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María Inés Zaldívar: "Me siento básicamente cuerpo"
Mano abierta, Mané Zaldívar. Fondo de Cultura Económica, 2018, 242 págs.

Por Pedro Pablo Guerrero
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio, 1 de abril de 2018



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Cinco poemarios ha publicado María Inés Zaldívar, desde Artes y oficios (1996) hasta Bruma (2012). Por eso el título, Mano abierta, de la antología que próximamente editará Fondo de Cultura Económica y que presentarán Adriana Valdés y Manuel Silva Acevedo, el 19 de abril, en la Librería del Fondo Gonzalo Rojas. "Mano, por los cinco dedos, y abierta porque es como entregar esos libros de los que, en muchos casos, ya no quedan ejemplares", explica Zaldívar, escritora y académica de literatura, en la oficina que ocupa en el campus San Joaquín como directora de Extensión y Educación continua de la Facultad de Letras de la Universidad Católica.

Es la primera poeta chilena viva que aparece en la colección Tierra Firme, donde se han publicado antologías de autores como Gabriela Mistral, Gonzalo Rojas, Nicanor Parra, Jorge Teillier y Enrique Lihn. "Es muy fuerte pensar en esto", reconoce. "De alguna manera, es un regalo. Me impresiona el hecho, porque yo nunca he estado 'en el mercado', por así decirlo", afirma Mané Zaldívar, nombre que utiliza por primera vez para firmar un libro: "Es algo que me daba vueltas desde hace tiempo y ahora me decidí. Siempre me han llamado así, desde que tengo recuerdo ha sido el nombre más íntimo y familiar que ahora se extiende a mi mundo poético. Además, suena mejor, ¿no?"

Doctorada en la Universidad de Rutgers, con una tesis sobre la poesía de Ana Rossetti y Gonzalo Millán (quien posteriormente se convirtió en su pareja), Zaldívar enseña poesía medieval, del Siglo de Oro español y chilena contemporánea. En sus 20 años de docencia ha aprendido que la poesía tiene sus propios caminos y que no por mucho madrugar amanece más temprano. "Yo siempre he escrito poesía, porque es importante para mí hacerlo como parte de mi vida", dice. "Una escritura sin pausa y sin prisa, porque nunca he tenido interés, ni de vivir de ella, ni de hacerme famosa, sino de hacer lo mejor que pueda. En ese sentido, valoro mucho la poesía de Cecilia Casanova, con la que me identifico, aunque no en un registro tan escueto".

¿Por qué cree que la eligieron a usted?
— No sé. Eso habría que preguntárselo a los editores, porque no es algo que haya buscado, ni por lo que haya presionado. El lobby no es lo mío. La verdad es que yo también me asombro. Por otra parte, me digo, y tengo que ser clara en esto, sin caer en la falsa modestia, que quizás mi poesía tiene méritos para que eso suceda. Como también lo tienen muchas otras poetas. No creo tener la exclusiva, ni mucho menos. Más que en imágenes únicas, creo en el colectivo. Me tocó a mí ahora, me alegra muc

ho y espero que sea una puerta que se abre para otras voces de grandes poetas que tenemos en Chile.

Mano abierta contiene poemas seleccionados por la autora y el poeta Carlos Decap, designado por FCE como editor del libro. "Es un gran poeta y una persona muy querida. La idea era que fuera casi todo, pero tuvimos que hacer una selección. En el proceso, modifiqué algunas cosas, hay variantes de palabras, incluso de versos. Las omisiones de poemas que quedaron fuera tienen mucho que decir. Además, Carlos me pidió, al final, que le mandara unos siete poemas inéditos para que fuera algo de lo que estoy haciendo ahora. Me tuve que aplicar, porque tenía cosas muy deshilachadas escritas en cuadernos. Con todo el trabajo académico acá en la universidad tenía muy relegada la creación".

