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“Escribir no es solamente inspiración, sino también decisión”,
entrevista a María Inés Zaldívar

Por Bárbara Bustos
Publicado en Taller de Letras N°68, Primer Semestre, 2021




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Sobre su recopilación Década (2009), editada en España, la autora española Selena Millares escribió: “La navegación poética de Zaldívar supone una personal y madura exploración en el tan erosionado territorio de la palabra... y la lectura de cada poema se convierte así en un apretón de mano, un arrimar el hombro al de un amigo, un sentirnos en casa”. Profesora de Castellano, se doctoró en Literatura en la Rutgers University y hasta la fecha enseña, especialmente literatura medieval y del Siglo de Oro español y poesía chilena en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Su primer poemario fue Artes y Oficios (1996), al que le siguieron cinco publicaciones sin contar la más reciente, Mano abierta (2018). La escritura poética, tal como consta en la presentación de su último libro de ensayos Lecturas de poesía chilena (2019), es para ella un “ejercicio vital e irrenunciable”.

Lo que más añora Mané Zaldívar respecto a su vida antes de la pandemia, “es la presencia, el cuerpo, la cosa de mirarse en la presencia, de sentir a las otras personas sensorialmente; porque, aunque ahora se han agudizado algunos sentidos como el ver y el oír, otros, como oler y tocar, que permiten percibir los pequeños gestos del cuerpo y de sus expresiones, ya no se pueden percibir como antes y eso es fuerte”. Una de estas experiencias tuvo lugar en mayo de este año cuando nació su último nieto, al que ha visto una vez, a dos metros de distancia y con mascarilla. Sin embargo, el encierro le ha dado la posibilidad de tejer, leer por gusto y nuevamente sentarse a escribir poesía, lo que se le dificultaba por la carga académica y laboral que antecedió a estos meses.

En una entrevista señaló que escribe por etapas, no como una rutina. En ese sentido, ¿diría usted que existe una separación entre la ‘necesidad’ y la ‘inspiración’ por escribir?
—Yo diría que existe de alguna manera, en mí caso por lo menos, una necesidad que permanece. Me doy cuenta que siempre necesito escribir, en realidad, no sé si sea sólo de escribir, sino instalarme desde la poesía para vivir. La inspiración puede venir en cualquier momento, pero la necesidad de traducir en escritura las diversas percepciones, el día a día, no siempre es posible. En mi caso porque siempre he  tenido una ‘vida real’, no poética, que me ha hecho dejar un poco de lado o postergar ese momento de inspiración, ese tiempo de reflexión que supone concentrarse y dejar lo demás por la escritura. Muchas veces esa “inspiración” se va y de pronto me doy cuenta que ando mal genio, inquieta.

‘Traducir’ en poesía es liberar la carga que se acumula al postergar la inspiración, y al hacerlo, Mané Zaldívar dice sentirse más ‘liviana’. Tiene la ‘fantasía’ de que al no tener hoy en día mayores responsabilidades económicas y de crianza con sus hijos y al dejar las obligaciones directivas en la universidad, pueda “gota a gota, poema a poema” armar algo. “Pero sabes qué pienso, que escribir, por lo menos en mí, no es solamente inspiración, sino también decisión. Es la decisión de decir ‘Mané, escribe eso que te está rondando’. Pienso que de alguna manera escribir supone cierto oficio, pero también es decisión”. Hace una pausa y remata: “Escribir es como pararse frente a un abismo... pararse en el borde de algo, que tú no sabes con qué te vas a encontrar, y además atreverse a intentar ponerle palabras a eso”.

¿Ese ‘atreverse’ tiene que ver con la ‘idea’ que pretende plasmar?
—No solamente con la idea, sino más bien con el atreverse a decir, que tiene que ver con diversas inhibiciones: frente al mundo que te rodea, frente a la propia imagen que uno tiene de sí misma, frente a lo que podrán decir tus personas más cercanas, frente, además, al dolor o lo que te pueda producir el escribir eso; o bien al revés, la nostalgia de escribirlo, o el goce enorme que te pueda dar. Luego vienen las aprensiones, tanto del cómo lo voy a decir, o acerca de si ‘¿me atrevo a decir lo que realmente quiero decir?’, o incluso previo, ‘¿estoy dispuesta a atreverme a mirar y ver lo que realmente podría decir?’

