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Leer a Bolivia

Por María José Navia
Publicada en Revista de Libros de El Mercurio, 24 de febrero de 2019



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No es casualidad que, hace unos días, el escritor boliviano Edmundo Paz Soldán tuviera tan buenas noticias que contar. RT Features había comprado los derechos para llevar al cine su novela Norte. Se trata de una historia que cuenta la experiencia de la migración en tres tiempos y dimensiones: la muerte (un asesino en serie), la locura (un trabajador en ferrocarriles que termina pintando en un manicomio) y la literatura (una estudiante de doctorado que se aburre de la academia y quiere escribir cómics basados en sus novelas favoritas ). Tres historias que corren paralelas como las vías del tren que empieza a conectar y a hacer posible el Estados Unidos que hoy conocemos (y también, a veces, tememos). Una novela ambiciosa, publicada originalmente en el 2011, y donde ya empieza a existir, como un eco o presagio funesto, la idea del muro en la frontera. Es también de esas novelas que no puedo dejar de recomendar cuando me hacen la siempre bienvenida pregunta por nuevas lecturas.

No es lo único que recomiendo de Bolivia. Pues en la narrativa reciente de ese país se encuentran algunas de mis novelas y cuentos favoritos. Como Los Afectos, de Rodrigo Hasbún, una novela breve que cuenta la historia de Hans Ertl, camarógrafo de Leni Riefenstahl, y su familia alemana instalada en Bolivia. Una bella novela coral en la que se junta la realidad de Europa y sus ecos de trauma con la política boliviana y la experiencia de sentirse extranjero. También sobre esa sensación se construye La desaparición del paisaje, de Maximiliano Barrientos, solo que aquí la insistencia está en esa imposibilidad de volver a tu país de origen —o no verdaderamente— una vez que te has ido por un rato. Y en esa vuelta se entremezclan los recuerdos de juventud del protagonista con la realidad triste de una casa llena de objetos en la que su padre ha muerto.

Pero también hay libros de cuentos magistrales, raros, que estiran la realidad para mostrarte todo lo que esconden sus pliegues y luego van un poco más allá: como Para comerte mejor, de Giovanna Rivero; Nuestro mundo muerto, de Liliana Colanzi, y La composición de la sal, de Magela Baudoin. Autoras que, además, han sido muy premiadas: Rivero ganó recientemente como mejor audiolibro en español en los Voice Arts Awards, con 98 segundos sin sombra; Colanzi fue una de las cinco finalistas del Premio García Márquez el 2017, y Baudoin resultó ganadora de ese premio el año 2015. Cuentos que exploran desde la figura de Evo Morales, en medio de particulares ritos de fin de mundo, las oscuridades pero también incandescencias de la selva, las posibilidades del espacio exterior (misiones en Marte incluidas) y los dolores de la vida interior (con duelos y relaciones familiares que se resquebrajan, mientras se recorre también Bolivia desde Santa Cruz a las alturas de La Paz). Eso, sin contar otras voces como la precisión de Fabiola Morales, la irreverencia de Wilmer Urrelo, la sutileza de Cristina Zabalaga, el desenfado pop de Camila Urioste o ese cuento desolador que es "El cementerio de elefantes", de Miguel Esquirol, en el que, entre cargadores del altiplano —aparaditas— que modifican su cuerpo hasta volverse cyborgs, se esconde el dolor de quienes van a morir en una pieza oculta en algún bar y especialmente diseñada para eso.

Son historias vivas y desafiantes que, luego de su lectura, te devuelven al mundo con ojos nuevos.

Y es que la literatura boliviana es un universo rico, que cuenta con un importante trabajo de editoriales independientes, como Plural, Duni Dum, Nuevo Milenio, La Perra Gráfica, Sobras Selectas y El Cuervo, solo por mencionar algunas. Esta última, por cierto, cuenta con distribución en Chile. Aunque también editoriales chilenas han apostado por algunos de estos nombres, y así tenemos La Ola de Colanzi publicada por Montacerdos, Trazado de Paz Soldán en Cuneta y La composición de la sal en Catalonia. O, si buscamos obras menos recientes, está la bella edición de Pirotecnia (de la escritora de vanguardia Hada Mundy) en Los Libros de la Mujer Rota. Incluso, mucho material puede descargarse desde el sitio web de la Biblioteca del Bicentenario de Bolivia, que ha ido sacando, en ese país, ediciones accesibles de doscientos libros imprescindibles de su historia literaria.

Está ahí, tan cerca, y a veces no la vemos, pero la narrativa boliviana trae voces urgentes e historias lúcidas que enriquecen y desafían, sin duda, el panorama literario de Latinoamérica. No me canso de recomendarla.

 

 

 



 

 

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Por María José Navia
Publicada en Revista de Libros de El Mercurio, 24 de febrero de 2019