En esta misma columna hemos señalado que, desde 1901 a 2017, el Nobel de Literatura fue otorgado a ciento catorce autores (as), de los cuales sólo catorce son mujeres, es decir, el 12,28%. En 2018 el premio no fue entregado a raíz de los escándalos de abusos sexuales que sacudieron a la Academia Sueca, entidad a cargo de la distinción. En Chile, sobre un total de cincuenta y tres galardonados (as) hasta 2017, el Premio Nacional de Literatura lo habían obtenido cuatro mujeres, representando un 7,54%, fueron ellas: Gabriela Mistral, Marta Brunet (a nuestro entender, la gran olvidada), Marcela Paz e Isabel Allende. En 2018 la premiada fue Diamela Eltit: “en forma unánime por su trayectoria y aporte cultural”. Con ella, el porcentaje de mujeres reconocidas subió a 9,43%.
Estamos frente a una expresión de violencia absoluta, nada podría indicarnos que los hombres son mejores escritores que las mujeres, pero ahí están las cifras, la evidencia de otra manifestación de la marginalidad a la cual la sociedad ha relegado a la mujer.
El premio a Eltit -así quisiéramos interpretarlo- es, en adición a sus indiscutibles y sobresalientes méritos literarios, una reivindicación, un pequeño intento de ajuste de cuentas. La misma autora al recibir la noticia señaló: “el propio medio (literario) debe reconocer que no ha sido equitativo con la entrega de este premio, que ha favorecido antes a 49 hombres. Es una tarea pendiente. Las escritoras debemos considerar y mantener una mirada muy atenta a estas asimetrías de género que acechan a la mujer en todos sus ámbitos. Es una batalla que seguirá en curso”.
Esta marginalidad a la que aludíamos es precisamente la vereda desde la cual se expresa Eltit y es -ya lo veremos más adelante- la doble marginalidad de esta artista integral, pues Diamela Eltit es mucho más que una escritora que proviene del mundo académico, cuya literatura -y lo diremos de entrada- es compleja.
Sus datos personales indican como fecha de nacimiento el 24 de agosto de 1949 en Santiago de Chile. En 1971 obtuvo el título de Profesora de Estado en Castellano en la Pontificia Universidad Católica de Chile y en 1976 el grado de Licenciatura en Literatura en la Universidad de Chile. Ejerció como Profesora en colegios de Santiago y posteriormente en distintas universidades.
Si bien es cierto, su verdadera irrupción literaria fue en 1983 con la novela “Lumpérica”, Eltit venía desde hacía un buen tiempo escribiendo y desarrollando una vasta y maciza obra artística, en especial, en el Colectivo de Acciones de Arte (CADA), que fundaron junto al poeta Raúl Zurita, el sociólogo Fernando Balcells y los artistas visuales documentalista Lotty Rosenfeld y Juan Castillo. Surgido en 1979 en plena dictadura; “en el accionar del CADA confluyeron dos elementos centrales: la necesidad de renovación teórica y práctica del quehacer artístico nacional, vinculándolo a las corrientes neovanguardistas mundiales; y la urgencia de resituar este quehacer sobre la fusión de arte y vida, entendida esta fusión como sustento programático que se expresaba en las acciones realizadas por el colectivo” (http://www.memoriachilena.gob.cl).
El escenario de las operaciones del CADA era la ciudad: perfomances, intervenciones, preferentemente desde la marginalidad, prostíbulos, hospederías, barrios bravos, donde la propuesta artística rebalsa sus propios límites transformándose en propuesta política.
“…se trataba de salidas a la ciudad, sin un programa estructurado, tan sólo la orientación, la fijación en mundos cruzados por energías y sentidos diferenciadores de un sistema social y cultural visible” (Eltit, Diamela, “Emergencias”, pag. 65).
El contenido estético de las acciones de este periodo, estimamos, fue determinante en la producción literaria posterior de Diamela Eltit, a la que nos referiremos el próximo domingo.
