“Yo uso toda la poesía para escribir algo, y lo único que desearía es saber sobre su vasto cuerpo,
que es aparentemente tan variado como la tierra misma”
Robert Creeley
I.
¿Qué es, qué mierda es la poesía? me pregunto otra vez, con decenas de libros abiertos de pierna alrededor mío en el cuarto de la ciudad de México donde vine a hacer una residencia para publicar mi primer libro de poesía. Estoy rodeada. Las cuatro paredes están desde el suelo hasta el techo cubiertos de libros que alguien creyó relevante publicar.
No sé pero jugaría a adivinar que de este tema se habrán escrito la mayor cantidad de ensayos. Ensayos increíbles: Lo creativo y Fue un verdadero poema o nada más se lo inventó de Creeley, De la emoción a las palabras de Heaney, El odio a la poesía de Lerner, Sentido y ceguera del poema de Montalbetti, todo El arco y la lira de Paz, Inundación de Almeida, por nombrar solo algunos. Cómo me atrevo, con tal lista de precursores, a escribir algo al respecto?
¿Pretendo escribir algo nuevo? No. Pero creo que vale la pena seguir jugando a responder esta pregunta. Me corrijo, no responderla, más sí bordearla, provocarla, hincarle los dientes. Espero poder hacer este ejercicio en cada década de mi vida, y sería hermoso que a cada persona que le interese el tema lo haga también, en cada década de la suya. Tener mil respuestas, ir cambiando de respuesta. Actualizarlo constantemente, como la constitución, como los acuerdos, como un software.
Es relevante lo que se podría comentar y reunir de tantos ensayos de poetas que han escrito sobre qué es la poesía, pero me toca especialmente escuchar lo que aquellos que no la escriben piensan de ella. Por eso quiero traer al presente algunas respuestas del documental hecho por Cecilia Vicuña ¿Qué es la poesía para ti? (Bogotá, 1980) en donde les hacía a las personas que se iba encontrando esa misma pregunta.
“Para mí puede ser un medio más del cual, digamos, uno pueda expresar lo que sienta de algo o alguien. He oído bastantes poesías, he oído hablar de Pablo Neruda, pero personalmente no le puedo decir nada más”
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“Hay diferentes tipos de poesía, hay que llevarla, vivirla, sentirla, para ser un escritor de poesía, que todo en la vida a uno le parezca poesía. Es poco tiempo el que le queda a uno para leerlo, pero la leo y me gusta y a veces se la aprende uno”
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“Aquel animal feroz que convierte su canto en un grito de libertad”
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“Depende de muchos factores, del sistema en el que vivimos. Está dividida en dos partes. La poesía burguesa y la real, concreta, la poesía revolucionaria”
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“La expresión de la inteligencia de los individuos, que la llevan al papel para transformar el mundo y las relaciones”
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“Algo bonito, divino, leerla, distribuirla para sentirse más tranquilo y conforme, ser sentimental y todas esas vainas. No sé decirte más”
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“Tantas cosas que no sabría qué decir”
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“El robo de una máquina de yeso. Es una perturbación de la paz. Es esencialmente lo que hacen los niños o los locos o los que andan por ahí diciendo poemas callejeros o en las embajadas”
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“La puedo comparar con el descubrimiento del espacio, es como una danza revolucionaria con el tiempo y con la vida”
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“Si es válido preguntar qué es la poesía también es válido preguntar por el cómo la poesía por él cuándo la poesía por qué la poesía”
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“Aquello que siente cada cual por su propia persona”
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“Para mi es algo que lo saca a uno de la monotonía diaria que mantiene uno cierto, a veces cuando uno está solo o tiene muchos problemas una poesía le cae bien.”
Lo que quisiera destacar es la diversidad de respuestas, que tal como dice la cita que abre este ensayo, es como el cuerpo de la poesía– tan variado como la tierra misma (y sus habitantes, agregaría yo). Es algo individual y por cierto algo cultural, qué diría la gente de Chile frente a la misma pregunta? ¿La de Rusia? India? Nicaragua? Me parece que la respuesta de esta pregunta es algo así como la sabiduría (y la historia) de un pueblo.
II.
