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La ciudad como acontecimiento
La ciudad que no es, de Roberto Bescós.
Por Marcelo Mellado
Publicado en El Líder de San Antonio, 8 de noviembre de 2016
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El 31 de octubre presenté el último libro de Roberto Bescós en la FILSA (Feria del Libro de Santiago), en el marco de una jornada dedicada a escritores de la Región de Valparaíso que organizó la editorial RIL Editores. Bescós es uno de los poetas más importantes de la región y del país. Su obra es un orgullo para la ciudad y tiene un lugar ganado en el Parnaso nacional, aunque asumimos que tanto la mitología como el sistema de ranking no mueven a nuestro poeta ni a mí, pero es un modo de jerarquizar y enfrentar a los impostores que pululan en el barrio.
La ciudad que no es puede ser definido como un largo poema en que un sujeto hablante despliega su mirada por una ciudad que se diluye en imágenes de la incertidumbre. Por otro lado, el poeta cumple la función de archivista de la memoria y va clasificando objetos en estado de ruina. Hay el diseño de una urbe ilusoria, pero reconocible en los signos prosaicos de su crónica en verso libre.
Parece ser cierto que las ciudades las fundan lo(a)s poetas, son ello(a)s los que ponen a circular los mitos y los relatos que determinan esa gran entidad simbólica que es la urbe. El puerto es más que una unidad económica, y aunque eso sea una obviedad, es bueno resaltar los episodios emblemáticos que hacen habitable una ciudad como la nuestra.
La poesía es, en cierto sentido, un registro de la subjetividad y suele funcionar como un viaje introspectivo-retrospectivo por ciudades internas, esas que todos llevamos dentro, pero que en este caso es un camino de laberintos adoquinados y arenosos que parte de la casa familiar y que se construye por la experiencia observante del walking around, parafraseando a Neruda. La urbe se transforma en un mapa de la memoria visual descriptiva. En este contexto, el poeta surge como un coleccionista de objetos sin lugar.
En términos teóricos, en el hablante lírico de este poema predomina la actitud enunciativa, aquella que da cuenta de un acontecimiento, con caracteres levemente narrativos, que es la instalación de la ciudad como referencia territorial geoafectiva, en donde el sujeto define su modo de habitar el mundo, con desplazamientos mínimos en el espacio pequeño.
El subtítulo del gran libro poema es el de «topografías», que alude al modo cómo se habita un enclave urbano, en donde se configura un paisaje en perpetua ruina y acontece una travesía llena de fintas que sortean fosas y trincheras. Hay, además, esos tonos críticos que adquiere la voluntad narrativa del poema, cuando la mirada se detiene en episodios que la fundan sin parto. Y todo eso vendría a ser la conclusión de un viaje indagatorio por los intersticios de esa experiencia radicular que implica el habitar el infierno de lo local, con todo lo que ello implica a nivel de fobias y proximidades de la vida vecinal, incluyendo la municipalización de la existencia.
Y al final, la negación de sí mismo como refuerzo lúdico: «…créame usted que quisiera estar lejos del litoral de los poetas…», comenta el hablante con ironía.
Con el poeta Bescós hemos participado en muchos eventos de invención de mitos urbanos. Nuestra vida, cultural, se reconoce en la impudicia urbana de habitar poéticamente las ciudades que nos tocan. Somos luchadores de la palabra.
Quiero mucho a mi amigo Bescós, me siento feliz en su tranquilidad y en su despliegue como agente cultural de nuestra ciudad. Es uno de nuestros grandes. Sin duda Bescós es el bardo de Llolleo, el poeta del metro cuadrado. Un poeta de los Pueblos Abandonados.
Durante la presentación