María José Ferrada publica libro acerca de sus experiencias niponas «Diario de Japón», Editorial Seix Barral, 196 páginas Por Leonardo Sanhueza Publicado en Las Últimas Noticias, 21 de marzo de 2022
Mediados de los años 90: María José Ferrada aún no es la fogueada escritora que conocemos hoy. Es una estudiante provinciana que a veces viaja de Santiago a Temuco, su ciudad natal, a ver a su familia. Como le gusta tejer, en uno de esos viajes se propone aprender a tejer a telar según la tradición mapuche. Le pregunta a Enrique, un artista de la zona, si conoce a alguien que pueda enseñarle. A los pocos días, ambos abordan una micro rural con rumbo a la casa de una maestra del telar. La futura escritora no tiene la menor idea de que, en realidad, va camino a Japón.
Con cuatro estadías en el país del sol naciente, una tesis académica y media vida conectada con esas tierras lejanas, la autora ha considerado ese singular rasgo biográfico para dar forma a su nuevo libro, Diario de Japón, recién publicado por Seix Barral.
La conexión con el arte textil mapuche no es circunstancial: ahí la autora se enfrenta por primera vez a la dualidad maestro-discípulo bajo una perspectiva japonesa, justamente por un comentario que le hace Enrique acerca de la "nobleza del fracaso", citando a Mishima, al enterarse de que la alumna no ha tenido mucho éxito en su primera clase. El mismo Enrique, en previsión de su muerte, decide regalar su biblioteca, para lo cual la ordena por
países. María José acepta algo de esa herencia, tomando un puñado de la sección japonesa, sin saber que está eligiendo un destino.
Entre esos libros está un tomo del Genji Monogatari, el famoso y ya milenario clásico japonés de la escritora Murasaki Shikibu, que en el texto de Ferrada ocupa un lugar central: es el eje en torno al cual se desarrolla el relato autobiográfico, la crónica histórica y el ensayo literario que se trenzan en el volumen. Son dos décadas en que la cultura japonesa se ha infiltrado en una vida nacida en un país tan lejano que, al mismo tiempo en que parece un lugar imaginado, permite radicarse como en lo más propio.
La autora parte de la base de que Japón, para nosotros, es un país tan distante que a menudo se desarrolla en la imaginación, es decir, en los sueños (o en los sueños de la memoria), y entonces sus tentáculos llegan incluso a la Araucanía. Monstruos japoneses aparecen así en las aguas del río Allipén, del Cautín, del Quepe, del Truful-Truful, mientras los
niños juegan en las orillas. Japón es un país real, pero a la vez una invención.
Esa dualidad entre hechos y ficción le sirve de entrada a la autora para reflexionar acerca de los géneros literarios, poniendo atención por ejemplo a las singularidades del "ensayo a la japonesa". También le permite exponer cosas más intimistas, en el mismo plano en que se despliega la crónica turística y la meditación relativa a los más terribles episodios históricos de Japón. Así, va desde la inclemente acción de la naturaleza hasta el infierno nuclear, episodios que llevan a pensar en la cercanía entre la sobrevivencia, el progreso, la guerra y autodestrucción.
Apocalipsis total
En su relato, la autora entrelaza su trabajo social con niños autistas y su aprendizaje literario, a la vez que debe lidiar con las dificultades del idioma japonés y aun la amenaza radioactiva, como ocurrió en su visita a un jardín infantil en Fukushima, luego del desastre nuclear. El país de los sueños se muestra también como el país de las pesadillas. Perfección y monstruosidad se abrazan en una contradicción difícil de comprender. La sabiduría se enreda con lo incomprensible y el bien colectivo más admirable va de la mano con la locura total de la sociedad de consumo. En el mar, mientras tanto, se acumulan las sustancias tóxicas y surgen otros monstruos, abriéndose paso desde la literatura a la realidad.
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«Diario de Japón», Editorial Seix Barral, 196 páginas
Por Leonardo Sanhueza
Publicado en Las Últimas Noticias, 21 de marzo de 2022
La conexión con el arte textil mapuche no es circunstancial: ahí la autora se enfrenta por primera vez a la dualidad maestro-discípulo bajo una perspectiva japonesa, justamente por un comentario que le hace Enrique acerca de la "nobleza del fracaso", citando a Mishima, al enterarse de que la alumna no ha tenido mucho éxito en su primera clase. El mismo Enrique, en previsión de su muerte, decide regalar su biblioteca, para lo cual la ordena por
países. María José acepta algo de esa herencia, tomando un puñado de la sección japonesa, sin saber que está eligiendo un destino. 
