¿Por qué, por qué la naturaleza de la mujer ha de ser tal que tenga que siempre un hombre
ser el eje de su vida? Los hombres, ellos logran poner su pasión en otras cosas. Pero el
destino
de las mujeres es remover una pena de amor en una casa ordenada, ante una tapicería
inconclusa.
(Bombal, La amortajada 103)
En el citado párrafo, la escritora chilena María Luisa Bombal resume muy bien el destino de la mayoría de sus protagonistas que se reduce a un existir confinado al perímetro hogareño, al tedio y, consecuentemente, a la pasividad. La "casa ordenada" vendría a configurar el espacio cerrado en el cual los personajes de la Bombal deambulan en un incesante peregrinar en busca de algo o alguien que las libere de la marginación impuesta por la ideología imperante, por extensión, la masculina. La metáfora de "la tapicería inconclusa" nos conduce a pensar que estas heroínas son como las hebras de un tapiz ambivalente, que jamás finaliza, como las vidas de éstas, cuya perpetua búsqueda del existir es truncada, vedada, porque la ilusión romántica que las afecta choca al entrar en contacto con una sociedad racional y pragmática.[1]
Estas observaciones nos llevan a indagar en torno a la configuración de un habitat esencialmente feminocéntrico que aparece con frecuencia en La última niebla, "El árbol" y La amortajada.[2] Ultilizamos el término "feminocéntrico" para definir a lo ligado esencialmente a las vivencias femeninas, a las maneras con las que las mujeres responden a la realidad en que viven y, también, utilizamos este concepto como respuesta y reacción a una tradición falocrática.[3]
Cabe añadir que estas obras mencionadas han recibido una vasta atención crítica que se ha centrado principalmente en el análisis estilístico y temático. Aunque la critica más reciente sobre la autora ha señalado que la Bombal plantea conflictos vinculados a la existencia femenina, resulta curioso que no se haya explorado con mayor exactitud el porqué de estos conflictos ligados a lo femenino.
En este estudio, intentaremos analizar el porqué de estos conflictos
femeninos recurrentes en esta trilogía, e incursionar sobre el controversial concepto de "escritura femenina" con el fin de aplicar estos preceptos a la narrativa de Bombal. A la vez, examinaremos si existen patrones característicos en el lenguaje que determinan la expresión creativa de las escritoras y, por extensión, la de María Luisa Bombal. Por medio de recurrentes motifs en las obras citadas, indagaremos en algunas de las definiciones culturales impuestas por la sociedad sobre el papel de la mujer y los códigos de comportamiento que se le ha asignado a través de la historia. Basta recordar que en los años 30, época en que la Bombal escribe, las mujeres tenían como meta asignada por la ideología dominante la procreación y el cuidado de los niños. Consecuentemente, su anatomía se igualaba a su destino. También, la sociedad alababa las virtudes femeninas de la sumisión y la domesticidad.[4]
En este ámbito patriarcal, María Luisa Bombal escribe inspirada en la situación en la cual le toca vivir y crear. Delinea nítidamente la problemática de la mujer burguesa latinoamericana que se centra en la búsqueda fallida del amor como medio de afirmar su identidad.
