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Marcelo Pellegrini, Confróntese con la sospecha,
Universitaria, Santiago, 2006.
Revista Analecta, Núm.1, CEHI, Universidad de Viña del Mar.

Jorge Polanco Salinas



Los escritores ligados a la poesía saben reconocer un lector sagaz por su manera de hacerse cargo de la escritura. Un buen lector ofrece pistas a los otros lectores, renovando la manera de ingresar a los textos. Incluso, puede llegar a través de su estilo hacer más poesía de la poesía. La perspectiva del creador es crucial: así como el poeta logra hacerse parte de la exigencia de la palabra, el buen lector puede hacerse cargo de su experiencia de lectura como si fuera el creador. Pero aquello no sucede a menudo en Chile, los buenos lectores no abundan. En la actualidad son los mismos poetas los que tienen que asumir la exégesis de sus pares. Es una situación de privilegio, pero a la vez de desolación.

Aquella es la labor a la que se ha visto compelido el poeta chileno Marcelo Pellegrini. Confróntese con la sospecha se muestra como un libro de inicio de lecturas críticas ante la escasa -y a veces nula- recepción de algunas publicaciones. Pareciera que los libros desaparecieran en el mismo instante en que son presentados (de hecho algunos de los textos de Pellegrini corresponden a las presentaciones de los poemarios). Lo cual indica el abandono social y cultural en el que se encuentra la escritura. Si bien la poesía nunca se ha transformado en términos educacionales en un bien cotidiano (como quisiera Jorge Teillier), tampoco se ha visto ampliada en su radio de acción. Hoy en Chile cultura es igual a espectáculo, o más aún, a carnaval. Por lo tanto, la escritura que no se acomoda al efectismo culmina silenciada por su falta de estridencia. En esta perspectiva, el libro de Marcelo Pellegrini muestra varias cualidades que aportan en la inauguración o renovación de la lectura de cierta parte de la poesía chilena.

En primer lugar, tal como Walter Benjamin sostenía de pasarle a la historia el cepillo a contrapelo, Marcelo Pellegrini realiza una lectura de autores que no aparecen reunidos en las habituales listas de escritores de la generación de los noventa. De hecho el mismo término "generación" se pone en duda cuando la elección de los poemarios y autores no se reduce al ítem del nacimiento. La publicación es aquí la que cuenta. El momento en que una obra sale a luz, y no la edad del autor. Con el resquebrajamiento teórico de la biografía durante el siglo pasado como acceso principal a la obra, era necesario el cuestionamiento del término "generación" en tanto agrupación temporal. De todos modos, la selección proporcionada por Pellegrini crea otra querella sobre la poesía de los noventa que sería interesante seguir más adelante, si el libro alcanza eco en la crítica literaria. ¿Puede reunirse en la misma línea la reedición de La bandera de Chile de Elvira Hernández, Llave de sol y Boston Evening transcript de Ruben Jacob, junto con los poetas ya derechamente "situados" en los noventa? Vale decir, ¿hasta dónde puede considerarse la data de publicación o reedición un marco referencial de una agrupación poética? Para comenzar a responder estas preguntas habría que considerar el grado de resonancia que tienen las publicaciones, y la determinación epocal que detenta un texto.

Explícitamente Pellegrini trabaja poetas diversos tanto en el plano geográfico, en los estilos de escritura como en las edades de los autores. Algunos ejemplos: de la Quinta región: Rubén Jacob (1939), Luis Andrés Figueroa (1960), Ismael Gavilán (1973); del Sur de Chile: Sergio Mansilla (1958), Jorge Torres (1948), Carlos Trujillo (1950); actualmente de Santiago: Elvira Hernández (1951), Armando Roa Vial (1966), Javier Bello (1972); entre otros. En la elección de estos poetas se muestra la desconfianza de Pellegrini al bautismo fácil de ciertos términos y la acomodación acrítica de la supuesta "historia literaria". El ejercicio que se propone desea ser confrontado con la sospecha de la lectura; de ahí el título del libro (cita textual de un poema de Enoc Muñoz) y también la opción por alejarse de toda idea de lo "definitivo" en la acuñación de la idea de "generación" y en la lectura crítica pretendidamente totalizante. En el "Aviso", pequeño texto que oficia de introducción al libro, Pellegrini da cuenta de su desconfianza metodológica en la denominada "generación de los noventa":

