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          Prólogo a Fotografía en oscuro 
            Antología  poética de Winétt de Rokha, publicada por Editorial Torremozas, Madrid,  2008
          WINÉTT DE ROKHA, BASTANTE MÁS QUE LA ESPOSA  
            Y MUSA DE UN  FAMOSO(1) 
             
            Por María Inés Zaldivar  
           
             
           
          “Cóncavo, con estalactitas y estalagmitas,/ todo blanco, como el dedo de  la mañana,/ y un tapiz rojo, ensangrentado y repitiéndose,/ donde mi zapatilla  es una sola pepa de sandía”(2), es el primer  cuarteto del poema “Escenario de melopea en antiguo”, y: “Frío plano, de  exactas dimensiones,/ el siglo XX cabe en una cancha de tennis” (20), el inicio  de “Carcoma y presencia del capitalismo”. Una verdadera poeta, "sin  dulzainas gelatinosas, ni barro verde", dijo Vicente Huidobro acerca de la  creación de esta autora, y al leer estos versos me parece que no cabe duda  sobre esta afirmación.(3)  
             
            Después de la lectura de su obra poética -y ya bastando el poemario Cantoral (1925 - 1936) de donde  provienen los versos anteriores-, he tenido la certeza de que Winétt de Rokha  fue mucho más que la esposa y la musa de Pablo de Rokha. Por lo mismo, no he  podido dejar de sentir que su ausencia dentro del campo  literario contemporáneo  es una omisión lamentable ante la cual, de alguna manera, hay que hacer  justicia. He ahí la primera motivación de este trabajo. 
             
            En el segundo tomo de la Antología  crítica de la poesía chilena de Naín Nómez, éste afirma que: “Winétt de  Rokha ha sido doblemente oscurecida por la crítica literaria chilena: por ser  esposa de Pablo de Rokha, y por escribir una poesía que oscila entre el  optimismo casi ingenuo de sus primeros poemas, la protesta social de su segunda  etapa y el surrealismo casi críptico de sus últimos textos” (4). Concuerdo con  él en la primera razón, pero coincido sólo parcialmente con la segunda, pues  considero que epítetos utilizados por la crítica para identificar su poesía  tales como “intimismo trascendental” o “difícil originalidad”, han sido a fin  de cuentas solo estereotipos que dicen muy poco y que a veces ocultan, tal como  la sombra de su marido, una lectura más acuciosa y problematizada de su  creación. Y aunque una lectura analítica, fundamentalmente concentrada en sus  poemas, aclararía estos términos acuñados para identificar su obra, en esta  ocasión me propongo dar a conocer a la persona y al personaje Winétt y  desplegar algunas de las circunstancias que dan cuenta de ella y su creación. Es  por ello que en este acercamiento asumo una lectura en la que separación entre  sujeto que crea y objeto creado, o en términos más amplios, entre vida y obra  en la creación artística es siempre una línea difusa, considerando que lo era  aún mucho más en los tiempos de la autora, tiempos vanguardistas en donde la  ruptura de este binarismo era una consideración programática.  
           
           
            ALGO ACERCA DE SU  VIDA 
          Luisa Victoria Anabalón Sanderson, Juana Inés de la Cruz, Marcel Duval  Montenegro, Federico Lagarraña, Winett de Rokha, son diferentes nombres para  esta mujer nacida en Santiago de Chile el 7 de julio de 1894(5), que fue hija  del general de ejército Indalecio Anabalón y Urzúa, y de doña Luisa Sanderson  Mardones, señora a quien gustaba resaltar un noble origen con su título de  condesa de Valle Umbroso. Tuvo un solo hermano, el jurista Carlos Anabalón  Sanderson, hombre público de esos tiempos, quien llegó a ser presidente de la  Corte Suprema. Desde muy pequeña Winétt mostró grandes aptitudes artísticas, ya  sea plásticas, musicales y literarias. Es por ello que sus padres le tomaron  clases de piano cuando era apenas una niña de tres años y llegó a ser una gran  intérprete, aunque sabemos por su hija Lukó, que su carrera musical quedó interrumpida  al irse de la casa de sus padres y no tener nunca más un piano para practicar. 
          Muy gravitante en su vida, y en especial en su vida literaria, fue su  abuelo materno, Domingo Sanderson, irlandés, contratado por el gobierno de  Chile para trabajar en las minas del norte quien fue, además de políglota y  gramático, traductor de Safo y Ovidio y de quien “recibió la poeta el amor por  la cultura griega, el romanticismo de Byron, y el rechazo por el catolicismo  beato.” (Nómez, 122). En el poemario Oniromancia (1936-1943) podemos leer un largo poema de la nieta dedicado al abuelo. Señalo  algunos versos; en la estrofa siete: 
           
          
            
              Tres o cuatro  fechas y en la memoria de algunas 
                estampas, una  visión equívoca, 
                eso, de Domingo  Anderson, el políglota, 
                libros, y libros  a la espalda, con ellos de casa en casa, 
                libros y libros y  libros, 
                con ellos de  pensión en pensión, encajonados, llovidos, 
                rodando,  acumulados como piedras de piedra, 
                dolor y cansancio  y libros, escrituras y escrituras en 
                caligrafía de  dolor y sueños. …. 
               
             
           
          Y el poema termina diciendo: 
           
          
            
              Abro los brazos estrechando lo inútil inconmensurable: 
                  mitos, libros,  ríos, libros, desengaños, libros, libros, libros, 
                  tú y yo entre los  doscientos crepúsculos.   
               