En estas tres obras citadas, observamos varios paralelismos entre las protagonistas. En La última niebla y en "El árbol", al igual que Ana María en La amortajada, los personajes sufren de una serie de contradicciones que colaboran a negar la esencia básica de sus seres. Buscan el amor perfecto y encuentran rechazo, abandono. Son mujeres de instinto sometidas a vivir en un mundo ordenado y lógico. Motivadas por placeres, deseos sensuales, se encierran cada vez más dentro de sí mismas ya que los alrededores que las circundan poseen otros valores diferentes. Curiosamente, cada una de las protagonistas comienza siendo un ente de cualidades y características primitivas, pero a lo largo de cada una de estas tres obras, este espíritu inicial intuitivo y primordial será negado por la sociedad moderna. La heroína bombaliana comienza viviendo en un estado armónico con la naturaleza, pero poco a poco es aislada de esta atmósfera inicial y es obligada a refugiarse en la imaginación. Tal vez aquí yace la respuesta al enajenamiento de la heroína bombaliana. La imaginación se convierte en el único vehículo para soportar la insipidez de la vida. Como nos dice Rosario Castellanos,
El habitat de la mujer bella no es el campo, no es el aire libre, no es la naturaleza. Es el salón, el templo donde recibe los homenajes de sus fieles con la impavidez de un ídolo. (10)
Por eso Brígida en "El árbol" nos dice: "Eso era la vida y había una gradeza en aceptarla así, mediocre, como algo definitivo, irremediable" (122); o Ana María de La amortajada: "Ha aprendido a refugiarse en una familia, en una pena, a combatir la angustia
rodeándose de hijos, de quehaceres" (100). Finalmente, la protagonista anónima de La última niebla afirma: "Lo sigo para vivir correctamente, para vivir correctamente" (102). La aceptación de los ideales ligados a la estereotipificación femenina y a la sumisión de las variables culturales asignadas a la vida de estas protagonistas, como la dependencia económica y el aislamiento en el hogar, delinean los conceptos de la feminidad de la época asignados por el orden imperante que chocan brutalmente con el arquetipo de la feminidad impuesto por la autora. Esta concibe a la mujer y, por extensión, a sus protagonistas, como un ser intuitivo y vital. Desgraciadamente, los códigos culturales de la feminidad y el arquetipo de lo femenino no logran reconciliarse.
Por lo tanto, estos tres personajes, seres mutilados, sometidos a los inhóspitos quehaceres de una vida doméstica y a una vida diseñada por una sociedad masculina, se refugian en lo mágico y maravilloso de la imaginación para interpretar sus alrededores. Sin embargo, observamos que todas viven en una sociedad que devalúa los poderes de esa imaginación.
Las oposiciones y conflictos de estas protagonistas comienzan con el matrimonio o la etapa en que entran a la vida adulta. Sorprendentemente rápido, comprueban que el matrimonio niega ese amor idealizado en la juventud. Las tres mujeres contraen nupcias por motivos ajenos al amor. Brígida confirma que "Luis se había casado con ella para continuar una costumbre, tal vez para estrechar la vieja relación de amistad con su padre" (115). El se ha casado para mantener una rutina pragmática. Brigida responde con una consciencia conceptualizada ante los motivos que dominan la vida de su marido: "Tal vez la vida consistía para los hombres en una serie de costumbres consentidas y continuas. Si alguna llegaba a quebrarse, probablemente se producía el fracaso" (116).
En La última niebla Daniel se casa con la protagonista para continuar otra costumbre: el reemplazo de su primera mujer, una muerta. Pero esta mujer anónima, apoyada en el universo fantástico de su mente, admite, no conceptualmente pero con una imagen en un sueño, la futilidad de su existencia: "Me fatigo inútilmente ayudando en pensamiento a Daniel, junto con él abro cajones y busco mil objetos sin nunca poder hallarlos" (48).
En La amortajada Antonio contrae nupcias con Ana María por un capricho momentáneo. Esta comprendió que "ella no era, no había sido una de las múltiples pasiones de Antonio, una pasión que las circunstancias habían encadenado a su vida. La toleraba nada más. la aceptaba, tascando el freno, como la consecuencia de un gesto irremediable" (102).
El matrimonio como institución enajenadora es una temática común en estas tres obras. Sin embargo, sería injusto calificar a María Luisa Bombal como una escritora anti-masculina. Para la autora, lo masculino representa no al hombre individual. sino toda una sociedad maquinalmente ordenada. Para Bombal los hombres son "racionales, protectores y poderosos y las mujeres puro sentimiento y emoción" (Cunningham, "Entrevista con María Luisa Bomba)" 82). Los entes masculinos no complementan a los femeninos en la narrativa bombaliana. Todo lo contrario; se oponen en una lucha constante "en que la conciencia, la voluntad y el espíritu, lo masculino, en fin, subyuga a lo femenino que es pasividad inmanente, que es inercia".
