiera que sea su trama es imposible no pasar evocativamente junto a la creación de Nabokov. Pues bien, el ruso, tras los trofeos alcanzados por la novela siempre tuvo una suerte de disconformidad con el éxito que rodeaba a su heroína ya que le parecía que esta había sido espantosamente incomprendida. Lo cierto es que las musas ya no son Diótima, Beatriz, Dulcinea o Albertina. La musa contemporánea por excelencia aun cuando envejezca es Lolita, y ustedes lo oirán o lo leerán y lo comprenderán en el magnífico poema Musa de este libro, lo que este ideal inspirador pregona porque la musa contemporánea ha superado ese conformismo de escuchar todo lo que alienta; ahora ella, que sigue escuchando, se ha tomado además la palabra, puede hablar directamente y le resulta muy placentero. En cuanto a Francisco Mouat, creo que también tiene su placer al dar un palmo de narices a la imagen-Lolita encarnizada y televisada en nosotros con ese talante perruno, cazador, olfateador, cancerbero, con una nariz tan sobresaliente como Sirio, la estrella de la mañana, anclada en la constelación del Can Mayor.
Pero vayamos a “LUNA EN CAPRICORNIO” que tiene la suerte echada como nos anuncia la poeta. Lo que no nos cuenta, por lo que tendremos que inferirlo al tenor de los textos poéticos que son de gran factura, es que ha desplegado un gran trabajo de escritura, no de chino sino más bien de Hércules, comparación que viene al caso en momentos que miramos el cielo para nuestro comentario. No es el horóscopo comercial el que recoge María Inés al validar poéticamente el discurso de los astros, es una relación armoniosa que nos baja del cielo griego y que el cristianismo alejó y sofocó a su manera. Esa pertenencia al mundo, al cosmos, está dispersa en todo el libro y con mayor nitidez en el poema Madre Natura donde la poeta habla.
Pero no sólo habla la poeta, son muchas las voces del mujerío las que salen a la palestra; mujeriles como diría la Mistral; con o sin influencia de la luna – tan cambiante ella – y de la Cabra de Capricornio, que con la información actual hemos llegado a saber que era más bien un travesti o un transformer. Lo que importa es que están allí la niña, la vieja, la guagua (¡qué difícil es hacer un poema donde la palabra guagua pueda entrar en propiedad! Y acá se obtiene es logro). Está también la reina, la transeúnte, la musa, la amadora-amante y la poeta quien es la que fija la trayectoria del libro, la de esas vidas escorzadas y subsume la suya. Con la complicidad de los astros, ya lo sabemos, y, además también, y es lo notorio, con la influencia de la literatura y la poesía que, obvio es decirlo, son los hallazgos y el álbum familiar de todo poeta. Acá está el Siglo de Oro español, la poesía chilena y el habla nuestra registrando los espacios más domésticos de nuestra cotidianidad, esos precipicios que jamás se sabrían que se encuentran al borde de un lavaplatos – para decirnos que esa no es materia perdida, que está hablando y con genuina frescura y que es, con todas sus letras, poesía de hoy.
Mucho es lo que tengo que decir sobre este libro que me entusiasma por la riqueza de sus motivos y sus vivencias, mas me tengo que ceñir al tiempo de la presentación. Abrevio. Sólo notar que el libro se pliega y se despliega en tres partes: la de la niña, la del mundo y el encuentro con el poeta Gonzalo Millán. Pongo los fenómenos del mundo entre paréntesis. Voy a la niña porque esa zona la ha abierto María Inés Zaldívar con su poesía y la ha puesto de relieve; es algo que ha venido larvándose, encapullándose desde sus primeros libros. Si la infancia es la patria del poeta y, además lo es de la humanidad, justicia es que lo sea también sin exclusión de la poeta, sólo que aquí se dejan ver sus peculiaridades: parece que no va por el camino del País de Nunca Jamás, va por una ruta mucho menos encantada y más terráquea que en su dureza ella se encarga de explorar e ineludible, de desenmascarar.
El encuentro con el poeta Gonzalo Millán es remate del libro y nudo gordiano de la relación que la poeta amarra a su quehacer: espejo, interrogación, respiración e influencia; afirmación y negación; veneno y fármaco. Autocuestionamiento a concho, duda persistente e inclaudicable, liberación; corrosión de la base poética construida y a la que se ha llegado, corrosión como corresponde a toda poeta que se precie.