El prólogo del crítico chileno Jaime Concha, distinguished professor de la Universidad de California (San Diego), estuvo comprometido desde el principio. "Había comentado antes algunas cosas mías, y tenemos una relación de amistad", dice la poeta. La portada del libro es un cuadro de Paul Cézanne, "Fruta", que propuso María Inés Zaldívar. Las paredes de su oficina están llenas de reproducciones del artista francés. "Soy una enamorada de Cézanne y, sobre todo, de sus naturalezas muertas", comenta. "Me cautivan su color y su forma, pero también siento en ellas una atmósfera de silencio. Esa belleza muda, pero al mismo tiempo con carne, como digo en el poema 'Manzanas'. Still life llaman en inglés al bodegón o naturaleza muerta. Es algo que está vivo y no vivo al mismo tiempo, y que por lo tanto permanece. Como la idea, tan maravillosa, pienso, de Cervantes: ese gesto increíblemente potente de matar a don Alonso. Cuando algo se silencia y se paraliza en todo su esplendor, eso va a permanecer. Las naturalezas muertas de Cézanne son las más vivas que conozco. Pareciera que olieran y tuvieran sabor".

En el contexto de la Generación del 80, en la que se ubican autores como Elvira Hernández y Thomas Harris, la obra de María Inés Zaldívar es de aparición tardía. "Tengo un desfase de diez a 15 años", dice la autora. "Eso lo estudié y en la poesía de mujeres suele haber un desfase en relación a la escritura de hombres. Generalmente hay un primer libro y después un silencio largo. Por diversas razones. En mi caso, hice familia, tuve hijos, construí toda una historia en la cual la escritura de poesía no era ni siquiera una alternativa. Estaba instalada en la maternidad y en la docencia".

Su primer poema nació en 1993, durante un viaje que "destapó algo" en su vida personal, entre rupturas, cambios y separaciones. "Yo creo que antes escribía sin escribir. En mi disco duro se fue gestando una manera de pensamiento entre epigramático y poético. Escribía cartas. No tenía el interés de convertirlas en textos líricos ni extensos, solo eran mi comunicación con el mundo y personas determinadas. Mi primer poema, el primero que identifiqué como tal, surgió cuando estaba fuera de Chile y mi hijo menor, que estaba enfermo, me mandó una carta, como afiebrada, en la que había escrito el cuento de un dragón. Yo le contesté con un texto como para niños. Después revisé esa carta en el computador y la convertí en un poema: 'Carta a Rodrigo'. Nunca lo he corregido".

Hija mayor de una familia católica, criada en colegio de monjas, María Inés Zaldívar no estudió literatura para ser escritora. "Yo quería ser profesora", recuerda. "Tenía toda una idea de mi función pedagógica imbuida por la Doctrina Social de la Iglesia post Vaticano II. Había que educar a agentes de cambio social. Fui lectora desde muy chica, fanática de los libros de Tarzán. Cuando aparecía Jane era lo máximo. Esa cosa entre medio romántica, de aventura y la naturaleza salvaje. Esa trilogía era perfecta. Seguí leyendo y leyendo, cada vez más, pero siempre lo hacía pensando cómo lo podría transmitir en clases".

¿No le pasó como a ciertos autores que, después de aprender análisis literario, se bloquean al escribir su propia literatura?
— Yo creo que en eso soy esquizofrénica, porque cuando escribo me olvido absolutamente de todas las teorías. Entro en otro registro. Me sirve lo aprendido, pero no tanto las teorías literarias, sino lo más básico: saber gramática, redacción, no tener mala ortografía y quizás manejar un vocabulario amplio. Pero te podría decir que todas las teorías poéticas que he tenido que leer y que enseñar, partiendo de la Poétic a de Aristóteles y llegando hasta los estudios culturales contemporáneos, van en otro registro. Afortunadamente logro separarlos. Además, cuando yo leo poesía huelo si hay andamiajes teóricos detrás, y no me gusta. No le creo a ese poema.

