¿Qué quieres que te diga? Nosotros dábamos la vida por el gobierno popular
-Roosevelt Silva-
El libro Un silencio cómplice, Archivos y testimonios de la dictadura cívico militar en la provincia de Aconcagua(Xilema Ediciones, 2024),es resultado de una investigación realizada por un sólido equipo de profesionales compuesto por Carlos Lértora, Daniela Quiroz, Diego Muñoz, Sergio Valencia, Álvaro Reyes, Kim Walters. Integrantes del PRAIS Aconcagua: María Angélica Saa, Sonia Fernández, José Cerda, Sergio Zúñiga y Bernardo Garrido. El equipo de Tesis UPLA: Sebastián Sánchez, Nicolás Ramírez, Pablo Hinostroza, Juan Pablo Valdés. El relato se sostiene gracias a la recuperación de material de archivo —tanto oficial como inédito— incluyendo entrevistas a víctimas de violencia de Estado, así como familiares y agentes de la sociedad civil vinculados/as con la defensa de los derechos humanos e investigadores de los hechos acaecidos antes, durante y después del golpe en el territorio de la provincia de Aconcagua. Un libro fundamental y necesario para comprender el proceso social, cultural y económico del valle de Aconcagua en los últimos 50 años después del golpe. El texto está estructurado en capítulos lo que facilita su comprensión y lectura.
El primer capítulo Contexto, comienza con un prólogo de Carlos Lértora Sáez quien explica el origen de este libro, basado en entrevistas y variadas acciones, que, de alguna u otra manera, configurarían sus primeras páginas. Notable es el recuerdo que Lértora tiene de su padre, quien fuera sindicalista y miembro del partido comunista, siendo detenido y torturado el año 1973, y exiliado a Inglaterra. Carlos Lértora (padre), tuvo entrenamiento paramilitar en Cuba, conoció a Víctor Jara y tuvo una entrevista personal con Fidel Castro cuando era dirigente de la CUT, dichos antecedentes conforman una idea acaso romántica en el pensamiento de su hijo, un ideal o un sueño que lo empuja a realizar acciones concretas en su memoria. Luego sigue una entrevista a Nicolás Ramírez, profesor de Historia y Geografía, miembro del equipo de investigación de la tesis Violencia de Estado en Aconcagua, quien hace una crítica reflexión acerca de la violación a los derechos humanos en el valle de Aconcagua, las dificultades que tuvo para investigar los hechos acontecidos a partir del golpe de 1973 y situaciones que han influido en ocultar o borrar parte de la memoria del terrorismo en el valle. También encontramos un fragmento de la tesis Terrorismo de Estado en la provincia de Aconcagua 1973-1977, del equipo de investigadores compuesto por Sebastián Sánchez Cantillana, Nicolás Ramírez Escobedo, Pablo Hinostroza Silva, y Juan Valdés Pizarro. En dicha tesis se narran ejecuciones y desapariciones en el valle de Aconcagua. Una treintena de casos fatales -detenidos desparecidos y ejecutados- dentro de la provincia. Entre los casos más emblemáticos se mencionan al Dr. Absalón Wegner Millar, Rigoberto Achú Liendo, Hugo Arredondo Sánchez (de 14 años) y los ejecutados de Cabildo en el sector de Las Coimas: Mario Alvarado Araya, Faruc Aguad Pérez, Wilfredo Sánchez Silva, Artemio Pizarro Aranda, Pedro Araya Araya y José Fierro Fierro.
