Proyecto Patrimonio - 2021 | index | Marco López Aballay | Autores |
Geopoética
Trilogía: montañas, valles y ríos
de Leonora Lombardi
Ediciones Inubicalistas, 2021
Por Marco López Aballay
-Escritor-
.. .. .. .. ..
Geopoética se divide en tres capítulos dentro de los cuales la voz hablante se desplaza de norte a sur por el territorio chileno. Como espíritu milenario va dialogando con montañas, cerros, volcanes, valles y ríos que pareciera conocer desde siempre. La poeta, como partícula pensante e integrada a la naturaleza, menciona los nombres de cada uno de ellos y con rigurosa lucidez abre las páginas de la memoria.
En Canto mineral las montañas, los volcanes y los cerros adquieren formas humanas, cuyos brazos y piernas se extienden con libertad otorgándole una estética particular al paisaje natural. De tal manera que el lector disfruta las imágenes, aunque también se estremece ante el silencio. En efecto, el lenguaje de la naturaleza es ajeno al humano y no dimensionamos el susurro del viento, el canto de la montaña, el llanto del cerro que arrastra escenas de dolor. Bajo esa perspectiva consideramos a Leonora como un ente intermediario válido entre la naturaleza humana y la geográfica; ella emprende el diálogo, aguza el oído a esas palabras que caen montaña abajo, comprende lo que al interior de la materia sucede y su discurso es amable e inmensamente conciliador, aunque no menos desesperado. En ese diálogo la poeta apela al origen de la montaña, a los nombres originales de los cerros y volcanes, a la libertad del paisaje, a su natural crecimiento por la Tierra y a sus espíritus que huyen de la presencia humana.
¿Por qué lloras, Volcán Antuco? / ¿por qué lloras? / tu calor no pudo, es cierto / tu calor no pudo / abrigar a los soldados caídos / en la escarcha de su pupila / en el silencio de su sílaba blanca / todos los volcanes no pudieron / Volcán Callaqui / Copahue / Chillán / y en un caracol de silencio / quedó enterrada la tragedia.”
En Canto Vegetal la poeta nos lleva de valle en valle mostrándonos la particularidad de cada cual con todo lo que aquello implica: árboles, frutos, olores, cultura, patrimonio, aunque de manera subjetiva e intensamente poética. Así tenemos a los valles de Lluta; Camarones; Azapa (Jasapa); Huasco; la Luna; Copiapó, Elqui, valle de Aconcagua (Kongkawe) donde aparece “doña Juana de Putaendo” y “don Enrique de Quillota”. Más abajo nos esperan los valles de Colchagua; Mocha y Osorno.
¿Qué cosas son los valles sino un descanso de la geografía?, nos dice Leonora. Y en el valle de la Luna vuelve a sus preocupaciones: “… el humano no puede / con tus silencios, / el humano no puede / con el lenguaje de tus formas, / el humano se asoma ruidoso y raudo / y lo calla el tiempo detenido. / ¿Dónde estoy?, pregunta encuclillado / y solo el silencio responde.
En Canto fluvial nos encontramos ante un intenso poema que pareciera decirnos que Chile se compone de un solo y gran río, cuyos brazos y manos se unen en las napas freáticas desde el fondo de la Tierra, como un corazón que impulsa al agua para que arriba conforme su propio río de acuerdo al territorio elegido. Y como en la Égloga de los cántaros sucios de Oscar Barrientos, las aguas de estos ríos arrastran pecados y suciedad humana hacia un mar imaginario. Aguas cálidas, frías, sangrientas, espumosas, culposas, aunque llenas de vitalidad que entremezclan idiomas, risas, llantos, historias y leyendas que apenas oímos y ni siquiera alcanzamos a comprender.
¡oh!, río Lluta / ¿qué cantos / qué llantos / se han llevado tus aguas / desde que ellos llegaron / a tus orillas, disciplinando tu paso / y enturbiando tus aguas? / (…) /
Estamos cansadas, dicen las aguas / algún ocre líquen del Choapa / alguna oscura espuma del Elqui / un plástico insistente del Maipo / zapatos flotantes en el Cachapoal / han llegado hasta aquí / en coro bajo y ya sin respiro…