Es ya famosa la frase de Franz Kafka con la cual el autor registra, en sus diarios, que Alemania le ha declarado la guerra a Rusia y, por la tarde, salió a nadar. Lo que, en una primera lectura, puede parecer distancia o desapego con la realidad ha adquirido un tenor inquietante en los últimos días en los cuales, posiblemente, la mayoría de nosotros podría anotar algo del tipo: "Rusia invadió a Ucrania, por la noche pagué las cuentas". O: "Mañana tengo que regar". Lo cotidiano y lo extremo en una misma oración. La vida tensa. Urgente. Será quizás también por eso que volvemos a leer diarios, cada cierto tiempo: de alguna forma buscamos en ellos algo vivo, algo que continúa, la promesa (o la ilusión) de un día que sigue a otro, incluso (o, quizás, sobre todo) ante la inminencia de la muerte.
Hay muchas editoriales que han concentrado su labor en el rescate de este tipo de escritos; pienso en el impecable trabajo de la editorial Tres Hermanas con el diario de Virginia Woolf (del que ya han publicado cuatro tomos); o el de Ediciones Universidad Diego Portales con su publicación de los diarios de Sylvia Plath o Raúl Ruiz. Hay también diarios ya célebres de autores como Julio Ramón Ribeyro (publicado bajo el título La tentación del fracaso), Cesare Pavese o John Cheever. O, si nos pasamos al cine, esas bellezas que son los diarios de Jonas Mekas o el diario de filmación de Fitzcarraldo (titulado Conquista de lo inútil), de Werner Herzog.
Sin embargo, hoy quiero detenerme y recomendar los diarios de tres escritoras publicados en los últimos dos años. Me refiero a Diario de Japón de la escritora chilena María José Ferrada; Diario del dinero, de la autora, cantante y actriz argentina Rosario Bléfari, fallecida en 2020, y, por último, el recientemente recuperado Diario del dolor de la escritora mexicana María
Luisa Puga, publicado originalmente en 2003 y rescatado por la colección Vindictas de la UNAM en 2020. Los tres van hilvanando la observación y registro de lo cotidiano con algunas de las obsesiones o preocupaciones constantes de sus autoras. En el caso de Ferrada, el diario, que nunca anota fechas y que se plantea como un fluir en un tiempo en el que conviven todos los tiempos, relata viajes a Japón con un paseo por la literatura japonesa que le permite mantener las pesadillas a raya; en el de Bléfari, lo cotidiano se cuenta en ambos sentidos del verbo: se relata y se sacan números. Vivir, en Bléfari, es registrar cómo se gasta esa vida: el costo del arriendo y de las cuentas, los pagos que no llegan a tiempo en el mundo de la cultura, los gastos de la enfermedad y la angustia de lo precario. Navegar un día es resignarse a abrir la billetera o no poder hacerlo. El recuento pone en evidencia las condiciones materiales que hacen posible
el arte, el amor, la maternidad. Todo cuesta. Y no siempre se gana. Con Puga la obsesión es el dolor, quien se vuelve el interlocutor de la autora, que intenta plasmar su experiencia con la artritis reumatoide. El dolor la acompaña, cuenta Puga, "como un gato" y contar el dolor se convierte en una forma de poner el cuerpo sobre la página (algo que recuerda a los también magníficos Diarios del cáncer de Audre Lorde), marcando su vulnerabilidad y la importancia del cuidado. Es un diario invadido por el dolor y a ratos sorprendido frente a su acechanza, mientras la escritura le pregunta a su autora "si algún
día se va a curar".
La escritura también acompaña a Ferrada, quien escribe una tesis sobre el Genji Monogatari, un texto difícil de clasificar (hay quienes lo consideran la primera novela moderna), y también libros para niños que va a presentar a Japón. El viaje real se mezcla con el viaje sobre las páginas: desde El libro de la almohada (y la importancia de los diarios de mujeres en el periodo Heian), pasando por Kawabata, Mishima (y su correspondencia), Tanizaki, Akutagawa o las deslumbrantes Yoko Tawada y Mieko Kanai. La de Ferrada es una erudición amable, invita al lector a acercarse a la cultura japonesa con cuidado y una belleza que conmueve. Diario de Japón es un texto dolorosamente hermoso (ahí llegan anécdotas de niños en Fukushima que hoy viven con sensores siempre midiendo la radioactividad, también anécdotas personales de muertes familiares que pululan como fantasmas o testimonios de la experiencia de la autora cuidando niños con autismo severo) que celebra la belleza de lo fugaz, lo que alcanza a atrapar la página, esos recuerdos que luego pueden mezclarse con la imaginación.
La escritura de Ferrada es breve, precisa, conjura mundos en pocas líneas (nos dice: "Un país puede ser un libro") y nos regala luz en estos tiempos raros. Los tres diarios traen una atención minuciosa sobre lo íntimo, el cuerpo (a veces enfermo) que se pone frente a la hoja en blanco. Como si seguir escribiendo fuera una forma de asegurar (y asegurarnos) que siempre habrá una nueva página que llenar (y la vida latirá en ella).
Como si leer no fuera sino otra forma de la esperanza.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez
Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Querido diario.
["Diario de Japón" de María José Ferrada; "Diario del dinero", de Rosario Bléfari; "Diario del dolor" de María Luisa Puga].
Por María José Navia.
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio, 13 de marzo de 2022