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Presentación de AICNALUBMA de Marcela Parra o la búsqueda de un espejo retrovisor
cuadro de tiza ediciones, 2010, 24 pp.

Por Sergio Muñoz

Aicnalubma, es obviamente, ambulancia al revés. Corresponde, como todos sabemos, al signo escrito en el frontis de las ambulancias, para que el conductor que mira por el espejo retrovisor, vea la leyenda Ambulancia a través del espejo, la lea correctamente y se quite del camino, para que la ambulancia pueda llegar a su destino.

Por lo tanto, viendo la portada del libro de Marcela Parra, podemos deducir al menos dos cosas: primero, que estamos frente a un pequeño libro que lleva un nombre oblicuo, un nombre que no es su nombre real, que dice una cosa distinta a lo que está escrito, y segundo, que Marcela Parra, nos está pidiendo que miremos su libro a través de un espejo, retrovisor o no, que seguramente llevamos, y que trataré de definir o al menos de hacer aparecer.

Quiero comenzar entregando algunos datos biográficos de Marcela Parra Muñoz, quien nació en Temuco en 1981. Es Licenciada en Arte por la Universidad de Playa Ancha y actualmente estudia el Doctorado en Creatividad en la Universidad Autónoma de Madrid. Ha recibido varios premios y becas, entre los que cuentan el Premio Regional de Poesía Joven de la Universidad de Playa Ancha el 2004, la beca de la Fundación Neruda el 2005, el Premio Enrique Lihn en el Concurso Nacional de Arte y Poesía Joven de la Universidad de Valparaíso el 2007, la Beca de Creación Literaria del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes el 2008 y la Beca Presidente de la República, gracias a la cual está estudiando en España.

Ha realizado además, como artista visual, varias exposiciones individuales y colectivas en diversas salas del país, destacando sus óleos pintados sobre manteles y cortinas de baño.

Además es cantautora, y compone e interpreta sus propias canciones. El 2009, lanzó el EP Astronautas en la playa, junto a Federico Eisner.
           
Volvamos a la Ambulancia. Dice Gonzalo Millán en el Fragmento 65 de La Ciudad: “El espejo repite las imágenes. / El poema es un espejo”. Como le creo absolutamente a Millán, asumiremos este último verso sin ninguna objeción. Como un supuesto verdadero. El poema es un espejo.

Según el libro De los espejos y otros ensayos, de Umberto Eco, “el espejo es una prótesis absolutamente neutra, que permite captar el estímulo visual allí donde el ojo no podría alcanzar con la misma fuerza y evidencia”. Es decir, en este caso, el espejo retrovisor nos permite abarcar con la mirada lo que se encuentra detrás de nuestra cabeza, diríamos tal vez, en el pasado.

En La Ciudad de Gonzalo Millán, la ambulancia aparece en cuatro oportunidades: en los Fragmentos 4, 53, 60 y 70: Dice el Fragmento 4: “Las ambulancias ululan. / Los autos dejan pasar una ambulancia. / Las ambulancias son blancas”. El Fragmento 53: “Renace Neruda. / Vuelve en una ambulancia a Isla Negra”.  El Fragmento 60: “Una ambulancia  recogió al herido”.Y finalmente el Fragmento 70: “Las ambulancias ululan. / Se oyen sirenas de bomberos. / Las ambulancias / Sortean obstáculos”. Estos 4 fragmentos, definen algunas de las características más propias de la Ambulancia en el mundo contemporáneo: Son blancas, ululan, sortean obstáculos, recogen heridos y los autos las dejan pasar.

Es interesante constatar que el espacio de la ambulancia, por lo general, es un espacio de emergencia. Por eso su aparición en La Ciudad de Millán, se encuentra plenamente justificado por el contexto asfixiante y lleno de emergencia, que fue el contexto político y social de la dictadura, que La Ciudad de Gonzalo Millán ha puesto en evidencia y ha hecho perdurar. Resulta interesante entonces poder hacer la analogía con la obra de Marcela Parra, y llegar a esbozar por qué el título del libro es Ambulancia, y por qué es presentado de esta forma retrogradada: aicnalubmA.

