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El poemario más personal de María Inés Zaldívar

Por Muriel Alarcón Luco
Fotografías Sergio Alfonso López
Publicadas en revista Ya de El Mercurio. 13 de junio de 2017


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A poco de que se lance su antología, esta poeta y profesora de castellano de profesión, considerada "una de las más destacadas voces líricas femeninas del panorama actual", cuenta cómo se volcó a la escritura después de cumplir los cuarenta años. Tras una década de la partida de quien fue su pareja, el poeta Gonzalo Millán, María Inés habla de sus propias certezas y de los cambios en su vida.

"Bruma", de 2012, su más reciente poemario, está sobre la mesa del living.
- Yo pienso que esa zona inabarcable y muchas veces indecible es la poesía -dice María Inés Zaldívar, explicando el título. Es de palabras exactas. Puede pausar la conversación, estarse en silencio y retomarla, buscando la palabra precisa, como si hablar fuera para ella un arte de ensamblaje.

Profesora de castellano de profesión, poeta de oficio, crítica, ensayista, académica clave de análisis poético en la Universidad Católica, según el poeta Manuel Silva "una de las más destacadas voces líricas femeninas del panorama actual" y dueña de una poesía, de acuerdo con el escritor Alejandro Zambra, "de los sentidos, (de) un desarreglo armonioso y radical del cuerpo propio aproximándose decidida, al cuerpo ajeno", para María Inés -Mané- Zaldívar el último ha sido un año poético. Esto porque el Fondo de Cultura Económica lanzará una antología de su obra, una compilación de sus títulos "Artes y oficios" (1996), "Ojos que no ven" (2001), "Naranjas de Medianoche" (2006), "Luna en Capricornio" (2010) y "Bruma" (2012). También, porque a fines del año pasado, María Inés Zaldívar, quien fue la última pareja del poeta y artista visual chileno, Gonzalo Millán, muerto de un cáncer fulminante en 2006, habló por primera vez en público de su obra. Lo hizo a diez años de su muerte, frente a una audiencia pequeña, en el Espacio Estravagario de la Fundación Neruda. En esa ocasión, la editorial La Joyita Cartonera relanzó "La Ciudad", una de las míticas obras de Gonzalo Millán, pieza fundamental de las letras chilenas . El texto salió del archivo digital que ella guardaba. María Inés Zaldívar se refería a Millán en "un punto simétrico", dijo esa vez. Tras dos divorcios de dos parejas anteriores, la relación con él se había extendido por diez años -entre 1996 y 2006-. Ahora se cumplían diez años sin él.

-Fue intuitivo. Lo pensé como un rito, como que Millán me empujaba.

María Inés Zaldívar ni siquiera habló para el homenaje a su partida que había hecho meses antes la Biblioteca Nicanor Parra de la UDP, donde él fue docente y bajo cuyo sello hoy circulan sus obras clave.

-Fue un amor mutuo, generoso, del que nunca quise ni intenté y me cuidé de usufructuar -dice ahora María Inés-. Cuando murió me prometí no sacar ventaja ni ser "la viuda de Gonzalo Millán". Me dije: "Si yo escribo y mi poesía tiene valor va a ser porque tenga valor lo que yo hago". Y por respeto a él. Me parecía indigno. A mí no me sirve, de profesión, ser viuda. Es como seguir lamentando una pérdida.

LA EQUILIBRISTA

Hacerse poeta tomó tiempo. La hija mayor del abogado y ex diputado Alberto Zaldívar -hermano de Andrés y Adolfo-, egresada de Las Monjas Inglesas, estudió para ser profesora de castellano. Hacía clases desde que había salido del colegio, también trabajos en la Vicaría de la Solidaridad, en la población La Legua, en hospitales. María Inés Zaldívar se casó a los 19, tuvo un hijo a los 20, otro a los 24. A esa edad se separó. Hacerlo -dice- fue un primer síntoma de lo desajustada que se sentía.