Respecto a ese atreverse que se debate entre las agallas y la reticencia, Mané Zaldívar, tiene claridad de que ella no escribe programáticamente, por temáticas. “No me funciona, ni me ha interesado hasta el momento, escribir sobre proyectos definidos previamente. Diría que más bien que ha sido un ejercicio que ha consistido más bien en ponerle palabras, y palabras escritas, a la forma en cómo voy asimilando el día a día, lo que voy viendo, lo que voy descubriendo, los miedos, las rabias, las alegrías, que no necesariamente tienen que ver con mis rabias o alegrías personales; muchas veces tiene que ver con las rabias, las alegrías y las esperanzas de otros, de otras, del colectivo, que pasan a través mío”.

Alguna vez señaló que valora mucho la poesía de la chilena Cecilia Casanova, y que su obra la interpreta, ¿a qué aspectos se refería?
—Al uso del lenguaje, fundamentalmente. Su lenguaje es un lenguaje sin estridencias, sobrio y sintético, que utiliza palabras “pasadas por cloro”, como ella misma decía. Me gusta la factura escritural que ella tiene, me gusta y me identifica. Plasma sobre la página cosas de todos los días, pero que de pronto al leerlas abren espacios que nos identifican inesperadamente y en profundidad. Soy un poco minimalista para eso, me gusta que la palabra caiga por su propio peso...

Jorge Teillier, en su prólogo para ‘Los juegos del sol’, señaló que en este libro la escritura de Cecilia Casanova se decanta hacia “la verdadera luz de la poesía”. ¿Este concepto tiene relación con lo que aludía anteriormente?
—Te lo voy a decir de una manera muy coloquial, un poco burda quizás, pero yo prefiero que haya muchas nueces y poco ruido. Como recién te decía, me gusta la sobriedad y la síntesis en el uso del lenguaje, porque encuentro que en ambas características hay algo de gracia y elegancia que me atrae. Además, pienso que un lenguaje directo y acotado, que no necesita tanta referencia cultural para ser comprendido, permanece. Es un poco lo que pasa con la buena literatura infantil; un buen poema para niños y niñas es un buen poema para cualquiera, pienso.

Su último poemario, la antología Mano abierta (2018), es el primer libro que firmó como Mané Zaldívar, más allá de que al ser consultada respondió que es un nombre más familiar e íntimo, ¿cree que esta nueva firma la define como una poeta distinta a la que ha sido?
—No me define como una poeta distinta, más bien tiene que ver con lo que te decía antes. Tiene que ver con atreverme a tomar partido por la poesía en el sentido que, siendo esta una expresión personal que pasa a ser pública a través de la publicación, supone dejar de lado los miedos, las autocensuras... En otras palabras, atreverse a adelgazar los límites entre lo privado y lo público en términos de escritura. Mané Zaldívar es algo que ha estado desde que tengo uso de razón, siempre me han dicho Mané, de hecho, para algunas personas soy La Mané. Es como acortar la distancia, entre la que escribe y el que lee.

Ha señalado anteriormente que le gusta mucho la obra de Paul Cézanne, ¿se podría extrapolar ese encanto que manifestó por las naturalezas muertas de Cézanne, en la poesía?
—Creo que sí. Las naturalezas muertas de Cézanne están vivas; se muestran aparentemente sin movimiento pero que sí lo tienen por la textura, el color y la forma. Creo que pasa lo mismo en poesía en el sentido de que un texto con palabras directas, no muy grande, sin demasiada adjetivación, sin mucha parafernalia, quizá puede provocar un movimiento y tener una intensidad. En ese minimalismo se desencadenan una cantidad de sensaciones y sentimientos que no necesitan reiterarse.

¿Cuándo en la poesía, y aquí la cito, “algo se silencia y se paraliza en todo su esplendor”?
—Esa es la búsqueda eterna, casi imposible o derechamente imposible. Es cuando logras la palabra justa, cuando dices ni más ni menos de lo que tenías que decir. Cuando el poema cuaja. Ahí quedó y si lo tocas para reescribir, lo matas.