Sin embargo, no todo es negatividad y alienación, como lo sugiere la crítica al interpretar a las protagonistas enajenadas en la narrativa de María Luisa Bombal.[5] Estas, conscientes del mundo racionalmente ordenado, se inventan a hombres de dimensiones míticas que las ayudan a transcender ese estado de inercia física y social. Así, la ensoñación no sólo es, como se admite tantas veces, una mera evasión, sino una búsqueda activa por medio de la imaginación de lo que la sociedad no permite ejecutar.[6]
En estas tres obras observamos un rechazo de los valores burgueses que la sociedad contemporánea alaba. Los protagonistas masculinos representan estos valores. Daniel, por ejemplo, en La última niebla, ni de niño "temía a los fantasmas, a los muebles que crujen en la oscuridad" (39). También ordena que limpien las avenidas, mientras que su mujer se pregunta: "¿Por qué en otoño esa obstinación de hacer constantemente barrer las avenidas?" (62). La heroína quiere dejar que la naturaleza fluya libremente, que las hojas se amontonen en el césped y los senderos.
Fernando también es la razón calculadora, premeditada: posee "una desagradable inteligencia, altanera y positiva" (59). Las confidencias de Ana María también son analizadas: "Mientras ella hablaba, él analizaba, calculaba" (60).
Luis, en "El árbol", es el campeón del sistema tecnológico. "No tienes corazón, — le reprocha Brígida" (112). El es el rey de las rutinas, del viaje a la oficina, al club y a la casa. Es portador de una vida que "consistía en llenar con una ocupación cada minuto del día" (116). Pero por esta misma razón no posee ningún tipo de substancia humanizadora. Sus caricias son ausentes, su sonrisa maquinal; es "esa risa postiza de hombre que se ha adiestrado en la vida porque es necesario reír en determinadas ocasiones" (127).
Razón y masculinidad se oponen a feminidad e intuición. También a la esfera de la imaginación. Esta es la crisis fundamental de las tres protagonistas en las obras citadas, porque estas mujeres no pierden sus nexos con las potencias oscuras de la intuición y de lo irracional; son una potencia oscura. Nada les hará cambiar de signo. Por eso, y a pesar de los obstáculos encontrados en el diario vivir, éstas continúan hasta donde les está permitido, interpretando, por medio de la imaginación, una realidad inventada por ellas mismas.[7]
Brígida crea una cosmogonía con el árbol al centro de su existencia. En La última niebla, el amante imaginario, el ente inventado, se convierte en otro centro para el existir, dándole la afirmación de su
propia vida. Ana María posee una visión sincrética de su cosmogonía particular:
No sé cómo explicarte. Ciertas coincidencias extrañas, sin objeto, ciertas palabras o gestos míos, que mi inteligencia no podría encontrar por sí sola y tantas pequeñas cosas difíciles de captar y aún de contar empezaron a antojárseme como signos de algo. (95)
Para ella, todo es signo, señal y naturaleza. Se desencadena la crisis cuando la sociedad y el matrimonio rechazan su imaginativa construcción de la realidad, ya que todo lo subjetivo se invalida y sólo se permite vivir en el orden implantado. Este mismo fenómeno ocurre en las otras protagonistas.
La confianza de éstas desaparece cuando ellas mismas pierden fe en su propia imaginación. Cuando la narradora en La última niebla se rinde ante la realidad impuesta por Daniel, ella niega la experiencia que le dio vida, a ese amante que alimentó su mente, y sucumbe a pensar que todo fue una quimera. El recuerdo que mantiene su vida dice que es "tan vago y tan lejano que le parece casi una ficción" (77). Obviamente, aquella ficción que ella misma inventa para soportar una vida de tedio, también es destruida por el orden burgués reinante. Daniel destruye con muestras objetivas la ilusión de la protagonista anónima. El árbol, construido en la imaginación de Brígida como el amigo, el cómplice y el protector, es derribado por la tecnología. El mundo que evoca Ana María, aquel mundo de sueños de la infancia, es destrozado por su marido Antonio cuando tira esa piedra en el estanque: desde entonces, ella no puede rearmarse y, por eso, "la perseguía la imagen del espejo que vio destrozarse el primer día en el estanque..." (92).
Otro aspecto notable que estas tres obras y tres personajes tienen en común es la visión de la ciudad.[8] La ciudad es un ente hostil, negativo y destructor. Todas las visiones del reino de la infancia y de la imaginación son aniquiladas en la ciudad. La ciudad viene a representar lo masculino y, por lo tanto, lo burgués y lo tecnológico. Brígida, acostumbrada a la vida campestre, se horroriza cuando el gomero es derribado y tras de esa ventana donde observa el mundo, la fealdad de la ciudad se revela: "La ventana abre ahora directamente sobre una calle estrecha, tan estrecha que su cuarto se estrella casi contra la fachada de un rascacielos deslumbrante" (126). Aparecen también la hilera de automóviles alineados frente a una estación de servicios pintada de rojo.
