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“Cárcel de mujeres”, María Carolina Geel
107 pgs., 4ª edición. Editorial Cuarto Propio, 2000; Santiago de Chile.
Por Marino Muñoz Agüero
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Hernán Díaz Arrieta, “Alone”, uno de los más destacados críticos literarios nacionales del siglo XX, señaló respecto de este libro: “…uno de los más raros que ha producido nuestra literatura, libro arrancado a la sangre y a la muerte…”, (prólogo a “Cárcel de mujeres”, 1956).
El jueves 14 de abril de 1955 en el salón de té del elegante Hotel Crillón, en pleno centro de Santiago, lugar donde se daba cita la burguesía nativa, aconteció un suceso que alimentaría las páginas de la crónica roja. La Revista VEA (“30 años de noticias”, Edición de Aniversario, 17 de abril de 1969), informaba que la taquígrafa de la Caja de Empleados Públicos y Periodistas, Georgina Elena Silva Jiménez, descerrajaba cinco tiros de su pistola Browning 6,35, poniendo fin a la vida de su amante Roberto Pumarino Valenzuela. El semanario agregaba que éste llevaba seis años separado de su esposa, periodo en el cual Georgina había esperado que obtuviera la nulidad, y que hacía dos meses había enviudado, lo que alimentó las esperanzas de ella, no obstante, Pumarino tenía otros planes y esa tarde se lo habría dicho, señala la publicación.
Georgina era la afamada escritora María Carolina Geel, nacida en 1913 y que a la fecha del suceso policial descrito ya tenía a su haber tres novelas publicadas: “El mundo dormido de Yenia” (1946), “Extraño estío” (1947) y “Soñaba y amaba el adolescente Perces” (1949) además de un libro de crónicas. Su estilo era audaz, irreverente para la época, pero por sobre todo destacaba en ella, su afán de relevar en su obra a los personajes femeninos en su fuero interno y la lucha de la mujer por asumir posiciones en la sociedad. Una muestra de ello es su incursión en la crítica literaria con el libro “Siete escritoras chilenas” (1949), la crítica, género poco común en el ámbito de la literatura femenina la desarrolló a partir de ese año y hasta 1980 alternativamente en “El Mercurio”, “El Cronista”, “Atenea” y “P.E.C.” (Política, Economía y Cultura).
María Carolina Geel fue sentenciada a tres años de cárcel, pero accedió al indulto presidencial gracias a una carta que Gabriela Mistral envió al mandatario de la época Carlos Ibañez del Campo desde Nueva York, donde se desempeñaba como cónsul chilena: "respetuosamente suplicamos a V.E. indulto cabal para María Carolina Geel que deseamos las mujeres hispanoamericanas. Será ésta, una gracia inolvidable para todas nosotras". En parte de su respuesta Ibáñez indica: “Sepa mi estimada amiga, que en el instante en que usted formula una petición, esta es un hecho atendido y resuelto.” (www.memoriachilena.cl). La solicitud fue acogida, no obstante, la enemistad entre Gabriela Mistral e Ibañez, recordemos que éste cesó en sus funciones diplomáticas a la escritora durante su primer gobierno (1927-1931), pero la mantuvo al asumir su segunda presidencia en 1952.
María Carolina Geel permaneció finalmente sólo 19 meses en prisión, en ese periodo escribió el libro que hoy reseñamos, combinación de denuncia, testimonio y autobiografía, por primera vez en la literatura criolla se ahondaba la vida en una cárcel de mujeres “por dentro”; las relaciones de poder, los personajes, los sentimientos y las pasiones generadas por el enclaustramiento. Por primera vez también, en la narrativa nacional se expuso abiertamente el amor lésbico, sin juzgamiento, ni opinión a su respecto, y sin tratarlo siquiera como una consecuencia de la situación, simplemente aceptando que esta opción existe y es válida. Todo lo contado por Geel fue producto de su permanente y aguda observación de la dinámica del penal, desde una posición privilegiada respecto del resto de la población del recinto, pues dadas sus posibilidades tuvo acceso al régimen de pensionado.
El libro fue un éxito de ventas, prologado por Alone y lanzado por la prestigiosa Editorial Zig-Zag, completó tres ediciones en 1956. La temática, el prestigio de la autora, el recuerdo del “Crimen del Hotel Crillón” y el morbo explican este éxito. Fue precisamente Alone quien la impulsó a escribirlo, cuando se dio cuenta que las misivas que intercambia hacía tiempo con esta escritora, a quien no conocía personalmente, le llegaban desde la cárcel.
No obstante las expectativas, la autora se diluye al abordar su propia historia, asumiendo una dualidad víctima-victimario: “Estábamos frente a frente, y yo, que nunca supe vivir, quedé sujeta a la vida; y él, que tan cabal se daba a ella, que nada sabía de ese otro modo de morir que tienen algunos, cayó. Cruzo las manos y me digo que fui yo quien volvió hacia él la muerte; yo, que levanté un arma mortal, y, en vez de aniquilarme, ¡lo hice morir!”.
Luego de salir de la cárcel, María Carolina Geel publicó las novelas “El pequeño arquitecto” (1957) y “Huida (1969), posteriormente se abocó completamente a la crítica literaria. Murió en 1996.