La marginalidad y la escritura crítica en Diamela Eltit
El pasado 30 de junio entregamos una panorámica de la obra de Diamela Eltit (Santiago de Chile, 1949). Aludíamos a la -a nuestro entender- doble marginalidad presente en dicha obra, que se manifiesta con fuerza en su producción literaria, la cual abordaremos someramente a continuación, tomando como principal fuente el libro “Emergencias, escritos sobre Literatura, Arte y Política” (Eltit, 2000).
Esta marginalidad la encontramos, por una parte, respecto del objeto de esta literatura y por otra, en cuanto al origen, es decir, el lugar o posición desde donde escribe Eltit; su propia historia, estilo e incluso su ascendencia literaria (la academia).
Los temas recurrentes en Eltit son el poder, las desigualdades, la exclusión, la discriminación, la represión y, por supuesto, los mecanismos o conductas que los permiten o condicionan en el Chile de las últimas décadas.
En cuanto a las marginalidades de origen, la autora reconoce (en principio) sólo una: “…escribo solamente porque me gusta, me apasiona escribir y si me gusta escribir pues escribiré lo que me gusta. Y por eso, mi única limitación son mis propias limitaciones que, claro, desgraciadamente, son variadas y constantes” (“Emergencias”, pag. 73). Esta libertad de escribir o para escribir la ha hecho remecer las estructuras tradicionales; es el caso de su novela “Lumpérica” (1983), un punto de quiebre del género en el país.
Junto con lo anterior, nos parece destacable en la literatura Eltit el “desdoblamiento” al que alude Leonidas Morales en su prólogo a “Emergencias” (pags. 9 y sgtes.), (disponible además en http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-132146.html). Este desdoblamiento se verifica en la conjunción de su obra narrativa (principalmente novela) con su escritura crítica. Morales apunta que la tradición de desdoblamiento -que combina la producción de imágenes simbólicas con los análisis críticos paralelos producidos a partir de esas propias imágenes o las de otros autores o las del entorno social y político que las generan-, es de larga data. Pero quien agregaría una componente vital -el de la contingencia-, sería el poeta francés Baudelaire a mediados del siglo XIX. Esta contingencia viene dada por la actualidad de los temas abordados en los referidos análisis, como por la cotidianeidad facilitada por el medio de comunicación empleado (revista, periódicos, diarios). Esto último en contraposición al libro, mecanismo más distante y menos expuesto.
En su obra crítica Eltit (con temáticas similares a la de su narrativa) adhiere a esta tradición, pero se aleja eso si, de la tendencia memorialística (biográfica y autobiográfica) prevalente en la literatura chilena del siglo XX, que privilegia el libro como canal de comunicación; en tanto, ella ha sido una prolífica cronista en medios masivos, entre ellos, el desaparecido Diario “La Época” (1983-1998) y “The Clinic”.
Los trabajos críticos de Diamela Eltit se han publicado además en Revistas Culturales Chilenas, Publicaciones Periódicas Latinoamericanas y de Centros Académicos Estadounidenses; o elaborados como ponencias para Seminarios o Congresos. Aparte de “Emergencias”, otras compilaciones de este tipo de textos son: “Signos vitales. Escritos sobre literatura, arte y política, ensayos” (2007), “Réplicas. Escritos sobre literatura, arte y política” (2016) y “A máquina Pinochet e outros ensaios” (2017). Otros libros de no ficción (testimoniales o documentales) de la autora son: “El padre mío” (1989); (descargable desde el portal Memoria Chilena), “Elena Caffarena: El derecho a voz, el derecho a voto” (1993), “El infarto del alma” (1994), “Crónica del sufragio femenino en Chile” (1994); (descargable desde el portal Memoria Chilena) y “Puño y letra” (2005).
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Diamela Eltit Premio Nacional de Literatura 2018
Por Marino Muñoz Agüero