Ana María viene a la ciudad del mundo de su padre donde todo es abierto, libre y donde la naturaleza invade los alrededores. En la ciudad, comienza su desilusión y su desengaño posterior. La ciudad la sofoca: "Al final de sus estrechas calles divisaban siempre las escarpadas montañas. La población estaba cercada de granito como sumida en un pozo de alta cordillera" (91). Ella, acostumbrada a la presencia de la naturaleza, "al chasquido del río golpeando las piedras erguidas contra la corriente" (91), en la ciudad encuentra silencio: "Había empezado a sentir miedo de ese silencio absoluto y total que solía despertarla durante las noches" (91).
He aquí, entonces, a las heroínas de María Luisa Bombal desplazadas en la ciudad, lejanas de la naturaleza que, para ellas, es sinónimo de fuerzas primordiales. En la ciudad los espíritus libres comienzan a consumirse y finalmente a extinguirse, ya que lo único que les es accesible, la imaginación, también les presenta dudas e incertidumbres.
Las figuras femeninas, drásticamente opuestas a las masculinas, permean este universo narrativo bombaliano. Las heroínas de la autora nacen en una esfera natural, que hasta podríamos llamar silvestre. Poseen una percepción vital de lo natural y de lo que muchas veces se ha llamado conciencia femenina. Asumir que existe una conciencia femenina implicaría que está asociada a ciertas cualidades biológicas de la mujer. No quisiéramos asumir que las diferencias biológicas de la mujer causan diferencias mentales entre ambos sexos, sino que, debido a la naturaleza de la experiencia femenina, ella se inclina a percibir al mundo desde un ángulo un tanto disimilar al hombre. O, como afirma Virginia Woolf,
... the weight, the pace, the stride of a man's mind are too unlike her own for her to lift anything substantial from him successfully. The ape is too distant to be sedulous. Perhaps the first thing she would find, setting pen to paper, was that there was no common sentence ready for her use.[9]
Esa aguda metáfora del "common sentence ready for her use" nos ayuda a corroborar las ideas expuestas en este estudio. En estas obras, existe en las heroínas una sensibilidad femenina que actúa en conjunción con la naturaleza y en una simbiosis muy especial vinculada a lo intuitivo y mágico de sus seres. Utilizamos el término "sensibilidad femenina" para referirnos a toda agrupación de rasgos de carácter común que definen concretamente la experiencia de la mujer. Por ejemplo, en las obras estudiadas, Bomba! presenta a sus protagonistas bajo el modelo femenino de la pasividad y la restricción. Ahora bien, el hecho de que estas protagonistas intentan escapar de estas cualidades atribuidas a su sexo, produce la discordancia y la alienación, y el modelo femenino asignado queda como un residuo negado.
Otro aspecto ligado a la sensibilidad a conciencia femenina en la
narrativa bombaliana se vincula a la subjetividad del lenguaje utilizado. Aunque es extremadamente complejo determinar si existe tal hecho, es decir, qué es el lenguaje femenino y aislar sus diferencias fundamentales, sí podernos admitir que el lenguaje refleja de diversas maneras la situación subordinada de las heroínas que lo articulan, ya que los signos verbales cumplen una función en un sistema de convenciones.[10] Por lo tanto, la escritura impone un orden significativo, dando un sentido transformador de los códigos anteriores (individuales o colectivos).[11] Así, el que escribe o la que escribe, pone sentido en el mundo ya que el lenguaje es el que lo define o la define. La pasividad recatada en las heroínas citadas indican una situación de enunciación de su situación particular de recato. También el motif unificador en La última niebla, que es el recuerdo de una noche de amor, recuerdo que prácticamente domina la narración y que es mantenido en secreto, en la privacidad de la siquis interior de la protagonista, atestiguan en la escritura de la autora y, por extensión, en el comportamiento de las protagonistas, un reiterado uso del lenguaje que encapsula vivencias mujeriles: en este caso, el mundo interior privado de la memoria en oposición al público y exterior del hombre.
