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MARÍA LUISA

Por Ennio Moltedo
Cuaderno, Revista de la Fundación Pablo Neruda. N°73, Primavera 2015


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Esta viñamarina los volvió locos a todos. Protagonizó algún hecho romántico-policial conocido y que, por lo mismo, no repetiremos aquí. Aparece todavía en la prensa una fotografía suya de aquella época —de frente: pelo corto y flequillo a la garçonne. Bella, distinguida, inteligente. Por supuesto, esta tríada es de difícil repetición. Vivió en el extranjero la mayor parte de su vida —es la marca y sino "Gabriela"— y regresa a su balneario de juventud a mediados de los años 70, ya anciana, viuda y literariamente famosa para nosotros.

Es atendida por la autoridad local tardíamente, como es costumbre nacional con el arte, pues el resto de la "cultura" ya está instalado en el capitolio TV. A María Luisa Bombal la conocí en reuniones diversas cuando un grupo de seguidores pretendía reeditar su obra. Incluso la postularon al premio nacional. A pesar de sus méritos innegables, una y otra vez fue postergada. Eran tiempos en que esta distinción se reservaba para los celebradores del régimen. No solo eso. Para que se notara menos el agravio y la vaciedad de los designados, el gobierno de la época dispuso alternar el premio nacional cada dos años. La situación se mantiene hasta hoy, veinte años después, sin que a ningún demócrata le interese revertir el edicto.

María Luisa se mantenía en silencio. Su actividad social era mínima y agradecía con digna efusión los gestos de apoyo que recibía. Tuve la impresión que había regresado con la esperanza de recuperar los lugares y entornos de la ciudad donde realizó su obra y en este ámbito establecer el refugio necesario para su memoria. Había vuelto también por un resto de inercia literaria que ahora abandonaba. Fue ella quien escribió la frase: "Viña del Mar es una novia muerta". Lo más representativo era ahora su propia figura y expresión desorientada. Intentamos una reedición de sus obras, pero no tuvo ella la voluntad o la asesoría para resolver acerca de sus derechos, al parecer comprometidos en el extranjero.

La última vez que la vi fue en la esquina del puente de Villanelo con uno Norte. Titubeaba: no se atrevía a cruzar la calle. La tomé del brazo y me explicó que vivía a mitad de la próxima cuadra. A paso lento llegamos hasta la casa —hoy desaparecida; en su lugar se eleva una torre de concreto—. Con toda naturalidad me dijo: "Muchas gracias por tu ayuda. No te hago pasar porque vivo con dos viejas insoportables". Poco tiempo después de su muerte publicamos un Breviario en su homenaje, "La Playa de Miramar", lugar que gustaba recordar. En la portada aparece la hermosa María Luisa de siempre. La Municipalidad de la ciudad jardín (?) ha celebrado a la escritora instalando un busto en la plazuela que lleva su nombre, en calle Villanelo. Hoy, por supuesto, convertida en un rincón callejero, siempre sucio, cubierto de basura y desperdicios, día y noche. Retiren de allí a María Luisa, eviten citarla y no escriban su nombre los que no saben leer.


(Texto incluído en "La línea azul" de Ennio Moltedo. Ediciones Altazor, Viña del Mar, 2015)
Fotografía: Busto de María Luisa Bombal. Calle Villanelo a la altura del Nº180. Plazoleta María Luisa Bombal.

 



 



 

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Por Ennio Moltedo.
Cuaderno, Revista de la Fundación Pablo Neruda. N°73, Primavera 2015