El diseño toescano del palacio incorporó ya en su ritmo el futuro fuego palaciego.
La máscara que el dibujo de fachada levanta, la deja leer en sus rasgos. Este comentario técnico y
desgarrado consiste en reconstruir desde la simetría obsesiva, el cuidadoso dibujo de la escena del desastre.
Dibujo que traza la escena en el plano para reconstruir la espacialidad del acontecimiento. Y a la vez, ejerce la
enorme presión de cruzar el acontecimiento sólo mensurable en el volumen de la historia, contra la planimetría
cosmética de una fachada que refleja
-anamorfa- la figura de la ciudad, el poder, el orden en su centro cívico
TODO PALACIO ESTÁ HECHO PARA ARDER
Esta es la figura aquí subyacente. Figura que cruza la historia en distintas direcciones.
Pero la escena de aquí no es la de un palacio de invierno. Es la escena de una restauración.
ARDE PARA INCORPORAR EL FUEGO A SU FASTO Y EJERCER ASÍ SU ROL PALACIEGO CON VIOLENCIA REDOBLADA
Este es el drama que la fachada porta con una mueca cristalizada. El fuego no rompió la simetría, al contrario, la
restauró con su furia. Será entonces
necesario que un nuevo fuego cruce la historia de la fachada cívica, pero un
fuego surgido de un orden otro, asimétrico al poder palaciego, extraño a las coordenadas del diseño toescano,
irrecuperable para la arquitectura del orden. Se escribe de estrategia al dibujar, con la exactitud topográfica,
la figura que especializa el poder y sus acontecimientos
(Obra de Carlos Bogni. Texto de Gonzalo Muñoz)
Nemesio Antúnez: de la serie La Moneda ardiendo
Nemesio Antúnez: de la serie La Moneda ardiendo
La Moneda 1973 (1989).
Litografía sobre papel, Colección Museo Nacional de Bellas Artes. Santiago, Chile.
Pintar lo innombrable en la muerte, en el dolor, en lo sexual, en el delirio, es un desafío artístico que lo llevará a transitar entre los imaginarios y símbolos de una época. Si bien la serie dedicada al golpe comienza con un par de óleos sobre tela realizados cerca de septiembre de 1974, vemos que en obras posteriores (1975, 1976, 1977 y 1989) la arquitectura de La Moneda cambia de ángulo y se va reduciendo a un porcentaje muy menor de la composición. A punto de desaparecer del campo visual, en el borde inferior, la balaustrada llega a la memoria. La pregunta es válida entonces: ¿qué pinta Antúnez en esta serie? Por un lado vemos que junto con reducir la porción de edificio que se incendia el protagonismo y magnitud queda en el humo y las llamas: el cielo oscurecido a las 12 de la mañana se convierte en un documento histórico. Entre el humo y el fuego que predominan en todas las composiciones asciende la bandera tricolor, a izquierda o derecha, desintegrándose en el infierno matutino de aquel martes. Otras versiones en serigrafía, acuarela y óleo muestran el incendio, como si se tratara de una lucha entre la luz y la sombra. La oscuridad es en este caso una fuerza devastadora cuya escala destructora se sugiere inconmensurable.
Estaba en el Museo, me subí al techo cuando anunciaron que iban a bombardear la Moneda. Yo dije que no podía ser cierto, que eso no era posible. Uy, cuando los Hawker Hunters comenzaron a disparar las bombas… ¡rrrrrrr!... ¡Ay, era el asombro y la ira. El asombro y la rabia! ¡Qué locura lanzarse así contra La Moneda!... Se tiraban en picada y luego se levantaban, mientras se elevaba la columna de humo negro (Verdugo, p. 81).
Del conflicto estético que padece el artista, entre lo evidente y obtuso de las imágenes, emerge La Moneda ardiendo, durante su estancia en Londres en 1978, donde la bandera aparece en primer plano. El lienzo patrio está pintado en diagonal ocupando la mitad de la obra. En medio de la combustión, entre aguadas y veladuras, que aún no destruyen por completo la estrella, reconocemos las roturas de la bandera. Se trata del efecto de rotura que Antúnez utiliza para simbolizar la trizadura nacional. Este deseo pictórico o trampantojo por imitar con objetividad visual las roturas de la tela fue superada, en un sentido mimético y simbólico, en el momento en que se produjo la rotura accidental de la matriz litográfica. Ante el asombro y un largo silencio, Antúnez le dijo al grabador y editor, Guillermo Frommer: “no te preocupes, es una señal, hay que terminar de romperla” (Frommer, s.p.). De nuevo vemos que el accidente construyó un horizonte involuntario y radical donde Frommer, por encargo del artista, terminó por romper con un martillo de goma. Ante los fragmentos, Antúnez pidió que los trozos fueran enmarcados y contenidos por un remache de acero, dando origen a esta singular matriz hiperrealista donde la grieta es efectivamente un vacío. La piedra está expuesta en el MNBA, en su doble condición de obra y documento.
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dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com El Palacio en llamas. Carlos Bogni.
La Moneda ardiendo, serie de Nemesio Antúnez.