             
           
          Sabemos también que Winétt realizó sus estudios  en el Liceo Nº 3 de Niñas de Santiago de Chile, que fue desde pequeña amiga de  las letras, que se destacó durante toda su etapa estudiantil como la mejor  alumna en la asignatura de castellano, y que fue gran lectora de Balzac, Walter  Scott, Nerval. Además, que se destacaba por su belleza y mirada melancólica,  rasgos que se aprecian en las fotos que de ella se conservan, que son  mencionados por los críticos, y que también fueron cantados por Pablo de Rokha  como vemos, a manera de ejemplo, en estas dos primeras estrofas de su conocido  poema titulado “Círculo”: 
           
          
            
                              Ayer jugaba el  mundo como un gato en tu falda; 
                hoy te lame las  finas botitas de paloma; 
                tienes el corazón  poblado de cigarras, 
                y un parecido a  muertas vihuelas desveladas, 
                gran melancólica. 
              Posiblemente  quepa todo el mar en tus ojos 
                y quepa todo el  sol en tu actitud de acuario; 
                como un perro  amarillo te siguen los otoños, 
                y, ceñida de  dioses fluviales y astronómicos, 
                eres la eternidad  en la gota de espanto. 
               
             
           
          Otro testimonio de la admiración que tenía Pablo de Rokha por la belleza  de su esposa quedó estampada en el epitafio que grabó en su tumba: "Aquí  duerme y crece para siempre la más hermosa flor de los jardines del mundo:  Winétt de Rokha". 
             
            En 1915, Luisa Anabalón Sanderson envía a Talca de regalo su libro de  poemas Lo que me dijo el silencio al  joven poeta, que tiene su misma edad, Pablo de Rokha (que en realidad se  llamaba Carlos Díaz Loyola). Éste, al leer sus versos y ver su foto le contestó  a vuelta de correo: “La belleza de tus poemas, / es la expresión de tu figura.”  Y decidió viajar a Santiago y presentarse en su casa y casarse con ella. Así,  en 1916, contraviniendo el deseo de su padre, Luisa contrajo matrimonio con el  poeta, tras lo cual adoptó el nombre de Winétt de Rokha. De allí en adelante  vivieron juntos 36 años, hasta la muerte de ella en 1951. 
          Al leer la obra, tanto de Winétt como de Pablo  de Rokha, puede apreciarse que su vida familiar está entreverada con su  producción literaria. Tuvieron nueve hijos, dos de los cuales murieron muy  pequeños, Carmencita fallecida a los siete meses (mencionada en el poema largo  “Choncaita” en  Cantoral: “Su llanto de árbol en tiniebla,/ es encogido y amargo;/  Y su cuerpecito no pesa más que una golondrina [...] Yerbas con olor a tierra  húmeda/ y a toronjil,/ aroman su aliento de fantasma”, y Tomás su hijo que  murió a los dos años, y que Winétt en “Canción de Tomás, el ausente” termina  diciendo: “Voy a deshojar los innumerables pájaros/ para tu navío de sombra”. Luego  están los otros siete, que a lo largo de los años resultaron todos de alguna  manera vinculados con el arte y la poesía. Tenemos, entonces, ahora en boca de  Pablo, el padre, a Carlos: quien “Traía(s) sobre la frente escrita, con  significado trágico, la estrella roja y sola de los predestinados geniales.”(6) Lukó: “en la cual estalla, como un siglo, la granada azul de la  pintura”. Juana Inés: “que encontró la cadena de jacintos divinos, que une  panales y guitarras en una y sola luz de melodía”. José: “el cual araña las entrañas de Dios con la caricatura”. Pablo:  “que habrá de forjar estupendos edificios libertarios para que habiten los  futuros hombres rojos”. Laura: “aterrándome a la orilla de un nido de perdiz  edificado en la poesía y, por último, Flor: “expresión del sol y el mar en un  capullo, en el que resuenen los pasos helados de los antepasados”. (7) 
            
            Se  sabe, y como es de suponer, que Pablo y Winétt, no tuvieron una vida fácil para  mantener esta numerosa familia, y que llevaron una existencia marcada por  frecuentes cambios de vivienda e incluso de ciudad dentro de Chile -Santiago,  San Felipe, Concepción, Valparaíso-, así como de permanentes separaciones, más  o menos extensas, debido a las ausencias del padre de familia que viajaba  continuamente llevando para la venta enormes paquetes de libros y pinturas. De alguna  manera, podría decirse que el estereotipo del esforzado padre proveedor y de la  abnegada madre que cuida de la familia, funcionó como estrategia de  supervivencia para el pequeño clan, pero una mirada un poco más atenta,  fractura esta clasificación a la hora de dar cuenta de su convivencia.  Por una parte, es cierto que la situación  financiera del matrimonio Díaz-Anabalón (que fue de altos y bajos, pero al  parecer más bien de bajos), dependió del resultado de las gestiones económicas  del dueño de casa, estaremos de acuerdo en que ser vendedor ambulante de la  producción artística familiar, no calza mucho con un típico ‘pater familias  chilensis’ del siglo pasado. Asimismo, es bueno recordar que esta función de  macho proveedor estaba matizada por la exuberancia de comilonas de antología  con amigos y disputas memorables con enemigos. Por otra parte, la imagen de  Winétt como melancólico ángel del hogar, como esposa dedicada sólo a su casa y  al cuidado de los hijos, está también matizada, entre otras cosas, por su vida  pública de fuerte compromiso social, como por la intensa relación con Pablo,  relación de amante y compañera. (Hay testimonios de miembros de la familia y  amistades, que dicen que frente a ella Pablo de Rokha era “sólo un humilde  poeta enamorado”(8)). Se sabe, entonces, que sin importar las  dificultades financieras, en la casa de los Díaz Anabalón siempre hubo servicio  doméstico para que ayudara a Luisita, (como la llamaba Pablo) en los trabajos  de la casa y a cuidar de los niños. A este respecto, Lukó de Rokha me señaló  literalmente: 
           
