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La fantasía onírica de María Luisa Bombal
La última niebla. La amortajada. Barcelona, Seix Barral. 1984. 184 págs.
Por Carmen de Mora
Publicado en Diario ABC de España, 17 de octubre de 1984
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La obra de esta escritora chilena, qua encontró en Buenos Aires el clima apropiado para explorar las oscuras regiones del subconsciente y acogerse a la literatura fantástica es más bien exigua, pero bastó para contribuir a la liquidación del criollismo chileno.
La frustración amorosa constituye, en la mayoría de sus relatos, la «fuerza temática» que transmite a la acción su primer impulso dinámico: el deseo de estar en «otro lugar» y pertenecer a «otro». En literatura, ese estado de apasionado abandono a la esfera liberadora de los sueños recibe un nombre: bovarismo. El relato que abre el volumen aparece por primera vez en 1935, con prólogo de Amado Alonso, quien ya señaló la novedad y perfección del estilo impresionista de la autora. La historia narrada pertenece a ese reino primigenio donde la armonía entre la realidad y el deseo es momentáneamente posible. El simple acto de pensar en alguien o en algo permite, mediante un deslizamiento cualitativo, traerlo a presencia. Soñar (o vivir) que es poseída por su amante representa para la protagonista el reverso de su incapacidad para rebelarse, aunque ni siquiera consiga traer del sueño una flor de Coleridge, y todo se esfume en la niebla. En cualquier caso, cuestionar la existencia real del amante es tarea baladí, pues sin ambigüedad no existiría lo fantástico; tampoco se cumpliría una de sus reglas de oro: atentar contra las leyes de causalidad.
En «La Amortajada», valiéndose de la ambigüedad que posee el cadáver como estado que participa aún de la vida —puesto que está presente—, si bien pertenece ya a la muerte, la narración, con una morosidad proustiana que favorece la liberación de los recuerdos, se focaliza con frecuencia sobre la mujer que acaba de morir, y desde su no vida nos va presentando a los demás personajes.
No es indiferente que la autora de estos relatos sea una mujer. La peculiar visión del mundo que su sensibilidad nos depara produce un efecto poético, por otra parte muy frecuente en la narrativa europea a partir de 1925, que invade el contorno del paisaje chileno desligandolo de toda ambientación criollista; al estilo de Pablo Neruda en «El habitante y su esperanza». Siguiendo las huellas de Delmira Agustini y Alfonsina Storni hurga en la psicología femenina hasta descubrir la razón de su misterio en la hipótesis de la mujer con la naturaleza. La cabellera que «arranca desde lo más profundo y misterioso» es el puente de esa unión.
Sin hablar necesariamente de influencias, los cuentos de la Bombal presentan
elementos afines con escritores posteriores. Por ejemplo, el contrapunto musical que acompaña el drama de la heroína en «El árbol» recuerda alguna secuencia de «La lejana», de Cortázar, y María Griselda, mujer de irresistible belleza e inocencia exasperante que arrastra consigo un halo de amor y de muerte, guarda un estrecho parentesco con la inolvidable Remedios la Bella.
De todos los relatos incluidos en este libro yo destacaría una frase que, a mi juicio, constituye la respuesta a la «busqueda ansiosa» de los personajes y, probablemente, de la propia autora: «Puede que la verdadera felicidad esté en la convicción de que se ha perdido irremediablemente la felicidad. Entonces empezamos a movernos por la vida sin esperanzas ni miedos, capaces de gozar por fin todos los pequeños goces que son los más perdurables» (Pág. 54). Esta afirmación puede ser discutible, el mérito de la autora está en haber logrado que el lector la crea irrefutable.