Antiguamente los hombres se contaban historias al final del día. Entonces,
congregados en torno al fuego, el sabio de la tribu hablaba, en medio de la
oscuridad y el silencio.
El silencio parecía haber sido hecho para acompañar su voz. Para que esta
surgiera, clara y suave, hacia los demás y hacia el cielo.
La oscuridad le quitaba al ojo su poder, para dárselo a la imaginación. Y la
atención toda seguía a la historia o se volcaba hacia adentro o hacia arriba, a
los dioses.
Hoy la oscuridad y el silencio amenazan con desaparecer. Sobre todo en las
ciudades. Y con ellos, las historias.
Las luces artificiales ahogan a las estrellas. La electricidad nos ha hecho dar
por descontada la luz. Aún recuerdo la linterna de mi abuelo, que nadie más
que él podía usar. Hoy basta tocar la pantalla de nuestros teléfonos para
tener luz.
Nunca hay silencio en la ciudad. Y hasta la música, antes sagrada, se ha
vuelto ruido. Grita en cada esquina y auto, o ensordece en silencio a los
hombres, aislados detrás de sus audífonos. Y, lo que es peor, la música ha
sido degradada a música de fondo, nunca rodeada de silencio ni honrada por
nuestra atención plena. La música está triste.
Y la soledad, nuestra intimidad esencial y última, ha sido violada. Ahora hay
que esforzarse para estar solos, cuando antes los esfuerzos los hacíamos por
encontrarnos. Las redes nos atraparon sin que nos diéramos cuenta. Nuestra
atención se halla siempre dispersa, en todas partes al mismo tiempo, menos
acá. Nunca presentes, ausentes siempre.
"El poeta es el guardián del mito hasta que lleguen tiempos mejores" dijo
Teillier. Los tiempos mejores aún no llegan, pero el mito no se ha ido, ni los
poetas. Aunque parezcan dormidos, permanecerán, mientras aún haya
hombres sobre la tierra.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com La soledad, la oscuridad y el silencio
Por Martín Mège W.