Desechos
Por Marcelo Mellado
Artes y Letras de El Mercurio, Domingo 23 de marzo de 2008
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En un tradicional y aún no patrimonializado cerro de Valparaíso escucho un megáfono que, desde una camioneta, vocea la compra de objetos en desuso: "Compro cocinas malas, compro refrigeradores malos, compro lavadoras malas". Repitiendo como un mantra el adjetivo "malas". Salgo a mirar y veo una camioneta repleta de tecnologías arcaicas, es decir, de basura; me imagino que para el negocio de la chatarra. La misma camioneta era un objeto de "desecho". También había una máquina de escribir y me dio un ligero ataque de nostalgia. Y me acordé de una vieja Underwood que adorna la casa de una hermana y que usé en tiempos de colegio (en que ya era vieja). A los pocos días escuché el teclado de una máquina de escribir en la oficina de contabilidad de un amigo en San Antonio, en que todavía la usan para ciertos documentos, calco incluido. En esa vieja máquina, en madrugadas insomnes, escribí poemas y cuentos. Luego, la distancia entre el tecleo y la digitación supuso teorías sobre el fin de la modernidad, y algunos decidimos cambiamos de vecindario.
El poeta Roberto Bescós, de Llolleo, escribe sus poemas a mano, en unos blocks fiscales y se los entrega a un joven escritor del taller de Buceo Táctico (que compartimos) para que se los digite en un computador. Con los mismos parroquianos de ese taller estamos internándonos en la cordillera de la costa para recrear, lúdicamente, la mítica experiencia de la colonia tolstoiana, con tecnologías manuales (elaboradas con desechos) y residencias artísticas, como testimonio funcional-resistencial de una perspectiva de obra instalada y confundida con el paisaje. Recuperar objetos moribundos es una tarea económica de un nuevo relato que compartimos con los colegas de la camioneta, aunque sin megáfono.
