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Muestra de poesía femenina
hispanoamericana 5

MAYRA OYUELA

 

Prohibido olvidar
                                                                       
.. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. . . .A Lucy

Después de cruzar ciertos agujeros
atravesé la nostalgia
como se atraviesa un suspiro
en medio de cualquier semáforo.
Mis zapatos tienen clavículas,
bocas que se atragantan de pasos.

Primigenia me apresuro,
por primera vez en los labios
del hombre que jamás besé.
La nostalgia esta cocida a mano
como ese delantal que guarda en su ropero mi madre.
En silencio comienzo una oración
con la frase “prohibido olvidar” .
La noche es un telón que humedece,
un abrazo más por ofrecer,
uno persuasivo de adioses que no son definitivos.
Concluyo:
que los besos son para los que aman
sin promesas ni esperanzas.

 

Tranviaria

Llevo al mundo como pendientes en mis orejas,
rozo con mis pestañas a los desconocidos,
beso manos de transeúntes
(hormigueo en los labios).
Que alguien me aborde,
soy el metro que esta ciudad jamás conoció,
atrevidos en mí todos los años,
en mí el transcurrir,
en mí la palabra ventrílocua de cada estación,
en mí la espina y el diente que muerde la rosa de lo oculto.
Mis muertos no son sombras raídas en la luz.  

Que alguien me aborde,
sé cuál es el principio y el final de este cuento.
Que alguien suba y se detenga en mí,
mis ojos son túneles que dan a cualquier lugar,
mis manos paredes para reposar en lo oscuro,
mis brazos sillones para que vengan a hacer el amor.
Roto ya todo lo íntimo en mí,
he de saberte andar, mundo,
con los puños cerrados en señal de auxilio y no de defensa
cerrados para llevar en ellos el resto de aire
que no supo caber en mis pulmones.
En la imperfección esta lo bello.
No necesito ser el poeta sino el poema,
la belleza esta por encima de la lógica de cualquier poeta.
Necesito andarte despacio, camino,
no me detengo en el asombro de saber llegar mundo:
En tus barrios, tatuadas están las paredes de calcárea sumisión,
en tus barrios fue donde aprendí a defender el descenso.
Soy el metro que esta ciudad jamás conoció;
en mí las volantes con fotos de desaparecidos,
en mí túmulos de palabras que alguien no supo barrer bajo la alfombra,
en mí el transcurrir.
Que nadie venga a preguntar porque no te describo, esperanza,
yo hablo de eso otro bello, que no está en lo bello.
Abórdenme predicadores de la tarde,
zanates, pirueteros, estudiantes: no olviden el punzón
y escriban en la oquedad de mis vagones
teléfonos para citas de amor,
DJ, bartenders y todos con título de extranjerismo en su profesión,
suban carniceros del San Isidro, conserjes y putas,
albañiles vengan a devolver la sonrisa
a las princesas de los domingos.
Mujeres: describan con su carmín la caricia que no les tocó,
suban, fresitas de las High school, madres solteras, suicidas,
docentes, vengan a traficar perfumes traídos del Canal de Panamá.

Vengan a abordarme, en mí el transcurrir, todos los años,
el suspenso del que anda a tu lado, a pesar de su humanidad.

Sé quien soy,
basta una palmada en el hombro
y retorno a mis pies nauseabundos de sueños,
basta una palmada en el hombro
y retorno a mí

al anonimato,
a la flatulencia, a la humana que soy. 
¡Abórdenme!!!!!!
soy el metro que esta ciudad jamás conoció,
vengan y calcen mis pies
ya que nunca podrán calzar mis zapatos.

