Marcela Parra
Por Ernesto González Barnert
Al pensar en Silabario, Mancha… lo percibo como un poemario de pies de página. Y esto lo digo teniendo en cuenta la reflexión de Joseph Brodsky que señala que la cultura occidental ha sobrevivido en los pies de página. Y que Marcela Parra (Temuco, 1981) los irrumpe de poesía so pretexto del arte visual (que estudia) y de la propia biografía (que evoca) y la literatura (que aprehende y coteja). Así también se propone ser leída –perspicazmente- como un silabario. Claro, un librillo para aprender a leer, eso sí desde la pista falsa o mancha porque Marcela Parra intuye bien que el lenguaje no es un instrumento de cognición sino de asimilación. Y que su propia poesía es un medio para articular la percepción. Por otra parte, hábil, tiñe el correlato poético del halo de una película, como si su vida también pudiese ser un pedazo de cinta y ser a su vez observado por ella críticamente. Lo que vuelve aún más admirable y precioso este libro, esta lectura. Los invito cumpas a escuchar atentamente sus respuestas y a leer su libro Silabario, Mancha (Ediciones del Temple) o en su versión de anticipo por Ed. Ripio.
- ¿Cómo comenzaste a escribir? ¿Qué hecho detonó en particular la decisión de ser poeta?
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No es algo que haya hecho desde chica. En realidad partió todo con la pintura y la música. Tuve una adolescencia que oscilaba entre el piano y los tres grupos de rock en que participé como guitarrista, vocalista y tecladista, respectivamente; Amapolas Fritas, Wakeñche y Lapsus Dei. Asistí también a los talleres de pintura del liceo Pablo Neruda (A–28) y de la Universidad de la Frontera, lugares en que podía permanecer muchas horas trabajando en silencio y concentración. Tenía cuadernos en los que escribía mis reflexiones, las cosas que me pasaban, las sensaciones y observaciones de las experiencias que vivía a diario, como muchísimas personas lo hacen, pero eso era para mí parte de un proceso creativo que terminaba siempre en la construcción de una canción o de una imagen visible. Comencé a escribir cuando me di cuenta que existían cosas que definitivamente no podía pintar ni transformar en sonido. De pronto vi a esos escritos en sí mismos como forma y no como una maqueta para la configuración de otra disciplina. Además por esos años la figura de un rockero o de un pintor era mucho más cercana para mí que la de un poeta. Estudié en el mismo liceo que Pablo Neruda (y Marcelo Salas), es de imaginar la magnificencia que representaba Neruda en ése lugar. Los profesores orgullosos nos leían en clases ése poema “¡El liceo, el liceo! Toda mi vida en una jaula triste, ¡mi juventud perdida!...” año tras año a todas las generaciones, con el orgullo de que el Poeta escribiera sobre la institución. Éste contra sentido se mantuvo constantemente en sus tácticas pedagógicas para acercarnos a la escritura, que consistían a mi parecer, en elevar la genialidad de su figura por las nubes para mostrarnos hasta dónde podíamos llegar, sin darse cuenta que mientras más lo elevaban más nos hundíamos nosotros. Neruda era como una deidad pagana; los principios que había seguido tal deidad no importaban tanto como el hecho de adornar a este becerro de oro y de alguna manera tuve que perderle el respeto al becerro para encaminarme hacia la poesía.
- ¿Qué es para ti la Poesía? ¿Cómo lo compartes con tus otras aficiones artísticas que has desarrollado también a gran nivel?
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Para mí la poesía es un ejercicio de honestidad. No digo con esto que todo poema sea honesto, porque no necesariamente uno siente que llega a la poesía en cada cosa que escribe, más bien creo que se ejercita el espíritu escribiendo y que a ratos la elongación de éste se expande y se llega más lejos. Ser honesto no significa abrir la boca y decir lo primero que te pase por la cabeza sin ningún filtro, sino decir algo en lo que te reconoces y que una vez dicho no te traiciona, algo de lo que no te arrepientes. Pienso que por medio de esta honestidad se puede establecer una relación cercana con los demás, recobrando cierto sentido de colectividad en la cual se puede estar solo y ser parte de algo a la vez.
