Proyecto Patrimonio - 2013 | index | Maori Pérez | Simón Soto | Autores |



 

 




FÍSICA CUÁNTICA, SICODELIA Y FE
Presentación de Oceana, de Maori Pérez

Por Simón Soto A.

 

.. .. .. ..  

1) .- Hace algún tiempo, por motivos laborales, conocí levemente algunas directrices y principios básicos de la física cuántica. Para alguien ajeno a esas materias, acercarse a las leyes fundacionales del universo supone derribar mitos y erratas que la educación básica y media nos implanta, debido a la complejidad de dicha área del conocimiento. Entre otras cosas, el diseño esférico de átomos y moléculas es sólo una aproximación visual del verdadero fenómeno, y nada tiene que ver con la teoría que está desarrollada a través de complejas y enormes fórmulas. Esos números, que dialogan en el cálculo matemático, exponen toda la fenomenología que nos rodea. Ahí está, desde las décadas tempranas del siglo veinte, el comportamiento de electrones y protones. Incluso el recientemente divulgado Bosón de Higgs también existía en el papel. Ese gran descubrimiento que los científicos lograron hace unos meses consistió en materializar a través de un experimento esa partícula. Ahí está todo, me explicaba el físico que estuvo a cargo de la asesoría en ese proyecto del cual participé. Ahí está todo, en las fórmulas matemáticas; lo único que nos queda es traerlas al mundo terreno para hacer usufructo del avance científico que arrastrarían.

En contraposición a ese mundo infranqueable y perfecto están los fractales, que representan el caos de la naturaleza, infinitamente complejo, impredecible y, por ende, indeterminado. El físico me explicaba que, pese a todos los intentos por establecer patrones de comportamiento en los fractales, nadie ha podido dar con una fórmula que encierre el fenómeno. Como ejemplo, el físico hablaba de las ramas de los árboles, del crecimiento del pasto, de los efectos que puede producir el clima de un día para otro. Y el dilema es que la naturaleza tiene un orden secreto. Pareciera incontrolable y desordenada, pero no lo es. Hay una armonía caótica en las plantas y el agua. ¿Qué lo rige? No lo sabemos. No podemos delimitar con fórmulas su ciclo vital.  

Pienso en esos conceptos porque tras la lectura de Oceana, de Maori Pérez, he recordado esas largas sesiones con el físico. Aclaro que el recuerdo no se produjo por la temática que aborda Maori en su nueva novela, sino por otra causa, mucho más compleja, creo. Ese motivo está relacionado a la estructura y la composición narrativa de Oceana. Es a estas alturas, un tema archi debatido el de la contraposición entre la estructura clásica y las formas más experimentales de la literatura. Es lo que Raúl Ruiz se encarga de refutar con tanta lucidez en su libro de ensayos Poética del cine. Ahí Ruiz le dispara a la “Teoría del Conflicto Central”, que la industria norteamericana ha impuesto a los espectadores de distintas latitudes. Desde hace algunos años Maori Pérez viene desarrollando un trabajo arriesgado y pulcro, rico en imágenes poderosas y, sobre todo, complejo y desafiante. Y si bien las temáticas con que el autor se involucra ya son en sí materia de reflexión y estímulo para los lectores, yo, al leerlo, no puedo sino detenerme en la estructura y el ritmo que entrelaza esa armazón, y que me parece de las propuestas literarias más vitales y originales de la literatura chilena actual. En Diagonales, la novela anterior de Maori, había un juego estructural circular, que interconectaba las distintas tramas de la novela, direccionándolas a un acontecimiento particular desde distintas aristas. Era un proyecto complejo, del cual Pérez salió airoso.

Ahora, en Oceana, el autor decidió extremar la propuesta, y escribir una novela sobre un país fragmentado en distintas dimensiones, donde la realidad tiene otros niveles de percepción, donde el mundo onírico interviene de forma material en la vida de los personajes, donde ya no hay necesidad del suicidio porque en la otra dimensión uno mismo elige la vida que quiere llevar. En la superficie, Oceana es una fábula de ciencia ficción que a ratos también recuerda a la ópera rock de The Who Tommy, o a la película de The Beatles Magical Mistery Tour. Hablo de la primera lectura que uno obtiene del libro, porque la imaginación de Pérez es rica en imágenes e historias. El delirio del narrador nos atrapa, pero, más importante aun, esas historias extrañas están al servicio del total, del todo de la novela. Y aquí conecto con las primeras palabras, las que hacían referencia a la física cuántica y los fractales. Yo creo que el logro de esta novela reside en el riesgo por el que ha optado Maori Pérez en su narración. Pérez, que podría haber escrito una novela amparada en una estructura más segura, y por ello menos novedosa, es decir, las fórmulas matemáticas que encierran la certeza del universo, da un paso al frente y decide escribir desde el caótico y hermoso orden de la naturaleza, es decir, desde los fractales. Es lo que a un lector entusiasta le emociona de esta novela. Los cauces y las imágenes que al menos experimentado le podrán parecer inexplicables, al lector con más bagaje le sugieren más niveles de interpretación, e incluso la participación en la construcción y el devenir de la historia. Hay mérito ahí. Pero sobre todo, oficio, talento y literatura.

2).- Insisto en las capas más profundas que encierra la lectura de Oceana. Lo más significativo, para mí, ha sido encontrar entre sus páginas una mirada melancólica y también tierna de la existencia. “La realidad –ese paisaje de los sentidos”, dice en algún momento el narrador de la novela. Hay aquí un postulado sobre la esperanza y el hastío del mundo en nuestros días. Oceana es, en sus lecturas subterráneas, un cuestionamiento sobre las posibilidades de sobrevivir a través del pensamiento, de la creación. Pienso en el ensayo Luz y Sombra, de Ludwig Wittgenstein. Ahí el filósofo se propone reflexionar sobre la fe en occidente, un tema que siempre le obsesionó. Y para exponer su hipótesis, Wittgenstein utiliza la imagen de un hombre encerrado en una cápsula de cristal rojo. La luz del sol que llega hasta el hombre está filtrada por el vidrio teñido; es un haz colorado, que inunda toda la cápsula. La verdadera fe es la luz natural, a la cual no puede acceder el hombre. La fe que percibe el hombre es, entonces, la luz filtrada, una luz que proviene de la verdadera luz pero que no alcanza a serlo debido al cristal. El cristal es el constructo cultural de occidente. El hombre, por supuesto, cree estar en la verdad. Wittgenstein nos dice que si el hombre quebrara ese cristal y asomara la cabeza hacia la luz original y verdadera, comprendería dónde está situada su cultura y cuál es el ideal. Pienso que Oceana propone algo similar a lo que hace Wittgenstein en su ensayo. Pérez reflexiona sobre el corpus de la realidad y las posibilidades del pensamiento, un pensamiento libre y gozoso que juega con todas sus posibilidades a través de la creación literaria. Es un cometido difícil, que abre caminos y busca posibilidades en el ejercicio de la narración. Afortunadamente para nosotros, los lectores, Maori Pérez logra su objetivo con creces.



 

 

 

Proyecto Patrimonio— Año 2013
A Página Principal
| A Archivo Maori Pérez | A Archivo Simón Soto | A Archivo de Autores |

www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza
e-mail: letras.s5.com@gmail.com
Física cuántica, sicodelia y fe.
Presentación de Oceana, de Maori Pérez.
Por Simón Soto A.