El siguiente apartado, Testimonios, se compone de cuatro capítulos comenzando por Contexto sociopolítico previo al Golpe: La esperanza de la Unidad Popular y el comienzo de la polarización social. Los entrevistados: Augusto Bulnes, Roosevelt Silva, Sergio Zúñiga, Sonia Fernández, Julio Guerrero, Bernardo Garrido, José Cerda y Mirna Cortez, rememoran sus primeros pasos en el mundo de la política y la participación social coincidiendo todos en que la Unidad Popular “fue un periodo muy bonito, porque había mucha esperanza”, aunque también hubo conflictos en distintos grados y circunstancias, principalmente por quienes se oponían al gobierno de Salvador Allende. El testimonio de Roosevelt Silva se destaca por su ímpetu e idealismo, sumado a una cuota de nostalgia: “Nosotros vivimos un proceso tan bonito. Participamos con los campesinos en la reforma agraria. El presidente Frei, demócrata cristiano, fue quien dio los primeros pasos para esto. Cuando salió Allende se hizo un proyecto de reforma agraria. Yo trato de contarles a ustedes lo interesante que fue el gobierno de Salvador Allende (…). Fíjate que yo salí de cuarto medio en 1972, de la Escuela Industrial, y yo tenía la posibilidad de ir a estudiar a cualquier universidad. Yo llevaba la libreta de mi papá, que él era un obrero que cotizaba, y yo entraba a cualquier universidad. Yo he discutido con mucha gente que dice que es mentira, pero no. En el gobierno de Allende la universidad era gratuita”. (pág. 58)
En el capítulo El día del Golpe y los primeros 10 años de violencia política se suman otros invitados: María Angélica Saa, Omar Gálvez, Sergio Cáceres, María Sepúlveda, Jaime Canales. Este capítulo es clave para comprender el hecho histórico y sus consecuencias en una sociedad polarizada, donde víctimas y victimarios convivieron -y aún conviven- en un mismo territorio: vecinos, compañeros de estudio, colegas y familiares divididos ante sus posturas políticas. Unos ejerciendo la violencia y el poder y otros el silencio, el miedo, la desconfianza, la pobreza, el dolor, la enfermedad, el exilio, la tortura y la muerte. Impactante es el testimonio de la ex profesora Sonia Fernández: “Estábamos en la tenencia de Santa María. Ahí se torturó, ahí me violaron a mí, el mismo día que me detuvieron. Fue terrible porque había que guardar silencio por las amenazas de que conocen a mi familia, que usted tiene una hija y los golpes. Me vendaron los ojos y me pusieron una cuestión aquí como de goma. Mira los golpes que me daban eran así de coscacho y ahí me querían hacer hablar, y el teniente atrás, me apretaba la cara, pero con toda la fuerza. Me quebraron dos dientes”. (pág. 82)
Otro testimonio es el de José Cerda de Los Andes: “Y las torturas, a nosotros nos metían a la piscina con agua en la noche, desnudos. Yo, que soy bajo, tenía que estar parado en puntas para no ahogarme. Y al otro día había que tirarse un piquero a la piscina, pero estaba seca, no había agua. Yo tengo varias pifias en la cara, por aquí en el labio. Por ahí tengo una quemadura de cigarro que nunca se me ha borrado. Querían que uno vendiera a los otros compañeros, eso es lo que querían. Allá se perdieron varios. Uno de apellido Ahumada, que fue candidato a regidor en este tiempo. Uno de la familia Torres, que era un cabro que estaba muy metido en el MIR, del que tampoco se supo más (…) Al final nunca supe dónde fui torturado, pero fue en Los Andes”. (pág. 83)
A medida que avanzamos percibimos el calvario en cada uno de los sobrevivientes, cada cual con sus miedos, dolores, recuerdos y sentimientos que les acompañará para siempre. Pero había que seguir adelante, aceptar los hechos con valentía, fe, esperanza, había que salvar el pellejo aún en condiciones adversas. Otro caso que llama la atención es el de Bernardo Garrido, sanfelipeño que en esos años se encontraba en Santiago: “Por el lado del río Mapocho. Ahí fue que me detuvieron. Un camión tres cuartos, más o menos. Se bajan y, en cosa de segundos, yo ya estaba arriba de un culatazo, con capucha y todo donde había más compañeros que llevaban ahí (…) Y escuchaba a un compañero que iba en ese móvil. Los otros no sé si ya estaban muertos o no, no