Proyecto Patrimonio - 2015 | index | María Luisa Bombal | Autores |
María Luisa Bombal: la narrativa del ensueño
Por Eduardo Guerrero del Río
Revista Mensaje, 3 de septiembre de 2015
.. .. .. .. ..
El 11 de mayo de 1980, en el diario El Mercurio, el crítico literario Ignacio Valente señalaba: “Ha muerto María Luisa Bombal. Ha muerto sin el Premio Nacional de Literatura. Igual que Juan Emar. Las dos más altas cumbres de la narrativa chilena de este siglo han compartido un doloroso destino: el pago de Chile”. Con estas palabras, no solo daba cuenta de un hecho concreto (su muerte) sino que, fundamentalmente, manifestaba la ignominia sufrida por una de nuestras más destacadas escritoras, al no ser reconocida con el Premio Nacional de Literatura. Se podría argumentar la brevedad de su producción literaria, pero más valen pocas palabras que una insulsa sobreabundancia. En todo caso, en sus pocos escritos dejó testimonio de ser una narradora sensible, preocupada por la situación de la mujer en los años treinta, y que, sobre todo, utilizó un lenguaje poético y envolvente.
DATOS BIOGRÁFICOS
María Luisa Bombal nació en Viña del Mar el 8 de junio de 1910 en el seno de una rica y aristocrática familia. En lo específico, como menciona la propia escritora: “Nací en el Paseo Monterrey, era precioso, ¡lindo!, todo cubierto de madreselvas, los señores se paseaban conversando y veíamos el mar y los barcos que pasaban… ¡Viña era una maravilla!”. A los trece años, tiene su primera experiencia viajera ya que, con motivo de la muerte de su padre, parte a París al Convento de Notre Dame de l’Assomption. Cinco años después, en 1928, ingresa a la Facultad de Letras de la Sorbonne, optando al grado de licenciada en literatura, con una tesis sobre Mérimée.
Posteriormente, su destino fue Buenos Aires, hecho que la marcó vivamente ya que tomó contacto con varios escritores porteños y, sobre todo, trabó amistad y recibió el espaldarazo de Pablo Neruda, viviendo incluso dos años en su casa. Al respecto, en “Viaje inmóvil y viaje funerario en Bombal y Neruda”, el profesor e investigador Patricio Lizama afirma: “Los años que pasó María Luisa Bombal en Buenos Aires fueron de gran relevancia para su vida y su consolidación como escritora”. También vivió en Estados Unidos, regresando finalmente a Chile, donde fallece el 6 de mayo de 1980.
GENERACIÓN DE 1942
Desde una perspectiva generacional, a partir de la propuesta del académico Cedomil Goic, por su fecha de nacimiento, María Luis Bombal pertenece a la Generación literaria de 1942 (también conocida como la del 38), correspondiente a la segunda generación surrealista. En su estudio, fundamentalmente, Goic resalta la fuerte concepción político-social de esta; eso sí, como complemento, es interesante la propuesta de otro académico, José Promis (en su libro La novela chilena del último siglo), ya que distingue dos variantes en este grupo generacional: “La frecuencia con que el discurso crítico ha utilizado tales designaciones ha conducido también a distinguir dos tendencias en el interior del programa narrativo generacional: aquella impuesta por la novela comprometida con los acontecimientos político-sociales de la época, es decir, ‘la novela treintayochista’, y la variante de la novela que evade tal compromiso, representada por relatos que continúan modos representacionales surrealistas o por relatos escritos por mujeres que presentan una visión femenina de la existencia cotidiana (María Luisa Bombal, María Flores Yáñez, Chela Reyes, Luz de Viana)”.
