Todo poeta es único, se dice. Pero hay algunos cuya singularidad es una marca que los caracteriza. El estilo es para ellos un bien que se debe conseguir cueste lo que cueste. Entre los poetas chilenos, Mahfud Massis es de los que ostenta el estilo casi como una bandera o, en sus propias palabras, "como un salvoconducto universal". El lector que llega a él por primera vez se sorprenderá con el despliegue de su carácter, incluso desde su primer libro de poemas, Las bestias del duelo (1949), un demoniaco carácter que tiende a inundarlo todo, como al rebasarse la leche cuando hierve. ¿Leche? Sí, pero leche negra, muy negra. Cuando Massis adjetiva, es perentorio que aparezca ese color, lo cual no ha de extrañar si se considera que es la muerte el tema que asalta amplios sectores de su obra. El negro está plebiscitado como el color de la muerte, más bien, de los rastros de la muerte, de las viudas y sus finos y pulcros encajes de luto. Massis enfrenta esta convención mostrando lo terreno de la muerte, aquella muerte que es pudrición de carne y huesos, y da al color negro textura y olor, resultando el negro ya no el de las telas, sino el de una ciénaga en el que insectos, árboles y hombres se pudren por igual. Pablo de Rokha, en su prólogo a Las bestias del duelo, observó acertadamente un "estilo de materias, por eternas, soberbiamente inauditas y elementales".
De su obra poética, más o menos numerosa, El libro de los astros apagados (1965), que en su tiempo fue reconocido con los premios Alerce, Pedro de Oña y Municipal de Poesía, es a mi juicio su más hermoso libro de poemas. En él, Massis pone a prueba al lector y su resistencia a enfrentarse a ese color negro que no es sólo oscuridad, sino carne y huesos. Abro el libro en una página al azar y leo: "Este río que arrastra muertos y una lágrima negra,/ y huevos de alquitrán y flor de espliego...". Otra página: "En este vaso con un perro adentro, y que bebo solitario en esta noche...". Y otra: "Encontrarás mi mano sobre el velador alguna noche,/ rodeada de carbón, incapaz de abrazar tu cintura...". Al apagarse la vida, parece decirnos Massis, la estrella no sólo se enfría, sino que se vuelve aterradoramente viscosa. Lo caudaloso terrible pareciera ser el signo del estilo de Mahfud Massis, y aquí las figuras de Lautréamont y Baudelaire me parecen tal vez las más cercanas.
Pero el estilo en él no es, como podría ser, por ejemplo, en Neruda, sólo un eje sintomático de la obra, basado principalmente en la respiración propia de cada poeta, en su léxico, en su versificación, en su trazo, en fin, un rasgo común y constante de varios libros, sino más bien un instrumento para golpear, para darle un martillazo al lector en plena cara y dejarle clavada una aguja que condense trágicamente la existencia. Un violento martillazo al lector y... al enemigo.
"Espantaos queridos burgueses"
Hijo de palestino y libanesa, Mahfud Massis nació en Iquique el 19 de marzo de 1916. Contemporáneos suyos son, por tanto, Eduardo Anguita, Teófilo Cid, Gonzalo Rojas, Braulio Arenas, Enrique Gómez Correa, el frente de batalla de "la nueva poesía" que, alimentándose preferentemente de ideas sobre la poesía provenientes de Europa, allá por el 38 hacía gala de un vigor y una lozanía que perduran hasta hoy. Todos ellos, a qué decirlo, empeñados por diversas vías en subvertir los órdenes establecidos de la literatura y emitir un nuevo decálogo no sólo estético sino también vital, en el cual el conocimiento pasa a ser la principal preocupación. En este ámbito, Mahfud Massis puede ser considerado un refractario que no se desprende de lo material y que, distando de ser un "poeta de las cosas", concibe la poesía como expresión más que como creación. Antes que un impulso del espíritu individual, la poesía es para él una consecuencia de la sociedad fragmentada en clases, otorgándole un rol compensatorio de la injusticia. De este modo, con el advenimiento de una sociedad nueva y sin clases, la poesía carecería de sentido, dando lugar al canto puro. En palabras de Massis: "Espantaos queridos burgueses. Un día el arte ya no será necesario. Nosotros los poetas seremos una raza desaparecida, [...] porque el poema no es, en su raíz, sino la suplantación de aspiraciones humanas no realizadas, por el hecho estético realizado".
