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UNA MUSICA FUTURA
María José Navia. Kindberg Editorial, Santiago, 2020,130 páginas.
Por Pedro Gandolfo
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio. 24 de mayo de 2020
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Los cuentos de María José Navia buscan indagar un momento dentro de la subjetividad de sus personajes, un momento en que el mundo interior se intensifica, se enrarece, se tensa, porque existe algo en esa ocasión o situación en la que ese mundo interior se refleja, repliega y pone a prueba, y a la vez, esa concentrada subjetividad echa luz sobre condiciones objetivas, comunes, las redes y reglas que pertenecen al mundo exterior, a la época, a la familia, a eso Otro que siempre está permeando y configurando desde fuera toda subjetividad. En estos relatos, como ya es usual en su narrativa, es interesante ese encuadre, un encuadre que descoloca a los personajes para poder mirarlos de otra manera. En "Cuidado", el cuento inaugural, una mujer va a acompañar y ayudar por algunos meses a su hermana que mantiene un apartado hostal o casa de reclusión para huéspedes que padecen una enfermedad mental, seres heridos, adictos, segregados allí por sus familias, en busca de una cura, de una sanación. Con ese cambio de escenario, lo que pretende Navia es poner en juego las historias mutuas de la protagonista y de su hermana —la casa donde funciona el sanatorio fue alguna vez la casa familiar, la casa de la infancia—, ambas necesitadas de un "cuidado", de una "cura' en muchas dimensiones de su vida como si, en verdad, los cuidadores fuesen los máximamente requeridos de este.
Este parece ser uno de los ejes temáticos subyacentes a estos sietes relatos: la herida invisible dentro de la "normalidad". El punto es que la narrativa de Navia —así ocurre también en este libro— no es de aquellas que le ofrece al lector un seguimiento e interpretación únicos y fáciles, no da vuelta costuras y devela directamente los significados encubiertos. Sus estrategias son siempre oblicuas, entran por la tangente a los conflictos, presentan a los personajes a través de sus escuetos movimientos, van dejando caer la información de modo escaso y en momentos inesperados de modo que el lector tiene que ejercer su imaginación activamente para intentar ir reescribiendo y completando la trama. Esa participación fuerte del lector ante una trama que se disuelve o se construye de modo muy sinuoso y simultáneo a la narración lo obliga, finalmente, a preguntarse más bien por la herida, por la llaga que une a los personajes, el rescoldo del que surge, los caminos que cierra —las trampas de la subjetividad— y el cuidado que falta y daría apertura.
Nunca el decir es, por lo mismo, sentencioso ni el desenlace es un atar cabos súbito y totalmente iluminador en estos relatos, sino que lo señalado por la autora es la navegación y en ella prevalece cierta vaguedad. A Navia, con los riegos que ello implica, le gusta trabajar sus cuentos sobre la punta de la punta del iceberg, demostrando una prolijidad técnica indiscutible.
Las situaciones por las que atraviesan los protagonistas los empujan sobre sí mismos y permiten ir trazando paralelismos en los que la incomunicación, la soledad y el miedo son fuerzas poderosas que presionan adentro y afuera. Quizás una de las lineas recurrentes de varios relatos —la fertilidad, las dificultades del ser padre o madre, y del ser hijo o hija— sea interesante de explorar en esta obra. El abandono, la falta de afecto, las emociones mutiladas, la lejanía vital entre seres que, según la convención, deberían, por la necesidad del vinculo, estar cobijados por esa atmósfera, concurren como telón de fondo de los textos. En esos pliegues vacíos, en esas fracturas huecas,
en esos desajustes, sin embargo, crece una mirada, una subjetividad muy singular que la autora tiende imperceptiblemente a asociar con la mirada del artista y, en particular, del escritor.
Los cuentos de Una música futura están narrados en tercera persona, un narrador delicado, respetuoso con los personajes, que logra con pocos elementos, pero con mucho celo y contención, poner una distancia con ellos de manera de no fundir las subjetividades y así permitirles una suficiente autonomía para que aparezca su voz interior. Navia logra una mínima interferencia entre sus personajes y el lector porque necesita que la subjetividad de ellos sobresalga y el lector pueda percibirlas como algo distinto a un cúmulo de opiniones del autor. Hay aquí, haciendo un paralelismo con las artes visuales, un acercamiento al esbozo, a la aguada, a la sanguina, a la representación a partir de los bordes, del vacío y esfumado.
Yendo más allá de las primeras lecturas, y más allá de cualquier contexto social, en varios de estos cuentos lo narrado podría ser interpretado como la interrogación de una subjetividad vacilante, trémula, desajustada, con escasos elementos firmes de los cuales aferrarse, sobreviviendo dentro de situaciones y simultáneamente fuera de ellas, esa posición dolorosa que es el terreno de formación de un artista.