          
            A mí papá le interesaba que ella  escribiera lo de ella, que hiciera su trabajo, pero cosas domésticas, jamás. En  la casa podían faltar muebles y muchísimas cosas, pero había tres empleadas,  una era la cocinera, que era la principal, que duró años y se llamaba María  Trujillo y le decíamos la Trujillo, otra que se llamaba Clemira Hijada; había  otra que era la niña de mano... Cuando estaba mi padre, mi madre no podía  agarrar esto y ponerlo ahí. Ella podía escribir no más, ella sacaba todo en  limpio. Ella era la que escribía a máquina, sobre todo para ayudarle con la  revista Multitud. Mi papá le dictaba y ella escribía a máquina. Ella era la que  se carteaba con toda la gente en el mundo, pues hablaba y escribía inglés y  francés perfectamente. Ella era la que se carteaba y contestaba todas las  cartas. Mi papá jamás contestó una carta a nadie, sólo lo hacía con su mujer y  sus hijos.(9)  
             
           
          Se  sabe también que:  
           
          
            Cuando  Pablo viajaba, el ambiente hogareño se relajaba, ya que Winétt era una madre  extremadamente consentidora: a los niños les permitía comer sus alimentos  preferidos, incluso a deshora, y se violaban también los rígidos horarios  establecidos para acostarse y levantarse. Winétt se volvía cómplice de los  menores y no era raro que fuese sorprendida en esta conducta por su marido, que  en ocasiones se devolvía inesperadamente a buscar algo. Una de sus nietas la  recuerda hoy como una niña pillada en falta, caminando nerviosa a abrirle la  puerta, recitando: "Al hombrecito algo se le quedó, cocorocó, cocorocó, ya  voy, ya voy".(10)  
             
           
          En el  ámbito de las relaciones sociales, Winnét de Rokha junto a su marido e hijos,  recibían en el caserón familiar a los más variados personajes de la escena  literaria chilena, entre los que también se contaron los poetas Enrique Lihn y  Stella Díaz Varín en sus años muy mozos; pero además Winétt tenía amigas con  quienes compartía en forma más personal. Dentro de los nombres más recurrentes  estaban los de la escritora Inés Echeverría (Iris) y la poeta Blanca Luz Brum,  y además recibía una gran cantidad de escritores jóvenes que iban a la casa a  mostrarle sus escritos en busca de consejo y aprobación.  
             
            Su  nieta mayor, Sonia Tagle, (hija de Juana Inés), quien prácticamente vivió en la  casa familiar con sus abuelos durante su infancia, comenta también que recuerda  a su abuela como una gran lectora, especialmente de los simbolistas rusos  Puskin, Dostoievski, Turgeniev, Tolstoi, y que todas esas lecturas influyeron  en los gustos literarios de varios miembros de la familia. Literalmente nos  dice que: “la idea que yo tengo de aquella época, y de los relatos que  circulaban, era que mi abuela era una mujer simpática, conversadora, siempre al  día, gran lectora, muy internacional; se carteaba con este y este otro, en  todas partes del mundo, y escribía unas cartas extensas con una letra muy  dibujadita, que envidiaba e intentaba imitar”.  (11) 
              
            Por  otra parte, en el ámbito político, Winétt de Rokha fue una mujer comprometida y  de avanzada para su época. Junto a Pablo de Rokha hicieron posible la revista Multitud cuyas consignas eran, entre  otras similares: “Por el pan, la paz y la libertad del mundo”, o bien “Revista  del pueblo y la alta cultura”.(12) Allí colaboraron escritores de la talla de Rosamel Del Valle, Ricardo  Latcham, Juan Godoy, Enrique Gómez-Correa y Teófilo Cid. Winétt trabajó como  consejera y propulsora de la revista, e incluso ella misma distribuyó  ejemplares en numerosas provincias del país, para más tarde gestionar su  distribución internacional.  Por otra  parte, dentro de Cantoral, se incluye  "Lenin"(13), y también se sabe de la polémica de Winétt  con el escritor polaco Witold Gombrowicz el año 1946, pues diferían acerca de  los temas que pueden ser tratados en la literatura, la relación que debe  existir entre el pueblo y el arte y, más específicamente, acerca de métrica y  ritmo en la poesía. Sus teorías estéticas que atacaban el arte puro y defendían  el compromiso social del arte, se publicaron en un periódico argentino de la  ciudad de Córdoba. En esta carta abierta de Winétt a Gombrowicz podemos leer  afirmaciones tales como:  
           
          
            El  verdadero poeta no se interesa de epatar burgueses ni de impresionar snobs  causados por civilizaciones en derrumbe.   [...] No es posible imaginar a un señor de melena, con piojos, sin  afeitarse, escribir loas a la amada inmóvil o la luna, cuando las muchedumbres  aterradas de Europa y Asia van por los caminos como perros desterrados,  hambrientos, esqueléticos, enfermos de dolor e impotencia. [...] El “Ulises” de  Joyce me parece una de las obras cumbres de un siglo. No me aburre por exceso  de técnica. Pienso que Joyce fue un artista – psicólogo producto necesario, de  superficie, de aquella Inglaterra hipócrita y falaz que hubo de desterrar  siempre a sus genios: Byron, Wilde, Joyce. [...] La rosa, el amor, la noche,  los lirios, existirán siempre que el poeta sepa ubicarlos dentro de un estilo  nuevo y se les dé la distancia y la perspectiva necesaria que necesitan todas  las cosas para existir en el mundo del Arte verdadero.  
             