-Estar en un colegio con gente de derecha me hacía sentir al margen. No quitaba ser considerada en mis opciones más personales la "niña bien". No perteneces a eso ni a lo otro.

María Inés Zaldívar se sentía como equilibrista.

-Es como vivir en una cuerda floja, donde lo que te rodea es el vacío y lo que permite que no te caigas es trabajar el mundo interno, lo que se cree profundamente.

Con tres hijos de un segundo matrimonio, sin abandonar su carrera de profesora en colegios, María Inés Zaldívar volvió a estudiar. Y cursando el Magíster de Literatura de la Universidad de Chile escuchó hablar de un Doctorado. Con 39 años, cambió el rumbo de su vida: dejó a su familia atrás, sus cinco hijos -los dos del primer matrimonio, los tres del segundo-, y partió, por dos años, a doctorarse en Letras en la Universidad de Rutgers en Nueva Jersey. Viajaba intermitentemente, cada cuatro meses. En esa itinerancia no tardó en saber que su segundo matrimonio debía durar hasta ahí.

Empezó a escribir de lo que mejor conocía: la vida doméstica, lo que marcó su niñez y adolescencia. Era la conquista de un nuevo territorio. Le permitiría, al volver, hacer clases en la universidad.

-Para mí fue un desgarro irme -admite-. Pero era una necesidad vital. Fue un dolor enorme pero, también, una intuición radical. Ya no quería hacer clases en colegios. Quería pensar, escribir, leer. Fue una certeza loquísima. Y me fui. Quemé las naves y me fui.

- ¿Cuál era su certeza?
- Que lo único que podía dejarles a mis hijos era el ejemplo de una persona que hasta el extremo, hasta ese extremo, incluso dejándolos, se la jugaba por lo que creía que tenia que hacer.

- ¿Qué aprendió en esos años de soledad?
-Que uno tiene que intentar vivir y construirse una vida a la altura de sus sueños.



LA SZYMBORSKA CHILENA

Su primer acercamiento con Millán fue al estudiar su obra durante su doctorado en Rutgers. Millán era considerado, según Roberto Bolaño, dueño de "una de las poesías más consistentes y lúcidas ya no solo en el panorama chileno, sino latinoamericano".

Lo conoció cuando, de paso por Chile, los presentaron en una lectura de poesía. Él era un hombre separado, diez años mayor, que había desarrollado su carrera en el exilio. Vivía en Holanda. Ella en Estados Unidos. Se reencontraron años después, ya ambos de regreso en Chile, y se volvieron pareja.

-Me cautivó su poesía, nada de pretenciosa, de pocas palabras, que eran como cuchillos. Podaba, limpiaba y dejaba ahí lo justo, como un orfebre. Y cuando lo conocí me sentí plenamente interpretada también por la forma en la que él funcionaba en el campo literario. Quitado de bulla, sencillo, huía de la estridencia. Tenía un sentido del humor irónico, pero no ácido. Era un tipo muy inteligente, brillante.

Pía Barros, amiga de Millán, dice:

-Pero era profesionalmente neurótico. Le saco el sombrero a ella, como pareja, pero además como creadora. Esos hombres que tienen personalidades tan fuertes e intensas, generalmente se comen tu creación. Y yo encontré que ella lo hizo maravillosamente al construirse un espacio de creación distinto.

María Inés escribía antes de conocer a Millán. Él, sin embargo, la ayudó a "creérselo", recuerda ella. Le dijo que leyéndola le daban ganas de llorar.

Hoy María Inés Zaldívar es respetada por sus pares. Tanto por su trabajo en la docencia como por su creación. Para la poeta Elvira Hernández, María Inés Zaldívar "ha posicionado su voz poética a partir del mito de la niñez; la niña que ve la sociedad chilena ubicada bajo la mesa del comedor, un lugar donde se expresan las pasiones reprimidas, amores ocultos, `aserruchamientos' de piso y gran secretismo. Luego ha afinado esa visión, que es de mujer, explorando entornos femeninos y sociales dejados de lado".

