El cineasta estará en Chile y presentará su primera novela el sábado 21, en el ciclo La Ciudad y las Palabras, de la Universidad Católica. El crepúsculo del mundo es una historia breve y de gran belleza en la que las obsesiones de siempre del cineasta alemán se entremezclan con una espera y, tal vez, una esperanza.
En su último libro, El crepúsculo del mundo, el director de cine Werner Herzog vuelve a la naturaleza. No se trata de la selva de "Fitzcarraldo" con su empresa imposible de transportar un barco, ni ese largo trayecto en río en "Aguirre, la ira de Dios", aunque algo de eso hay. Esta vez nos encontramos con una selva y otro imposible. O al menos algo casi imposible de creer, pues Herzog posa la mirada en Hiroo Onoda, un soldado japonés que quedó en Filipinas durante la Segunda Guerra Mundial, negándose a creer en el final de ella (a pesar de que intentaron comunicárselo por mucho tiempo y en diversas formas). Aunque tal vez lo que debiéramos decir es que el director apoya la mirada y saca la voz: el lenguaje se vuelve ese tiempo raro de la naturaleza, los pensamientos se inundan de ramas y zumbidos de insectos. Werner Herzog le abre la puerta a la naturaleza para que inunde la historia que está contando. Y muchas veces lo natural adquiere más protagonismo que los personajes humanos. Hay escenas tragadas por la selva, tal vez de la misma manera en que este soldado fue escondido y atrapado por ella.
Es inevitable, está en todas partes, imposible quitarla de la página.
Si bien el libro saldrá muy pronto en español, ya existe en traducción al inglés, y en su versión audiolibro (que les recomiendo mucho), la historia llega a oídos de sus lectores con la voz inconfundible de su autor. Las palabras pasan y pesan distinto. Se trata de una novela breve y hermosa, la primera de Herzog, como es breve y hermoso también su libro Del caminar sobre hielo (publicado en Chile hace algunos años por la editorial Hueders). Allí teníamos otro imposible y otra voluntad capaz de mover el mundo. O, al menos, de intentarlo. La historia cuenta el largo trayecto a pie, desde Múnich a París, que realiza el director, durante el invierno de 1974, una vez que se entera de que su amiga y mentora, Lotte H. Eisner está gravemente enferma y puede morir. En la cabeza de Herzog, como un acto de pensamiento mágico o deseo profundo, si él llega caminando hasta ella, todo estará bien. O, al menos, por un tiempo, su salud. Una historia meditativa y engañosamente simple. El frío, el hielo, la voluntad. Un paso, luego el otro. Y, mientras camina, la experiencia de una soledad distinta, la cabeza llena de sueños e ideas para películas. Caminar despierta al mundo y crea otro posible, incluso ante la vida y la muerte. La esperanza no se apaga. Esa convicción que se confunde a ratos con la obsesión, como la de aquel protagonista de Grizzly Man que se acerca demasiado al objeto de su deslumbramiento (y no deja de ser fascinante que, en el libro Werner Herzog: A Guide for the Perplexed, publicado por Cuenco de plata en español, aparezca el director de cine con un oso rugiendo a sus espaldas). Herzog, allí, en sus conversaciones con Paul Cronin, es a la vez generoso y tajante con sus reflexiones sobre la vida, el cine, su pasado en Alemania, como lo es en esa maravilla
que es Conquista de lo inútil, su diario de filmación de "Fitzcarraldo", publicado en Argentina por Entropía. Hay una pausa y un tiempo distinto en ellos. Una ferocidad lenta.
Pero volvamos a El crepúsculo del mundo: la novela se enmarca en las ganas de Herzog/personaje de conocer a Onoda (por sobre la posibilidad de conocer al emperador de Japón) y el encuentro entre ellos. En el medio: episodios que cuentan (en una mezcla de realidad y ficción) los años en los que el soldado (primero acompañado, y luego solo) se va escondiendo en la selva, en esa espera de casi treinta años que se convierte en esperanza de la pura voluntad mezclada con paranoia. La guerra no se puede haber terminado. Así como en Del caminar sobre hielo Lotte no puede morir. Pero la guerra sí terminó (aunque Lotte alcanza a vivir nueve años más después de la larga travesía de su discípulo).
Herzog no se mete mucho en el mundo de su personaje, lo mira desde afuera, tal vez también, entre las plantas. Hay pinceladas de su quehacer, un ojo que es una cámara que pocas veces se entromete con un primer plano (tanto en sus películas como en su novela) para mostrarnos siempre al ser humano frente y dentro de la inmensidad del mundo, casi a punto de desaparecer. Una historia que es una hermosa reflexión sobre el tiempo y sobre la belleza obstinada de esos actos imposibles y feroces que, de alguna manera, sostienen al mundo y nos mantienen soñando.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez
Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Entre las hojas de Werner Herzog
Por María José Navia
[A propósito de "El crepúsculo del mundo"]
Publicado en El Mercurio, 15 de enero de 2022