PRODUCCIÓN LITERARIA
Su primera novela es La última niebla, publicada en 1935. La autora se refiere con las siguientes palabras a este texto: “Yo describí un drama sentimental, el quiebre de una ilusión y la necesidad de llenar los anhelos. La última niebla está inspirada en haber tenido un amante que no tuve… Mi primera experiencia amorosa fue bastante espantosa; yo lo puse a él como marido. La novela tiene una base autobiográfica bastante trágica y desagradable. Está basada en mi primer amor, que terminó a balazo limpio”. En todo caso, más allá del hecho puntual que sirvió de génesis (con todos los ingredientes de la crónica roja), lo que interesa es valorar el sustrato que subyace tras esta historia. Veamos primero su argumento, en palabras de Ágata Gligo, autora de una biografía sobre Bombal: “La novela se engarza en un argumento simplísimo: una mujer casada con un primo que no la ama, vive una noche una aventura amorosa cuyo recuerdo la llena durante años de felicidad. De improviso, una frase cualquiera introduce la duda: no sabe si vivió o soñó. Su existencia entera tambalea y trata de reencontrar a su amante”. Es decir, desde esta obra inicial, encontramos constantes que van a aparecer en la totalidad de su producción: el tema de la mujer, la relación amorosa, la dialéctica sueño/realidad, el motivo de la búsqueda, todo lo anterior inmerso en un halo poético que envuelve a los personajes y a las situaciones. Así, por ejemplo, expresiones como “noche a noche he tratado, también en vano, de volver a encontrar el mismo sueño”, “su cuerpo me cubre como una grande ola hirviente, me acaricia, me quema, me penetra, me envuelve, me arrastra desfallecida”, “mi amor por él es tan grande que está por encima del dolor de la ausencia”, dan cuenta a cabalidad lo mencionado anteriormente. Además, el sustantivo “niebla” del título también le añade una connotación al relato, que se traduce justamente en esa oposición entre lo que realmente sucedió y lo que se soñó.
Para el escritor Jaime Hagel, “La última niebla es la primera novela que rompe con las tendencias narrativas naturalistas y realistas que dominaban la literatura chilena. Su autora es uno de los pocos narradores de su generación que experimentan con la modalidad surrealista. Es también precursora en el descubrimiento de la naturaleza sensual de la mujer y en captar la belleza del acto sexual. En esta novela aparece el tema de la búsqueda del amor perfecto, del príncipe encantado, por una mujer que ha perdido la ilusión romántica del matrimonio”. Otra de las estudiosas de la obra bombaliana es Lucía Guerra quien, a su vez, alude al estudio que realizó el connotado filólogo español Amado Alonso sobre esta novela: “En 1936, Amado Alonso demostró, a través de un penetrante análisis, que La última niebla se aleja, de manera notable, de la novela chilena de corte naturalista. En su interesante estudio titulado ‘Aparición de una novelista’, Alonso destaca la subjetividad de la narración, el estilo poético y los modos directos de expresión, el papel estructural de lo accesorio y la función del leitmotiv de la niebla como elemento que simbólicamente sustenta la yuxtaposición de la realidad objetiva y la realidad soñada”.
LA AMORTAJADA
Tres años después, se publica su segunda novela, La amortajada, en donde además de los temas vislumbrados en la novela anterior y en relación con el título mismo, aparece el de la muerte. Incluso más, a partir de un tiempo inmóvil, uno de los ejes narrativos es el de Ana María, quien desde la inmovilidad de la muerte, “recuerda” su vida pasada, sus amores y desamores (aunque desde una distinta perspectiva, hacemos referencia a La muerte de Artemio Cruz, del mexicano Carlos Fuentes, la historia de este guerrillero narrada por él mismo desde su lecho de muerte). Con un desenlace digno de recordar: “Había sufrido la muerte de los vivos. Ahora anhelaba la inmersión total, la segunda muerte: la muerte de los muertos”.