 

 

I

                                                                             La poesía no es una joya, es como el amor,
                                                                                                    tiene que ser aniquilada para existir.
                                                                                                                                                        

Karl Vennberg                                                                                                                               
                                                                                                                                                  
Toda desnudez es mediocre si se está a solas,
mediocre la alegría,
insuficiente si no es en el cuerpo amado.
Humillante es toda pasión
si no hay manos para besar
ni recuerdos para roer.
Sufrir por amor es paz,
Atolondrarse en los resquicios de un amor
como la memoria primaria,
como la necesidad primaria
y ahogarse por lo inocuo de un deseo.
Protuberante es el amor,
camafeo tras la piel que no se deja ver.
La rabia es la parte más febril de los amantes,
terrible es el amor, terrible
y cada vez es vez primera.
Amar es dejarse devorar,
es toda ausencia de sigilo,
amar no es para amantes,
amar es para astronautas
y para personas con pies en tierra
y cabeza en el espacio que ocupan las dudas.
Una vez más como caída en desgracia,
ardiente la pálida luz de las palabras que convoco,
la sensatez no ha de ser mi mejor aliado,
presta a todo lo dicho
alimento con alfabetos a las esperanzas
que mueren en mi casa
¡Estoy perdida!
Retorno,
el amor ha sido el mayor de mis vicios.                           

 

Escribiéndole una casa al barco

Esta casa vuela.
Su altura conjura un papalote
que se distorsiona a la distancia.
Esta casa es un mar
y un barco también,
donde crispados, salimos
a contemplar
los delfines mas blancos de la locura.

Esta casa tiene un color, un nombre,
su capitán Morgan lanza de sus anzuelos
Aurelianos peces,
espectros que devoramos
en lo profundo de los desvelos.

Esta casa barco se desliza
por las olas de una Tegucigalpa oscura,
mientras humanos veleros,
navegan lento
dentro de botellas.

 

Sala 4

Y así que al fin
te definiste por ser actor.

Ayer vi tu film,
me dejó los cabellos azules
por los choques eléctricos.
Yo me vestí de verde pues era martes
y los martes tengo la boca llena de duendes.
Si, también es cierto
que ando los zapatos cubiertos de grillos,
que voy con ojos entreabiertos
y jamás he vuelto a discutir
por la colección de alfabetos que perdí.

Alguien dijo ayer
que el rojo de tus dientes
fue por morder mis recuerdo,
lo que no es cierto
es que escapás en las madrugadas
a firmar los graffitis que dejé
con el pincel de mis sueños,
y lo único real de tu cuento
es que no estabas,
que tu ausencia ha vuelto sepia
el cortometraje de mi dolor
y para colmo,
la maldita pantalla se trago mis delirios
y yo, de inocente,
encontré tu nombre en la lista de reparto.

 

Índole

                                                                            Deja que respiremos el velo
                                                                            que nos oculta el uno al otro
                                                                                  .......                     Paul Celan

 

Aprendí de la nostalgia
la parte más oscura del camino,
cuando la luz es un vuelo cegador
que no permite pasos firmes,
ni huellas hundidas para dar de beber
a la fiera que camina tras cualquier errante.
Aprendí:
la palabra es el suceso,
la circunferencia,
el átomo que respira tras la tinta en el papel.
Aprendí a creer no sólo en lo sensorial y evidente
la poesía es lo que está dentro del guante,
el pabilo sumergido
una y otra vez en la parafina
para luego abrirse en luz 
en una casa de bajareque,
en pleno noviembre, en plena madrugada.
Aprendí a asumir
un tembloroso no en los dedos,
a entender lo lúcido del miedo
cuando la enfermedad llega a la cama de la madre.
Aprendí, que no he de aprender a decir adiós
y mucho menos
cuando se trata de esos huidizos poemas
que delibero y nunca he de escribir.
Aprendí a no llamarme poeta en el primer encuentro,
a ser atinada con los seres
que de antemano sospecho comenzaré a amar,
aunque no sepa hablar de amor
y tampoco quiera aprenderlo.
Aprendí que la intimidad no existe,
las ideas novedosas son el principio
o el final del diálogo entre los transeúntes
que rozan tu hombro en medio del camino.
No hay nada nuevo en este mundo
y eso debo aprenderlo
porque aunque sé,
que cada individuo es un evento irrepetible,
el ser es como una mancha en el techo
al que se le hallará todo tipo de formas.

