Cámara lenta
El señor del chaleco triste
ya no da de comer a las palomas
los domingos por la tarde
Ahora ha encontrado una viuda joven
con la que espera pasar sus últimos días
tendidos en el lecho y comiendo manzanas
Los domingos por la tarde
vuelve a aquella plaza
del brazo de su amada
y se sienta en el mismo banco
a contar la misma historia
que antes repitiera a las palomas
La mujer escucha embelesada
cada palabra que asoma
por la boca de su héroe
El paisaje se cruza de brazos
el viento cabecea y bosteza entre los árboles
la tarde sale a estirar las piernas
las palomas lo miran con nostalgia
El cadáver de nadie
Usted verá pasar el cadáver de nadie
por una sinagoga en llamas
Estará parado en la esquina
donde el cortejo se divide en dos
Unos irán a pie
llevando el ataúd por un atajo
Otros en línea recta
escoltando la carroza de rodillas
Llegado al cementerio
la madre y la viuda del cadáver
se quitarán el luto
y las piernas ortopédicas
Podrá ingresar al recinto
sólo si es familiar
De lo contrario
deberá contemplar resignado
al igual que esos curiosos
apostados en los techos
o colgados de los plátanos orientales
Terminada la ceremonia de cremación
las cenizas serán arrojadas
sobre la concurrencia
y usted volverá a la misma esquina
a esperar el siguiente funeral
Fragmentos de un sueño
Cuando entres en el paisaje
tus pechos caerán
y rodarán toda la tarde
hasta salir del paisaje
Un niño los dejará
sobre la página en blanco
y esperará a que suban por tu cuerpo
antes que sus juguetes apaguen la luz
Oveja negra
Nunca nos despedimos de Dios
tampoco lo hicimos de la muerte
Éramos arrogantes hasta decir basta
creíamos que al final
las musas se pondrían de rodillas
Pero estábamos equivocados
nadie nos esperaba en ninguna parte
ni siquiera en el más allá
Sr. Pessoa
Usted está hecho de frutas extrañas
que envejecen cada tarde
al volver a casa
Son frutas inútiles como esas cartas
que lleva en la memoria
Así es la vida, señor Pessoa
la mano que mece la cuna
fue cortada por un tren de carga
donde iban sus heterónimos
crucificados
Deberá escribir sus obituarios
Pero quién escribirá el suyo
ahora que Dios sólo pinta grafitis
en las tumbas de los niños muertos
El cadáver exquisito
En la parte más vieja del recinto
se encuentra El cadáver exquisito
Podrá llegar a él
pasando la jaula de Los Templarios
más allá del Santo Grial
más allá de la estatua de Ramsés
junto a la fuente de los deseos
donde los tártaros lanzaron
el pijama de Breton
Tras la tumba abierta de Cleopatra
donde los gatos peregrinan
y las palabras maúllan de rodillas
El cadáver exquisito se pasea
escondiendo su cabeza entre las ruinas
Manicomio de Mondragón
(10.00 a.m.)
A Leopoldo María Panero
Mi soledad lleva camisa de fuerza
y yo ¿qué me pondré?
-Poemas de El mago de la soledad
(Valparaíso, México, 2017)