Pero existen otras voces narrativas, en palabras de Hernán Vidal: “Consideremos que existen diversas voces narradoras para la representación de la realidad, formando un mosaico que no solo incluye la conciencia de la amortajada hablando en primera persona, sino también a una omnisciencia que va más allá de esta limitación para captar los procesos mentales de otros personajes y la intervención de un ser sobrenatural que conmina a la muerta a seguirlo. Ana María, la muerta, medita, juzga, saca conclusiones y experimenta revelaciones sobre el sentido de ciertos episodios de su existencia. El mosaico de voces narradoras presenta el velorio y entierro de Ana María. Es un periodo que va desde una noche cualquiera hasta la madrugada del día siguiente, en que el cuerpo es llevado a la cripta familiar”.
EL ÁRBOL, UN CUENTO DE ANTOLOGÍA
De 1939 es “El árbol”, el cual —en palabras de Lucía Guerra— “es uno de los cuentos más antologados de la literatura latinoamericana por su estructura innovadora y un lenguaje que reproduce el ritmo y temple de la música de Mozart, Beethoven y Chopin”. Por su parte, en “Más que palabras: arte y subjetividad en ‘El árbol’ de María Luisa Bombal”, Rubí Carreño señala: “En el campo fundamentalmente realista de la década del treinta, María Luisa Bombal realiza un cuento técnicamente prodigioso en el que una vida entera se cuenta en el tiempo que dura el concierto y que, a su vez, corresponde al tiempo que el lector demorará en leerlo”.
También aquí el título posee resonancias significativas pues, más allá del objeto concreto, existe un simbolismo de por medio. En lo específico, Brígida, la protagonista, se ha casado con un hombre mayor (amigo de su padre), pero ella no lo quiere, lo que la lleva finalmente al abandono. Vive envuelta en la nostalgia y en los recuerdos de su niñez y adolescencia (pérdida del paraíso perdido), todo esto apoyado —como telón de fondo— por el sonido de la música clásica. Respecto del árbol mismo, el narrador efectúa la siguiente descripción: “Era el árbol, el gomero que un gran soplo de viento agitaba, el que golpeaba con sus ramas los vidrios, el que la requería desde afuera como para que lo viera retorcerse hecho una impetuosa llamarada negra bajo el cielo encendido de aquella noche de verano”. Pero, desde la perspectiva simbólica señalada, el árbol abatido por un hachazo simboliza, por su parte, este amor que también es abatido por la renuncia a él: “Un estruendo feroz, luego una llamarada blanca que la echa hacia atrás toda temblorosa. ¿Es el entreacto? No. Es el gomero, ella lo sabe. Lo habían abatido de un solo hachazo”.
NOVELA PÓSTUMA
En el año 2012, aparece por vez primera en español la novela Casa de niebla. Su génesis la relata Lucía Guerra: “María Luisa Bombal presenta La última niebla a la editorial Farrar Straus & Giroux, la que se interesa en publicarla en inglés con la condición de que esta nouvelle de apenas 45 páginas, tenga un mínimo de 200 páginas. Surge, así, House of mist(1947), novela que, aunque basada en la trama central de La última niebla, pasa por una reelaboración destinada al público norteamericano”. Sin duda, no deja de sorprender este texto, en donde la protagonista recuerda “esa noche de amor en la cual cada detalle permanecía más vívido en mi recuerdo que cualquier otro suceso de mi vida… ¡no podía ser un sueño!”. Más allá de la ampliación de la historia en comparación con La última niebla, la resolución final es diferente y, como señala Tiziana Gibilisco, “hasta llegar a un happy end estilo Hollywood”.También, a lo largo del relato, la presencia de la niebla en un sentido metafórico: “Podía sentir la niebla agazapada dentro de mí y cercándome también desde afuera para deslizarse dentro de la casa, empañando los espejos, extinguiendo cada matiz, ocultando los objetos hasta invadir todas las habitaciones, una tras otra…”.
A treinta y cinco años de su muerte, la presencia de María Luisa Bombal en la literatura chilena sigue estando inalterable. Además, no hace mucho tiempo se publicaron nuevamente sus Obras completas. Como tampoco uno puede olvidar la injusticia cometida al no habérsele concedido el Premio Nacional de Literatura. Tal vez es hora de crear el “premio de los olvidados”.