Como muchas personas del documental, yo crecí creyendo que la poesía tenía más que ver con cosas que no se pueden poner en palabras. Con el acto poético, por llamarlo de alguna manera. Con una forma de entender (o no), apreciar o vivir la vida (“el descubrimiento del espacio,” “la perturbación de la paz” “no se qué más decirte”). Un verdadero poeta jamás se presenta como tal, me decía mi papá. ¿Por qué? Porque él quizás no lo entendía como un oficio, sino como un tipo de sensibilidad o de característica intrínseca que no correspondía autoproclamar. Más allá de si estoy de acuerdo con esto o no, aún entonces me era confuso, pues él, mi abuelo y bisabuelo escribían y publicaban poesía. Era, efectivamente, su oficio. Además de escribirla, todos se sabían muchos poemas de memoria y los recitaban cotidianamente. Entonces era consciente de que también había una parte de ella que sí claramente tenía que ver con las palabras.
A pesar de escribir desde siempre, no me había atrevido a escribir poemas, porque no los había leído. Me sabía muchos de memoria también, pero era como cantar una canción, o apreciar una flor al borde del camino– era algo que era parte de mi y que no me había detenido a pensar qué era realmente, o qué impacto tenía en mi vida.
Cuando al fin empecé a escribir y leerlos aterricé del universo vasto, abstracto y subjetivo del acto poético, o de la Poesía con mayúscula, al poema. Algo que hoy me parece igual o aún más misterioso y que no me animaría a declarar si tal poema es bueno o es malo. Pero sí he logrado observar el epostracismo, el campo magnético, y la resonancia que emana de un poema para así decidir si funciona para mí o no.
Mido el impacto de un poema con el grosor y la profundidad del agujero que mis ojos perforan en la pared después de leerlo. Mido su impacto en la velocidad con la que transcribo sus versos en mi cuaderno para luego leerlo siempre y ojalá aprendérmelo de memoria (o by heart, como se dice en inglés, pasarlo por mi corazón). Mido su impacto en la presión con la que marco la hendidura en la esquina de su papel. Mido su impacto cuando no puedo avanzar al siguiente poema, cuando recuerdo que no es prosa y que no se puede pasar de páginas como cuando en la madrugada universitaria La guerra y la paz. Mido su impacto cuando no logro explicarle a alguien en palabras por qué me conmueve solo puedo estrecharlo a sus manos y esperar. Mido su impacto también cuando soy incapaz de medirlo y solo puedo sentir su huella reverberando en el agujero que perfora en mí.
III.
Sentir poesía, leer poesía, escribir poesía. La poesía se nos revela tomando diferentes caras y formas. Por ello puede ser una trampa sentir que se ha descifrado. No es inútil definirlo en tanto lo entendamos como un juego. Jugamos a hacerlo, y los juegos de otrxs (poetas y no poetas) nos pueden sacar una sonrisa o mostrar una posible ruta. La ruta de esa imagen o metáfora, como el nudo en la garganta de Heaney, el baile de las palabras de Creeley, o ese animal feroz del paseante bogotano, gatilla algo dentro o nos da la sensación de recuperar algo perdido. Ideas que crecen para aproximarnos al oficio de escribir, al placer de leer o al acto sensible de sentir la poesía desde nuevos ángulos.
Creeley nos recuerda sin embargo que,
La música existe pese a la posibilidad de que nadie fuera, conscientemente, capaz de hacerla, que lo que llamamos poemas son una realidad intrínseca del mundo humano, haya o no en ese momento poetas capaces de crearlos. Eso caracterizaría mis convicciones: que no me dan tregua, que demasiado a menudo me provocan una sensación desesperada de inutilidad e ineptitud. Por qué yo puedo escribirlos, enamorarme, revelar el mundo real y ser en él el héroe? Acaso no es mío? No. ¿Tuyo? No. ¿De ellos? No. Nuestro? No.
No es de nadie, y a la vez, de todxs. La poesía es un espejo de la luna, como la describe Borges: indescifrable, cotidiana, y más allá de mi literatura.
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dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com EL IMPACTO INDEFINIBLE:
SENTIR POESÍA, LEER POESÍA, ESCRIBIR POESÍA
Por Mia Maurer
Publicado en LA ANTORCHA MAGACÍN, 3 de junio 2023