Respecto a la relación de la poesía con la plástica y la música, creo que parten de lo mismo. Claro está en los escritos de mis cuadernos que luego convertía en letras de canciones, sonidos o imágenes. Veo a la creación como un momento de lucidez en que se logra decantar algo, como cuando en el campo le sacan el polvo al agua para poder tomarla. Hay algo ahí que decanta y se queda en el fondo, mientras el agua potable es depositada en un nuevo continente para ser ingerida. Las artes visuales, la poesía, la música y las otras disciplinas, son como diferentes recipientes para esa agua que es la creación, la cuál tomará su forma según el continente que la retenga. Creo necesario tomar mayor conciencia de esto y generar subterráneamente conductos entre los diferentes recipientes para que el agua circule y no se estanque.
Hace un tiempo ojeando un diccionario de mapudungun descubrí que pintar y escribir se decían de la misma forma en ése idioma: wirin. Claro, no existía sistema de escritura en el antiguo pueblo mapuche y bajo ése prisma, cuando una persona escribe está dibujando el idioma. Así mismo, un poema impreso podría perfectamente ser un grabado o al ser leído semejar una canción. No es noticia nueva decir que un poema tiene imágenes y sonidos, pero sí creo que debemos estar conscientes de que dichas separaciones disciplinarias existen y dejan de existir según la cultura en que estemos inmersos.
- ¿Para quién escribes?
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Escribo para poder conversar con personas que probablemente nunca llegaré a conocer. Me gusta eso de la escritura, que por medio de ella puedes dialogar con los extranjeros y con los muertos.
- ¿Cuándo escribes necesitas algo a tu alrededor, alguna cosa, haces algo en particular, etc.?
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Necesito silencio y cierto grado de estabilidad. Eso más un litro de té o mate.
- ¿Cómo es tu proceso escritural? ¿Cómo trabajas hasta concretar un poema?
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Trato de recordarlo todo, de mantener una estrecha memoria emotiva y conmemorativa con las cosas que siento, pienso y leo. Paso por largos períodos a veces en los que sólo hago anotaciones mentales, no soy una persona que escriba interminables páginas de texto, más bien trabajo con lo mínimo, con fragmentos reconcentrados. Anoto en lo que tenga a mano, pero todo se ordena en el computador. Me interesa mucho escribir desde la biografía propia –que está conformada del cruce con muchas otras – para devolver la mano e influir nuevamente en las biografías externas, que han sido parte integrante de la mía y poder así generar una dinámica de reconocimientos mutuos, lograr verse a sí mismo en la historia del otro, como sólo a través del espejo se puede ver el propio rostro.
- ¿De tu obra si tuvieses que elegir un poema o fragmento... cuál?
- Últimamente me interesan en especial los que tienen que ver con el acto de recordar: “Olvido es una palabra, una palabra que existe”, “lo que sí tengo son recuerdos de cosas que nunca pasaron”. También me interesan aquellos que hablan de cierta desorientación como motivo de escritura, como si se escribiera para poder encontrar alguna certeza en la cual posarse; “y pasamos la tarde viendo películas pirateadas desde el cine (…) hasta que no sabemos si es de día o si es de noche y si no es de día ni de noche, entonces dónde estar (…) pero aún podré buscar alguien más viejo, para hacerme sentir más joven, alguien más joven, para hacerme sentir más vieja y no saber si se es joven o se es vieja, eso es parecerse al atardecer”. Me interesa el atardecer por un juego arrastrado de la infancia. Éste consistía (y consiste) en observarlo atentamente esperando el momento exacto en que día y noche existen en iguales proporciones. Existe el día, la noche y el atardecer (que es una lenta transición entre estas dos temporalidades), pero ése momento exacto que intentaba percibir nunca tuvo nombre alguno. Me interesaba la desorientación que producía ese leve instante en que no se estaba porque el lugar de emplazamiento de uno no tenía nombre, lo efímero de éste momento generaba en mí el esfuerzo por recortarlo (recordar es recortar decía Gonzalo Millán) de la experiencia para llevarlo conmigo, repitiéndose vertiginosamente en mi cabeza a la manera de un loop.
- ¿Es necesario que el escritor sea un hombre comprometido?