Ambulancia está formado por 9 poemas, que tienden preferentemente hacia la infancia, hacia el recuerdo de algunas situaciones de mayor o menor envergadura o importancia, pero que transmiten una atmósfera que tiende a la pesadumbre, cimentada por un lado en una cierta inocencia del relato, y por otro lado, en algunas escenas más bien menesterosas: “En la casa anterior siempre hubo / sacos en lugar de sábanas, sábanas en lugar de cortinas, / cortinas en lugar de manteles, frazadas en lugar de puertas…”.

Tres de los títulos guardan alguna relación con la ambulancia: “Sala de Espera”, “Sonambulancia” y “Primeros auxilios”. En este último poema, además, aparece nombrada la ambulancia:

Corriste a la cocina mientras ella te seguía y cerraste con fuerza para que no entrara, pero la puerta rebotó y tú insistías en cerrarla. Hubo silencio, luego un chillido, mocos y llanto. Mientras llegaba la ambulancia, tu madre le hizo curaciones y te obligó a pedirle disculpas. Sus lágrimas se sumergieron en el escote de la parvularia, y fue su hija, y tu enemiga, y sonreía.

Pero más allá de estas simetrías, creo que el caso del título, y especialmente el título al revés, constituyen un guiño en sí mismo: es decir, un signo que para ser lo que debe ser, necesita el espejo retrovisor del otro. O esa prótesis que nombraba Umberto Eco, que permita al ojo, abarcar aquel lugar al que no podría llegar sin la ayuda del espejo. Y aunque creo que el corpus podría conducirnos a una formación mayor en el futuro, lo que el breve conjunto de poemas nos sugiere, es la confrontación de la experiencia narrada de la infancia. De allí que tanto la imagen de la portada (Sol Abierto de Pedro Núñez) como el título AICNALUBMA, aludan a una experiencia cinética, a un corpus que está en movimiento, y que pese a ser tan pequeño, guarda algunas sorpresas deslumbrantes. En el libro aparecen muy pocos nombres propios. Apenas 4: Nicolás, el perro Nerón, Débora, y la aparición en un epígrafe del poeta Enrique Winter. Curiosamente, dos de esos nombres propios tienen otro encuentro fuera del libro. El poema que cierra el libro, “Villanas”, obtuvo una mención honrosa en el Concurso Nacional de Arte y Poesía Joven de la Universidad de Valparaíso el año 2008. Pero fue presentado bajo el nombre de Nicolás Ramírez, Nicolás, quien lo leyó, como transformista en la ceremonia de premiación. Otra de las menciones honrosas del concurso ese mismo año, recayó en Enrique Winter.        

Villanas

            Pude ser la chica de los calendarios de Capel
que mi tío regalaba a mi papá en los ochenta.
La misma del taller de bicicleta del abuelo
            la novia imaginaria de mi hermano
            esa que mi prima dibujaba…

El vecino de la casa #640 me lo dijo
él me vio crecer desde la edad
que tienen sus dos hijas ahora
            (de vez en cuando juego con ellas).

En la villa nos encuentran ricas a todas.
            ¿Será por el uso de material ligero
formando pliegues en casas y faldas?
            ¿Será que su metáfora no es el caviar
sino la Fanta con tacos de mortadela?

Qué calendario ni qué vecino.
Con mis hermanas a esas desnutridas
les declaramos lenta guerra.
Borrando sus dientes con lápiz pasta
poniendo bigotes y juntando cejas
porque mi madre rellenita cocinaba frente a ese muro.

A fines de diciembre el calendario daba risa y pena.
Sin embargo cada enero, con enemigo renovado
cargaríamos nuestros lápices para la próxima contienda.

