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SONETOS FLUVIALES. CANTO A LOS RÍOS DE CHILE
Hugo González Hernández (2021, Santiago: Ediciones Tácitas)

PRESENTACIÓN

Por María Loreto Mora Olate
Jueves 4 de noviembre de 2021. Ciclo “La Palabra”.
Centro Cultural Casa Gonzalo Rojas. Chillán.




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“Gran poeta este chileno guitarronero Hugo González que, en este tiempo de frecuente verso desaliñado y prosaico, nos regala el placer de la alta poesía”, ha dicho el Premio Nacional de Literatura, José Miguel Varas en su prólogo a 50 sonetos (2008/2015, Circe Creaciones), donde a través de los seis sonetos dedicados a los ríos de Chile encontramos el afluente de “Sonetos fluviales. Canto a los ríos de Chile”, del libro que nos convoca esta tarde, financiado por el Fondo Nacional de Fomento del Libro y la Lectura, convocatoria 2020, del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio.

González, hijo de San Carlos (Ñuble), poeta, payador, cultor del guitarrón chileno y de la poesía estrófica, a través de la décima; confluyendo en él, en connotación fluvial, la riqueza oral  y escrita del género; y en esto concuerdo con nuestra amiga y experta en poesía, Dra. Paula Miranda, quién ha dicho a propósito de Cántaros (2015, Ventana Abierta Editores): ”No es frecuente encontrar un registro que amalgame tan bien ambos oficios”.

En cuanto a la forma estrófica, este tercer libro de Hugo González se hermana con la obra nerudiana con sus “Cien sonetos de amor” y “Los sonetos de la muerte” de la Mistral. Ya en la temática, del paisaje geográfico, esta obra de González establece un nexo con el “Poema de Chile” de Gabriela Mistral, quien en 1929 decía: "Nuestra obligación primogénita de escritores es entregar a los extraños el paisaje nativo". Y es así como, por ejemplo, nos regala su poema “Bio-Bio” que podemos hacer dialogar con el soneto de González.

Es así como González asume esta especie de mandato mistraliano con “Sonetos fluviales. Canto a los ríos de Chile”, toma al lector de la mano para realizar un doble viaje:  uno geográfico, por lo ríos de nuestro país, y otro más, personal, un viaje interior, por los ríos de nuestra memoria.

Pero antes, el autor nos entrega una especie de Ars poética, una antesala, una hoja de ruta en “Arribada a los ríos” donde destaco el segundo cuarteto por su profundidad y construcción retórica que revela el oficio del autor:


Llegar a un río calmo o furibundo
Es hacer que el pasado te ajusticie,
Es lograr que el futuro te acaricie
Y asir la eternidad cada segundo


La disposición de los 73 sonetos desde el norte al sur austral, invita al viaje geográfico; cómo no querer conocer el Río Loa, en el norte, el que siempre aparecía en nuestras lecciones escolares:


(…)  el más extenso
peciolo azul en el más seco lienzo,
hálito vivo de la resistencia


O el río Baker, en el sur, parte de él capturado en la fotografía de portada y que el poeta interpela así:


Quién te quiere domar, bronco salvaje,
Y encarcelar tu galopar de trueno,
Si no naciste para pial ni freno,
Si no hay lazo terreno que te ataje


Pienso ahora en el viaje personal, en la corriente de la memoria que estos sonetos desatan. El cauce me lleva a los ríos de mi infancia linarense, en la región que lleva el nombre de su río principal, El Maule:


Viñatero mayor, el Maule riega
Cepas de sombra que la noche ampara,
Cepas de almíbar como el alba clara,
Cepas de rosas que el amor refriega


Luego me voy al río  Ancoa, que dio nombre a aquel grupo de artistas e intelectuales, como Emma Jauch, Pedro Olmos, Manuel Francisco Mesa Seco, que fundaron el Museo de Arte y Artesanía de Linares. Nuestra maestra, la pintora Paz Olea nos llevó a la precordillera de la zona, a pintar a la orilla del río Achibueno, donde nada hacía presagiar que décadas más adelante estaría en riesgo:


Achibueno, Linares te defiende
Desde el aura en que tu laguna brilla
Hasta que das tu vida al Loncomilla
Como un cometa que su fuego extiende


El autor también nos habla con gratitud del río de infancia, el “Perquilauquén”, río limítrofe entre la región del Maule y de Ñuble.

“- ¿Cuánto falta para llegar?
-Ya, pasamos el Perquilaquén” -me decían mis padres cuando veníamos a ver a mis abuelos paternos a San Nicolás, para responder a mi constante preguntar.

La lectura también me lleva a realizarla como docente, estimo que hay un cierto guiño pedagógico, consciente o no, en esta obra, al incluir una fluvionimia; definido por el autor como “registro peregrino a partir de fuentes, canales, y cauces orales, impresos y virtuales”, poniendo en valor al presencia del mapuzungún en estos “territorios fluviales”, es así como podemos saber que Perquilauquén, provienes de “perguin” (plumaje o penacho) y “lafquén” (mar, gran extensión de agua”.  

En esta misma línea, y desde mi lectura como docente, que es mi principal aval frente a ustedes esta tarde, leer estos “Sonetos fluviales” me hace pensar en su funcionamiento en la arena pedagógica, en el aula real chilena, y permítanme este excurso: en la escuela la poesía es un género que resulta esquivado, y si aparece es de forma fragmentada, para explicar una figura literaria.

Y quizás ahora ni eso, porque este género literario no forma parte del temario de la prueba de acceso a las universidades. Entonces pienso ¿por qué solo vamos a leer poesía en la clase de Lenguaje y Comunicación / Lengua y Literatura? “Sonetos fluviales” puede ser leído en la clase de Historia, Geografía y Ciencias Sociales; en la clase de Artes Visuales, como la experiencia de in situ rescatar al río desde diferentes técnicas plásticas; o desde la Música, musicalizando uno de los sonetos.  O en la clase de Ciencias, interrogándose por la situación de los ríos circundantes, cuántos de ellos están amenazados. Mi lectura, retoma la idea de entramado estético y pedagógico, como se tituló el reciente congreso al cual asistí hace una semana (Irscl2021 - Aesthetic and Pedagogic Entanglements), donde me ha rondado esta pregunta ¿por qué lo estético, lo poético en particular, debe seguir escindido de los demás saberes?

Ahora más que nunca, una obra como “Sonetos fluviales” se hace pertinente para poner a dialogar la naturaleza, la palabra poética, lo medioambiental, los territorios.

El poeta ya nos da un pie forzado, en su actitud lírica apostrófica que interpela a cada río, con gestos de personificación, donde sin duda estos ríos nos hablan hasta el eco de nuestra memoria.

 

 

 

Hugo González Hernández (Autor) y María Loreto Mora Olate (Presentadora).
Fotografía de Samuel Muñoz Orellana, Director del Diario El Itihue de San Carlos, región de Ñuble

 

 


 



 

 

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“Sonetos fluviales. Canto a los ríos de Chile”
Hugo González Hernández (2021, Santiago: Ediciones Tácitas).
Presentación de María Loreto Mora Olate