- ¿Casado dices tú? Depende de lo que se entienda por comprometido. Existe esa visión de persona “comprometida” que se asocia mucho a la política. Bajo ése prisma, no me parece que un poeta vaya a ser más o menos interesante porque hable de los despojos generados por los países desarrollados en Latinoamérica o porque lo haga del mar y las estrellas. Más importante es la profundidad de la reflexión generada en torno al tema que el mero título de éste. Ahora, si tanto el tema como el fondo resultan ser interesantes, mejor todavía. Además, una persona puede estar profundamente comprometida con las estrellas, porqué no.
Y si bien me parece importante que las expresiones artísticas den cuenta de la realidad a la que pertenecen, creo que se debe tener cuidado con caer en cierto asistencialismo escritural con respecto a fricciones sociales. Me gusta el empoderamiento; tomar el lápiz y escribir, sí, pero tratar de que todo el mundo posea también su propio lápiz y sea el autor de su propia realidad, de su propio discurso. Lo más importante pienso es que el escritor debe estar comprometido con el desarrollo de su escritura y no perderse demasiado en la contingencia del circuito escritural. Tampoco hay que esperar que todos los poetas salgan a la calle a hacer talleres comunitarios porque eso es algo que implica tener cierto carácter y habilidades sociales específicas. Me importa que un buen escritor sea también una buena persona más allá de si tiene un espíritu comunitario o si le gusta encerrarse a escribir en su casa sin ver un alma durante meses y ser una buena persona para mí es, en lo más básico, respetar y valorar al otro por lo que es, sin pedirle el currículum profesional primero y tratando de minimizar los prejuicios al máximo. Suena altruista y quizás lo es, no necesariamente seré yo el ejemplo perfecto de mis ideas.
- ¿Qué poetas, escritores, artistas o experiencias han marcado tu cocina literaria y también la propia vida?
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El primer gran impacto en la poesía para mi fue la obra de Juan Luis Martínez. Luego de eso, Sor Juana, por su Villancico del sueño de Dios ha sido una de las lecturas más impactantes para mi, de esas que te dejan como una especie de tatuaje no sé dónde (“Pues mi dios ha nacido a penar, déjenle velar. Pues está desvelado por mí, déjenle dormir. Déjenle velar, que no hay pena, en quien ama, cómo no penar. Déjenle dormir que quien duerme, en el sueño se ensaya a morir”).Nunca pensé que podía tener tanto en común con una monja muerta. ¿Qué más? José Gorostiza, Jorge Teillier, Humberto Díaz Casanueva, Joan Brossa. En narrativa, últimamente he quedado fascinada con “Suite Francesa” de Irene Némirovsky, también con Cormac McCarthy y con J. M. Coetzee. De los chilenos, Pedro Prado y también la novela “Chicago chico” de Méndez Correa que me gustó por la naturalidad con la que describe una época, porque Méndez Correa no tiene la visión de un cóndor que observa una totalidad externa, más bien es como un gorrión que se mete entremedio de las faldas de las putas, en las casas de cambio, en los bares, etc. No es como un ave de la sabiduría, más bien es un pájaro chico, rápido y care palo. Me causó gran impacto la parte de la novela en que Chicoco busca a su mina por Valpo y pasa la calle Uruguay, cruzando Independencia hasta Colón, porque yo viví en esa esquina y desde entonces no dejo de imaginarme al mismo Méndez Correa parado afuera de la puerta de mi casa. Es algo que uno no está acostumbrado a sentir cuando lee y que seguramente le pasa mucho a los europeos o a los ciudadanos de las capitales en general, que son partícipes del escenario de sus novelas.
- ¿Qué me puedes decir del panorama poético actual? ¿Qué autores destacas?
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Me gusta mucho lo que está pasando en la quinta región, han salido escrituras muy honestas e interesantes, se han realizado antologías, lo cuál ha logrado que muchas personas que mutuamente no teníamos idea de la existencia del otro nos conociéramos. También los ciclos de lectura han expandido el radio poético en la ciudad, generando mayor intercambio intergeneracional e intercomunal. Me parece interesante también que muchos libros están comenzando a lanzarse tanto en Valparaíso como en Santiago, es el caso de “Higiene” de Ernesto González Barnert, “Chilean poetry” de Rodrigo Arroyo, mi propio libro, la antología “Carta de Ajuste” y “Rascacielos” de Enrique Winter, entre otros.
- ¿Qué me dices de tu promoción?