             
          Otro  hecho muy importante en la vida de Winétt es el largo viaje que inicia en 1942  junto a Pablo de Rokha, en el que recorrieron diecinueve países americanos,  incluyendo México y Estados Unidos. Existe un abundante material fotográfico y  de prensa donde puede verse al matrimonio de Rokha, juntos y por separado,  dando conferencias y recitales, o bien en paseos y cenas con otros artistas y  escritores. Recibieron homenajes de diverso tipo ya sea en Ecuador, Perú,  Venezuela, Colombia, Argentina, y otros países.   El titular que recojo de un diario de Quito “Una poetisa y un poeta  chilenos se encuentran en nuestra ciudad y darán conferencias”, se repite  muchas veces en distintos lugares. 
          Es  interesante establecer, aunque sea muy someramente esta vez, la particularidad  de este viaje con respecto a los viajes de escritoras y escritores chilenos e  hispanoamericanos a comienzos del siglo pasado, tales como los chilenos Vicente  Huidobro (1893-1948), Juan Emar (1893-1964), Marta Brunet (1897-1967), María  Luisa Bombal (1910-1980), y el peruano César Moro (1903-1956) o el ecuatoriano  Alfredo Gangotena (1904-1944), entre otros. Para todos ellos la dirección  estaba orientada hacia Europa, y el puerto obligado de llegada era París, la  Meca del arte y la bohemia para estos jóvenes sudamericanos. En el caso de  Winétt de Rokha es diferente, en primer lugar, no es una joven escritora que se  dirige a la ciudad luz para empaparse del arte nuevo, sino una respetable  señora de casi cincuenta años, que viaja con su marido y que deja siete hijos e  incluso nietos de diferentes edades en casa. Por otra parte, no va a un punto  fijo, sino que este viaje tiene un carácter premeditadamente itinerante, casi  como una “campaña poética- política” pues el objetivo central del recorrido  tanto tiene que ver con la literatura como con el compromiso social. Por  último, sabemos que al regreso de este viaje, siete años después, en 1949,  Winétt de Rokha ya se encontraba gravemente enferma. Finalmente falleció  producto de cáncer el 7 de agosto de 1951. 
             
            Pero  antes de terminar este somero recuento de su vida, no puedo dejar de ligar este  viaje por el mundo del continente americano, con el constante viaje que la  pareja vivió dentro de Chile, de casa en casa, de ciudad en ciudad,  fundamentalmente por razones económicas y laborales. Es claro entonces que los  viajes de los jóvenes o no tan jóvenes chilenos entre baúles y vapores que van  y viene de París, no tienen mucho que ver con esas estaciones de trenes de  provincia, con más canastos y maletas destartaladas que baúles tipo ropero para  cruzar el océano. Aunque no es el momento de intentar una respuesta, considero  interesante preguntarse acerca de cómo influye esta diferencia social y  económica (aunque pareciera ser en este caso fundamentalmente económica) del  contexto del artista en la creación de la vanguardia chilena. 
             
            Después de lo expuesto podría decirse con justeza que Winétt de Rokha,  tanto en el ámbito personal como en el público, fue una mujer cuya vida y obra,  fuertemente entrelazadas, se resiste a clasificaciones simplistas. De filiación  más bien tradicional, pues proviene de una familia católica observante de la  “sociedad santiaguina” del 1900 -que como vimos incluso tenía aspiraciones de  alta nobleza-, opta a lo largo de su vida por el amor de pareja, con sus penas  y alegrías, por el arte como forma de vida, y por afiliarse a ideologías que  decididamente buscan la justicia social y van en contradicción  con su medio social de origen. Como afirma el  poeta Francisco Véjar: “Perteneciente a una familia de fervientes lectores,  Winétt supo fundar otra que asimismo originó grandes artistas y poetas con un  papel preponderante, tanto en Chile como en el exterior”(12). Termino este  recorrido personal y familiar de Winétt con una confidencia que ella les hizo a  sus hijas poco antes de morir y que Lukó recuerda hasta el día de hoy de  memoria. Reproduzco literalmente: 
           
          
            Antes de morir nos llamó a las  cuatro hijas mujeres y nos habló: “Sé que ustedes todos han disimulado muy  bien, pero sé que me voy a morir. Pero no lloren por mí, no me lloren, porque  resulta que yo he sido una mujer que ha tenido los mejores hijos y el hombre  más maravilloso del mundo, y he sido la mujer más amada del mundo. Hubiera  querido ver a mis nietos crecidos, pero eso no podrá ser.”(14) 
               
             
             