Una de las virtudes mejor logradas a mi juicio por Marcela Parra, como poeta, es el enfrentamiento de aspectos propios, cercanos, de la vida más próxima y cotidiana del hablante, con elementos culturales de diversa procedencia, más lejanos, provenientes de diversas discursividades, cuyo mérito está ligado a la búsqueda estética y vital de la artista plural que es Marcela Parra. Esa es una de las características más notables de Silabario, Mancha. Característica que en el caso de Ambulancia, está atenuada por una matriz imaginativa algo más homogénea, que se relaciona fuertemente o mayoritariamente con la infancia.

Creo que no interesa en absoluto si se trata de la infancia real de la autora, o corresponde a una infancia alterada por una construcción imaginaria que tendrá sus propias deudas y su arraigo. Nuevamente, lo interesante aquí es el hecho de que lo que queda plasmado hacia el porvenir, es un retrato complejo de características profundas y hondas, donde aparecen esbozados algunos de los recursos estilísticos que le dan un cierto aire de familia a todos los textos de la autora, sean más o menos vanguardistas o experimentales, o estén fundados en un relato más convencional.

No es imposible pensar que Marcela Parra ha escrito, principalmente en Silabario, Mancha, poemas de hondo frescor cultural e idiomático desde Chile, relacionándose con museos, fotografías, préstamos de culturas lejanas, mucho tiempo presente, cierta experimentación formal, y por cierto, una suerte de escritura corporal que incluye masturbaciones, cicatrices, uñas y ombligos que a ratos remecen. Y que ahora, desde España, en Ambulancia, vuelva de alguna manera al origen, a una tonalidad menos arriesgada en lo formal, pero más homogénea, donde reconocemos la infancia, real o ficticia, esa Arca imperial de los recuerdos, en el decir de Rilke. Sin embargo, no es un tema nuevo en su obra. En Silabario, Mancha, aparece, por ejemplo, el poema EXPERIENCIA ESTÉTICA, que, a mi juicio guarda mucha relación con estos poemas de Ambulancia. Lo que ocurre, es que ahora, el breve conjunto,  presenta una homogeneidad mayor.

No será entonces, que Marcela Parra nos obliga a través de este espejo retrovisor, de la confrontación con la infancia, de volver a un tono menos tenso, con otra densidad conceptual, que está recogiendo, desde lo más profundo, aquella hermosa pregunta que hacía Enrique Lihn en La Pieza Oscura: “¿qué será de los niños que fuimos?”.

Varios de estos poemas refieren, a pesar de su adhesión a la memoria, al pasado y a la infancia, algún grado de violencia: “Imaginando una alegría tosca, como un ramillete de malezas / extraídas de aquel patio hoy dudablemente enorme / custodiado por una perra mansa, mestiza / cuyos cachorros alguien hizo desaparecer”. “Con mis hermanas a esas desnutridas / les declaramos lenta guerra…”. Es probable entonces, que esta ambulancia, este yendo al pasado a recoger esos cuerpos caídos de lado y lado, como una manera de cicatrizar las heridas propias de la memoria.

“¿Hay para el poeta algo más excitante y peligroso que la relación con la palabra?”, se pregunta Martin Heidegguer, en su conferencia La Palabra, a propósito del poema homónimo de Stefan George. Si la respuesta a la pregunta de Heidegger es negativa, es decir, si no existe para el poeta algo más excitante y peligroso que la relación con la palabra, resulta entonces fundamental, indagar en algunas de las características más relevantes de aquella relación. Y es a raíz de esta respuesta, que ya no importarán las características de la infancia verdadera de la autora, ni su capacidad para evocar los hechos de su infancia, ni los mayores o menores sobresaltos o hitos de aquella experiencia que denominamos infancia. Sino más bien, lo que ahora nos importará es la relación de la poeta con su infancia a través de su palabra, con  el reflejo de la experiencia real e imaginaria que está trasvasijada en un lenguaje que reconocemos oblicuo y sugerente, con el relato de esa infancia que ha quedado ahora, marcada en las páginas de una Ambulancia, que no sabemos con certeza en qué dirección se dirige ni a quién lleva en su interior.

           
* * *

Selección de poemas Marcela Parra
AICNALUBMA (Santiago: cuadro de tiza ediciones, 2010)

 

Vacaciones domésticas

.. .. .. Entre una ruma de muebles y de ropa
(escultura llena de bolsillos y cajones falsos)
chilla la honestidad con que se dobla
el cartón de la caja de tus nuevas zapatillas.

