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Marcelo Mellado:
"Mi hijo era una entidad humana brutalmente pura. Y así no se puede vivir"

Por Daniel Rozas
Publicada en La Segunda, Viernes 18 de agosto de 2017


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Marcelo Mellado (61) tiene fama de peleador y polémico. El corrosivo proyecto literario del cronista y escritor es una arma arrojadiza que narra con sarcasmo y lucidez las miserias de la burocracia política cultural chilena en libros notables, como "La batalla de Placilla" y "La ordinariez", situándolo en un lugar periférico de las letras nacionales; lo cual le ha granjeado numerosos enemigos en el provinciano mundillo cultural, pero a la vez le ha valido la reputación de ser un escritor insobornable y lo ha situado como el creador de una de las obras literarias más sólidas y consecuentes que se pueden encontrar actualmente en América Latina.

Mellado acaba de publicar "Monroe" (Hueders, 2017), una novela que discurre entre la epopeya y la fábula, y que explora con fervor romántico la fantasía heroica de un país imaginario llamado Monroe, en homenaje al territorio ficticio que creó su hijo Nicolás, quien murió en 2015 de leucemia. "La novela tiene que ver con un gesto de memoria que me ayudó a fijar ciertos episodios de nuestra vida en común", explica. "Me interesaba escribir este libro como un género que identificaba un tipo de relación. Una exigencia".

¿Qué exigencia?
— La del consumo de la ficción heroica. La ficción sería la residencia de un sujeto que no tuvo más lugar en la vida que la ficción.

El caso de tu hijo Nicolás.
— Sí, él vivió perpetuamente en una ficción o en los conflictos que provoca la no diferencia entre la ficción y lo que llamamos realidad. El Nico era Asperger.

¿Por qué elegiste una historia de aventura para hablar sobre la relación con tu hijo?
— En "Monroe" hay una apuesta por la aventura, que tiene rasgos infantiles en el sentido de querer recuperar la ocupación territorial como la construcción de un mundo nuevo. Al igual que el Nico, yo siempre tuve la necesidad de tener que salir de donde estaba. Yo me fui a vivir a Chiloé el año 84, con la idea de construir algo muy concreto. Una vida ligada a los procesos naturales. Buscando la aventura. Y creo que el libro recoge ese espíritu absolutamente adolescente de conquistar el mundo.

¿Cuándo comenzaste a escribir "Monroe"?
— Coincide con la muerte del Nico. Escribir este libro fue un especie de refugio para permanecer en la posibilidad del otro como memoria perpetua. Quise buscar alianzas para sostener ese contacto. La pérdida de mi hijo fue catastrófica y no me dejó otra alternativa.

Tu hijo murió muy joven.
— Sí, a los treintaintantos.

¿Nicolás pudo estudiar? Quiero decir, ¿se pudo integrar al mundo?
— Él salió del colegio. Pero nunca se pudo adaptar. Trabajó un tiempo en la empresa de su abuelo, pero como el Nico era Asperger, no lo pasaba bien. Él sufría dificultades brutales y veía el mundo como una amenaza.

¿Y cómo resolvía esa situación?
— Se mantenía alejado. Excepto cuando encontraba satisfacción a sus deseos que estaban relacionados con ciertos consumos de objetos de valor histórico. Los grandes temas para Nicolás eran La Guerra del Pacífico y la fantasía heroica. Le gustaba mucho Conan el Bárbaro.

¿Tenía alguna fijación?
— Él seguía con mucha obsesión las temporadas de las ferias del libro. Entonces, cuando venía la seguidilla de ferias, y como sabía que yo entraba gratis, él las tenía catastradas y le gustaba recorrerlas. Tenía una fascinación por el tema ferial. Yo entraba con él y después tenía que andar buscándolo. Ahí él investigaba a sus anchas, porque buscaba cosas muy específicas y encontraba cosas insólitas. Y sobre todo le gustaba coleccionar cosas relacionadas con La Guerra del Pacífico.

¿Qué cosas coleccionaba?
— Yo le compraba quepís en la avenida Argentina, en Valparaíso. A Nicolás le interesaba la ficción que se generaba en torno al tema de la guerra. Recuerdo que alguna vez me habló sobre unos personajes que yo había empezado a trabajar, y como no distinguía ficción de realidad, yo le decía que no podía trabajar, y como no distinguía ficción de realidad, yo le decía que no podía utilizar ese personaje, porque le pertenecía a otro. Pero eso le daba lo mismo al Nico.

¿A qué edad comenzó ese interés?
— Él empezó desde chico. A los 10 años. Cuando le pasaban historia en el colegio, él escuchaba, pero seguía en lo suyo. Para los niños Asperger, las cosas son muy concretas. A él le costaba abstraerse. Por eso, siempre tenía un conflicto con lo que era real y lo que no lo era.

¿Conversaban sobre ese tema?
— Sí, a veces discutíamos, pero él siempre andaba pesquisando objetos valiosos. Y tenía una vocación para pedirme cosas imposibles de conseguir. También le fascinaban los escaparates de las librerías y le encantaba mirar.

¿Qué te enseñó? En "Monroe" escribes que Nicolás tenía ciertos escaparates que sólo el mercado de la imaginación le podía ofrecer.
— Me impresionaba cómo pudo construir una ficción que no era más que la mirada lejana de un contador de historias. Ése era su placer: coleccionar imágenes y contar historias.

Un tipo tan puro siempre está sujeto a una vulnerabilidad extrema. ¿Qué cosas lo angustiaban?
— Cuando no se lo tomaba en cuenta. Yo creo que resentía esa distancia. Le era muy difícil entablar una relación cotidiana.

¿Y tenía algún cómplice en tu familia?
— Mi madre, su abuela. Ella siempre lo vio como una especie de Forrest Gump. Hay una coincidencia muy clave, porque los dos se murieron con poca distancia de tiempo.

La leucemia de Nicolás fue fulminante.
— Resistió ocho meses y fue un período duro. Los primeros síntomas comenzaron cuando empezó a tener miedo a salir a la calle y se aterraba cuando un desconocido le hablaba.

La vida siempre fue difícil para tu hijo.
— Por supuesto. Éste es un país facho, que no acepta las diferencias.

¿Qué representaba para ti Nicolás?
— La radicalidad del no power. Era un tipo que estaba en el zen. Era un buda. Mi hijo no tenía ninguna pretensión con el poder. Él era una entidad humana brutalmente pura. Era alguien que no tenía maldad. Y así no se puede vivir.


 

 

 

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"Mi hijo era una entidad humana brutalmente pura. Y así no se puede vivir"
Por Daniel Rozas
Publicada en La Segunda, Viernes 18 de agosto de 2017