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Andares y Sospechas, de Matías Morales Prieto

Prólogo


Por Isabel Rivero




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Matías Morales, en este libro Andares y Sospechas, preparó una sólida panzada de realidad para dársela a masticar a los lectores. Digamos que este festín al que nos invita el poeta Fumatto, es un anti-festín, que nos regala y nos nutre de una indigerible realidad. Cotidianamente, solemos tirar este acontecer bajo la mesa, como hueso duro de roer, se lo damos a los perros y otras criaturas que pueblan las calles y las playas del litoral. Ahora es la oportunidad de nutrirnos de este banquete hecho visible en los poemas de este libro.

Los brígidos personajes que transitan por este texto poético son nuestros alter egos y /o conocidos paseantes que recorren nuestras realidades paralelas:

“…vengo como vengador ufano de mis mañas más humano que sus maquinarias para aplanar lo mal que mezclan cementoades paralelas de todos los días…

…el brujo hechicero va a sembrarse las piedras del suelo mancillarse en serio el crepúsculo del cuerpo yace en permanencia el féretro inestable afuera ladran los perros viejas temen la llegada…

…me sacudo de espaldas como perro solo y loco en la enorme playa describo el cambio que veo desde la plaza…

…la voz del ciego de ochenta años es insuperable el tiempo y sus juglares…

…el viejo en bicicleta lleno de bolsas y cajas paso silbando para abrirse camino

… galgos cojos abandonados al merced del cerro quizás alguna liebre cae pero lo veo difícil si…

…con la desconfianza de antes me trajiné los bolsillos cambie las cosas de su lugar mire a los ojos a los desconocidos que afirman los fierros del microbús…

…androides caminan a sus compartimientos para esconderse de la noche y volver a encerrarse…

…monjes de monasterios grises faroles apagados por el tufo ponzoñoso de turbinas y motores incesantes puerto celeste de nutrias arrancadas mamíferos del subsuelo…

…¿se dan cuenta? - energúmenos bípedos - manejan autos a gran velocidad festejan las luces …

…el monje está extinto se robó una moto en la bencinera…

…a veces jugando a la nada el cojo perseguidor de autos la maleta sin broches amarrada me despido en silencio con insolencia…

…se colgó Couve dejando un legado Balneario en el balneario “Cuando pienso en mi falta de cabeza” pinturas olvidadas y alejadas de los circuitos comerciales…”

El poeta utiliza un lenguaje desencajado de lo habitual, podríamos hablar de un lenguaje antipoético, del que todos después de Parra, nos hemos contagiado y desarrollado en diferentes direcciones, pero no hay espacio en este prólogo para pensar el concepto. Quede aquí la idea de un lenguaje callejero, que tiene múltiples elementos tomados del rap, pero cuya expresión no se queda en la forma sino que  encarna y contiene doblemente la superficie de lo real  y la infrarealidad, de las causas que laten bajo el “tiznado trapo viejo”…  “de este diablo parao en todas las plazas”…  En este lenguaje viven los habitantes de los bordes sociales, el poeta los sitúa siempre a punto de resbalar en sus andares por los acantilados de lo devastado, lo decadente, empujados a la pobreza forzada, no sólo por su falta de  oportunidades laborales, sino sobretodo golpeados en sus sueños y deseos por la carencia de belleza y la inexistencia de recursos materiales para transmutar la fealdad del entorno y la pervertida manifestación de lo natural que ha sido intervenido por una sociedad enferma.

