"La
Hediondez" de Marcelo Mellado. Santiago: Alquimia Ediciones,
2011
CRÍMENES DE POETAS
Por José Promis
El Mercurio, Artes y Letras, 21 de agosto
2011
. .. .
¿Puede la poesía despertar tal odio rabioso al punto
que un grupo de poetas decida no sólo secuestrar a otros poetas, sino
además ahogarlos en el mar? Pareciera cosa de chiste, pero así sucede en
la cáustica y satírica narración que Marcelo Mellado publica con el
título de La Hediondez. Ambientada nuevamente en las calles,
rincones y edificios del puerto de San Antonio, la última novela de
Mellado se abre con un prólogo de Álvaro Bisama y se cierra con un
postfacio de Rodrigo Pinto, dos textos interesantes que destacan con
propiedad los rasgos más individuales y sobresalientes del perfil
literario de Marcelo Mellado. Digamos de partida que el argumento de
La Hediondez no ofrece novedades en su aproximación a la
temática que el autor ha venido trabajando desde sus primeros relatos:
las vicisitudes y angustias de los oscuros habitantes de San Antonio y
sus alrededores, narradas desde una perspectiva carnavalesca que las
transforma en un desfile de desaforadas caricaturas, de guiñoles cuyas
actitudes insensatas e hiperbólicas conservan -y esto es lo que más
inquieta- una sospechosa similitud con nuestros comportamientos públicos
y privados o, para decirlo de otro modo, con el modus operandi que
domina en las grandes urbes. En su novela El informe Tapia, dos
grupos de poetas sanantoninos, buenos, además, para la tomatera,
organizaban un encuentro de camaradería que terminaba bufonescamente con
la muerte de uno de ellos debido al delirio alcohólico. Las tensiones
entre otros dos grupos de vates se han radicalizado en La
Hediondez porque el énfasis está puesto ahora en la farsesca lucha
por el poder político y por ende cultural que los enfrenta. El Poetiso
Caldera, jefe del grupo de poetas que mantienen el dominio municipal,
quiere conservar la destartalada biblioteca de la ciudad por razones
harto personales. Apoyado por poetas con apodos tan poco líricos como el
Gallina Clueca y el Bochorno Oyarzún, no se detendrá frente a nada para
mantener sus poderes "fácticos" y el control y usufructo de la ruinosa
biblioteca. A sus ambiciones se opone el poeta Prudencio Aguilar,
secundado por la poeta Elizabeth Portentosa y el surfista Chucho
Velázquez -interesado sobre todo por ciertos atributos físicos femeninos
que responden bien al apellido de Elizabeth-, además de la estudiante
Claudia, quien no le va a la zaga en lo que a estímulos eróticos se
refiere. Este conflicto, condimentado con sabrosos episodios que
conducen al relato desde la sátira costumbrista a la sátira de la novela
de aventuras, da origen a una lucha por el poder político entre
litigantes que remedan corrosiva y caricaturescamente, sin duda, a los
grupos de poder y de interés que, como nos sugiere sibilinamente el
narrador, actúan hoy en el espacio nacional. La jocosa historia de esta
lucha entre insignificantes poetas provincianos es relatada por un
cronista que afirma utilizar documentos, aunque sospechamos que se apoya
más en chismes y habladurías. Como ocurre en los relatos anteriores de
Mellado, el extraordinario dominio lingüístico que manifiesta el
narrador termina transformándose en el principal atractivo de La
Hediondez. Su estilo es una parodia de las distintas
manifestaciones discursivas de nuestro lenguaje urbano y sus sarcasmos
alcanzan a cualquiera de sus formas retoricadas. Clichés políticos,
sociológicos, culturales y literarios se desploman. Sus dardos no
permiten la evasión del círculo caliente de su sátira. La nueva novela
de Marcelo Mellado confirma lo que ya hemos descubierto en sus
publicaciones anteriores. Es un meritorio narrador interesado en los
márgenes socio-culturales porque descubre ahí una suerte de micro-cosmos
donde se encierran, intensificados hasta la exageración y la hipérbole,
los rasgos de nuestra identidad. Y que además ha decidido escribir desde
ellos utilizando el lenguaje del sarcasmo, denunciativo, agresivo,
desacralizador; el único capaz de comunicar el profundo desaliento que
ocultan sus
caricaturas.