Mané Zaldívar fue pareja del también poeta Gonzalo Millán por diez años, hasta la muerte de este en 2006. El 20 de mayo de ese año, dos semanas después que de Millán se enteró que tenía un cáncer pulmonar inoperable, se encerró en su casa y se volcó a escribir una bitácora de despedida que se titularía Veneno de escorpión azul (2007), la cual terminó doce días antes de morir, cinco meses después. “Él me dijo ‘mira Mané, lo que voy a hacer ahora es escribir y quiero que tú te encargues de que esto se haga un libro’”. Así fue como, tras el fallecimiento de Millán, la poeta se dedicó a transcribir los retazos del diario, unas 700 páginas, para luego editar el libro junto a Andrés Braithwaite. Zaldívar comentó que no se cuestionó el tomar y trabajar la obra, y agregó: “Fue horrible, pero yo tenía un compromiso. Él me hizo prometer y dije ‘lo voy a hacer, pase lo que pase’. Y lo hice”.

En la revisión del manuscrito Veneno de escorpión azul, ¿logró separar al autor de su obra?
—En esa edición va todo junto, no pretendí separar nada, me parece que tenía que ser así, no podía ser de otra manera. Hay muchas reescrituras o selecciones, por ejemplo, en donde él tenía tres opciones de unos versos y finalmente yo tomaba uno y lo acomodaba. Tuve cierta distancia para leer más lúcidamente, pero una distancia que también era personal. Teníamos una práctica de leernos y comentarnos mutuamente lo que escribíamos, por lo cual no me resultó tan difícil, porque percibía que Millán me iba dictando cosas... La verdad es que durante el proceso transcripción y reescritura ni me planteé la separación autor/obra, yo simplemente hice lo mejor que pude... Cumplí con lo que él me dejó encargado lo mejor que posible, y creo que quedó bien.

En 1998 escribió para El Mercurio el artículo ‘La Mirada de Millán”, donde aparece el concepto de la ‘poesía visual’, que en la obra de Millán se proyecta como imágenes “agresivamente realista(s)”. ¿Qué pasa a ser la belleza en este estilo poético?
—Yo creo que él siempre hizo poesía plástica. Sus imágenes fueron muy visuales, y de hecho en su primer libro, Relación Personal (1968), hay muchas imágenes grotescas y creo que la belleza está en lograr ese objeto artístico. Es como lograr que cuaje la armonía en eso, que funcione, que diga algo, que trascienda, que el texto, el poema, o la pintura de alguna manera hable por sí solo y hable más allá de lo que esta dicho.

En ese sentido, ¿existe un paragón entre la pintura de Cézanne y la obra poética de Gonzalo Millán?
—Ahora que tú me lo dices, sí, por eso me gusta tanto la poesía de Millán... Sí, creo que hay una relación entre las naturalezas muertas de Cézanne y la poesía de Millán, aparte de la ‘n’ final. Es mostrar con sobriedad, pero encerrando dentro de sí una cantidad de posibilidades.

¿En qué etapa de su vida, ha sido usted ‘la viajera’?
—Uy, siempre. Bueno, hubo un período de mi vida en que viajé mucho. Me ha tocado viajar fuera como académica y como poeta, también por un tiempo tuve un hijo que vivió por cuatro años en México, ahora tengo otro que vive en Francia. Además, es como una actitud interna, ¿no?, de estarse moviendo. Pero también, en lo más profundo habito en esa Luna en Capricornio (2010), es decir, en el espacio solitario e íntimo, en el replegarse; tengo esa cosa doble, de sociabilidad, por una parte, pero de ensimismamiento por otra.

¿Qué simbolizan los “pétalos de estas flores secas que guardo entre mis poemas más queridos”?
—No lo había pensado... Son un momento específico. Estoy pensando más en la adolescencia, en la flor que te regaló un amigo que te gustaba, o una amiga, o un hijo, o sea son los recuerdos; recuerdos que son queridos, que permanecen ocultos, y que son frágiles.

Actualmente, Mané Zaldívar está enfocada en dictar sus clases online y en escribir poemas que eventualmente podrían ser un libro. Dice que no se puede separar a Mané Zaldívar de su obra y recalca: “Yo creo que uno es lo que es”. Risueña y abierta, esta poeta logra lo que sólo los apasionados pueden hacer; contagiar ese amor por el arte y la poesía.

 



 

 

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