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Destaco a Rodrigo Arroyo por que su libro me emocionó y me hizo sentido cuando estaba leyendo pura narrativa y la poesía no me entraba, Enrique Winter porque “Rascacielos” es un libro generoso, que mediante la descripción retratista de la particularidad y diferenciación de las personas, genera un acercamiento, una extraña sensación de empatía y de reconocimiento de uno en el otro o en lo otro. Es un libro que genera imágenes y propósitos imprecisos, un espectro de lo social, que propone, pero no define, porque su forma y destino están en constante movimiento, también porque el lector es parte integral de esa mutación, el que lee es a su vez otra ventana. Oscar Saavedra, Daniel Tapia, Claudio Gaete, América Merino, Alejandro Tapia y el narrador sureño Claudio Maldonado, autor que es capaz de escribir desde la región sin ponerse la etiqueta de la marginalidad, que puede ser historiador, cómico y ensayista a la vez, sin que sus escritos suenen a malabarismo escritural. Es un escritor carismático, que puede generar discusiones frontales sin peleas. Su entrevista está también es este sitio.
- ¿Qué piensas de la poesía femenina actual en Chile?
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No creo que debiera existir una poesía femenina en Chile. Cuando uno escribe, no escribe como mujer, lo hace como sujeto. Muchas veces me han preguntado qué pienso yo sobre tal tema “como mujer” y no entiendo eso. No existe la poesía masculina y a ningún autor le preguntan qué piensa sobre tal tema “como hombre”. Ese señalamiento de “poesía femenina” huele demasiado a grupo minoritario y hay que tener cuidado con eso, porque aceptarse como minoría es también validar y reafirmar la existencia de un centro.
- ¿Qué opinión te merecen los talleres literarios?
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He aprendido mucho en los talleres en que he estado. No tengo ningún problema ni prejuicio con respecto a los talleres.
- ¿Qué libros nunca has podido terminar de leer?
- “La Biblia”, por más que me cateteara mi abuelo predicador protestante (canuto).
“Los hermanos Karamazov” la única versión que tengo a mano es muy antigua y tiene una letra enana, confieso que siempre empiezo de nuevo del principio y llego hasta la página 12 aprox. De ahí me invade el sueño.
- ¿Cuál es para ti el gran libro olvidado de la poesía chilena?
- La poesía de Pedro Prado y de Ennio Moltedo en general.
- ¿Cuál fue el último poemario que leíste?
- “Maldita Gracia” de Rodrigo Véliz.
- ¿Qué libro estás leyendo ahora?
- “Sobre un concepto histórico de ciencia (de la epistemología actual a la dialéctica)” de Carlos Pérez Soto.
- ¿Cómo ves hoy por hoy la industria editorial? ¿Como autor qué soluciones le darías a este problema?
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Hay esfuerzos importantes en torno al tema de la poesía joven, lo que hacen grupos editoriales como Ediciones del Temple, Fuga, Ripio, Tácitas, Cataclismo, Alquimia, Mago. Sobre todo porque estos proyectos fueron capaces de mantenerse y mantener su perfil editorial, su propuesta. Son esfuerzos muy bien intencionados y me parece excelente que, ojalá, exista confianza y buena onda entre ellos, por lo menos esa impresión me han dejado algunos casos. En el encuentro de San Felipe del año pasado tuve la oportunidad de ver a gente de diferentes proyectos editoriales conversar y pasarse datos, traspasar conocimientos adquiridos en la práctica. Un escenario de confianza siempre produce más, se poliniza porque las esporas no se almacenan, si no que flotan en el aire. Si estos esfuerzos aún no abarcan todas las necesidades, de seguro que una fuerte razón es la falta de recursos (aunque esta pregunta en realidad la respondería con mayor eficacia alguien que participe de las editoriales) pero me da la impresión que falta un poco de creatividad, me tinca que se pueden sacar libros de buena factura sin tanta dependencia de fondos. Falta un poco de investigación en torno al diseño y la recuperación de materiales, trabajar más con las manos y no depender tanto de las imprentas. Lo que ha hecho la editorial Fuga y Ripio Ediciones me parece muy importante al respecto. En ambos casos la producción de libros empezó con mínimos recursos propios, con sus mismas casas como centro de producción y si las cosas parten funcionando así, se puede postular a fondos pero no necesariamente depender de ellos. Editores, diseñadores y artistas visuales unidos son un buen equipo, tal como hemos visto en las ediciones de Ripio. Aprovecho de mandarles un saludo a los cabros.
