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Comentario a “Lacrimal”, de Malena de Mili
Por Úrsula Villavicencio Chaparro
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A través de su Lacrimal (Mago, 2014), Malena de Mili nos acerca al erotismo con una mirada ingenua pero desafiante a la vez. En este, su segundo libro después de Elegías (Mago, 2013), nos entrega 43 textos, clasificados por la autora entre “Lo profano” y “Lo sagrado”. Con ellos nos hace pasear por su percepción del erotismo, amor, dolor, vida, muerte: los grandes temas del ser humano, que por más comunes que sean, siempre son únicos.
Malena nos invita a asomarnos al mundo a través de sus ojos jóvenes, a sentir con piel de mujer que comienza a vivir, a olisquear, acariciar, callar, gritar, mordisquear; volver a probar un poquito del descubrimiento asombrado de la sensualidad; a sentir el mundo a través del velo de la adolescencia recientemente abandonada: a ratos tierna, a ratos desgarradora y desgarrada.
En Lacrimal encontramos saltos entre el lenguaje contemporáneo y algunos retornos que nos recuerdan, por momentos, a estilos poéticos antiguos. Toda la obra es un experimento de la legítima búsqueda del poeta novel por hallar su propia expresión.
Sus poemas están plenos de invitaciones desafiantes y explícitas como “Abusa de mí” o “Átame”, y otras más sugerentes como “Bebe de mí”. Por momentos no sabemos si estamos experimentando el amor en su dimensión erótica, o el amor a la humanidad: ambos se confunden con maestría en las letras jóvenes de esta autora, más maduras que las que le hemos leído antes, pero letras jóvenes al fin. Tiene la gracia del descubrimiento fresco, tanto en el erotismo como de la poesía. Una razón más que suficiente para adentrarse en la intimidad de “Una lluvia sobre la ciudad” a la que nos convida a aventurarnos este Lacrimal que nos recibe con esta sentencia severa:
“Belleza
Tómala,
Eres libre.
Pero está maldita”.