          ALGO ACERCA DE SU  OBRA 
          Su producción literaria se inicia con la publicación de textos en las  revistas Zig-Zag (donde escribe  algunos versos dedicados a San Francisco de Asís), y Numen, bajo el nombre de L. Anabalón Sanderson.  Posteriormente, en 1915, firmando con el  seudónimo de Juana Inés de la Cruz, presentó sus dos primeros libros: Horas de sol, “colección de prosas que  dan cuenta de una personalidad inquieta y romántica, como sostiene Manuel  Magallanes Moure en el prefacio al libro” (Véjar) y el poemario Lo que me dijo el silencio. El año 1917  es incorporada en la antología Selva  Lírica.(15)  Luego le siguen: Formas del sueño (1927), Cantoral (1925-1936) publicado en 1936 y que incluye el poemario anterior; Oniromancia (1936-1943), El valle pierde su atmósfera (1949),  poemario publicado primero como parte de Arenga  sobre el arte junto con Pablo de Rokha, y Suma y destino (1951). Este volumen contiene su obra poética  anterior e incluye el poemario póstumo, Los  sellos arcanos, más un prólogo de Juan de Luigi, el borrador en facsímil de  la carta a Gombrowicz. También presenta Prolegómenos  a una gran expresión de América, que es un extenso dossier acerca de la  obra de Winétt recopilada por Pablo de Rokha, y se cierra con una sección que  bajo el título Cronografía muestra un  no despreciable archivo fotográfico. En forma póstuma se publica Antología, también de poemas y Mundo de figuras, que contiene teatro,  novela, ensayo, cuentos y artículos polémicos, ambos libros publicados en 1953. 
          Si tuviésemos que contextualizar la obra  poética de Winétt de Rokha dentro de la creación de otras mujeres de su época  tales como Mariana Cox Stuven, Shade,  (1882-1914), Inés Echeverría Larraín, Iris,  (1869 1949) o Teresa Wilms Montt (1893-1921), se puede apreciar que esta no  calza con el denominado “espiritualismo de vanguardia” (término acuñado por  Iris) que las caracteriza, ni tampoco dentro del “feminismo aristocrático” que  apunta y desarrolla Bernardo Subercaseaux.(16) Cabe preguntarse si nuestra autora forma parte de la sensibilidad  estética, visión de mundo y modo de vida de estas mujeres de la aristocracia  chilena de comienzos del siglo veinte. Considero cuestionable que la obra de  Winétt de Rokha forme parte de este universo pues ella, al contrario,  evoluciona desde una sensibilidad espiritual y específicamente de religiosidad  cristiana católica, hacia una concepción laica y materialista tanto en su  concepción del arte como en su relación social y política con el mundo. En su  carta a Gombrowicz el año 1946 ella afirma: 
           
          
            “La forma religiosa, en poesía, es la administración del yo,  sirviéndole, esa poesía de estallido y defensa propia. La forma laica es el  arte colectivo, o sea, el marxismo” pero luego, matizando una postura tan  pragmática continúa, “Los poetas no necesitan vinculaciones ex profeso con el  medio porque si son poetas están vinculados de hecho con su época y con  la humanidad que los rodea. Sin ello serían inexistentes. El arte no puede ni  debe descender a las masas, esto sería despreciarlas. Son las masas las que  deben ascender hacia el arte”. 
           
          Podría pensarse, más bien, que la afiliación de Winétt de Rokha está más  cercana al quehacer y creación de mujeres de sectores medios tales como Olga  Acevedo (1895-1970) y Gabriela Mistral (1889-1957), o intelectuales como Eloísa  Díaz (1866-1950) y Amanda Labarca (1886-1975), que como sabemos es una figura  ineludible en el pensamiento feminista chileno por su eficiente lucha en favor  del desarrollo intelectual y la participación social de la mujer. ¿Coincidiría  la vida y obra de Winétt con ellas? Puedo decir que parcialmente, pues dentro  de la disputa cultural entre tradición y modernidad que se vive en la época,  nuestra autora está dividida entre una “marca de clase” dada por una filiación  de origen que la vincula a un grupo social determinado, y sus opciones personales  que la van afiliando a otras realidades a lo largo de su vida. En este sentido,  si acudimos a la división que Subercaseaux  establece del discurso feminista de la época entre uno aristocrático cristiano  -donde estaría el primer grupo- y otro más bien mesocrático y laico -donde  podrían ubicarse las segundas-, Winétt de Rokha pertenece al primero por  filiación, pero se afilia al segundo por opción.(17)  
            Por otra parte tenemos a una Winétt que escribe poemas a Lenin, y con  referencia a España, da mitines antifranquistas y dedica también poemas a La  Pasionaria, otro al «Frente Popular 1937»(18) y uno dedicado a  los niños de la Unión Soviética que tuvo muchísima difusión y del que  destacamos algunos versos: 
           
          
            
              Hacia su corazón  de flor, los huracanes 
                del mundo y sus  ocasos, 
                niño de azul  entraña, dulce, 
                encendida al sol  del norte, del oriente, 
                proletario de  mañana, dueño del trigo, 
                del pan, del  techo alegre de palomas 
                y el cielo para  la ventana.  
               
