He parido un ternero
pequeño y rosado
y me lo han robado para matarlo
He dado a luz en la calle
luego de pujar por horas
Gente que pasa mira con asco
un hombre se acerca
y dice: rápido, corten el cordón
La placenta se desliza
como otro animal
Una mujer lo carga
pido que me lo devuelva
Vivirá, contesta y le creo
En el asfalto, sola y vacía
me veo correr junto a él
en un prado de margaritas.
Lo más extravagante es que luego
lo puedo comprobar
No solamente con mi vida
si no también con gente a quienes apenas conozco
Es difícil explicar la certidumbre de las imágenes
y algunos hechos
Las señales que no puedo evitar leer
me las da el mundo
conversaciones, repeticiones, caras
sensaciones corporales intensas
y los sueños completarían las pistas
que me conducen hacia lo que pronto será o es
Quisiera que no ocurriera
¿Pero cómo controlarlo?
Es un rayo
invisible que me hace temblar
a veces de miedo
otras de dolor
como cuando iba en el taxi al hospital
y supe que tenía leucemia
fue un segundo
que mucho después recordé
No se lo conté a nadie
como muchas de las cosas que ¿intuyo?
¿presiento? ¿veo?
Es difícil convivir con algo
que se emparenta con la locura
y mucho más difícil decirlo
Es como transmitir un sentimiento
y su falla inherente
la de pretender que otrx lo entienda
si no lo experimentó
Quizá sea una compensación
una forma de condena
o una serendipia constante
a la que habrá que abandonarse.
Me da miedo entrar al río de noche
tanto como no hacer pie, de día
y me acerqué a las vacas
otra manera de ser valiente
Dormían juntas
percheronas e ingenuas
Cómo no quererlas porque sí
a la gente la quiero por menos
Es tan fácil que me cuesta creer
que para otros sea tan difícil
Como las vacas
intuyo que algo no está bien
pero ya estoy en el matadero.
Anoche
en un barrio desconocido
una ola gigante
arrasó a mi madre
a mis abuelas y a mí
Mamá dijo:
Vamos a congelar el agua
mirala, concentrá tus fuerzas
y el agua se detuvo en un iceberg
Duró poco
el hielo se partía y el mar nos alcanzó
Nos abrazamos
mi madre, mis abuelas y yo
La primera vez que no temo morir.
Vuelo hasta un árbol de hojas plateadas
El sol, un convite
la brisa, fresca y mínima
Es un país de construcciones antiguas
Desde una rama veo gente que pasea
Planeo, doy tumba carnero en el aire
Descubro que los pensamientos son catapultas
Con solo imaginar un lugar aparezco en él
Cuando soy voladora, soy profesional.
(Selección: Alejandra Méndez Bujonok)
Mariela Laudecina: la voz de los pájaros
Eugenia Straccali
Nadie sabe cuál es la hora del ángelus Yo, sí El cuervo traicionero me regaló su ojo y ahora tengo tres Ustedes jueguen mientras aparecen los aliados preparensé para luchar contra siluetas espectrales demuestren qué tan lindas y fuertes podemos ser a la hora del ángelus a la hora de las pinches sombras que nos prefieren desvanecidas.
Mariela Laudecina del libro Los caprichos de Leonora, Caleta Olivia, 2020.
Mariela no sólo sabía la hora del ángelus como escribe en este hermoso poema, también su voz poética es angelada, y su canto tenía la vibración de los ángeles; el trino más melodioso de los pájaros (ella cantaba a capella maravillosamente) No porque el tono de su poesía fuera etéreo, religioso, pero, todo lo contrario, su voz era plebeya y lírica. La experiencia de escucharla recitar sus poemas era una tensión musical, fascinante y potente.
Ella fue una luchadora convencida por los derechos de las mujeres, su obra tiene en su arquitectura y se sustenta, en la fuerza política feminista y en la sororidad con les otroxs, las compañeras, las amigas. En las lecturas de poemas le pediámos que cerrara con un poema dedicado a sus amigas, texto que se transformó en un manifiesto en la comunidad de las poetas, en los festivales, en las redes, escribió un arte poética sin saaberlo ¿por qué? Porque todas estábamos convocadas en ese espacio imaginario que abría ella leyéndolo, también porque nos sentíamos cobijadas en esos versos y allí en este territorio defendía nuestras faltas, y nos amaba a pesar de nuestros defectos.