Por esta razón, cuando la mujer escritora como Bombal toma la pluma y articula su lenguaje, observamos un alto grado de subjetividad, una relación interior marcadísima que se funde con lo que la rodea, como por ejemplo, su simbiosis personal con la naturaleza: "Era curioso: también mis dos pequeños senos prendían, parecían desear florecer con la primavera" (La amortajada, 32). Esto se debe principalmente a la fusión de la mujer con todo lo que la rodea: "Oh, hundir la mirada en algo amarillo" (La amortajada. 34). Por lo tanto, su lenguaje nace dentro de sí misma porque todo lenguaje es un reflejo del que escribe. Así los elementos de su propia identidad se convierten en una metáfora que transciende la propia sensibilidad de la autora que es una sensibilidad esencialmente femenina. Es importante recalcar que, en las obras estudiadas centradas en un habitat feminocéntrico, hay un entrelazamiento del lenguaje y los códigos culturales en los cuales este lenguaje se inserta y funciona, como por ejemplo, las abundantes metáforas de espacios cerrados como el cuarto de vestir en "El árbol", donde Brígida contempla al árbol desde una ventana o desde lo interior hacia el exterior. También, el ataúd en el que yace la amortajada se asocia con la pasividad extrema encarnada en la muerte. Como el cuarto de vestir en "El árbol", el ataúd es otra metáfora de encierro.[12]
Este uso de figuras o imágenes que encapsulan estos textos denotan y representan el problema de la mujer en la sociedad. Podemos afirmar que la conexión entre lenguaje —pensamiento y lenguaje— y percepción de la realidad, indica que la configuración del lenguaje y sus imágenes determina cómo el sujeto estructura la realidad. Por eso Virginia Woolf no adjudica crear un nuevo lenguaje que sustituya al
de los hombres, sino que aboga por introducir los temas, el universo femenino a través de los recursos generales del lenguaje que calcen con su percepción de la realidad y con su propia versión de ésta.
Insistirnos que las aseveraciones expuestas en este ensayo sobre el concepto de "escritura femenina" aplicada a esta trilogía representan esfuerzos iniciales que intentan estudiar cómo lo femenino en el lenguaje calza dentro de los textos de María Luisa Bombal.
La obsesionante visión del hombre y de la mujer y, últimamente, de la mujer dependiente de las fuerzas masculinas, es un intento desesperado de la autora por tratar de explicarse lo que es ser mujer y qué es conocer a ese otro ser que la domina. Entrando al laberinto de su propio ser, primeramente debe contemplarse a sí misma:
Cuando una mujer latinoamericana toma entre sus manos la literatura, lo hace con el mismo gesto y con la misma intención con la que toma un espejo: para contemplar su imagen. (Castellanos 144)
Las heroínas de Bombal contemplan su imagen tras un espejo. Pero no pueden evitar descubrir que al mirarse a si mismas también ven una sociedad doliente, oprimida, una sociedad que les niega su esencia. Como dice Sabato, se adentran a una sociedad que desemboca en la deshumanización. Comienzan las heroínas a mirar la naturaleza con un amor desinteresado y panteísta; luego, son dominadas por aquellas fuerzas masculinas que ansían dinero y poder (como Antonio, Luis y Daniel). Sabato, al hablar sobre el hombre y la sociedad moderna, comparte un punto de vista similar al de Bombal:
He aquí. pues, al hombre moderno. Conoce las fuerzas que gobiernan al mundo, las pone a su servicio, es el dios de la tierra. Sus armas, el oro y la inteligencia: su procedimiento, el cálculo. (55)
Las protagonistas de Bombal, quienes son esencialmente de una naturaleza primitiva, se encuentran dentro de una cultura deshumanizada. Por lo tanto, incapaces de mantener una alternativa personal se sienten vencidas, aunque, a veces, intentan buscar una consolación en la no-consolación: "Puede que la verdadera felicidad esté en la convicción de que se ha perdido irremediablemente la felicidad" o "entonces empezamos a movernos por la vida sin esperanzas ni miedos, capaces de gozar por fin todos los pequeños goces, que son los más perdurables" ("El árbol," 125).
