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Cuarentena por dentro
Por Martín Hopenhayn
Publicado en Las Últimas Noticias. 1 de abril de 2020
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Confinado en un segundo piso, asomo la cabeza por la ventana para ventilar esta mañana aturdida por periódicos celulosos y digitales, redes y links, y un gato que me sigue adonde voy, pegado ahora a esta pantalla, como si en ella escrutase el último conteo de contagios. En la vereda no se oye padre: apenas el crujido de plátanos orientales que empiezan a deshojarse. El abandono lo hace todo bello y triste, como novela de Kawabata. Sugiere la convergencia entre un mundo prístino y otro apocalíptico.
La cuarentena la vive cada cual a su modo. Quienes ansían lo inaudito lo tienen a raudales. Pero si a primera vista se impone esta experiencia de brutal discontinuidad respecto de la vida de siempre, en el área chica, y ya pasado el rodaje, nos espera una sobredosis de continuidad que unos toleran más que otros. Una cosa es cambiar de marcha; otra es seguir en pausa, metido adentro, mientras afuera ronda lo desconocido.
Visto desde curvas milenarias, las epidemias irrumpen como dato de la causa. Reducen poblaciones, alteran la pirámide de edades, desconcentran regiones y seleccionan rasgos para suprimir a unos y perpetuar a otros. No faltan quienes apuntan que somos demasiados, producimos demasiado, consumimos demasiado, viajamos demasiado, experimentamos demasiado y al final la liebre tenía que saltar y pegar su mordisco en el aire. Venía de cajón, dicen. Generales después de la batalla.
Otros hablan del lado luminoso de la catástrofe: ¿semántica impertinente o propia de evolucionados? Apelamos a externalidades positivas (jerga de economistas) o al despuntar de una nueva conciencia, lecturas entusiastas que contrapesan nuestro temor a lo desconocido y la magnitud global del tsunami. Cielos más limpios, horizontes sin congestión y silbidos de pájaros que vuelven a oírse tienen esa doble connotación de lo auspicioso y lo siniestro (¿paloma de Noé o canto del cisne?). La zaga de la solidaridad emerge allí donde el abrazo es anatema, y mientras todos celebramos el heroísmo del personal de salud, en los hospitales de Lombardía tienen que vivir el desgarro de elegir a quién salvar.
Un dilema feroz obliga a equilibrar la seguridad sanitaria con la supervivencia económica, y lleva hasta los gobiernos más neoliberales a un desembolso fiscal inédito, que hasta ayer rotulaban de desatino. Intelectuales y estadistas vaticinan, como escenario postvirus, modulaciones varias entre utopías y distopías: emergencia de un nuevo comunismo (en positivo) o de un totalitarismo normalizado y "algoritmizado" (en negativo); triunfo de la conciencia solidaria como nuevo arquetipo espiritual o exacerbación de la lucha cuerpo a cuerpo al grito de sálvese quien pueda; globalización humanizada o de máxima tensión; tecnologías de información al servicio de la vida o de poderes de información que hacen lo que quieren con nosotros.
Cierro la ventana. El gato duerme sobre el periódico. Tal vez esta nota sea más de lo mismo. Así, también, en su invariabilidad, se hace eco de la cuarentena.