Hemos pasado tantas vacaciones en la casa
como el número de cerrojos sin llaves
que guardamos junto a un puñado de llaves sin cerrojos;
una pareja perfecta
que no funciona.

Simulaciones de oro y piedras preciosas
conforman las joyas de nuestro ascenso
a una mediocridad inofensiva.
Aunque detrás de todo trofeo siempre
habrá otro monumento que se impone:

.... . Un día se asoma el plástico de las perlas, rompemos los bolsillos falsos y les hacemos un fondo cocido a mano con una tela comprada por peso, suave, tornasol, inflamable. Y así, seguimos turnando nuestras rondas alrededor del núcleo de la centrífuga; un punto suspendido en que nada se mueve y en torno al cual lo que sucede a diario se apelotona y gira.

En la casa anterior siempre hubo
sacos en lugar de sábanas, sábanas en lugar de cortinas,
cortinas en lugar de manteles, frazadas en lugar de puertas.
Hemos comenzado a ordenar esta otra, como siempre;
sin ganas, y terminando obsesionados
con eliminar minúsculas manchas
y realizar costuras milimétricas.

Se nos pasa el día rebotando entre dos pisos
arrejuntados por una escalera sin barandas
esparciendo cera por el suelo inclinado de la cocina
con la camiseta de unos ídolos que nadie recuerda.

Limpiamos sin querer, pensando en la nieve y un trineo.
En una navidad blanquecina que heredar
antípoda de las abejas
de los orejones deshidratándose en el techo
del espejismo en el manguereo callejero
que derretía en sol y agua el rostro de los niños.

Imaginando una alegría tosca, como un ramillete de malezas
extraídas de aquel patio hoy dudablemente enorme
custodiado por una perra mansa, mestiza
cuyos cachorros alguien hizo desaparecer.

 


Sala de espera

…………………………………………………….Un muro es un muro aunque le pinten flores
……………………………………………………………. .. .. .. . . .. . ………………..Enrique Winter

Los dibujos animados reciben balas y quedan
como regaderas vivientes. Al ser aplastados
caen como plumas, a veces explotan
o se envenenan y están siempre de pie
para el capítulo siguiente.

Miro tu foto y parece mentira
pero tu foto es posible
aunque al intentar besarte choque con ella
como con un muro, que sigue siendo un muro
aunque le pinten tu rostro. Un muro animado
un agujero portátil por el que quiero escapar
uno que me caza para poder soltarme y quizás
de eso dependa esta trampa;
de correr por un barranco
sin saber si se escapa de un sitio
o se va en dirección a otro.

Enterarse
que el barranco se ha acabado, que este último tiempo
hemos estado corriendo en el aire
y caer,
sin saber si existe nuestro próximo capítulo.

 

Anotaciones negativas

No se depila, se pinta, no plancha la falda.
Imita a los que fuman, escarba su entrepierna
con un espejo y se lo comenta a sus compañeras.

Tiene dos amigas para comer helados de agua
que se pegan en la lengua. Juntas persiguen
a chicos que no conocen y les ponen nombres
pretendiendo que son sus novios
llegando incluso a la autopolución.

Se vuela con nuez moscada o con cáscaras de plátano,
rebana sus brazos con un tip top
(eso lo hace todo el grupo curso, todas se fabrican tatuajes
como si el colegio fuese la cana).

Orinaron paradas afuera de la disco que se hacía en el gimnasio
acto en honor al perro gris y polvoriento
que enterraron en nuestro patio
medio en broma, medio en serio.

Camina hasta su casa porque no encuentra el monedero
ensayando su primer amor en el reverso de la mano
mientras espanta la borrachera con palmetazos de lluvia.
Confunde a la luna con una bola de espejos
y se adueña de la pista, desafiando bocinas de bicicletas
y de unos cuantos autos viejos, que por más que lo intente
nunca la van a atropellar.


 

 

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