- ¿Qué piensas de los Premios literarios?
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Me parecen importantes como incentivos, basta mirar atrás y acordarse de algún reconocimiento que se haya tenido cuando chico, de lo bien que nos sentimos al tenerlo y de cómo nos ayudó a direccionar nuestros intereses. Pero los premios también son una lotería y en ése sentido, me parece molesto que muchas veces curricularmente se les dé más importancia que a otro tipo de experiencias literarias no competitivas, hablo en el caso de postular a alguna beca, fondo, trabajo, etc.
- ¿Quién te gustaría que recibiera el Premio Nacional de Literatura?
- Ennio Moltedo.
- ¿Qué te parece este Chile ad portas del Bicentenario? ¿Su política cultural para con la Poesía?
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Me parece que está muy bien el aumento de recursos, ojalá que eso siga así. Lo que es inevitable en todo fondo gubernamental es el manejo de los discursos literarios, pues estos forman parte de la “imagen país” (concepto tan propio del bicentenario). Hay que postular pero saber dónde se está parado, no acomodar el proceso creativo, porque de hacerlo así, hacer un proyecto se vuelve una pega como cualquier otra, como ser vendedor o cajera en una cadena de librerías. Pero hay que tener cuidado también con la esquizofrenia, con andar viendo vigilancia, conspiración y castigo en todas partes. Además, siempre que se ganan algunos recursos se pueden ocupar en el proyecto para el que fueron asignados y además en un proyecto paralelo. Lo que me parece pésimo es que los medios masivos no cubran el tema como se debe, más que hacer encuestas sobre el chileno más bacán sería bueno ver esfuerzos periodísticos de investigación y recopilación patrimoniales, tanto en el arte y literatura contemporáneos como en la recopilación histórica. Recuerdo lo que se hizo hace algunos años en televisión con personajes como Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Víctor Jara y Violeta Parra, sería bueno volver a revisar eso y avanzar más en el tiempo, porque en la población existe la convicción de que nada más ha pasado después de eso, (con excepción de Nicanor Parra) ni siquiera un Gonzalo Rojas, un Enrique Lihn, un Jorge Teillier.
- ¿Qué palabras le dirías a alguien que está comenzando en esto de la poesía o escritura, alguien que ha decidido ser poeta?
- …..nada. Una vez, cuando trabajaba en la Feria chilena del Libro, atendí a una chica que pintaba y que estaba comenzando a estudiar Arte, le hablé de muchas cosas con respecto a la pintura y le conté que yo pintaba, que era Licenciada en Arte. Cuando dije eso, la chica me puso una sonrisa de tigre y entonces me di cuenta que la había cagado, no debe haber sido nada esperanzador para ella que su futuro estuviera en vender libros y ser cajera. Y eso que no le conté que salí de mejor alumna, jaja. Yo creo que hay que hacerlo y tomárselo en serio si en realidad es una necesidad vital para uno, si se tienen otros intereses, es pa puro sufrir. Ennio Moltedo me dijo una vez que lo único que la poesía había puesto en su vida era satisfacción personal, que no había que esperar nada más. Suena pesimista, pero en el fondo creo que eso refleja un enorme acto de gratuidad, de amor hacia lo que uno hace.
- ¿Cuáles son los 10 libros que recomiendas leer?
- “La Muerte de Iván Ilich” de Tolstoi.
“La Nueva Novela” de J. L. Martínez.
“La cámara lúcida” de Roland Barthes.
“La representación prohibida” de Jean Luc-Nancy.
“La Carretera” de Cormac McCarthy.
“Hombre lento” de J. M. Coetzee.
“Portugal 46” de Enrique Parra.
“El Aleph” cuento que vale por una novela de mil páginas.
“La comedia del arte” de Adolfo Couve.
“Muerte sin fin” de J. Gorostiza.
- ¿Qué cosa últimamente te quita el sueño?
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La frivolidad de los medios de comunicación, la inestabilidad económica, el aplastante poder de la belleza física, las políticas ambientales del gobierno, el abuso policial en el sur de chile, el racismo, el machismo, el dolor de garganta, el chico que me gusta.