Su libro "Luna en Capricornio" inauguró el sello Lolita, del periodista Francisco Mouat.

-La Mané es una estupenda poeta, a la que me gusta decirle un poco en broma y muy en serio la Szymborska chilena-dice Mouat-. Una vez escribí sobre Szymborska y su discurso cuando recibió el Premio Nobel en 1996. Habló de la inspiración a pesar de no comprender muy bien qué era. Y dijo que este impulso interior no era privilegio exclusivo de los poetas y los artistas: "Hay, hubo, habrá siempre un número de personas en quienes de vez en cuando se despierta la inspiración. A este grupo pertenecen los que escogen su trabajo y lo cumplen con amor e imaginación (...) Su trabajo puede ser una aventura sin fin, a condición de que sepan encontrar en él nuevos desafíos a la vez. Sin importar los esfuerzos y fracasos, su inquietud no desfallece (...) Szymborska y María Inés Zaldívar son de ese lote".



VIAJE A MILLÁN

Gonzalo Millán supo que tenía cáncer -pulmonar, grado 4, con metástasis- en mayo de 2006 y murió en octubre. No quiso hacerse quimio. Optó por tomar "veneno de escorpión azul", una poción que le recomendó la escritora Pía Barros que ella había ingerido para paliar su propio cáncer. Millán decidió encerrarse a escribir "un diario de muerte". Le llamó como su poción. Le pidió a Mané que lo transcribiera y lo publicara como libro póstumo. Ella aceptó. Fueron 700 páginas las que entregó de transcripciones. El periodista Andrés Braithwaite lo editó.

Pía Barros comenta:

-Contra todo pronóstico, su tiempo final con Mané fue de menos amargura y de más celebración de la vida. Sonrió mucho. "Veneno.." es un libro doloroso. Me imagino lo horrorosamente desgarrador que debió haber sido para Mané armarlo. Una cosa es ser la pareja y otra la editora Es una mujer grandiosa solo por hacer ese trabajo.

-(Su partida) fue fuerte -agrega María Inés-.

Cuando sabemos que tiene cáncer, no estábamos mal, cumplíamos un ciclo para seguir. Había salido la Ley de divorcio. "Casémonos".

Tres años después, María Inés publicó "Luna en Capricornio'', un poemario en el que su obra "dialoga" con la de Millán. Sus poemas llevan nombres como "Sueño contigo, parece", "Carta de agradecimiento".

-Fue mi despedida.

-¿Qué le ha entregado la escritura para su vida?
-Me ha enseñado a ser menos juzgadora. La poesía suspende la necesidad que tenemos de estar siempre evaluando y juzgando si esto es bueno o malo, si esta persona actuó bien o mal, de condenar, ensalzar. La poesía se mueve en otro terreno, en el de la empatía, en el del conocimiento, la comprensión.

-¿De qué manera esta visión la ayudó a entender a Millán?
-Su poesía no juzga, muestra. Pero yo no me relacionaba con el poeta Gonzalo Millán ni él con la poeta Mané Zaldívar. Nos relacionábamos con los seres humanos, entendiendo cómo funcionaban nuestros demonios. Nuestra relación no fue intelectual, era desde los afectos; él veía fútbol y yo, tejía. Puedo entender su escritura porque con ese volcán que tenía interno, con esas complejidades, tensiones, inteligencia y capacidad, se ordenaba y sacaba todo hacia afuera, metiéndolo a un pabellón.

-A usted le pasaba algo parecido.
-Cuando empecé a escribir poesía descubrí una columna vertebral que antes no sabía que la tenía, como un eje, que es como lo más mío, lo más radical, que puedo tener. Es convertir en palabra lo que había estado rondando días, meses, años, y que no tenía nombre y que de pronto se convierte en otra cosa, y me vuelve a situar en el mundo.



 

 

 

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Por Muriel Alarcón Luco
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