             
           
          Ahora bien, si hacemos un breve itinerario de la  recepción de su obra literaria, tendríamos que datar su consagración oficial  como poeta con la inclusión en Selva  lírica, el año 1917. Allí, bajo el nombre de Juana Inés de la Cruz, en una  sola página, se aprecian: una foto de estudio que realza su belleza, una breve  reseña de su creación, dentro de la que se mencionan Horas de sol y Lo que me dijo  el silencio, y tres breves poemas. El tenor de la reseña es elocuente desde  la primera línea: “A rivalizar con los portaliras de este país llegaron  Gabriela Mistral, Victoria Barrios, Olga Azevedo, Berta Quezada, Aída Moreno  Lagos, Juana Inés de la Cruz. (Este último es un pseudónimo que nada tiene que  ver con el nombre de la sermoneadora sor y poetisa mejicana)” para, luego de  algunos comentarios acerca de su obra poética, expresar que: “Juana Inés de la  Cruz habla, a media voz, de un romance casi platónico, casi extraterreno. Su  frase es titubeante; pero extraña el germen de un estilo nutrido de expresiones  vagas, imprecisas, como la sensación que ella trata de producir de lo  misterioso, de lo indefinible. Su literatura es reminiscente; pero ya se  diseñan en ella muñones de alas propias”(19), para rematar  diciendo”: “Gabriela Mistral, ya consagrada, posee un estilo varonil; Juana  Inés de la Cruz, incipiente aún, es intensamente femenina” (437).  
           En la antología de Oreste Plath Poetas  y poesía de Chile, publicada el año 1941, también se hace una interesante  mención de nuestra autora pues, además de la publicación del extenso poema,  “Santiago ciudad”, y de “Abrazo o racimo”, ambos textos de Cantoral, el autor afirma que desde Formas del sueño (1927), su obra tiene un valor que “la muestra  definida en la poesía de vanguardia chilena” (Plath, 51). Por otra parte,  Antonio De Undurraga también la incluye en su Atlas de la poesía en Chile (1958), y aunque incluye cuatro poemas  de Cantoral (“Cabeza de macho”, “Ley  de Moisés”, “Vida de Virgilio” y “Amarilla y flor de agosto”) la valida como  poeta solo debido a la influencia de su marido: 
           
          
            Pronto, el  destino la identifica y funde, en matrimonio, a la órbita de un poeta: Pablo de  Rokha. Y su espíritu en contacto con un barroco que busca el gigantismo, dotado  de esencias afrodisíacas (según concepto de Nietzsche) y dialécticas, coge  nuevos volúmenes líricos y se desenvuelve en un segundo período exento de convencionalismos.  
             
           
          Siguiendo este recorrido de la recepción de su  poesía, Juan de Luigi es uno de los primeros y más atentos lectores de su obra.  De él son los prólogos, tanto de Suma y  destino (1951), como el de la antología de su obra poética publicada después  de su muerte en 1953. Destaco dos citas, en la primera de Luigi, al contrario  de la visión de De Undurraga, delimita la creación de Winétt en relación a la  de su marido diciendo: “pareja inseparable en la vida y que la muerte ha  deshecho; personalidades distintas en el arte, distintas no en su origen  artístico ni en sus metas populares; pero sí en su ritmo, en su esencia, en sus  métodos creadores, en el sello de su poesía”.(20) Y luego con respecto a la poesía propiamente tal afirma que:  "Winétt crea mediante asociaciones esenciales; lo perceptible material se  extiende y se une con elementos puramente mentales que adquieren forma, color y  peso" (Antología, XXVIII).(21) 
           Si  avanzamos a la década siguiente, una selección de poemas de la autora aparece  en la antología La mujer en la poesía  chilena (1963)(22). En la presentación que antecede la selección  de los poemas incluidos se afirma que, a diferencia de El valle pierde su atmósfera (1951) que se denomina como un “poema  madurado en las sombras movedizas de lo onírico y lo subjetivo”, de sus tres  libros anteriores –Formas del sueño (1927), Cantoral (1936) y Oniromancia (1943)- se dice que “el  trazo del verso es más cotidiano, casi objetivo. Acaso sea una pintura a veces,  donde el color destaca, asoma su rostro ya doloroso, ya alegre”.  Y si seguimos avanzando en el tiempo y llegamos a la década de los noventa, en  otra antología que la incluye, la de Eugenia Brito (1998)(23), se la presenta como una de las mujeres  que con éxito introduce la temática social en la poesía, pero se agrega también  que: “Asimismo, es la primera de un conjunto de mujeres en hacer entrar en la  observación de los objetos de la naturaleza y del paisaje humano la arista que  hace quebrar un estado de las cosas para hacer intervenir una dimensión “otra”  que convierte la primera en una especie de alegoría”. 
          Para concluir, me interesa destacar que las percepciones críticas  anteriores acerca de la obra de Winétt de Rokha también la validan como una  gran autora. Una creación que liga y une lo esencial - mental con lo material,  hasta el punto de percibirse en el texto poético “forma, color y peso”, como  afirma de Luigi; una poesía de verso cotidiano donde el trazo, casi objetivo  que presenta poemas que pueden parecer pinturas y donde destaca el color, asomando  un “rostro ya doloroso, ya alegre”, como se establece en la antología de los  años sesenta y, por último, la referencia en la antología de Brito de una  poesía que se relaciona con los objetos, ya sea de la naturaleza o del “paisaje  humano”, y que es capaz de observar la realidad desde una “otra” perspectiva,  confirman la necesidad de difundir y leer más acuciosamente la obra de esta  poeta. Y no solo por el valor que contiene esta creación en sí misma, sino  también por la dimensión que adquiere dentro del contexto en que se sitúa, y  por todas las implicancias que su poesía desplegó y sigue desplegando en el  medio cultural chileno y latinoamericano.  
          Me atrevo a afirmar que  Winétt de Rokha tuvo una vida inédita y creó una obra sorprendente e inquietante  que aun se resiste a ser clasificada dentro de los estereotipos que nos ayudan  a ordenar la realidad. Fue una mujer en donde el yo fue siempre ella y “otra”. Mujer  en la que dialogan muchas mujeres: la hija, la nieta, la amante, la madre, la  artista, la que piensa acerca del arte, la luchadora por la justicia social. Y  fue la creadora de una obra en la que conviven, ya antes de entrar en ella,  diferentes autorías: nombres femeninos, masculinos, de pintor, de monja. Fue  una poeta capaz de crear con la palabra voces que rompen los límites entre lo  visual y lo espacial, lo lingüístico y lo temporal, a través de una escritura  poética moderna, vanguardista, y donde los pensamientos se esquematizan hasta  el último límite, la descripción se reduce a uno o dos términos justos,  precisos y las imágenes se convierten en verdaderas concentraciones de  pensamientos.  
          En otras palabras, considero que Winétt de Rokha, explotando el tema mínimo y escanciando en vaso pequeño, como se  comenta en Selva lírica ya en 1917,  en un gesto que va mucho más allá de sus alegrías y dolores personales, fue  capaz de plasmar sobre la página variados objetos, retratos o escenas  cotidianas, que muestran los lados luminosos u oscuros de la realidad personal  y social en un estilo propio, independiente, que aunque no estemos plenamente  conscientes todavía, ha hecho escuela dentro de la poesía chilena e  hispanoamericana.  
           