Siempre pensé que los supuestos miembros de esa generación eran unos pocos poetas que pertenecían sólo al ámbito de la ciudad de Santiago; los únicos autores "de fuera" que eran incluidos ahí, como por descarte y buena voluntad, eran algunos de Valparaíso, Concepción y Valdivia, ciudades que despiertan en los habitantes de la capital ciertas nostalgias provincianas que la poesía lárica, por ejemplo, la eterna generadora de ansias silvestres y no de las verdaderas lecturas que merece, ya no es capaz de inspirar, quién sabe por qué (14)

Confróntese con la sospecha es un texto que se ve a sí mismo de forma crítica. No pretende dar una mirada global de la época, reconociendo además la ignorancia del autor respecto a los escritores que no tuvo oportunidad de conocer. ¿Qué sabemos, por ejemplo, de la escritura poética del Norte de Chile? Pareciera que en poesía el país se dividiera desde Santiago hacia el Sur, y que incluso la "inspiración" de las musas sólo alcanzara hasta la Décima región. Más allá de estos parámetros el aliento se corta. Por eso el intento de Pellegrini es interesante respecto al deseo intempestivo de salirse del modo en que las supuestas canonizaciones históricas se establecen sin la suficiente revisión previa. Es un primer comienzo en la extensión de la cartografía. Asimismo sería necesario desarrollar la pregunta por quién(es) y cómo son instauradas aquellas denominaciones; algunas hipótesis se pueden esbozar, pero serían dignas de otro estudio.

El libro, dividido en veintiún ensayos, se ocupa de los diversos poetas sin un orden aparente. Entre los ya mencionados se cuentan también a Paz Molina, Lila Calderón, Luis Correa-Díaz, Enoc Muñoz, Víctor Vera, David Preiss, Rosabetty Muñoz, Andrés Andwanter, entre otros. Resulta interesante que esta recopilación ofrezca para cada poética una aproximación que se sustenta por sí misma. Como no existe una intención que aglutine bajo una directriz un horizonte generacional, lo más adecuado consistía en remitir cada ensayo a su contexto poético. Por ende, el lector puede observar una variedad de lecturas que confirma la sospecha de Pellegrini sobre la diversidad de escrituras que impide un rayado de cancha común.

Si bien Pellegrini se sale de Santiago como "centro geográfico, político y mental de nuestro país, (que) da muy poca oportunidad para la difusión de las poéticas que se producen en zonas más o menos lejanas" (121), y aborda a poetas de otros lugares de Chile, tampoco se podría sostener que el libro se concentre en la provincia. Muchos de los poetas mencionados viven en Santiago, inclusive algunos se encuentran actualmente en el extranjero. No existe, por lo tanto, el intento de una "discriminación positiva" -como se dice hoy en día-, sino el aprecio de una lectura conmovida por los libros recibidos, leídos y anotados.

Ahora bien, otro aspecto que destaca de los ensayos de Pellegrini es el despliegue de la lectura, que además de detentar elegancia, claridad y soltura, muestra la sagacidad y el estilo propio de un poeta. Habitualmente se piensa que un poeta solo plasma su escritura en versos. Sin embargo, la disolución de los géneros literarios y los ejemplos históricos de escritores que trasladan la poesía al ensayo, hacen ver con mayor acuciosidad el desarrollo que ha cobrado la obra de Marcelo Pellegrini.

En efecto, en los últimos años sus libros publicados se han reiterado de manera sorprendente. Aparte del texto crítico al que estamos refiriéndonos, el autor publicó durante el año antepasado y el 2006 tres libros más. En el 2005 entregó su nuevo poemario El sol entre dos islas (Manulibris, Santiago de Chile, 2005), ofreciendo un itinerario poético ligado a sus lecturas de Paul Celan, Kenneth Rexroath, Lawrence Fellinghetti, entre otros vínculos visibles en sus dedicatorias. Respecto del primer poeta aludido, su huella es notoria no sólo en el uso de la intertextualidad, sino incluso en la diagramación de los poemas y en la asimilación de su vocabulario. Por ejemplo, se repiten palabras tales como "piedra", "oscuro", "humedad", "cavar", y el "tú" celaniano, entre otras. Es más, cuando los poemas se impregnan de la atmósfera de Celan, la escritura se vuelve medular, inscribiendo en la página una prosodia que se conjuga con el silencio. Asimismo, el vinculo con el poeta alemán no culmina en los parentescos y el aprecio de su escritura. La amistad de Marcelo Pellegrini con John Felstiner, uno de los más importantes biógrafos y traductores de Celan, seguramente debe haber aportado un registro de experiencia más intenso en la huella dejada por este poeta. Un ejemplo de lo dicho es el poema "Pájaros a medianoche" dedicado a Felstiner.