“…Hay que sacudir ese ventanal sucio para mirar mejor a los pelícanos comerse a las gaviotas que tienen olor y sabor a pescado…

…tiznado el trapo viejo que cual película sobre tus ojos empaña el panorama y algo oculta en tu mirada…

…caen cárceles del cerro pues no puedo verte desde lejos la copa de agua el perro con rabia la eternidad en congoja la planta crecía al borde como maleza indeseada social discorde síguele al diástole corre y no te acomodes que como sismo va a levantarte…

…respira una bestia inmunda llena de luces y les mojan las costas los ruidosos balances …

…hundido en el basural ocasional respiro lo podrido que se asoleaba en calles de tierra pajarearon los cercos parados en alambres de púa de lugares sin nadie humano que asome su cuesco endeble y respire el aire ponzoñoso…

…a veces me encuentro sus hallazgos pitos botaos peinetas de galán chucherías (no chinas) caletas de narcos calcetines huachos con dos sueldos mínimos que camino chutiándolos y a tacto de pie siento un relleno suculento y prometedor aventuras que pasan tarde mar y siempre nos gustaría que pasaran pero no pasan nunca…

…veo bolsas botadas ¡obviamente están vacías adentro no contienen nada! veo basureros y basurales ¿cómo te explico? contenedores que están vacíos o saturados hasta el pico de mierda, de basura del humano y afuera…”

Encarnado en la micro, en los basurales y arenales de una ciudad costera (sufriente y avergonzada en su abandono presente) el poeta reflexiona, consciente de su decadencia, el poeta  es un paseante, un “flaneur” como diría Baudelaire y Benjamín, pero recreando el concepto con un cruce singular entre : el rapero callejero, que en la oralidad de su juglaría improvisa sobre lo que ve en la superficie, y el paseante, quién, además reflexiona e investiga como un detective el tejido espiritual y social. No por casualidad, la segunda parte del libro da cuenta sospechas y conclusiones de esta tarea detectivesca, que con cierto sarcasmo, el autor invita a emular a Sherlock Holmes. Tal como lo concibió Walter Benjamín, el flaneur, el hablante de este libro de Matias Morales, es un gran observador, un detective aficionado, callejero, sigue huellas,  busca desentrañar los mecanismos ocultos de la sociedad a través de pistas y pequeños detalles con que dibuja certeramente los movimientos de la gente ,de los habitantes de la ciudad, que aunque no siempre contiene multitudes, tiene una vez al año una exasperante horda de veraneantes.

Al describir la condición del flâneur, Baudelaire  dice : parece una de “esas almas en pena que buscan un cuerpo” . Esta necesidad de observar al otro o lo otro , se articula en términos de espacio. Sólo para él todo está vacante, porque la falta de sentido, vacía lo lleno, lo asola, lo aísla.

El hablante de Matías  Morales es un flaneur  de tomo y lomo, latinoamericano eso sí , aunque podría haber semejanzas con el europeo de entreguerras, porque el espacio en que se modela es el de la precariedad, es que el flaneur ha llegado a ser, a través de los siglos en la literatura ,desde Baudelaire, un paseante extraviado, un delirante silencioso , un border solitario, que aplana las calles en un viaje psíquico, espiritual y social para encontrar las coordenadas de la sensibilidad humana que ha perdido en  la vida citadina, en el colapso del vínculo con el campo y la naturaleza, sobrepasada por la comercialización, ultrajada por la enajenación y explotación cabida en una organización social que no nos sirve para desarrollar plenamente nuestra condición amorosa y solidaria.

“…encontrarse uno mismo no es como perseguir no sirve fingir uno no escapa ni se pierde se esconde y a ratos vuelve la sombra con sol y luz se puede ver en penumbras estoy solo sin nadie bajo mis pies… “ Pg. 34 “Espejo de Niebla”.

 El paseante de Andares y Sospechas se mantiene a flote agarrado con inocencia a un imaginario artístico que ha sido “suicidado por la sociedad” y que sigue en peligro de extinción y de abandono, los galgos cojos podrían ser un símbolo de su condición.

“…buscando pistas del arranque de motivaciones pictóricas plasmas por describirse páginas por leerse vacío lo que está por crearse…”  Pg. 94 “Inspirado en la fotografía …”

Las Cruces/ Julio /2020



 

 

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