          María Inés  Zaldívar 
  Pontificia  Universidad Católica de Chile 
            
           
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          BIBLIOGRAFÍA 
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            - De la Cerda E,  María Soledad. “Pablo de Rokha, la fragilidad de un duro”, Revista Qué pasa, (3 de  Febrero de 2002). 
             
            - De Undurraga,  Antonio. Atlas de la poesía de Chile.  Santiago de Chile: Editorial Nascimento, 1958. 
             
            - Lizama,  Patricio. Jean Emar. Notas de Arte. Santiago de  Chile: RIL, Dibam, 2003. 
             
            - Molina Núñez,  Julio, Araya, Juan Agustín. Selva lírica.  Estudios sobre los poetas chilenos. Santiago de Chile: Dirección de  Bibliotecas, Archivos y Museos y LOM Ediciones, 1995. 2ª edición facsimilar.  (1ª edición 1917). 
             
            - Nómez, Naín. Antología crítica de la poesía chilena. Tomo  II. Santiago: LOM ediciones, 2000. 
             
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            - Rokha, Pablo de. El amigo piedra. Autobiografía. Santiago  de Chile: Pehuén Editores, 1989. 
             
            - Winétt de Rokha.  (Firmado como Juana Inés de la Cruz). Lo  que me dijo el silencio. (Portada de Germán Luco Cruchaga). Santiago 1915.  (Poemario), editorial no identificada. 
             
            ___. (Firmado  como Juana Inés de la Cruz). Horas de Sol.  Santiago 1915. (Colección de prosas breves, con prefacio de Manuel Magallanes  Moure) editorial no identificada. 
             
            ___. (Firmado  como Juana Inés de la Cruz), en Selva  lírica : estudios sobre los poetas chilenos de Julio Molina Núñez y Juan  Agustín Araya, (O. Segura Castro), (1ª edición) Santiago de Chile: Soc. Imp. y  Lit. Universo, 1917; (2ª edición, facsimilar). Santiago : LOM Ediciones, Dibam,  1995. xxv, 488 p. 
             
            ___. Formas del sueño. Santiago: Kloo,  Editor, 1927. 
             
            ___. Cantoral. (Portada de Pedro Olmos),  Santiago, 1936. sin editorial identificada 
             
            ___. Oniromancia. (Portada de Lukó de Rokha)  Santiago de Chile: Editorial Multitud, 1943. 
             
            ___ y Pablo de  Rokha. El valle pierde su atmósfera. Incluido  en Arenga sobre el arte.  Santiago de Chile: Editorial Multitud, 1949. 
             
            ___. Suma y destino, poemas. Santiago de  Chile: Editorial Multitud, 1951. 
             
            ___. Antología, poemas. Santiago de Chile:  Editorial Multitud, 1953. 
             
            - Steiner,  Wendy. The Colors of Rhetoric. Chicago:  University of Chicago Press,1985. 
             
            - Subercaseaux, Bernardo. Genealogía de la Vanguardia en Chile.  Santiago: Ediciones Facultad de Filosofía y Humanidades Universidad de Chile. Serie  estudios, 1998. 
             
            ___. Inés Echeverría (Iris) Alma femenina y mujer  moderna. Antología. Santiago: Cuarto propio, 2001. 
             
            ___. Historia de las ideas y de la cultura en  Chile. Tomo III. El centenario y las  vanguardias. Santiago: Editorial Universitaria, 2004.- Urzúa, María,  Adriasola, Ximena. La mujer en la poesía  chilena. Santiago de Chile: Editorial Nascimento, 1963. 
             
            - Véjar, Francisco.  “Poeta y musa de alto vuelo”. Revista de  Libros Diario El Mercurio, sábado 18 de mayo, 2002. 
             