 

Apalabrarás   
                                                         
                                                          Hazlas, poeta,
                                                          haz que se traguen todas sus palabras.
                                                                                        .. .. .. .. .          Octavio Paz

Describir las paredes que nos acompañan,
la deidad de las palabras
arropadas bajo lo clandestino de una voz.
Hablar de los amores a medio descubrir,
de la rótula formando piel
para caminar hacia lo incierto.
¡Ah! la metáfora,
anfitriona en mis pesares,
cobra por piel lo que de amor y fervor
le resta a mis sílabas, 
y aunque silabática acostumbro abrazar
el cardumen de letras
en las aguas azules del destierro.
Prenso la piel con esquirlas
de un Boom que lleva todo rechazo,  
un alfiler que puntea los pasos
de las atolondradas en su desnudez.
Afiladas costillas con que se escribe
lo que ya desgasta en todas las historias 
de este amor que se ha de vivir
inalterable en los rostros de los que juran amar.
Mientras los transeúntes despilfarren su mirada en mí
me vuelvo una nación, soy una nación
y un hombre ha de fundar ciudades en mi nombre,
mi nombre que ya es de todos
y a todos les parece de nadie.
Amor que por devoción cae intrépido
como agua derramada en los balcones,
éste ser de milagros que a todo predica,
aproximaciones del augurio
al final del párrafo que no se leerá.
Parafrasear de tu voz es parte de lo miserable.
Alegórica, perdida,
busco acurrucarme en lo paralelo,
antítesis del misterio de una boca.
Pero no,
los amantes se besan
en la esquina que crece hacia adentro.

La raíz de todo siempre es un hombre,
la raíz de un hombre siempre es la mujer,
la mujer y el hombre agotada raíz del todo
pero aun así esto de amar con prédica
no va con tu nombre, ni con el mío. 

Corazón:
La palabra es el artificio y el yugo de todo poeta. 

 

Orillas

Era el pasado un tren sin rumbo,
llevaba por embestida
la pólvora que en los ojos de mi padre
apuntaba a su propia soledad.

“El hombre nace para contemplar
la tierra, la cosecha, los hijos
y todas las mujeres iniciadas en ese arte llamado amor”
Quizás mi padre, en sus propio afán
rasgo la tierra, mordió la cosecha,
creyó que sus hijos eran un sueño
y amó a todas y cuantas carabelas
que en su navegar pausado llegaron a su orilla.
Mi padre, de manos resueltas como arena
de dejo trepar por unas caderas imprevistas
que lo preservaron en sal;
pero la penumbra es blanca y negra
y se amarillenta con la soledad.
Mi madre guarda a escondidas de él, una foto
donde aún emerge lo clandestino de su propia ética,
ambos ausentes ya de efervescencia,
andan los pasos tersos por tanto roce con las despedidas:
se ven,
a tientas parpadean un Morse de amor náufrago,
pero hoy ya es martes y, hace cuarenta años
que mi padre no ve el mar.

 

Una carta no dos

Como esos rostros que sólo una vez logramos ver,
llegaste a pastar los surcos de mi cabello,
argumentando con método ortodoxo
amor prófugo nunca cae en deriva sobre la mar.

Raspé la corbata de la incrédula que fui
y me prensé en los labios guillotinas azules
que despedazaron mis ultimas palabras de amor.
Desde entonces el calendario sube en bicicleta
hacia mis parpados
dejando mi mirada envuelta en ruedas de fuego
que lleva todo abril, porque para entonces todo abril era todo.

Mordí los silencios que como jaurías
se precipitaban en mi pecho.
La esperanza viajaba en féretro
abriendo con sus uñas las ranuras de la madrugada
por donde se veía como la soledad sin tu cuerpo
me cubría parte de la frente.

Vos tal vez pensando en aquella profecía de mujer
que recoge caracoles
y que nunca se logra casar.
Y yo que guardaba en los andamios de mi barco
un pedazo de tu playa,
me di cuenta que era demasiado tarde
para escribir cartas que emergieran de tu amor.
Y yo que creía en lo contemporáneo
y en esas formas lúdicas de olvidar;
ahora que lo pienso, qué buenas aquellas madrugadas
con una luz entreabriendo mis piernas,
yo a solas, esperando al hombre que jamás regresó.