sabía cómo estaban, pero yo escuchaba a uno sollozar. Le pegaban y le pegaban y le pegaban y gritaba y gritaba; después lloraba y no paraba hasta que en un momento no se le escuchó más (…) Después nos bajaron encapuchados. Así, con las manos acá, pegándome acá en las costillas, en la nuca, tratando de bajarte lo máximo tu mente (…) Estaba en un calabozo, recuerdo que escuchaba escaleras. Siempre escuché ese ruido de subir y de bajar, pero no sé donde estuve (…) Y ahí poh, después la interrogación, los golpes, con un tipo especializado en golpes. Yo vomité, lo poco y nada que tenía, en el suelo, porque ya no me podía parar, porque no podía respirar por las costillas. Así me tenían. Después me dejaban y luego volvían otra vez. Y así, y así, y así y así, hasta que tu mente queda echa mierda poh hueón, de puro sufrir y de puro hueviarte (…) Bueno, me dejaron en una quebrada y después me doy cuenta que tenía dos compañeros más a mi lado y vi que estaban fallecidos (…) la cuestión es que salí. Vi un caminito de tierra y nunca miré para atrás con todos los dolores. Era ahora o nunca y vamos caminando. Ahí donde uno piensa solamente por instinto, porque es muy difícil pensar con claridad. El asunto es que me llevó una camioneta. Siempre lo voy a recordar, una de color rojo, una International. Y me llevó atrás y me preguntó el caballero ¿qué le pasó?, yo le dije que me había caído, que con mi grupo andábamos, ¿cómo se llama esto, creo que ahora se llama tracking, le dije.”
Distintas realidades y destinos dentro de un territorio diverso: estudiantes, campesinos/as, obreros/as, profesionales, dirigentes, dueñas de casa. Otro caso digno de destacar es el de Jaime Canales, quien a sus 16 años de edad fue detenido junto a dos compañeros de liceo, un estudiante universitario y un profesor, ¿el motivo? Hacer carteles con propaganda política donde rendían homenaje a Miguel Enríquez (miembro fundador del MIR, asesinado por agentes de la DINA en octubre de 1974). Jaime y sus compañeros permanecieron tres meses en la cárcel de San Felipe, ahí lograron estudiar y sacar su enseñanza media. Una vez en libertad Jaime Canales viviría durante 10 años en el exilio.
El capítulo tres Periodo 1980 a 1990 - Desconfianza social y fortalecimiento del Neoliberalismo en la realidad chilena - Resistencia y alzamiento contra la dictadura, los entrevistados señalan las dificultades de seguir viviendo en el territorio: la pobreza, la desigualdad social, la falta de oportunidades serán el pan de cada día en los años 80´s, aunque se vislumbran esperanzas y acciones político-sociales que permitirán el derrocamiento de la dictadura (1988) y la llegada de la democracia (1990). A pesar de todo, las heridas persisten y cada cual deberá adaptarse a los nuevos acontecimientos, conviviendo con sus demonios, alegrías y sueños hecho trizas. La realidad se construye día a día, como una ecuación compleja, la mayoría de las veces ajena a los sentimientos y emociones humanas.
En el capítulo Reflexiones finales, la mayoría de los entrevistados coinciden en que en el gobierno de Allende había un amplio acceso a la cultura y las artes, una especie de fiesta cultural desparramada en todas las ciudades de Chile, luego reflexionan acerca de lo que sucede en tiempos actuales: la corrupción, el individualismo, el abuso de la tecnología, la pobreza y desigualdad social. A momentos nos queda la sensación de un aire enrarecido y dramático que crece en el ambiente. Como una bomba que estallará en todas las esquinas del mundo. Acaso un estallido, una revolución. Aunque no hay respuestas certeras, lo único claro es que situaciones como las vividas en dictadura no deben repetirse nunca más, bajo ningún gobierno, ni color, ni partido político alguno. Es deber de todo ser humano no acallar las voces ante el dolor y el sufrimiento propio y ajeno. Como nos aclara María Angélica Saa: “El silencio cómplice, por supuesto, es malo para una sociedad. Es perverso para la democracia.”
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"Un silencio cómplice, Archivos y testimonios de la dictadura cívico militar en la provincia de Aconcagua"
(Xilema Ediciones, 2024).
Por Marco López Aballay