En el prólogo "Zaldívar o las metamorfosis del cuerpo", Jaime Concha postula la existencia de un "fisicalismo" como sustrato de la visión poética de la autora, que coincide con las leyes físicas del mundo y pone al cuerpo como base de la experiencia, radicando la sexualidad en el orden de lo físico, no de lo orgánico. ¿Lo había pensado? "No", responde la escritora. "Pero cuando lo leí, pensé que estaba haciéndome el mejor de los psicoanálisis. Como ser humano, yo me siento básicamente cuerpo. Me percibo como materia. Materia que tiene color, sabor, temperatura. La diferencia entre cuerpo y espíritu me cuesta. Incluso, entre intelecto y cuerpo. Creo que el conocimiento se puede también saber con la lengua. Finalmente, todo está en el cuerpo. Creo que Jaime Concha, sin haberlo hablado nunca con él, me estaba calando muy hondo en el sentido de que, al ser lo que soy, escribo lo que escribo. Otra cosa que también me dijo, después, en un correo, es que un eje fundamental de mi poesía es el particular sentido del humor que tengo".

María Inés Zaldívar publicó su tercer libro, Naranjas de medianoche, en septiembre de 2006, un mes antes de la muerte de Gonzalo Millán, de la que habló en su libro siguiente, Luna en Capricornio (2010). "Fue una etapa durísima", recuerda. "Trataba de entender ciertas cosas y saber dónde estaba. Entonces, una amiga muy cercana me dijo que alguien me podría ayudar sacándome la carta astral. Yo tenía una cultura de terapias, pero esto era más esotérico. Lo hice y fue súper potente. Me dijo que había nacido con la Luna en Capricornio y me explicó lo que eso significaba. Me identifiqué mucho. Cuando uno está en momentos críticos de la vida, mi estrategia, más que ir hacia la locura o al desequilibrio, es replegarme. En ese encapsulamiento yo me construyo un mundo, que era lo que siempre hice de niña: la lectura, construirse una realidad paralela a través de los libros".

¿Le mostraba sus poemas a Gonzalo Millán antes de publicarlos?
— Teníamos una relación bastante simétrica. Los dos, en ciertos momentos, nos leíamos y nos aceptábamos comentarios mutuamente. Una de las cosas que compartíamos era eso, pero tampoco era el centro de nuestra vida. Además, igual yo tampoco me la creía mucho. Él se molestaba, me decía que escribiera más, me preguntaba cuándo iba a sacar otro libro y por qué no escribía todos los días. Me regalaba cuadernos... que yo ocupaba para preparar clases. Él era grafómano, y yo no, pues. En ese sentido, era muy generoso y muy apoyador. Nunca me sentí oscurecida, porque tampoco tuve mayor proactividad en el tema.

Le tocó revisar el manuscrito de "Veneno de escorpión azul", el diario que Millán escribió hasta su muerte.
— Fue tremendo. Digitalicé 700 páginas. Lo hice altiro porque me lo pidieron. Además, yo sabía que después iba a ser más difícil. Millán murió en octubre y trabajé todo el verano. En abril entregué el manuscrito, fue una paliza. Pero yo tenía un compromiso. Nobleza obliga. Suspendí todo tipo de duelo en ese minuto, era como una cuestión compulsiva, además que sentí una conexión potentísima con su escritura. Estaba haciendo lo que tenía que hacerse.

¿Lleva algo parecido a los cuadernos de Millán?
— No. Y eso es lo que él no soportaba. Mi forma de escritura es otra: cíclica, por etapas. Hay momentos en los cuales tomo una hebra, me meto en algo, y ahí sigo. Yo sé que ahora después de haber sacado estos siete inéditos va a llegar un momento en que me voy a sentar hasta tener un libro.

En "Invierno", el último de esos inéditos, hay una mujer que conduce un camión por la cordillera de los Andes. ¿Es usted?
— La vida de nadie es fácil. Cuando uno quiere vivir de verdad, intensamente y sin patrones establecidos desde fuera, es difícil. Tiene crisis, momentos duros. Hay un dicho que acuñé hace tiempo. Probablemente se lo oí a alguien. Cuando me dicen "¿vas a poder hacer esto?" Yo respondo: "Chis, pero si yo he manejado camiones". Esa es la idea. Uno hace lo que sea. Al final aperra. Aunque yo pueda parecer, lo sé, el estereotipo de una mujer que nunca ha manejado camiones.



 

 

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María Inés Zaldívar: "Me siento básicamente cuerpo"
Mano abierta, Mané Zaldívar. Fondo de Cultura Económica, 2018, 242 págs.
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