La actitud reluctante y violentamente polemista le caracterizó desde muy joven, y tal vez sea lo único en que pueda comparársele a Pablo de Rokha, con quien estuvo estrechamente ligado, tanto por compartir una visión marxista del arte, como por razones de índole familiar, al haber sido la excelente pintora Lukó de Rokha, hija del licantenino, su esposa por nada menos que 46 años. Esta actitud ciertamente le valió el rechazo de varios críticos y antólogos, a quienes lisa y llanamente consideraba imbéciles, limitados, ignorantes, enanos, mediocres, malintencionados, sin mencionar los adjetivos que más de un Jefe de Redacción reemplazara por un expresivo asterisco. "El entreguismo, la concesión, en el ámbito de las cosas esenciales, no hacen sino aniquilar al ser humano", diría en 1978, a propósito de su personalidad combativa en todo su quehacer.
El Cristo Negro
Después de los libros de poemas Elegía bajo la tierra (1953) y Sonatas del gallo negro (1958), el ensayo Walt Whitman, el visionario de Long Island (1951) y el libro de cuentos Los sueños de Caín (1956), en 1967 publica su libro Leyendas del Cristo Negro, el cual alcanzó la séptima edición en 1976. Escritos imitando el estilo bíblico, los veintidós inolvidables capítulos que lo componen relatan diversos episodios de la vida de un Cristo que regresa a la tierra en el siglo XX, enfrentando a diversos arquetipos de esta y otras épocas, tales como el juez corrupto, el beato hipócrita, el rico, el traidor, a la vez que defendiendo a los marginados, a los niños, a los perseguidos, es decir, conservando del Nazareno su rasgo de luchador contra la injusticia, pero desde una perspectiva estrictamente humana. Esta tentativa recordará la obsesión de Nikos Kazantzakis en su novela La última tentación o su drama Cristo; como en ellas, Jesús es retratado por Massis en toda su humanidad y capaz de sentir amor por una mujer, de llorar, de dudar, de sufrir la soledad, siendo frecuente verle alejarse triste y solo por el camino, en una imagen que nuevamente recuerda a Kazantzakis, esta vez con su poema Odisea, en una de cuyas rapsodias Jesús, también negro, luego del inútil intento por convencer a Ulises, se aleja por el desierto con lágrimas en los ojos. El Cristo Negro, hombre latinoamericano, se da el derecho de indignarse, exhortando a no poner la otra mejilla frente a la humillación, incluso si se trata del Padre, a quien le guarda el rencor de no haberle oído clamando en la cruz, al tiempo que le declara la guerra y le dice "Y a ti ¿quién te humilla?"
El hombre y su circunstancia
En el gobierno de Salvador Allende, Mahfud Massis se desempeñaba como Agregado Cultural en la Embajada de Chile en Venezuela, cargo al que renunciaría el 11 de septiembre de 1973, para manifestar su rechazo a los acontecimientos que ese día no sólo cambiaban la historia del país sino también la suya propia, pues de ser el circunstancial primer asilado político en Caracas terminó por residir 17 años allí, hasta el 9 de abril de 1990, día de su muerte. Ante la necesidad de ganarse la vida surgió la oportunidad de trabajar en Radio Nacional de Venezuela, aprovechando un espacio que le ofreciera el director de la emisora, sin siquiera sospechar los alcances que tendría eses ofrecimiento: el programa llegó al inverosímil número de diez mil emisiones, alcanzando tal importancia en Venezuela que se dice no había reunión en la que no se comentara su última crónica. En dichas alocuciones, publicadas parcialmente en Caracas bajo ese mismo título que el programa, El hombre y su circunstancia (1981), y en una antología editada recientemente en Santiago por Be-uve-drais, La radio de M.M. (1999) , Massis abordaba los más diversos asuntos, hechos simples de la cotidianidad, casi en una conversación de sobremesa, ejercitando su capacidad de seducir al radioescucha con palabras entretenidas y llanas.
Para terminar estas líneas, una queja y un saludo. La queja: como la mayor parte de la desconocida y extraordinaria poesía chilena, los libros de Mahfud Massis son inencontrables, más todavía al haber sido varios de ellos editados en el extranjero. Y ante ello, el saludo no cabe sino celebrar la reciente aparición en Lom Ediciones de sus poemas inéditos, Papeles quemados, y el anuncio de Quid Ediciones, que inaugurará sus publicaciones con la reedición de Leyendas del Cristo Negro, dos sucesos que vienen a avivar la presencia de un autor cuya obra quiere ser "el grito del hombre sobre la tierra", un clamor que hoy llama a ser considerado imprescindible.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Mahfud Massis
Un martillazo al lector
Por Leonardo Sanhueza
Publicado en Revista de Libros, 30 de junio 2001