El segundo libro publicado por Pellegrini es su traducción de William Shakespeare Constancia y claridad (Manulibris, Santiago de Chile, 2006). Título que expresa en múltiples sentidos la labor cumplida por el autor. Pues la mayor parte de su trabajo denota una dedicación y una diafanidad mostrada tanto en el lenguaje como en la sensibilidad. Esta traducción, dedicada con rigurosidad solo a 21 sonetos, comenzó a gestarse debido a la versión emprendida por Paul Celan del soneto 105, que Pellegrini cotejó y tradujo al castellano. En ese momento germinó la obsesión del poeta chileno por los sonetos de Shakespeare. La impronta de su constancia se deja entrever en lo imponente de la tarea y la persistencia del autor en alcanzarla.

Por último, casi al terminar el año 2006, el autor editó una recopilación de sus traducciones al español, Figuras del original (Beuvedráis & Manulibris, Santiago de Chile, 2006). Los poetas traducidos pertenecen principalmente a la tradición norteamericana y brasileña, idiomas que Pellegrini conoce a cabalidad. En cambio, los poetas que no provienen del inglés o el portugués, como Celan, Milosz o Brodsky, el traductor los vierte del inglés. La intención no consiste en la fidelidad de la fuente, sino como se señala al comienzo del libro: "lo que aquí se da a conocer son imágenes figuradas de un texto original, su equivalente y su espejo; esas imágenes aspiran a ser poemas en castellano con derecho propio" (13). La virtud de estas versiones es que entregan una bella y cuidada antología de poemas y poetas que Marcelo Pellegrini seguramente admira. Por eso se justifica que no incluya una edición bilingüe, puesto que -tal como insinúa también la pintura de Magritte en la portada- las traducciones quieren ser un reflejo de sus intereses de lecturas, y no la supuesta fidelidad de un original.

Si volvemos al libro crítico de Pellegrini (que también ocupa en su portada un cuadro de Magritte), notaremos que estas últimas publicaciones conforman el corpus todavía inacabado de un poeta. Quizás pueda parecer una obviedad decirlo, pero la idea que está detrás en esta afirmación es la correspondencia del ensayo con la lectura poética. La traza de la escritura denota la mano de un poeta, y la justificación la podemos hallar en el mismo libro. Para ello es crucial una alusión a Baudelaire donde Pellegrini da cuenta de refilón acerca de su trabajo crítico:

"Todos los grandes poetas se convierten naturalmente, fatalmente, en críticos. Me dan lástima los poetas a quienes guía sólo el instinto; los creo incompletos" (...) No cito estas palabras clamando porque todos los poetas comiencen a escribir crítica literaria; creo ser fiel a Baudelaire si digo que, al escribir esa frase, pensaba en la necesaria lucidez del poeta frente al lenguaje; escribir es un modo de mirar, es decir, de contemplar más allá de lo meramente visible. (49)

Esta idea de la poesía en cuanto contemplación que ve del otro lado las cosas, se condice con el intento llevado a cabo en Confróntese con la sospecha. La mirada de Pellegrini es propia de un poeta que quiere entregar claridad, prodigando un punto de mira desde la poesía. Existen, eso sí, ciertos presupuestos que sería necesario ahondar más adelante por parte del autor. Por ejemplo, la caracterización de la poesía como "disciplina del espíritu" requiere de una explicación más acabada, tal vez en un ensayo posterior. En todo caso, el libro de Pellegrini confirma que la mayoría de las veces son los poetas los que tienen que comentar a los pares, debido a su acercamiento vital a la poesía; es decir, sin anquilosamientos ni pretensiones totalitarias. El poeta sabe que la labor del creador es de extrema fragilidad, y puede desde ese trabajo de fascinación abisal reconocer que mientras más maduramos en la creación, más nos admiramos por la escritura de otros poetas.

 


 

 

 

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Marcelo Pellegrini, "Confróntese con la sospecha"
Por Jorge Polanco Salinas.