En La última niebla, la derrota de la imaginación es admitida por la protagonista anónima en la vejez. Con sus fuerzas finales intenta suicidarse, pero hasta el suicidio se convierte en el sinónimo de un
fracaso y termina siguiendo a Daniel "para llevar acabo una infinidad de pequeños menesteres, para cumplir con una infinidad de frivolidades amenas, para llorar por costumbre y sonreír por deber" (53).
La vida burguesa ofrece a las protagonistas en estas tres obras respectabilidad, mediocridad, rutina. Pero el pasar de los años verifica la superficialidad de estos valores: "Pasaron años. Años en que se retrajo y se fue volviendo día a día más limitada y mezquina" (103).
Por las razones ya citadas, las percepciones míticas y primitivas de la realidad en estos tres personajes son vedadas. Cada una de ellas posee una creencia singular que depende de un modo único de percepción. La unificación de la vigilia y el sueño, de la realidad interior y exterior, parece ser el deseo de cada una de estas tres mujeres, deseos que se asimilan a las doctrinas surrealistas en boga:
The surrealistic project is unification, its object the realization of man's unity by the meeting of two opposed paths where our desire is engaged: that of poetry, perhaps madness, that of science and practical activity.[13] (Alquié 125)
Sólo por medio de la muerte la heroína bombaliana encuentra la solución al dilema que la acecha. A partir de La última niebla escrita en 1933, la protagonista se pregunta qué hacer y cómo volver a integrarse en su mundo natural. ¿Cómo huir y adonde?: "La muerte me parece una aventura más accesible que la huida. De morir sí me siento capaz" (48). Es muy posible desear morir porque se ama demasiado la vida. En La amortajada se postula la solución: entrar a lo más oscuro del ser, poseerse en la muerte para así volver a ganar aquel perdido lugar en el universo: "Sola podría al fin morir, descansar" (143).
Aunque el optimismo que la amortajada encuentra en la muerte yace en un nihilismo absoluto originado en la vida, Ana María nos da una alternativa, propone soluciones. Estas tres obras, anudadas por varias coordenadas comunes como las que hemos citado, también poseen una característica de un ritmo ascendente. En La última niebla la mujer se atreve a soñar, a ser, aunque esto sólo sea por medio de una obsesionante fantasía. En "El árbol", Brígida escapa de las redes de un matrimonio insípido y repleto de las pequeñas rutinas. En La amortajada, la liberación es total. La muerte no sólo se convierte en un exilio, sino en un regreso a las fuentes originales, al centro de la vida que unifica y suprime las dualidades de las cuales Ana Maria, Brígida y la protagonista anónima de La última niebla fueron víctimas.
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Notas
[1] En este párrafo, hemos resumido a grandes rasgos las características centrales del universo narrativo bombaliano que está plasmado por la obsesionante búsqueda del amor y por hombres arquetipos de padres y maridos que refuerzan con intensidad los valores patriarcales. [2] Entendemos por habitat feminocéntrico aquel espacio ocupado en primera instancia por voces narrativas femeninas y, además, por preocupaciones que se centran en la cualidad de ser mujer y de llevar una existencia que se adscribe a los preceptos femeninos de la época. Así Bombal señala en las obras citadas la vida enajenante de mujeres burguesas reducidas a un perímetro hogareño. [3] Esta otra definición de "feminocéntrico" ha sido postulada por Lorraine Roses en su trabajo inédito "Los tristes trópicos de Rosario Ferré". [4] Para interesantes estudios en torno a la condición específica de la mujer chilena en los años 30, véase Falcón, Mattelart, y Klimpel. [5] La mayoría de los estudios críticos en torno a la autora estiman que sus protagonistas son seres irracionales y neuróticos. Esta es la tesis central del libro de Vidal, María Luisa Bombal o la feminidad enajenada. Sin embargo, a mi juicio cabe señalar que tal vez uno de los rasgos más interesantes de la autora es la importancia que se le da a la imaginación como medio para crear una vida propia aunque sea por medio de la imaginación. [6] Es interesante que los hombres inventados