- www.memoriachilena.cl
  
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          NOTAS 
          
            
                          
              (1) La presente introducción es una reescritura del texto “Winnét de  Rokha y la vanguardia en Chile” aparecido en Anales de literatura chilena Nº 6 año 6, diciembre 2005. 
                (2) El texto que utilizaré como referencia en las citas de los poemas  de Winétt de Rokha será: Suma y destino, poemas. Santiago de Chile: Editorial  Multitud, 1951. 
                (3) Ver en Francisco Véjar, “Poeta y musa de alto vuelo”. Revista de Libros Diario El Mercurio,  sábado 18 de mayo, 2002.  
                (4) Ver en Naín Nómez. Antología crítica de la poesía chilena. Tomo II. Santiago: LOM, 2000.  
                (5) Adoptaré su nombre Winétt de Rokha, o simplemente Winétt para  referirme a la autora. En una entrevista que sostuve en noviembre del 2004 con  su hija Lukó de Rokha, pude aclarar algunos aspectos respecto al nombre Winétt. Según ella, este fue simplemente  un nombre inventado por sus padres por considerarlo bonito, especial, tal como  lo hicieron con su propio nombre Lukó. Es interesante considerar que en la  intimidad y la vida familiar, Pablo de Rokha siempre y hasta el final de sus  días la llamó Luisita. Con respecto a su fecha de nacimiento, en algunas  biografías Winétt aparece nacida en 1892 y otras en 1896, pero Lukó asegura que  tanto su padre como su madre nacieron el mismo año, 1894. (6) Cita tomada de Carta  perdida a Carlos de Rokha. En Pablo de Rokha. Epopeya del fuego. Antología.  Santiago: Editorial Universidad de Santiago, 1995. 
                 (7) Las citas, desde la de Lukó hasta la de Flor, la menor, fueron  tomadas de: María Soledad de la Cerda. “Pablo  de Rokha, la fragilidad de un duro” en Revista  Qué pasa, 03 de Febrero de 2002. 
                 (8) Ibid.  
                (9) Parte de la entrevista que sostuve con Lukó de Rokha el 2 de  noviembre del 2004.  
                (10) Ver en María Soledad De la Cerda. “Pablo de Rokha, la fragilidad  de un duro”. Revista Qué pasa, 03 de Febrero de 2002.  
                (11) La información presentada forma parte de la entrevista que  sostuve con Sonia Tagle el 20 de abril del 2007.  
                (12) La revista Multitud, cuyo  primer número apareció en enero de 1939, estuvo -en términos generales-  dedicada a la difusión de valores antifascistas. Asimismo, se posicionó como un  atento testigo de la realidad política, económica y social de nuestro país.  (cfr. Página web memoriachilena.cl)                   
                (13) En Suma y destino, en  la sección Cronografías y bajo la foto de un recorte de periódico que contiene  el poema “Lenin” de Winétt de Rokha, aparece el siguiente texto: “Publicado en  1936 y traducido a varios idiomas, el “LENIN” de Winétt de Rokha es el primer poema que produce la lengua  hispana sobre el héroe mundial y es ella la primera mujer que canta a la gran  figura del siglo XX, a la altura de su enorme jerarquía”. Ver en página XLIX. 
                (14)  Tomado de entrevista del 2  de noviembre de 2004. 
                (15) Esta antología, que fue realizada por Julio Molina Núñez y Juan  Agustín Araya y publicada originalmente en 1917 bajo el título Selva Lírica. Estudios sobre los poetas chilenos, es un extenso tomo de 488  páginas que fue reeditada recién en 1995, en edición facsimilar. 
                (16) Ver en Genealogía de la  Vanguardia en Chile, (1998); Inés Echeverría (Iris) Alma femenina y mujer moderna. Antología (2001);  e Historia de las ideas y de la cultura  en Chile. Tomo III. El centenario y las vanguardias (2004).  
                (17) Dos ejemplos que pueden ilustrar esta dualidad son: por un lado  la elegancia en el vestir de Winétt de Rokha (que incluía guantes y sombrero  cuando la ocasión lo ameritaba), confirmada tanto por el testimonio fotográfico  que quedó, como por sus hijas, que aseguran que su madre vistió siempre de  punta en blanco, elegante y distinguida tanto dentro de su casa como en lugares  públicos. A este respecto Lukó me relata que, aunque sus abuelos no le  facilitaron el piano que su madre siempre tocó en su infancia y primera juventud,  al salir de la casa paterna, su abuela se preocupó con extremo cuidado de que  Winétt vistiera como correspondía según ella, a “su clase”.  
                (18) El poema “Frente popular en 1937” finaliza diciendo; “¡Por la  aurora de tus reivindicaciones, multitud!/ por el pan y la libertad obreras,/  por los puños sagrados de tus trabajadores”(119). 
                (19) Es curioso anotar que esta expresión tener “muñones de alas  propias”, remite al cuento –muy posterior- de María Luisa Bombal;  específicamente a la situación de la mujer/gaviota de “Las islas nuevas”.  
                 (20) Cita tomada de, Winétt de Rokha. Antología, poemas. Santiago de Chile: Editorial Multitud, 1953. página  XXIII  
                (21) Un ejemplo que pone de Luigi es el poema "Santiago,  Ciudad", donde dice: "Ciudad americana, atrevida y triste, / te ciñe  un cerco alto, desde donde te cae / aquel influjo blanco y boreal de las nieves  calladas. / Torres como llamas, rascacielos que iluminan la tarde, / avenidas  hacia el horizonte, plazas amorosas, campanarios de ayer".                     
                (22) Ver en María Urzúa y Ximena Adriasola. La mujer en la poesía chilena. Santiago de Chile: Editorial  Nascimento, 1963.(23) Ver en Antología de poetas  chilenas. Confiscación y silencio. Santiago: Dolmen, 1998. 
               
               
             
            
            
           
           
             
  
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