 

Love Junes
 
Hoy  no llueve,
miércoles de junio en que no llueve
para llorar con una triste
las horas sentenciosas de lo yermo,
con las locas hijas de su madre,
con las matreras,
con las mulitas,
para llorar con las afligidas,
y las de vientre en alquiler.
Hoy no llueve,
y aunque nunca una lluvia cayó
para lavar las manos,
los vientres,
el esperma precipitado en las piernas
y el maquillaje viudo de su gota de sal,
hoy cae con su halo negro
sobre este sol de herrumbres.
Ironía de esta lluvia imaginaria
romper con su gota de dardo las ventanas de Junio
transados inviernos por una pusher,
por una frígida,
por una que vistió de látex el corazón.
Ninguna lluvia dedicada a ellas,
junios de alegoría y reticencia
atravesando arpones en la garganta 
para romperse en llanto, 
para deslizar el pie por las alcantarillas
y atemorizar las sombras de los árboles
que crecen dentro de las aceras o la pared.
Junio:
Un poema de amor para las asustadas
un poema de amor con nubes negras,
para trasladar ángeles de lata,
para abordar con pasaporte de labios encarnados
con ropas rasgadas, de un luto en los zapatos
por la que nunca conoció al amor.
Junio:
y un poema de amor para la que hoy amanece
cercenada en una caja,
y otro para la puta más tierna
y la mentirosa más franca
de esta ciudad vacía,
femicida, trémula…

 

Poema para nunca ser leído después de una única noche

Ya en esta ingravidez
 obligada
a atarme una y otra vez los zapatos,
sólo para desperdiciar  ese segundo de verdad
en tus ojos de almendra,
Me dirás que la lluvia no existe
que estos dos años de no ir al cine
son  un cuento, un pretexto barato
 para no hacer el amor con un desconocido.
Me dirás que llegué tarde,
¡como siempre!
tarde para la cena
tarde para la velada con tus amigos imaginarios,
tarde para redactarte la carta de amor cuando te conocí
y la que debí escribir horas después,
 la madrugada en  que te marchaste  así como abril,
ardiendo en el pecado de recordarte:
desnudo y a media luz en mis brazos.
-Debí ser menos austera-
Romperme  la blusa azul con su caída libre
para dejarte ver  mi pecho efervescente de deseo
-Debí ser la excepción -
 permitirte destruir con cada uno de tus dientes
todo el desdén de mis palabras de amor suspicaz.
Debí golpearte la frente
yo tu idea absoluta,
¡Que insensata!
Fingir con más ganas que no importaba que te fueras,
que olvidaras mis formas de desnudarme en silencio,
con miedo de planeta a medió descubrir,
y entonces comer de tu ritmo,
replicando mi sombra en tus parpados
Alzada a tu estatura
ser amada dilapidadamente
como siempre lo espere.

 

Vehemencia

Beso el pavimento de las suelas puestas
en pies que nunca calzaré,
Me dejo poseer y sin miedo al poema esclavo de mi verdad
robo designios de bocas fugaces en mis recuerdos.

Ah! patria de estambres eléctricos,
paroxismo en las retóricas de mi yo.
Me quito el velo de los pulmones para respirar
un aire de anzuelos
tras las orillas de otras patrias,
en otros ojos que no sean los mismos de las tardes
en que cierro puertas
y me atraganto el alma con llaves de desconocidos.
Mitómana me ha vuelto la poesía
sin que ella padezca de esos espejismos.
Indago en plazas ajenas, 
edificios para el trapecio de los ojos.
Nunca temo hablar de mi inocua sustancia de verbos,
diabólica es la eficacia con que enamoro a los perros,
los domingos soy adversaria de la multitud.
Por mi lengua transitan
dudosos protagonistas,
dactilares salpicados en labios que jamás pronunciaré,
y a pesar de un fuego que me arde intrínsecamente                 
converso el poema,
soy una gigante compuesta de huellas,
de merodeadores,
de capitanes bravos que apuntan con su látigo
a mi preñez pálida de esclavitud.