en la mente de la mujer anónima en La última niebla posean las características de la protagonista: son emocionales, afectivos y tiernos. Esto comprueba que la autora no es anti-hombre; simplemente, en el desarrollo de la vida de las protagonistas, éstas no encuentran estas cualidades en sus maridos. [7] Ver las observaciones de Castellanos, donde señala básicamente que la mujer no puede cambiar su esencia y sus semejanzas con los poderes ocultos. [8] La ciudad como elemento hostil ha sido mencionado en el capitulo de Vidal dedicado a La amortajada en La feminidad enajenada (115-21). [9] Cita de Virginia Woolf que aparece en Vivían Gornick. 108. Para un estudio interesante de la sensibilidad femenina, véase Vivian Gornick, "Toward a Definition of the Female Sensibility." que aparece en esta misma obra (108-27). [10] Es extremadamente complejo asumir que existe un lenguaje netamente femenino. Lo que si estimamos posible es que el lenguaje no es un elemento aislado sino que forma parte de una cultura: por eso, nos aventuramos a decir que hay ciertos aspectos de la experiencia femenina reflejada en el lenguaje articulado por una escritora mujer. Este tema es muy controversial. Para mayor información al respecto, véase los siguientes estudios que nos han ayudado a pensar y formular algunos de los conceptos que aparecen en este trabajo: Conklin, Lakoff, y Demonte. [11] Esta idea del signo verbal como parte de un sistema de convenciones o códigos culturales deriva directamente de los postulados enunciados por Barthes en Crítica y verdad. El concepto de "código cultural" también se discute en S/Z del mismo autor (20). [12] Para un interesante estudio de figuras retóricas que giran alrededor de las metáforas de encierro y sofocación, véase Gilbert y Gubar (86-87). [13] Ya se han mencionado por la critica las afinidades de la obra de Maria Luisa Bombal, que consiste en la unión de los contrarios, como la coexistencia entre la vida y la muerte, la realidad y la irrealidad. Vemos esto con mayor nitidez en La amortajada.
-Alquié. Ferdinand. The Philosophy of Surrealism. Ann Arbor: University of Michigan Press, 1965.
-Barthes. Roland. Critica y verdad. Buenos Aires: Siglo XXI. 1972.
------------------ S/Z. Trans. Richard Miller. New York: Hill and Wang,
1974.
-Bombal, Maria Luisa. La amortajada. Buenos Aires: Ediciones Orbe, 1968.
----------------- La última niebla. Santiago de Chile: Ediciones Orbe, 1975.
-Castellanos, Rosario. Mujer que sabe latín. Mexico: Editorial Septentas. 1980.
-Conklin. N.F. "Toward a Feminist Analysis of Linguistic Behavior." The University of Michigan Papers in Women's Studies 1 (1974): 51-73.
-Cunningham. Lucía Guerra. La narrativa de María Luisa Bombal. Madrid: Editorial Playor, 1980.
-
Demonte. Violeta. "Naturaleza y estereotipo: la polémica sobre un lenguaje femenino". In Perspectivas sobre la mujer. Madrid: Universidad Autónoma de Madrid, 1982. 251-256.
-Falcón, Lidia. Mujer y sociedad: análisis de un fenómeno reaccionario. Barcelona: Editorial Fontaneila. 1973.
-Gilbert, Sandra M. and Susan Gubar. The Madwoman in the Attic: The Woman Writer and the Nineteenth Century Literary Imagination. New Haven: Yale University Press, 1979.
-Gornick, Vivian."Toward a definition of the Female Sensibility." Essays in Feminism. Ed. Vivian Gornick. New York: Harper and Row. 1978. 108-27.
-Klimpel, Felicitas. La mujer chilena. Santiago. Chile: Editorial Andrés Bello. 1962.
-Lakoff, Robin T. Language and Women's Place. New York: Harper and Row, 1975.
-Mattelart, Michelle and Armand. La mujer chilena en una nuera sociedad. Santiago de Chile: Editorial del Pacifico, 1968.
-Sábato, Ernesto. El escritor y sus fantasmas. Buenos Aires: Aguilar. 1967.
-Vidal, Hernán. María Luisa Bombal o la feminidad enajenada. Barcelona: Hijos de José Bosch. S.A.. 1976.
-Woolf, Virginia. From "A Room of One's Own." Essays in Feminism. Ed. Vivian Gornick. New York: Harper and Row, 1978, 108-22.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez
Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Aproximaciones a una trilogía en la narrativa de María Luisa Bombal.
Por Marjorie Agosin.
Publicado en Rocky Mountain Review of Language and Literature, Vol. 38, No. 4 (1984)