Mariela Laudecina creo una voz poética salvaje, irreverente, provocadora, pero a un tiempo dulce, sensorial y liberadora. Su poética es el refugio de los desamparados y tiene principios constructivos humorísticos que te sacan de la alienación del mundo. Comenta en una entrevista[1]: “Supongo que todo aquello que está fuera de la norma, enriquece justamente por ser “diferente”, lo grotesco, lo marginal, produce diversos sentimientos. Algunos contradictorios. Ahí está la riqueza.”
Además de poeta era una excelente narradora, de novelas, de historias; constantemente estaba imaginando mundos y acoplando relatos que devenían maquina narrativa.
Les invito a entrar en su espacio de ensoñación donde las artes se cruzan y olvidan sus fronteras y a recorrer su obra que por momentos es un laberinto surrealista, en otros una ficción crítica absurda o un poema largo como El bosque de las mujeres amadas que profana a la misma muerte.
Amiga querida me quedo con todos los tesoros que me dejaste y llevo en mí: el lenguaje de los pájaros para poder comunicarnos siempre.
* * *
Mariela Laudecina Publicó: Hacia la cavidad (poesía, 2006), Ciruelas (poesía, 2007), Tomo las decisiones con los pies (poesía, 2011), Perfume de jarilla (poesía, 2013), todos en Llantodemudo; El cielo es para los ángeles (novela, 2009) en Textos de Cartón (reeditada en 2014 por Borde Perdido); La culpa es del sueño (poesía, 2015) en Editorial Yaugurú; El bosque de las mujeres amadas (poesía, 2017) en Editorial Buena Vista. Luna en escorpio (poesía en coautoría con Luis García, 2018). Lo mejor es no tener padres (novela, 2018). Ambos por Borde Perdido. Leeme que me gusta (crónicas sexuales, 2019) en Chatmuyo Ediciones. Los caprichos de Leonora (poesía, 2020) en Caleta Olivia. Coordina talleres y clínicas de poesía. Es directora de la colección de poesía Mambo Nicanor de la Editorial Buena Vista.
Eugenia Straccali (La Plata-Argentina, 28 de noviembre de 1970). Poeta, actriz, dramaturga y crítica de poesía. Docente e investigadora de UNLP (Argentina). Ha publicado Ninfas (no musas) (Buenos Aires Poetry 2017); El alfabeto de los árboles (Ediciones en Danza, 2018); ¿Por qué no hablan las sirenas?, (Prueba de Galera editoras 2019); Para escuchar la música del poema, Buenos Aires Poetry, 2019). Es coordinadora del Atlas de la poesía argentina I (EdULP, 2017) y del Atlas de la poesía argentina II (EdULP, 2019). Coordinadora de la Antología de la Poesía Federal de la Pcia de Buenos Aires (2019); Soy Bruja (Ediciones en Danza, 2020);
Medusa (Vuelo de Quimera, 2021).
Alejandra Mendez Bujonok nació en 1979 en San Cristóbal, Santa Fe. Reside en Rosario, Argentina. Escritora y productora cultural. Ha publicado los libros de poemas: Tarde abedul (La Pulga Renga, Rosario, 2013), Charlas con Cuchúa (Editorial DeAcá, San Luis, 2018), Trece maneras de enfocar otro pájaro (Ediciones Arroyo, Santa Fe, 2019). Fue declarada Artista Distinguida por la Cámara de Diputados de la Provincia de Santa Fe (2019). Coordinó los ciclos de lecturas: Poesía en los Bares (auspiciado por la Secretaría de Cultura y Educación de la ciudad de Rosario) Poetas que leen a otros Poetas, Poetas del Tercer Mundo y las trasnoches del FIPR (Festival Internacional de Poesía de Rosario) en 2010 y 2011, entre otros. Ha participado en importantes Festivales de Poesía nacionales e internacionales. Integra numerosas antologías nacionales e internacionales.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez
Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com
Mariela Laudecina, La voz de los pájaros
(1974 – 2021)
Por Eugenia Straccali y Alejandra Méndez