 

Entre el imán del carril  y mis pasos
                                                                          
Mi humanidad está en el tránsito,
en el roce de mis pies atados a la ingravidez
de esta ciudad trémula.
La velocidad es justa para esbozar con la mirada,
ostentando con el alma lo visto.
Detengo con mis dientes los rieles,
hago de mis nervios una frondosa raíz
y así descubro al mundo desde sus instintos.
Con mi aliento exploro la ventana,
tras el vidrio mi reflejo
que al igual que un joven pájaro
comprende en la caída su despertar.
Al movimiento y su trance me confiero
respiro dentro de mi sangre.
En la boca del mundo introduzco mis dedos
dibujo con ellos la geometría del paisaje,
atrofiada llevo la carne,
atrofiada la garganta de pura melancolía.
Mi humanidad levita entre el imán del carril y mis pasos.
Voy atada al fuego,
voy atada a lo paliativo de la fiebre en que habito.
Ya mis músculos son metal,
el andar es mi lengua más antigua.
Futuros paleontólogos:
bajo los pies de esta bestia
reposa todo el polen de su época. 

 

Hay quienes me han dicho

Hay quienes me han dicho
que le amor fallece de fiebre los domingos.

En lo personal, lo he visto fallecer los lunes, martes,
miércoles
y todos los días de estas semanas punzantes,
en las esquinas, en las bibliotecas desoladas;
pero también lo he visto quedito, tímido,
en el sueño fugaz de los adolescentes.

Procuro desenredar esa apatía
que no tiene nombre ni título, tan sólo es,
y que se pega como chicle en todos mis pasos,
y sus avenidas, vueltas y trabalenguas
me hacen descubrir la vida
y a cada encuentro es como un suicidio,
o como un abigarrado sentimiento de culpa.
Para entonces los versos
se anclan como postales en mis ojos.
El amor es muy extravagante en estos días,
mejor hablemos de déficit, impuestos, globalización;
al fin y al cabo, al amor, no le importan las despedidas.

 

Deserto

Hoy nadie morirá en Argelia si me dejas
 en Libia o Bután se traficará con armas.
Los niños de Sudáfrica no dejarán de morir de hambre
-aunque monten mundiales de fútbol-
la luna persa brillará como siempre en el sari
de alguna musulmana hermosa,
con ojos de pantera.
La palabra amor no desaparecerá de los alfabetos
Y en Tegucigalpa algunos sí morirán pero
por asalto a mano armada.
Nadie morirá hoy si me dejas,
este mundo de romanticismos 
es la porquería residual de la burguesía francesa,
con sus singulares molinos y sus corsé rojos.
Billie Holiday no dejará de sonar
en la memoria de una generación
y la gente seguirá comprando plasmas
aunque sepan que el Coltán,
causa muerte a centenares de personas.
La gente nace, la gente muere
A diario otros y otras deseamos morir en una boca
en una semifusa marina en medio de unas piernas.
Estoy clara, amor,
ni vos, ni yo, moriremos si me dejas
y pasaran los años
coincidiremos en algunas copas
en velorios, en plazas ajenas
en amistades traslucidas,
en un verso,
mi argumento - esta vida es mía-
si tuviese otra, tal vez repetiría esta historia,
pero sólo es una y es mía,
y sí hay otra, también para mí la viviré.

 

* * * 

Mayra Oyuela (Tegucigalpa, Honduras, 1982). Poeta, gestora cultural, miembro de Artistas en Resistencia. Ha publicado dos poemarios: Escribiéndole una casa al barco, Ediciones Il Miglior Fabbro, 2006; Puertos de arribo, Festival Internacional de Poesía de Costa Rica, 2009; En preparación su poemario inédito Homenaje a la sal. Sus textos han sido incluidos en las siguientes antologías: Recopilación poesía andante, Editorial Pez Dulce, Tegucigalpa, 2004; Selección de poesía joven centroamericana Pez Dulce, 2005; Versofónica, 20 poetas 20 frecuencias, proyecto de audio, Tegucigalpa 2006; Papel de Oficio, Colectivo Paíspoesible- Secretaría de Cultura, 2006; 2017 Nueva poesía contemporánea, Buenos Aires, Argentina, 2009; 4M3R1C4: Novísima poesía latinoamericana 2010; Cantos de Sirenas, compilación iberoamericana de poesía femenina 2010, Cascada de palabras Cartonera 2010. Ha participado en los principales festivales internacionales latinoamericanos y en el Festival internacional 2010 Poeta por km2, Arrebato editores, Casa de América,  Madrid, España. Textos suyos han sido traducidos al italiano y al catalán.


 

 

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MAYRA OYUELA.
Muestra de poesía femenina
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